Rancho Las Voces: Libros / México: La cordura de ser librero
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martes, septiembre 13, 2016

Libros / México: La cordura de ser librero

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La librería de García Mainou tiene una oferta diferente y con »libros codiciados».
(Foto: Miguel Blancarte / EE)


C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- Ricardo García Mainou estableció El Faro de Alejandría, su tienda de libros, por primera vez hace una década en la ciudad de Querétaro. El año pasado, El Faro ganó el premio de librerías de la Feria Internacional del Libro (FIL) como mejor librería del año. Es decir, este pequeño local en un centro comercial de las afueras queretanas es un bocado fino para todo aquel que ame buscar y leer libros, escribe Concepción Moreno para El Economista desde la Ciudad de México.

La selección de títulos de la librería es cuidada, podría decirse que hay una curaduría perfectamente pensada. Dice García Mainou que nunca la ha interesado la lista de los más vendidos. «Estoy en contra de la homologación de la lectura. ¿Qué lee la gente? Lo que están leyendo los demás, que suele ser lo que está en la mesa de novedades de las grandes librerías».

«Nosotros nos hemos enfocado en eso que llamamos los libros codiciados, los que busca el lector curioso», expuso.

En efecto, al entrar a El Faro lo recibe a uno un estante, no muy grande, que lleva esa leyenda: «Libros codiciados». En la selección hay de todo: desde novela gráfica hasta ensayo. Están los Cuentos claros de Di Benedetto, un libro muy difícil de encontrar. Hay volúmenes de los autores menos conocidos que vinieron al Hay Festival, como los cuentos de Martín Kohan o las crónicas de Martín Caparrós.

«Sin una propuesta, todas las librerías son iguales. No me interesa ser Sanborns ni Gandhi».

¿Cuál es el libro más codiciado? «Ése que no sabías que querías leer», dice, «y que te encuentra como tú a él».

De premisas falsas de la lectura

Es falso, opina el librero, que necesariamente lo que más se venda es lo que más se lea. El término bestseller, pues, es falaz.

«Se necesita un librero detrás de una buena tienda de libros. Si vender libros no es negocio en México –ni creo que en ningún otro lado–, al menos la voy a tener como yo quiero, con los título que creo que hay que tener, que no se encuentran en ningún otro sitio».

Ricardo se ve –todo hay que decirlo–, como una persona de lo más cuerda. ¿Cómo, entonces, cometer la locura de tener una librería en un país que no lee (dicen), en una ciudad que no es la Ciudad de México? ¿Cómo, en suma, le hace con el dinero?

«Con muchas dificultades... De hecho en un medio local una vez en una entrevista me compararon con este personaje de (Werner) Herzog, Fitzcarraldo, que lleva una catedral piedra por piedra a la selva amazónica. Si uno hiciera esto por dinero, mejor vendería celulares».

Para García Mainou la literatura es lo que él llama «una necesidad básica no detectada». Si pensamos en la famosa pirámide de los valores, después de comer, tener techo y vestido, dice, debería estar nuestra necesidad de que nos cuenten historias y la de nosotros contar las propias. «No sólo se ha de alimentar el cuerpo para que sobrevivas, también la mente y el espíritu, y eso sólo lo hace el arte, la música, la literatura».

Agrega: «Curiosamente, lo que está desapareciendo son las tiendas de música, de libros... Pero no soy pesimista al respecto. Si lo fuera, ya habría cerrado El Faro. Creo que (vender libros) es algo que se debe hacer mientras se pueda. Antes teníamos la librería en un local más grande, en algún momento hasta foro y cafetería teníamos, y nos dimos cuenta que eso no funcionaba».

La nueva encarnación de El Faro de Alejandría es más pequeña, pero perfecta para el lector empedernido. «El cliente ideal nuestro es el que no sabe lo que está buscando y lo encuentra aquí».

De lector a librero

En el Hay Festival, que vivió su primera edición en Querétaro, García Mainou charló con los escritores Álvaro Enrigue, mexicano, y el argentino Martín Kohan. La charla fue de aquí a allá, de las necesidades de los lectores, las de los editores y las de los escritores. Pero el tema principal que surgió fue el del mercado: ¿hay que escribir para vender libros?

García Mainou es lector desde niño («pasé de los cómics a las novelas de aventuras y de ahí a los policiacos») y escritor (el lector de El Economista lo reconocerá como el autor semanal de la columna «Las horas perdidas»), además de dueño de librería.

Dice que su camino de lector a escritor no tiene prácticamente transición: fue natural que el niño lector comenzara a escribir sus propios cuentos.

«Ser librero es otra cosa. Fue una batalla desde el principio que las editoriales nos confiaran su fondo, que algunas tenían embodegado o de plano destruían porque no tenían dónde venderlo», nos cuenta.

Para seleccionar en ese universo de libros perdidos se necesita ser un gran lector, aunque García Mainou acepta que no ha leído todos y cada unos de los libros que vende.

«Uno entra a una librería por tres razones: porque lleva una lista de escuela, porque está buscando o porque quiere algo para sí mismo. Este último lector es el que más nos interesa, el que deambula por los estantes».

Y deambulando, deambulando, la que esto escribe se lleva casi 10 libros. El Faro de Alejandría es el sueño del cazador de libros raros para lectores cada vez más raros. Una joya inesperada.

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