jueves, octubre 30, 2003

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ADIÓS A UN GRANDE DE LA LITERATURA

Joan Perucho muere a los 82 años

El escritor pidió a su familia que no comunicara su fallecimiento hasta hoy

LA VANGUARDIA - 04:16 horas - 30/10/2003

Barcelona. (Redacción.) – Las letras catalanas perdieron ayer por la mañana a uno de los grandes, Joan Perucho, víctima de una enfermedad que se le detectó hace 24 meses. El escritor, que hubiera cumplido 83 años el próximo día 7, había pedido a su familia que la noticia de su muerte no fuera comunicada hasta que se hubiera producido su incineración, que tendrá lugar hoy en el tanatorio de Les Corts. Ello propició que durante todo el día de ayer fueran numerosos los interrogantes sobre el estado del autor de “El mèdium”, mientras los suyos se aferraban a su última voluntad para intentar mantener en silencio el fatal desenlace, aun a costa de mantener engañados a algunos amigos. “Está muy mal, pero cuando se despierte le diremos que has llamado preguntando por él”, seguían diciendo sus familiares anoche, haciendo tripas de corazón para que la voz no los delatase.

El escritor, que falleció en su domicilio de Barcelona a consecuencia de una cirrosis hepática no relacionada con el consumo de alcohol, había previsto por acta testamentaria que la noticia de su muerte trascendiera con la publicación en la prensa barcelonesa de su esquela, a fin de conseguir que la ceremonia de su incineración se desarrollara en la mayor intimidad posible. Joan Perucho nació en el barrio de Gràcia, en Barcelona, en 1920. Poeta, novelista y crítico de arte, alternó su labor de escritor con la actividad profesional de juez.

Su vocación literaria comenzó en su etapa universitaria, cuando colaboró en publicaciones como la revista “Poesía” o en la creación, junto a su gran amigo Néstor Luján, Antoni Vilanova y Manuel Valls, de la revista universitaria “Alerta” en 1942. Años más tarde, en la revista “Ariel”, aparecieron sus primeros poemas en catalán, aunque hasta 1947 no se dió a conocer con la publicación de su primer libro de poemas, “Sota la sang”. Como narrador se inició años más tarde, en 1952, con la novela “Diana i la mar Morta”. Esos fueron los primeros títulos de la larga y fecunda carrera de un autor polifacético.

Cultivó desde la poesía, la novela corta, la prosa poética, crítica de arte y el artículo periodístico. Le gustaba definirse como hombre de letras. Sus obras han sido traducidas al castellano, inglés, francés,italiano, alemán, holandés, portugués, eslovaco y japonés. Fue autor de muy copiosa obra, con títulos ya imprescindibles. De su obra ensayística, que no desmerece al lado de su ingente labor como poeta y narrador, cabe citar “La cultura y el mundo visual”, “Teoría de Catalunya” o “La puerta cerrada”. Recibió, entre otros, el premio Ciutat de Barcelona en 1953 por su obra “El mèdium”; el Josep Yxart en 1957 por “Cita de narradors”; también fue Premio Nacional de la Crítica en 1981 y obtuvo el Joan Crexells en 1982. En 1984, se le concedió el premio Cavall Verd por Quadern d' Albinyana. En el 1992 fue nombrado escritor del mes de abril por la Institución de las Letras Catalanas. En 1995 fue galardonado con el Premio de Literatura de la Generalitat. En el año 2002 recibió la medalla d'Or al Mérito cultural del Ayuntamiento de Barcelona con la que se reconocía “su trayectoria en los ámbitos de las creaciones literaria y poética, por su innegable ciudadanía barcelonesa y por su defensa de la cultura y la lengua catalana”. Aquel mismo año fue distinguido con el Premio Nacional de la Letras. Era miembro de la Reial Acadèmia de Bones LLetres de Barcelona y Doctor honoris causa por la Universidad de Tarragona.

El pasado mes de julio, después de publicar en “La Vanguardia” su último artículo periodístico, en el que se despedía de sus lectores, Joan Perucho, “el arquero dubitativo”, declaró: “Estoy cansado y enfermo y, por lo tanto, me es imposible continuar con mis tareas”. El escritor ya había dejado de escribir literatura. Y entonces le tocaba el turno a sus colaboraciones en prensa: “Me siento deprimido. No puedo leer, cosa que es fatal para un escritor”. El premio Nacional de las Letras 2002 dedicó sus últimos días a escuchar música, otras de sus pasiones, y a disfrutar de la compañía de sus magníficas ediciones de Ramon Llull y otros clásicos de su imponente biblioteca. Las colaboraciones de Perucho en “La Vanguardia” se remontaban a 1962. “Fue Horacio Sáenz Guerrero quien sugirió que colaborara. Yo lo supe a través de mi buen amigo Néstor Luján. Era la época en que empecé también a colaborar en ‘Destino’”, explicó en una de sus últimas entrevistas.

De los centenares de artículos publicados, Perucho recordaba con especial emoción el que dedicó a su amigo Francisco Lobo, un pastor de ovejas al que trató en sus años de juez en Gandesa. “Era un hombre increíble –dijo–, con la inclinación de unas hierbas sabía deducir la presencia de una liebre o un pájaro. Un día me regaló un cordero para que nos lo comiéramos con mis compañeros notarios... Cuando Francisco enfermó gravemente, escribí un artículo sobre su persona. Un médico amigo se lo leyó en el lecho del dolor y él se emocionó.”. Muchísimos lectores sabrán hoy mejor que nunca de qué tipo de emoción hablaba, al saberse huérfanos de uno de los grandes nombres de la literatura catalana.