lunes, agosto 22, 2005

Las guerras determinaron crecimiento de la pirámide del Templo Mayor


Aspecto de una maqueta del Templo Mayor y de la pirámide que tuvo 12 ampliaciones en cien años. En el círculo inferior izquierdo se localiza la esquina que forman actualmente las calles de Argentina y Justo Sierra, en donde fue descubierta la piedra bas�ltica que podría haber sido utilizada para los sacrificios FOTO Francisco Olvera Posted by Picasa

ANA MONICA RODRIGUEZ

Las dimensiones de la pirámide del Templo Mayor crecieron 12 veces en cien años, en contraste, con la de la Luna, en Teotihuacán, que en 500 años sólo tuvo siete extensiones, así lo reveló el arqueólogo Leonardo López Luján, quien encabeza las investigaciones en ambos monumentos históricos.

A dos semanas de que culmine la sexta temporada de campo del Proyecto Templo Mayor, que inició en octubre de 2004, el especialista explicó lo anterior previo al análisis de laboratorio de los vestigios hallados en la zona arqueológica.

Abunda: "La pirámide crecía cuando lo hacía el imperio, es decir, las ampliaciones eran tomadas por los mexicas como un pretexto de guerra y de conquista".

La causa principal -dijo- por la que la pirámide aumentó sus dimensiones no fue sólo por cuestiones técnicas, sino porque era un símbolo que representaba y hacía más famoso al imperio de Huitzilopochtli.

Sin embargo, los mexicas no construían sus pirámides sino que toda la mano de obra la aportaban los pueblos aliados y los sujetos cautivos.

Las 12 modificaciones a la pirámide del Templo Mayor, subraya, fueron identificadas por Eduardo Matos, quien hace 27 años inició el proyecto, a raíz del hallazgo de la Coyolxauhqui.

Lo cierto, apuntó, tras esas décadas de distancia, es que "nuestros conocimientos sobre la antigua ciudad han cambiado radicalmente".

Ello -aduce- debido a que hay muchos aspectos y detalles de la vida en este lugar que pasaron inadvertidos o quizá no les interesaron a quienes narraron parte de la historia de este sitio.

"Por ejemplo, un religioso no se fijaba para explicar un caso trivial como los materiales con los cuales fue hecha la pirámide."

Acorde con sus premisas, la sexta temporada de Campo enfatiza la recuperación de datos acerca de la procedencia de los materiales constructivos, así como de las técnicas y de los estilos arquitectónicos como complemento de la información histórica sobre los procesos de producción e intercambio de bienes; el área de dominio de la Triple Alianza, y las relaciones de Tenochtitlán con otros pueblos a lo largo del tiempo.

En el presente año, el equipo que coordina López Luján halló 19 lápidas talladas en relieve con imágenes de dioses, plantas, sacerdotes y fechas calendáricas, la cuales fueron localizadas bajo el piso de la fachada principal del Templo Mayor.

Se descubrieron boca abajo varios grupos de construcciones que sirvieron para conformar el piso de una de las cuatro etapas de la fachada del Templo Mayor, y según indican los primeros estudios, dichas lápidas habrían formado parte de la ornamentación de una etapa más antigua a la misma pirámide.

Sobre la ofrenda de consagración, segundo hallazgo dado a conocer en julio pasado y que revela el sacrificio de niños en honor de Huitzilopochtli, Leonardo López Luján explicó la relevancia y la múltiple información que proporciona encontrar entierros y ofrendas.

"Estos depósitos rituales nos sirven para entender cuáles eran sus creencias, sus mitos básicos, los ritos que llevaban a cabo, porque los objetos no están arrojados al azar."

Los objetos, subrayó el arqueólogo, siguen una distribución espacial muy estricta. "Muchas ofrendas son cosmogramas, una representación miniatura del universo".

Por ejemplo -continúa- "el sacerdote ponía en la ofrenda una capa de arena marina y luego corales, peces, caracoles, es decir, todo lo que tiene que ver con el inframundo, ese mundo acuático que está bajo la superficie de la tierra".

Luego, ponían pieles de cocodrilo con sus cráneos y escamas, ponía tortugas o peces sierra, "todos los animales que simbolizan la costra terrestre que flotaba sobre ese mundo acuático. Y finalmente, en la parte superior, colocaban aves, águilas, garzas, todos los seres que tienen que ver con los cielos".

Por ello, explicó el hijo de otro destacado arqueólogo, Alfredo López Austin, "es sensacional descubrir estas ofrendas, porque entonces entiendes no sólo la economía y la política, sino también el simbolismo, la cosmovisión y la religión".

Datos de la peregrinación de Aztlán

Sobre el más reciente hallazgo, la Piedra de la Librería Porrúa, el equipo de López Luján supone que esa representación de una biznaga era utilizada para sacrificios.

Sobre la sólida roca basáltica hallada entre la esquina que forman las calles de Argentina y Justo Sierra -que data de finales del siglo XV y principios del XVI- cabe recordar, dijo el especialista, que "para los mexicas, la biznaga era uno de los símbolos por excelencia de las tierras áridas, y por tanto, de sus orígenes norteños.

"Poco tiempo después de que este pueblo abandonó la mítica Aztlán y emprendió su largo recorrido hacia la tierra prometida, sucedió algo trascendental: ocho personajes llamados mimixcoah cayeron del cielo sobre biznagas y mezquites."

De inmediato, los mexicas obedecieron la orden de su dios Huitzilopochtli de sacrificar a los mimixcoah, extrayéndoles el corazón sobre plantas espinosas y así nutrir al Sol. "A continuación, el dios les dijo a sus protegidos que ya no se llamarían aztecas, sino mexitin o mexicas, y les dio los instrumentos para convertirse en un pueblo conquistador. Tal (narración) se observa en el Códice Boturini".

Dado que el monolito no se encontraba en su posición original, pero sí rodeado de cables eléctricos y telefónicos, los arqueólogos analizarán la pieza en laboratorio para complementar el rompecabezas sobre su función, procedencia y contexto histórico. También la pieza superó las inclemencias del tiempo y el abandono, y estuvo a la vista colocada como un ornamento, hasta que después fue perdiéndose tras los hundimientos de la capital y las construcciones modernas.

Con esta serie de hallazgos del pasado prehispánico, ambos proyectos, el de Templo Mayor y el Programa de Arqueología Urbana suponen que la antigua ciudad de Tenochtitlán tenía una superfi- cie estimada de 13.5 kilómetros cuadrados y estaba habitada por cerca de 200 mil personas.

El objetivo de los dos proyectos es añadir piezas a un rompecabezas que, a decir de López Luján, "sin duda no estaríamos en condiciones de completar, dado que es una zona urbana y no es cualquiera dato que el Centro Histórico es Patrimonio de la Humanidad e integra la mayor concentración de monumentos que hay en todo el continente americano".

Ello implica -continuó- que no podríamos excavar en cualquier lugar, porque estamos rodeados por joyas arquitectónicas de los siglos XVIII, XIX y XX (como edificios barrocos, neoclásicos, ecléctico porfiriano, art nouveau y art decó). "Por ello no podemos demoler cualquier construcción. Sería sacrificar parte de nuestro patrimonio por recuperar otra parte".