martes, octubre 21, 2003

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¿Para qué sirve la poesía?

El poeta tiene que ser un hombre políticamente contestatario

José David Cano Martes, 21 de octubre de 2003 / El Financiero

El 8, 9 y 10 de octubre de este año, alrededor de 70 individuos –entre hombres y mujeres de diversas partes del mundo– arribaron a la ciudad de Morelia con un objetivo: conquistarla. Para ello, no utilizaron ni una sola bala y ni una sola arma. Lo único que traían consigo eran algunas hojas sueltas, o cuando mucho algunos libros propios. Eran poetas.

Habían llegado a esta ciudad para participar en el V Encuentro de Poetas del Mundo Latino, el cual, dicho sea de paso, es la continuación de aquel Festival Internacional de Poesía (de 1981) que se llevó a cabo también en Morelia. De hecho, en esta entidad se celebraron el primer y segundo Festival Internacional de Poesía con la participación de gente como Jorge Luis Borges, Seamus Heaney, Günter Grass, Angel González, Dario Novaceanu y Ernesto Cardenal, entre otros. Luego, por algunos contratiempos, la "idea" del festival pasó a la ciudad de México. Hasta hace dos años, incluso, este encuentro se llevó a cabo en Oaxaca.

Pero a partir del año 2002, la sede del Encuentro de Poetas del Mundo Latino es Morelia. Y si a esta reunión habían llegado más de 70 escritores (del extranjero, de diferentes partes del país, así como de Michoacán), para esta ocasión el Encuentro congregó a casi 70 poetas de 21 países (incluido México). Y mejor admitir el fracaso desde el principio: imposible resumir la exhibición de cultura, inteligencia y humanidad que estos poetas dieron en las diez mesas de lecturas y reflexiones en los tres días. Durante (aproximadamente) hora y media que duró cada sesión, uno a uno inundó el aire con relámpagos de asombro. Unos en mayor medida; otros en menor. Sin embargo, el resultado fue siempre el mismo: giros, matices, gestos y onomatopeyas, explosiones y sonrisas.

¿Para qué sirve un poeta?

Con este título (para un texto de difusión del Encuentro), Raúl Mejía –escritor y encargado del departamento de Literatura y Ediciones del Instituto Michoacano de Cultura– lanzaba la primera provocación. Y seguía: "Morelia será por segunda ocasión consecutiva sede de una inusual reunión: el V Encuentro de Poetas del Mundo Latino. Digo «inusual» porque estamos acostumbrados a otro tipo de reuniones: seminarios que abordan el tema de los impuestos o de esa cosa que llaman calidad total; de congresos sobre hematología, sobre turismo, sobre agricultura, sobre gobernadores, en fin. Lo que no es «normal» es una reunión internacional de poetas. Sí. Poetas. Uno casi tiene claro para qué sirve un coloquio acerca de aplicaciones del impuesto sobre la renta, y más o menos podemos imaginar a una banda de historiadores reflexionando en solemnes mesas de discusión; pero, ¿reunión de poetas? De entrada, ¿para qué sirve un poeta? Tengo la impresión de que, en términos de los ejemplos mencionados (impuestos, turismo), no sirven para nada... y, sin embargo, las sesiones de lectura registran cupo lleno.

"¿Dónde está lo seductor de la poesía? Ni idea. Es el género literario más difícil de cuantos hay. Sin embargo, es de los más socorridos. Todos, en una ocasión, cuando menos, hemos sido víctimas del desamor, de la indiferencia o de la felicidad extrema y no se sabe cómo expresar esas emociones hasta que una cierta forma de acomodar las palabras genera una música en los oídos y uno se siente nombrado. ¿Quién no ha sentido envidia de algunos cuartetos de un poeta famoso que luego repite a la oreja de un tipo o una tipa?"

Y concluye: "No se sabe para qué sirve un poeta, pero de que los necesitamos es indudable. Aunque peligrosos resultan. En la República de Platón era mejor ni incluirlos, por ejemplo; en los campos de concentración nazis los presos se repetían fragmentos de poemas como una forma última de sobrevivencia... y funcionaban."

Pero vayamos más allá. ¿La poesía le llega al poeta? ¿O el poeta es quien la crea? Para el joven poeta guatemalteco Mauricio Echeverría, es una de las preguntas eternas sin respuesta cabal. "Al menos yo _dice_ no sabría dibujar cuál es esa frontera entre el poeta y la poesía. Es imposible hablarla a estas alturas de una musa, de una especie de gracia redentora. Creo que la poesía se conquista... Sin embargo, estoy seguro que el poeta no es del todo dueño de su poesía. Hay algo prestado. Debemos tener la humildad de reconocerlo."

La pregunta va dirigida ahora al reconocido poeta hondureño Ascar Acosta: ¿es bueno ver a jóvenes en encuentros de poetas «maduros»? "Desde luego –responde–, es una clara señal de que se está revitalizando todos los días el oficio para que no sólo sean siempre, digamos, los pontífices de la poesía los que anden en estas cosas."

–¿Cree que estos poetas nuevos son mejores que los de antes?

–No se trata de que sean mejores, simplemente son necesarios –prosigue ascar Acosta_. Sea en la música popular, en la publicidad o en la literatura más comprometida y sofisticada, la poesía es necesaria porque da la posibilidad de participar en el misterio, en el milagro poético.

–Pero, también, creo que debemos mantener un diálogo generacional con poetas de otras latitudes –increpa, ahora, Mauricio Echeverría–. Por ejemplo, a mí me cuesta entablar una conversación con poetas mayores que yo. Es más: me da la impresión de que no hay... de que no encuentro personajes...

–Como que faltan los «grandes» poetas, ¿no lo cree?

–Exacto –dice–. Gente que yo diga: "Qué tipo. Es grandioso. Quiero conocerlo". No me ha pasado hasta ahora.

–¿Será que se han vuelto demasiado institucionales?

–El problema real es cuando el poeta ingresa al proceso técnico, especializado, erudito, de los encuentros académicos. Es lamentable que este tipo de pequeños estudiosos grises, sin chiste, vayan circulando de congreso en congreso. Porque, entre tanto, la única asesinada es la poesía.

Y cómo ve esto el experimentado poeta (y también ensayista chileno) Jaime Quezada. ¿Es verdad que se han vuelto políticamente correctos?

–Para nada _señala con una leve sonrisa_. El poeta, por antonomasia, siempre ha sido un hombre contestatario. Por naturaleza es así. El poeta es un hombre que tiene voz, y esa voz se traduce en la palabra, en el lenguaje. Lo importante, claro, es que esa voz, ese lenguaje, no caiga en situaciones de lesa poesía, no sea un asunto panfletario. Así que, desde luego, uno puede escribir una proclama bellamente y puede contribuir a hacer mucho mejor a la gente; incluso puede contribuir a solucionar muchas situaciones en un momento dado. El poeta es un hombre que tiene que ser políticamente contestatario. No puede quedarse en la indiferencia. Lo que no es correcto es ser un poeta de cuello y corbata, que se quede estático como una especie de Torre de Marfil. No. Eso tampoco es válido.

Testigo de su tiempo

Antes de leer algunos poemas, Mauricio Echeverría puso el dedo en la llaga. Alguien puso a circular por Internet una biografía suya. En ella decían que pertenece a la generación X, a esa generación de desencanto por la situación que priva en su país. Lo que se les olvidó decir, apuntó Echeverría, es que ese mal se ha propagado por América Latina. Es el mismo en todos lados. Así que la pregunta es válida: ¿de qué manera las circunstancias históricas, que les ha tocado vivir, ha dejado huella en su poesía?

Ya encarrerado, Mauricio Echeverría responde:

–Creo que es imposible prescindir del contexto. Yo formo parte de la generación llamada de la posguerra. Es una generación que no quería saber nada de banderas políticas. Que ya estaba absolutamente hastiada de la izquierda y la derecha. De la guerra y todo eso. Pero resulta que nuestro primer grito fue hacer como una poesía política. Ahora, algo pasó en el camino, por lo menos en mi caso, pues me di cuenta que era yo el más necesitado de una identidad (a secas). Es decir, jamás vas a ganarle al contexto, porque te forma y te formula preguntas.

–Me parece, en ese sentido, que el poeta también es como el cronista de su tiempo _dice, ahora, el ecuatoriano Edwin Madrid_. Debe estar atento a todos los acontecimientos que se dan no sólo en su país, sino en el mundo. Todos los fenómenos, sean políticos, deportivos o sociales, tienen mucho que ver en la escritura del poeta. Me parece inconcebible un poeta encerrado en una campana de cristal, alimentándose de las puras musas bajadas del cielo. También debe tener contacto con su realidad; eso es lo que le da una sensibilidad.

Se suma a la charla el poeta colombiano Omar Ortiz:

–Yo, por ejemplo, no puedo escindir esa realidad oprobiosa y espantosa que nos ha metido las fuerzas globales del neoliberalismo en Latinoamérica, en general, y particularmente en Colombia. Es imposible no padecer esa realidad y no darle alguna dimensión poética. Hay que trabajar con lo que nos toca y nos hiere más profundamente.

–Así que no estamos ajenos a los procesos y avatares del mundo en el que vivimos _añade Jaime Quezada_; así sean procesos políticos, sociales o ideológicos, el escritor o poeta sabrá incorporar esa vivencialidad en su obra creativa. Por eso hay una poesía testimonial en la que uno puede plasmar lo que le ha tocado vivir, o lo que le han contado de esas alegrías o tragedias, esas desgarraduras de nuestra América de sangre cálida.

–¿Y cuál es el mejor momento de hacer poesía?: ¿en situaciones difíciles, extremas; o en tiempos de tranquilidad, de felicidad?

–Qué bueno que toca ese tema _prosigue Jaime Quezada_. Yo creo que el escritor siempre está en una situación extrema en su sensibilidad. Un estado en el que sus sentidos perciben la realidad en la cual él vive.

–Parece que es paradójico, pero a mí me parece que la mayor poesía surge precisamente de las dificultades, las contradicciones y de las profundas crisis _señala ahora Edwin Madrid_. Porque es la manera que tiene el hombre de aferrarse a la esperanza. La poesía siempre va a estar del lado del hombre. Por lo tanto, la lucha realmente es por la condición humana. En ese sentido, creo que los momentos más críticos pueden echar a luz una mayor sensibilidad humana. Desde luego eso no quiere decir que el poeta deba sufrir para describir mejor, sino que a veces se ve abocado a unas condiciones tan extremas que eso le sensibiliza para echar luces no sólo en la literatura, sino en la vida misma.

–¿Y creen que hace falta más poesía para estos momentos tan terribles?

–Claro que es muy necesaria; pero no solamente hoy, sino desde que el hombre apareció en la Tierra _continúa Edwin Madrid_. Incluso, algunos versículos de la Biblia señalan que no sólo de pan vive el hombre, sino de la imaginación, de sueños, de magia (que también tiene mucho que ver con la poesía). En ese contexto, me parece que mientras esté el hombre en la Tierra siempre será necesaria no sólo para reflexionar sobre su propia condición humana, sino para querernos entre nosotros mismos.

–Pero una cosa debe quedar clara –añade ascar Acosta–: la poesía no la podemos concebir como si fuera una receta o una aspirina. Está ahí; por lo tanto, no se puede rehuir. Pero no es que sea algo que te estén recomendando ni que te dan.

–Entonces, ¿para qué nos ha sido dada la poesía? ¿Para qué sirve?
Habla Mauricio Echeverría: "La poesía no sirve para nada. A mí me conmueve por eso. Porque es perfectamente inútil." Visión que más o menos comparte Omar Ortiz: "Yo digo en un poema que la literatura es innecesaria, pero sigo escribiendo... Creo que la poesía nunca ha tenido otra finalidad más que hacer que el hombre tenga mejor vida."

Edwin Madrid va más lejos: "No creo que a la poesía se le deba buscar un «para qué sirve» tan craso. Es verdad: a lo mejor la poesía no puede cambiar al mundo. Lo que sí puede es cambiarte aunque sea por brevísimo tiempo, por milésima de segundo; darte una instancia visionaria de la misma condición humana que puede tener el hombre en la Tierra."

–¿Debemos buscar diferencias entre la poesía latina y la europea?

–La poesía es una sola _responde ascar Acosta_. No es que haya una poesía con una bandera o una nacionalidad. La poesía es universal. No puede deponerle ahí una etiqueta y decir "ésta es una poesía griega" o "ésta es una poesía mexicana". La poesía es una y los temas son los mismos.

–Yo pienso, por el contrario, que la poesía ya no es trashumante como lo era antes _increpa Mauricio Echeverría_. Ya no emigra con tanta facilidad. Hay una suerte de especificidad editorial... Las habitaciones de la poesía son cada vez más concretas y herméticas. Ya no es la gran habitación de la poesía. Por poner un ejemplo: cada vez es más difícil saber cómo escriben ahora los poetas en Italia. No es evidente para muchos de nosotros.

–¿Será que el mundo se desmorona sobre nosotros?

–Se da una paradoja interesante _comenta_. Cada vez hay más información, más palabras, pero cada vez esas palabras están más vacías, y quizás por eso cada vez hay más gente que necesita expresarse, conocer el misterio del lenguaje, sacar a la prosa de la vulgaridad, redescubrir la originalidad de la palabra.

–¿Y se puede hablar de una poesía femenina o poesía hecha por mujeres?

_Yo creo que ni lo uno ni lo otro _dice ahora la chilena Eugenia Echeverría_. En este momento, más bien veo una mirada distinta, una percepción y una forma de interpretar el mundo que tienen las mujeres y los hombres. Y eso se expresa en la poesía. Hoy, la mirada masculina ya es otra. Más que escritura femenina o feminista, veo una percepción del mundo diferente...

–Como decía ascar Acosta, la poesía es una sola –abunda Omar Ortiz–. Lo que sí creo, y estoy de acuerdo, es que la voz de la mujer es una voz reciente dentro del ámbito literario. Y, básicamente, dentro del ámbito poético. Recordemos que en nuestro continente, hasta muy tarde, a mediados del siglo XX, a la mujer comenzó a dársele la importancia merecida y los derechos políticos y ciudadanos completos. Fue una carga que ellas tuvieron que padecer hasta hace poco tiempo, cuando pasan de ser «objeto poético» a ser «voz poética». Antes, la mujer era el cuerpo deseado, el deseo no realizado. Ahora ha pasado a ser la voz de su propio cuerpo. Así que, mientras que el hombre parte de una tradición histórica para realizar su trabajo, la mujer se está descubriendo continuamente.

Sin retórica

Cuando le preguntaron a Hugo Mújica _uno de los poetas más destacados de Argentina de los últimos años_ qué pensaba de la actual situación de la poesía, éste contestó: "La poesía no se debe poner de moda porque pasaría a ser de consumo, y la poesía requiere, desde un ámbito físico y psíquico, de tensión y de contemplación, de disponibilidad para su lectura, que no puede ser fácil. Es para leer casi a contra pelo de dónde va la vida ahora. Es como ver un cuadro de Barnett Newman; implica pararse por lo menos 20 minutos frente al cuadro. Si la poesía pasa a ser moda, no tendría nada que ver con ser poesía, tendría que ver con que la gente compre libros de poesía. Desde luego, debe tener un público pequeño. Eso no significa que éste sea mejor que la señora que cocina en su casa, o que el jardinero, o que el que trabaja 20 horas para dar de comer a sus hijos. Lo que hay que cuidar es que lo elitista no se vuelva superior a otra cosa."

No estaba muy lejos de la realidad. Pero cómo ven nuestros entrevistados a la poesía. ¿Es verdad que este género vive una época de repliegue?

Habla Eugenia Echeverría:

–Yo digo que no. Este encuentro confirma que la poesía está siempre presente en cualquier lugar. Aquí en México, en América o el mundo sigue con el mismo fervor. En cada lugar la poesía se sigue escribiendo; con distinta metodología y temas, pero sigue siendo poesía.

–Además –añade Edwin Madrid– siempre habrá alguien interesado en que muera la poesía; por eso surgen estos decires de que la poesía está muerta. No comprenden que la poesía apareció con el hombre y esa será su condición; es decir: extinguirse con el hombre. Porque para mal de estos agoreros de que la poesía ha muerto, la poesía ha cobrado más vida que nunca. Al menos en estos tiempos tan caóticos. Porque la poesía no es exclusivamente de la escritura; también puede ser, por ejemplo, ver a una muchacha pasar en un cielo totalmente azul y despejado, o el canto de un niño. La poesía no es exclusivamente de la escritura, sino que es de la vida misma. Y creo que no se puede concebir la vida sin la poesía.

–¿Corren buenos tiempos, entonces, para la poesía?

–Nunca han sido buenos o mejores tiempos –prosigue Edwin Madrid–. Creo que la poesía es tan necesaria como el aire. En ese sentido, el hombre, para aferrarse a su condición humana, lo que trata es precisamente de capturar a la poesía...

–Así que yo sí creo que corren buenos tiempos –interviene ascar Acosta–. Por algo la poesía no tiene público, sino tiene lectores. Siempre los ha tenido, y hoy más que nunca porque hay más educación, más universidades... No es una cosa muerta o debilitada, sino que todos nosotros estamos tratando de fortalecerla. Para nosotros es una cosa importante. Es un oficio extraordinario.

–La poesía existirá siempre y cuando se entienda como lo más íntimo –concluye Mauricio Echeverría–. Es verdad: muchas veces este tipo de encuentros asesina la poesía, porque puede volverla institucional. Pero también son valiosos en el sentido de que son mediadores entre el poeta y el público. Por eso hay que cuidarse de mantenerla viva, palpitante. Que sea una cosa callejera, una cosa que sirva para ambientar un espacio. Y que no sólo venga a perpetuar una retórica institucional.