martes, mayo 03, 2005

En crisis, el arte lírico en México


René Velázquez Diaz Posted by Hello

En la administración foxista, la Compañía Nacional de Ópera ha reducido su actividad a las reposiciones de obras y cumplimiento de temporadas con las mínimas funciones. El problema lo reducen a la falta de presupuesto. En tanto, los cantantes de arte lírico diversifican su profesión para que el desánimo no los aniquile, pero la fuga de talentos se incrementa.

Ante la actual crisis que vive el arte lírico en el país, las nuevas generaciones del siglo XXI no se imaginan que a partir de la tercera década del siglo XIX la ciudad de México fue uno de los grandes centros operísticos de América y que, desde 1831, el entonces Teatro Principal mantuvo por lo menos una temporada anual de ópera italiana, actividad que se diversificó en otros recintos culturales como el Teatro Abreu, el Esperanza Iris, el antiguo Teatro Hidalgo, el Teatro Renacimiento y el Teatro Fábregas. En aquella época existían, tan sólo en la ciudad de México, 86 compañías de ópera, la mayor parte eran italianas, algunas francesas y otras españolas, una inglesa y varias mexicanas.

Había un gran movimiento operístico. Incluso el general Antonio López de Santa Anna contrató a la famosa soprano austriaca Henriette Sontag para que viniera a México a formar la Compañía de Ópera Nacional. La diva aceptó, pero meses después de su llegada al país ella murió de cólera (1854). Aún así, el auge continuó hasta 1910.

Una lucha encarnizada

En pleno siglo XXI esa fructífera actividad del arte lírico está en riesgo. Aunque existen cantantes, orquestas, teatros y público, México carece de un circuito de ópera que mantenga la vitalidad de sus producciones y a los artistas en los escenarios. La Compañía Nacional de Ópera está en la encrucijada no sólo por su estrecho presupuesto y su consecuente reducción de producciones, sino porque cada vez se dificulta la programación fija de sus temporadas en el Teatro del Palacio de Bellas Artes porque este recinto es utilizado para las actividades tradicionales del INBA, pero también porque constantemente se alquila para "eventos especiales" no relacionados con las artes. El mismo Raúl Falcó, titular de la Compañía Nacional de Ópera, ha reconocido lo desgastante que es enfrentarse a cambios de programación de las temporadas debido a que se empalman con actos oficiales, actividades internacionales y cocteles privados. Aunado a esto, el Instituto Nacional de Bellas Artes (IN- BA) es la única instancia en el país que realiza producciones operísticas, sin contar con el proyecto personal de ópera que Sergio Vela ha trazado en la Dirección de Música de la UNAM para beneficio personal y que también absorbe recursos federales.

Las temporadas de ópera en Bellas Artes está muy disminuida. La Compañía Nacional de Ópera tiene programada para mayo la reposición de La hija del regimiento, que ya se hizo el año pasado, y Turandot, para julio. Después, no hay ningún proyecto claro. Aunque México es reconocido como semillero de voces, los cantantes de ópera se diversifican para no claudicar. Algunos realizan actividades artísticas alternas en restaurantes o bares, otros buscan becas de apoyo y otros más están pendientes de las audiciones en el extranjero, localizan las oportunidades, orga- nizan su página de Internet para hacer que las compañías extranjeras los encuentren porque, además, en México no hay representantes que promuevan a los solistas del arte lírico.

De esta manera, el país también exporta una gran cantidad de talentos en materia de voces y cantantes profesionales. Por ejemplo, Alemania tiene activos en sus escenarios a cinco tenores mexicanos: Joel Montero, Omar Garrido, Armando Almanza, Pedro Velázquez Díaz y René Velázquez Díaz. Este último es, junto con Ramón Vargas, uno de los pocos mexicanos que ha ganado el concurso Enrico Caruso en Milán, Italia. Sin embargo, ninguna de estas voces son conocidas en su país de origen. En Alemania también están Edilberto Regalado y la soprano Gabriela Herrera.

Sin que suene a queja, expresa el tenor mexicano José Guadalupe Reyes, "lo mejor que podemos hacer los cantantes de ópera en México es salir de nuestro país". En entrevista comenta que el cantante mexicano, sobre todo la tesitura de tenor, es muy apreciado en Europa. Por ello, existe una gran camada de solistas que abrieron expectativas en el extranjero y se mantienen en los escenarios, como Francisco Araiza o Ramón Vargas.

En julio, Reyes participará con la Compañía Nacional de Ópera en Turandot, pero desde 1984 tiene una larga trayectoria en los escenarios nacionales e internacionales. Al referirse a su trabajo acepta que en México la labor de cantante de ópera es difícil porque se lucha, a veces, contra el mismo medio. Esto es, la competencia entre los cantantes es muy fuerte: "Aquí habemos muchos para muy poco -afirma-. Entonces son comunes las zancadillas y malas recomendaciones. Todo forma parte de la lucha encarnizada que hay por conseguir un papel en las reducidas producciones de ópera que se programan cada año. Pero un papel se logra con eficiencia, talento y estudio. Aunque uno tiene que vencer la crisis que se genera por la falta de temporadas de ópera a nivel nacional. La competencia es muy fuerte. Uno se debe llenar de mucha paciencia, entereza y dedicación. Continuar preparándose porque aquí nunca se termina de estudiar."

Aquellos buenos tiempos

En el siglo XX, el periodo más importante del arte lírico en México se desarrolló en la década de los años cin- cuenta y sesenta. Esa etapa permaneció durante 25 años, periodo en el que María Callas, Giussepe di Stefano y otros cantantes internacionales dieron lustro a la ópera actual. Algunos especialistas consideran que sin esa pléyade de cantantes que lograron despertar masivamente el gusto, la atracción, por la ópera, quizás este arte hubiera dejado de tener presencia en el país.

Pero esas figuras de la ópera no llegaron solas a los mejores escenarios del país. Entonces existía la Asociación Musical Daniel (1923-1971) y Ópera Nacional AC, organismos que se encargaban de traer a México cantantes, directores y solistas con quienes organizaban temporadas en Bellas Artes con el patrocinio de diferentes Secretarías de Estado. Pero eso se acabó. A partir de 1971 el gobierno decidió que el INBA sería el encargado de todas las producciones de ópera con presupuesto federal, a pesar de que el arte lírico siempre requirió de mecenas por los costos de producción.

En la actualidad, la iniciativa privada condiciona los apoyos a la ópera y son aisladas las asociaciones civiles que intentan recuperar la vitalidad de esta expresión artística. Pro Ópera es una los escasos organismos que impulsa este arte. Fundada en 1985, esta organización promueve la difusión de la ópera a través de un patronato vinculado a la Compañía Nacional de Ópera apoyando proyectos y editando una revista única en su género.

No obstante, el ánimo en el arte lírico no se recupera. Para la mezzosoprano Ana Caridad Acosta, en México es un delito ser primera figura, y el acceso a los papeles principales de una puesta en escena se hace más difícil por la existencia de una política extrema: o te callas o no hay contrato. Esto significa que la presencia de los solistas en los escenarios no depende de su talento, ni de su trayectoria profesional, sino del humor del funcionario en turno.

Ana Caridad Acosta plantea que cuando empezó su carrera tenía la ingenua idea de que si llegaba a alcanzar grados de perfección en su canto, en su técnica y en el desenvolvimiento teatral, habría superado las barreras: "Pero, en realidad -asevera-, lo más difícil en esta carrera es comprender la política del yugo. Es decir, no importa que seas un ruiseñor. Si no te dejas llevar por el tejemaneje político que hay en la ópera no entras a la olla de los grillos. Los funcionarios quieren a los artistas como barcos de corchos que flotan en el agua para colocarse en el lugar donde más les convenga. Parece ser que no nos podemos permitir en este país decir la verdad. En la ópera lo que valen son las palancas, no el talento de los solistas."

Recientemente, Acosta tuvo un gran éxito por su participación en la ópera Aída. Pero, aunque en los programas de mano oficiales la presentan como la primera mezzosoprano del grupo Cantantes de Ópera de la Coordinación Nacional de Música y Ópera del INBA, ha estado dos años fuera de las temporadas de la Compañía Nacional de Ópera. Por lo mismo, tiene que cantar en celebraciones religiosas o restaurantes para lograr equilibrar sus ingresos económicos que percibe por sus contratos anuales en el coro del INBA.

La mezzosoprano precisa que una institución como el INBA necesita tener cantantes de repertorio. Por ejemplo, si la Compañía Nacional de Ópera decide poner Carmen o Tosca, el director de escena debe elegir a la mejor mezzosoprano de entre ese grupo de cantantes de solvencia que sacarán adelante las representaciones. Naturalmente también hay invitados especiales: "Pero, en México, no hay dónde trabajar como solistas. No hay ópera nacional. El consejo que les doy a quienes pueden salir al extranjero es quédense allá y no regresen porque en el INBA sólo existe el Palacio de los Invitados, no el de Bellas Artes. ¿Por qué no mejor unir esfuerzos e impulsar la ópera nacional? Es más, si el Teatro del Palacio de Bellas Artes es insuficiente, deberían de construir un Palacio de las Maravillas para presentar allá a los solistas internacionales de la ópera y dejar Bellas Artes para los «mediocres mexicanos». El punto es con qué criterios se maneja el escaso presupuesto destinado a la ópera.".

De solista principal a "huesero"

Ante la realidad del país, cantantes del arte lírico consideran que México no es un país que tenga las cualidades económicas como para montar puestas en escena con producciones millonarias. De realizarlas, se hace del arte un evento de vanidad y, por eso, a los cantantes de ópera la sociedad los tacha de gente fatua y vana porque se les olvida que afuera del teatro donde actúan hay una realidad de la cual forman parte.

Para el barítono Martín Luna, en México hay muy buenas voces. Sin embargo, debido a la escasa actividad operística, la competencia es grande para obtener una participación en algunas de las temporadas. Él lleva dos años sin tener un papel como solista en Bellas Artes: "Para conseguir un rol en algún título de ópera que se va a montar -apunta- hay que hacer audiciones. Es peleado. No hay convocatorias. Uno, como puede, se entera de lo que van a montar y va por su propio pie a solicitar la audición. Si lo toman en cuenta, se realiza; si no, te dan largas. Regularmente a mí me han llamado por medio del subdirector musical del INBA, algunas veces he hecho audición. Ellos conocen el trabajo de las personas y de ellos depende que estés en los escenarios o no."

Luna recuerda que, a principios de la década de los noventa, el Coro de Ópera de Bellas Artes aportaba mucha gente para hacer papeles secundarios en las obras. Así se había establecido. No obstante, con la llegada de Gerardo Kleinburg a la administración de Bellas Artes (1993), no se respetó más ese acuerdo: "Algunos integrantes del coro -añade Luna- fuimos afortunados y nos llamaban a participar. Pero hay casos lastimosos, como el de Ramón Vargas, quien tuvo que salirse del país porque aquí no lo tomaban en cuenta. Muchos han migrado porque no ven la oportunidad de hacer carrera en México debido a la falta de un plan de trabajo que le permita al solista consolidar su carrera. Por lo regular llaman a artistas extranjeros ya hechos para interpretar los papeles principales. No es que en México no existan. Habemos muchos cantantes profesionales y con trayectoria para hacer una ópera bien puesta. Eso no significa que no haya invitados, pero una cosa es que inviten y otra que menosprecien el talento na- cional. Lo paradójico es que, por ejemplo, cuando Ramón Vargas radicaba en México tenía que andar buscando qué papel podría interpretar en las temporadas de ópera y, ahora que radica en el extranjero y triunfa en Europa, lo llaman como tenor principal. Conclusión: los mexicanos tenemos que salirnos para que el INBA nos invite a interpretar un papel principal."

Con algunos de los planteamientos de Luna coincide la soprano Lourdes López Romero, quien además es la secretaria general de la delegación sindical Grupos Artísticos de Bellas Artes e integrante del Coro de Madrigalistas. Ellas expresa a EL FINANCIERO que la carrera de cantante de ópera está llena de satisfacciones, pero también es una batalla constante en cuanto a la lucha diaria por seguir conservando un estatus dentro del mismo ambiente de las artes, ya que si un artista se descuida la voz se lo cobran caro.

-Esta es una carrera -continúa López Romero- que, lejos de preocuparme por mi vida útil en el escenario, me interesa más el futuro de las generaciones que nos siguen. Veo con tristeza a los jóvenes que quieren llegar a pisar Bellas Artes sin saber que les costará muchísimo estar ahí porque la situación es bastante desalentadora. Para nosotros, mantenernos como artistas al 100 por ciento es una obligación. Si te contratan o no es una responsabilidad para poder enfrentar lo que el público te pide. Si el público te responde te podrás volver a contar dentro del próximo elenco. Si eso no sucede, es la última vez que cantas. Es ahí donde interviene el hecho de que tenemos que ver cuáles son las condiciones que una institución debe fomentar para que tú como artista des el 100 por ciento del talento.

"México es semillero de cantantes. Pero, ¿cuántos cantantes extranjeros llegan a México y no se quieren rozar con nosotros? Los cantantes en México son de buen nivel. Ahí están Eugenia Garza, Olivia Gorra, Concha Julián, Lourdes Ambriz, Encarnación Vázquez, Ramón Vargas, Claudia Cota, Ana Caridad Acosta, Irasema Terrazas y Celia Gómez, entre otros. Son artistas de primer nivel. Aunque no tengan la posibilidad de ser programados en cada título de ópera, tienen la obligación de dar lo mejor de sí y mantenerse en forma."

Para el tenor Luis Alberto Sánchez, integrante del Coro del Teatro de Bellas Artes, es una fortuna laborar dentro del INBA. Pero considera que los avatares de la economía nacional también ahogan a los artistas: "Esta crisis -indica- se refleja en nuestro trabajo con la falta de títulos de ópera y la carencia de presentaciones. Por ejemplo, en los últimos años hemos estado haciendo cuatro títulos al año entre cuatro y cinco funciones en promedio. Se ha bajado mucho la actividad operística, aunque la respuesta de la gente ha sido la misma. Este problema nos obliga a diversificar nuestra profesión. Muchos compañeros tienen otros trabajos alternativos dentro de la música, a veces como maestros, otras como intérpretes y muchas más dan clases particulares y hasta vender productos diversos. Te vuelves «huesero»."

En tanto, Emilio Carsi, bajo del grupo Solistas Ensamble del INBA, opina que en México hay muchos cantantes con gran talento pero, desafortunadamente, no existen los lugares donde desarrollarse plenamente: "He tenido la fortuna -dice Carsi- de actuar como solista en obras de ópera y en conciertos tanto en el Palacio de Bellas Artes como en otros escenarios de la República Mexicana. Me he percatado que la gente está ansiosa de asistir a actividades artísticas de este tipo. La gente disfruta cuando uno le ofrece un recital, una gala o una producción de ópera y siempre se queda con ganas de más. Por ello considero que la falta de recursos se puede sustituir con imaginación. Nunca he creído en el discurso que atribuye la inactividad a la falta de presupuesto porque sería como aceptar que en México las escuelas de música son fábricas de futuros desempleados. De antemano estamos poniendo una barrera que nos impide seguir adelante. Los cantantes de ópera sólo estamos activos en un 50 por ciento de nuestra capacidad. No es aprovechado el potencial que se tiene y México es un país de tradición en la cultura."