miércoles, febrero 02, 2005

Establece un diálogo con la izquierda muerta


John Ross Posted by Hello

Óscar Enrique Ornelas
Miércoles, 2 de febrero de 2005

Los difuntos también están contra George W. Bush: John Ross.
El Financiero

Quién será? Jugó a la pelota cuando era niño con Colin Powell. Correteó en la playa con Enrico Fermi. Su hijo Dante estaba grabando un disco con Santana hace unos días. Vive como corresponsal en México donde ha escrito siete libros en un hotel célebre, literariamente, del Centro Histórico. Se llama John Ross. Ahora reportea a los muertos.
Escribe tus memorias, le dijo un editor a John Ross, quien es una especie de decano no reconocido de los reporteros extranjeros en México. Demasiada presunsión, pensó Ross. Propuso entonces un diálogo con la izquierda gringa que ahora descansa en dos panteones: uno en el norte de California y otro en Chicago. El personaje central sería Edward Bernhardt Schnaubelt, el hombre a quien se acusó de poner la bomba en el Haymarket de Chicago que condujo a la ejecución de los mártires del 1 de mayo.
En una especie de festejo del Día de Muertos mexicano, John Ross escribió entonces Murdered by capitalism (Nation Books), donde cuenta la historia tragicómica de la izquierda estadounidense.
Parte de una generación, la de los hipsters, intermedia entre los beats y quienes protagonizaron los acontecimientos de los años sesenta, tan mitificados ahora por la industria cultural, John Ross lo ha visto todo. "Tengo memoria de elefante y por eso acepté hacer un libro sobre la izquierda de mi país. Nunca hablo de Estados Unidos. Siempre de otras partes", comenta este reportero a quien un famoso capo de la revista Rolling Stone le robó un reportaje al que puso su nombre.
-En 1968 usted tenía ya 30 años, John...
-Cuando yo andaba por los 18 años, Jack Kerouac, a quien traté, tenía como 40. Igual Allen Ginsberg. Yo soy más bien de la época de los hipsters. Adorábamos el jazz: Monk, Miles Davis. Nunca me sentí cómodo con los grupos de rock como el Grateful Dead o el Jefferson Airplane. Pero políticamente estuve en los sesenta.
Todo empezó, relata Ross, cuando descubrió la tumba de Edward Bernhardt Schnaubelt, sita en el puerto pesquero de Trinidad, California, cerca de la frontera con Oregon. La lápida tiene una leyenda que reza: "Asesinado por el capitalismo". «Hablar» con el muerto Schnaubelt le permitía a Ross relacionar el tema del libro con el 1 de mayo, un día que se celebra en casi todo el mundo, ¡menos en Estados Unidos!, como la fecha en que se obtuvo la jornada de ocho horas y otras conquistas laborales hoy en retroceso. Curiosamente, el monumento bajo el que descansan los «mártires de Chicago» en el panteón de Forest Groveu fuera de la ciudad de los vientos, es propiedad federal y considerado patrimonio histórico.
En Forest Grove moran los mártires de Chicago y otros 69 sacrificados militantes de la izquierda gringa. "Son 27 comunistas, 27 anarquistas y 15 más sin preferencias ideológicas. No hay trostkistas ahí. ¡No se sabe a dónde van a morir los trotskistas!", comenta Ross. Se trata de un panteón interesante. Los padres de Hemingway descansan en Forest Grove y, muy cerca, están enterrados varios miembros famosos del mundo internacional del circo como La Mujer Barbuda y el Cara de Perro.
Ross le propone al fantasma de Schnaubelt que escriban un libro juntos. Será la memoria de la izquierda gringa. Schnaubelt acepta pero acaba por sospechar que Ross lo está utilizando para contar su propia historia, llena de demasiadas drogas y pornografía como para ser aceptada por un bien portado anarquista.
"Los sesenta fueron un cuento de los medios -grita el fantasma de Schnaubelt-. Ustedes muchachos fumaron tanta mota que acabaron por automagnificarse. Los sesenta fueron un happening, no algo histórico. El capitalismo sobrevivió. Hizo miles de millones de dólares con la guerra y ahora está haciendo otros miles de millones vendiéndoles a ustedes todos los recuerditos."
-¿Por qué este afán de dialogar con los muertos, John?
-Los muertos también están inquie- tos con Baby Bush. Está mandando tantos nuevos cadáveres a los panteones que van a alterar la tranquilidad del ultramundo.
La última aventura de Ross tuvo lugar precisamente durante la campaña electoral estadounidense. La cubrió toda e incluso se acreditó para estar dentro de la Convención Republicana en Nueva York. "Todos gritaban «¡cuatro años más!» y yo grité «¡cuatro guerras más!» -relata-. Me cayó encima un tipo que traía una gorra con el símbolo del elefante [la imagen del GOP, el Viejo y Gran Partido Republicano]. Me quité a tiempo."
-¿No lo encerraron en el muelle ése de Nueva York donde metieron a los que protestaban?
-Vi que era una trampa y me salí de ahí.
Ross piensa que Bush no ganó la elección, lo que indirectamente parecen corroborar las más recientes encuestas sobre la popularidad del presidente. Le dan el 52 por ciento, un número muy bajo si se compara con lo que obtuvieron Ronald Reagan o Bill Clinton al inicio de su segundo periodo presidencial.
-¿Sabes a quién me encontré allá en Estados Unidos? -pregunta Ross-. A un viejo conocido de aquí de México: el Ratón Loco. Una buena parte de los electores afroestadounidenses sufrieron esa táctica. Yo estoy seguro que Bush se volvió a robar la elección.
En Murdered by capitalism hay tantas bombas que Ross se ve obligado a hacer una "declaración legal": recuerda que es casi un ciego, ya perdió la vista de un ojo y casi no ve del otro. No representa peligro contra nadie. Palabra de quien ha escrito unos nueve libros de poesía.
Y es que dice Ross que uno de los deportes favoritos de los estadounidenses ha sido el de lanzarse bombas (además de lanzárselas a otros). En la historia de Estados Unidos hay bombas de todos colores y sabores: bombas anarquistas, bombas del Ku Klux Klan, bombas de los fundamentalistas cristianos. Entre quienes más bombas aventaron estuvieron los sindicalistas blancos de la American Federation of Labor, los charros gringos. Echaban dinamita para hacerse de los contratos y ni quien les dijera nada.