viernes, marzo 31, 2006
Chick Corea: A veces observo a un espectador y con el piano improviso su retrato
C D de México. Viernes, 31 de marzo de 2006. (El Financiero).- El pianista de jazz Chick Corea no había dado un recital en México desde hace ocho años, cuando vino con su grupo Origin. Esta semana ofreció dos conciertos en el Palacio de Bellas Artes -dentro del programa del XXII Festival de México en el Centro Histórico- a manera de colofón de una gira que tuvo el propósito de dar a conocer su nuevo disco.
La reciente grabación se suma a una colección que en cuatro décadas asciende a casi un centenar: The Ultimate Adventure (Stretch Records). Touchstone es el nombre de su nueva agrupación, cuyos antecedentes datan de 1983, cuando conoció al contrabajista español Carlos Benavent, que entonces tocaba con el grupo flamenco de Paco de Lu- cía. Ese año, Corea grabó el dis- co Touchstone con la colaboración de estos dos músicos. A par- tir de eso, su devoción por la música española entró en una espiral ascendente que tiene en The Ultimate Adventure uno de sus clí- max creativos.
-Es uno de los proyectos más emocionantes de mi vida porque con esta banda se han reunido muchos elementos -dice Corea-. En primer lugar, mi amor por la música española y la mía. Cuando estuve en Madrid para dar un concierto con otro cuarteto, hace tres o cuatro años, en esa ciudad estaban Carlos, el saxofonista Jorge Pardo y el percusionista Rubem Dantas. Entonces, los invité al escenario para improvisar. Como pasamos un momento muy bueno, pensé en realizar un proyecto con mis amigos españoles. Por ello, en ma- yo de 2004 hicimos una gira por Europa y desde entonces hemos dado muchos conciertos.
Pero la hispanidad de la música de Chick Corea viene de un tiempo anterior, incluso a la aparición de su famoso tema "Spain". Aunque nació en Chelsea, Massachussets -el 12 de junio de 1941-, sus raíces familiares y culturales se encuentran en las ciudades italianas de Calabria y Messina. Su nombre real es Armando Anthony Corea. Y sobre el carácter español de gran parte de su música dice que "es algo que sólo se puede explicar por la afinidad, por el amor a la cultura y a la música; también por mi atracción por ciertos músicos. Una de las cosas interesantes de las culturas española y mexicana es que su vida familiar es muy parecida a la italiana."
Uno de estos rasgos es que a los recitales de Touchstone se ha incorporado una coreografía flamenca. Corea dice que "en el pasado no se había asociado el baile flamenco con el jazz. Por lo general, la forma musical del flamenco es más suelta y libre, y a veces la forma del jazz es más exacta. La joven bailarina Auxi Fernández baila con la forma del jazz. Es algo completamente nuevo. Carlos, Jorge y Rubem han traído al flamenco elementos del jazz debido a que en la música flamenca original no hay bajo eléctrico, tampoco saxofón ni percusiones. La principal diferencia entre mi banda Touchstone y un grupo de jazz es la manera en que nos comunicamos, ya que en el jazz es común tocar introvertidamente. Y nuestra música es más compartida".
Para la elaboración de dos de sus discos, Chick Corea se inspiró en dos libros homónimos del fundador de la Iglesia de la cienciología, L. Ronald Hubbard. "Desde 1968 he estado estudiando las conferencias y la ficción de Ron Hubbard -dice el compositor-. Durante muchos años intercambiamos correspondencia, por lo que puedo considerarlo como un amigo personal. La historia comenzó hace un año y medio, cuando mi primer experimento con la narrativa de Hubbard fue con el libro To The Stars. Allí hay un capitán de una nave espacial al que se le describe tocando el piano en Chicago, cientos de años en el futuro; y aunque hay algo extraño en su música, es muy buena. Ese capitán estaba hipnotizando a la gente en el club donde tocaba. Cuando estaba leyendo esa parte del libro dije, ¡ah, yo conozco a este capitán! Entonces fui a mi piano y compuse una pieza de dos minutos. A partir de eso empecé a hacer el retrato de otro personaje de la historia y eventualmente me di cuenta de que era una obra completa. Entonces pensé que la banda eléctrica sería el medio perfecto para interpretarla.
"De esa forma se convirtió en un proyecto consumado. Hicimos la grabación, realizamos mu- chas giras y el disco To The Stars fue nominado para un Grammy. Tuvimos un viaje muy exitoso. Luego de que terminó todo esto tuve el deseo de realizar más música como ésa. Para ese tiempo ya estaba tocando con mi banda Touchstone, la cual tiene un temple muy español. Así que me dirigí a mi colección de libros de Hubbard para ver si tenía una historia con este sentimiento. Y, bueno, Ron Hubbard ha escrito ficción en muchos géneros: policiaco, de aventura, del oeste; pero mis favoritos son los de ciencia ficción y fantasía. Entonces, cuando buscaba en mi librero, el título de The Ultimate Adventure me impresionó porque creo que la vida debe ser como eso. Al momento de tomar el libro recordé que ya lo había leído y que, mágicamente, tiene su origen en Las mil y una noches, y además posee el sentimiento de Andalucía. Entonces comencé a escribir la música."
Chick Corea explica que estas dos obras son lo más cercano a un poema sinfónico (tone poem), debido a que es la manera en que trabaja cualquier artista, como un pintor cuando observa una montaña. "Y si hubiera diez pintores verían la misma montaña, pero habría diez cuadros diferentes porque cada cual tiene una imaginación distinta. Lo mismo sucede en la música. Algunas veces, alguien del público se sube al escenario y se sienta en una silla frente al piano; entonces lo observo e improviso un retrato. The Ultimate Adventure es el segundo libro al que le he hecho un poema sinfónico, lo cual significa que tomé los personajes, la historia y su sentimiento. Enseguida hice los retratos musicales."
-Y aparte de la música, ¿cuál sería la aventura más importante de Chick Corea?
-Como ya lo he dicho, mi aventura más importante es tener mucho arte en el planeta; una buena vida en la que podamos divertirnos y tener gozo. Y mi manera de lograrlo es por mi música y por la libertad de expresión; en particular mediante la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Muere Salvador Elizondo: Adiós al «gentleman» de la literatura
El cuerpo del escritor en Bellas Artes
Miguel Angel Ceballos
C iudad de México. Viernes 31 de marzo de 2006. (El Universal).- Con elegancia, como siempre se caracterizaron sus escritos, Salvador Elizondo pasó del sueño a la muerte. "Se fue contento", dijo su esposa, la fotógrafa Paulina Lavista, entre otras cosas porque alcanzó a ponerle título al libro que próximamente publicará el Fondo de Cultura Económica (FCE): Pasado anterior, en el que el propio escritor reunió unos 300 artículos publicados en el suplemento cultural Sábado, del unomásuno.
El autor de Farabeuf, una de las novelas fundamentales de la literatura mexicana, recibió ayer un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, a donde llegaron varios de sus amigos, alumnos y colegas, como Eduardo Lizalde, Carlos Monsiváis, Daniel Sada, Enrique Krauze, Guillermo Sheridan, José de la Colina, Pablo Soler Frost, Emmanuel Carballo, Margo Glantz, Ramón Xirau, Julieta Campos, entre muchos otros que acompañaron a sus hijos Mariana, Pía y Pablo.
Paulina Lavista indicó que Salvador Elizondo dejó 86 soberbios diarios en los que manifestó su espíritu, inquietudes y dibujos. "Escribió en ellos hasta el 27 de marzo, día al que describió como triste y lluvioso. Vivimos juntos durante 38 años y no hubiera cambiado por nada la aventura de estar con él."
La viuda del escritor lamentó que a Elizondo se le hubiera marginado y en los últimos años de su vida permaneciera como un escritor ´empolvado´. "Yo creo que no tuvo en vida el reconocimiento que merecía. Le faltó el Premio de Literatura Juan Rulfo, fue un gran error no habérselo otorgado porque Rulfo era un admirador de su obra. Tampoco fue reconocido con el honoris causa de ninguna institución académica, ni la Universidad Nacional Autónoma de México lo nombró profesor emérito, de manera que sí hubo lagunas en algunas instituciones."
Anunció que por decisión del propio Elizondo, sus diarios no se podrán hacer públicos sino hasta dentro de 25 años y quedarán bajo resguardo del Colegio Nacional, institución de la que formaba parte desde 1981. "Tenía varios cuadernos: uno en su cama, en el que hacía la literatura de sus experiencias o lo que se le ocurría. Estos cuadernos iban acompañados de dibujos, fotos o recortes de prensa, todo lo que a él le interesaba. Tenía otro cuaderno en el jardín, en donde hacía sus apreciaciones cotidianas y ahí describió paso a paso su enfermedad porque sabía mucho de medicina, había leído todo el tratado del doctor Farabeuf y sabía perfectamente lo que le habían hecho, dibujaba su enfermedad y lo tomó con gran elegancia porque nunca se quejó", explicó Lavista.
Tras una estancia de dos horas en una agencia funeraria del sur de la ciudad, el cuerpo de Elizondo fue llevado al Palacio de Bellas Artes, donde escritores como Emmanuel Carballo lo describieron como uno de los más brillantes de la generación de los años 30 del siglo XX, de la cual forman parte creadores como Juan García Ponce, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, entre otros.
"Pero la prosa de Elizondo es la más perfecta, es el mejor estilista de su generación, de los grandes escritores mexicanos de los últimos años. Deja una serie de viudas literarias, que son los escritores que lo seguían y los lectores que lo tenían como ídolo de ese culto magnífico", expresó Carballo.
Para el escritor Daniel Sada, alumno de Elizondo, el autor de El Grafógrafo (1972) representa una de las renovaciones definitivas de la literatura mexicana. "Es como extirpar una raíz muy profunda en la cultura mexicana, un escritor para escritores".
Guillermo Sheridan recordó cómo fue su primer acercamiento a la escritura de Salvador Elizondo. "Cuando yo tenía 15 años de edad, en una circunstancia muy curiosa porque pasaba mis vacaciones en el rancho de la familia Madero, en Coahuila, empezaba a leer literatura en español y me llevé la novela Farabeuf de Salvador porque me gustaba el diseño de la serie El volador, de Joaquín Mortiz. No entendí nada. Sin embargo, la dosis de intriga y misterio provocó en mí ser un leal seguidor de la escritura de Elizondo y, eventualmente, el depositario de una amistad noble y elegante."
Consuelo Sáizar, directora del FCE, adelantó que en la editorial ya están trabajando para publicar las obras reunidas de Salvador Elizondo, una colección en la que básicamente se ha publicado el trabajo de la generación de los 30, y en la que Elizondo quería ser incluido.
Para su gran amigo, Eduardo Lizalde, fue el más brillante, ingenioso y sorprendente de su generación. "No creo que haya un escritor tan singular de la generación de Elizondo, en ningún país de lengua española, quitando por supuesto a los grandes maestros como Borges."
El escritor Carlos Monsiváis destacó la inteligencia y excentricidad del Premio Xavier Villaurrutia 1965. "Salvador nunca decía lo que uno esperaba, era un provocador. Todos los amigos de Salvador fuimos coleccionistas de sus provocaciones."
Salvador Elizondo (derecha), con el poeta Octavio Paz Foto Paulina Lavista
Adiós al poeta Salvador Elizondo
Londres (BBC).-Los mexicanos rindieron su último homenaje al autor de El Retrato de Zoe y El Hipogeo Secreto, el mexicano Salvador Elizondo, quien falleció en su residencia de Ciudad de México víctima de un cáncer que lo afectaba desde hace tiempo.
ALGUNAS OBRAS
Farabeuf o la crónica de un instante (1965)
Narda o el verano (1966)
El grafógrafo (1972)
Contextos (1973)
Antología Personal (1974)
Museo Poético (1974)
Oasis (1981)
La luz que regresa (1984)
El poeta, narrador, ensayista y traductor recibió un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes para posteriormente ser cremado.
El diario mexicano La Jornada citó a la esposa del escritor, la fotógrafa Paulina Lavista, a propósito del incidente. "Pasó dulcemente del sueño a la muerte, a los 73 años y como él quería: sin sufrimiento y rodeado de su familia, en su cama".
El escritor nació en Ciudad de México en 1923. Estudió en México, Estados Unidos y Canadá; posteriormente realizó cursos en Inglaterra, Francia e Italia, pasando por las universidades de Ottawa, Perugia, París, Cambridge y La Sorbona.
En 1964 regresó a las aulas pero como profesor de Literatura, luego empezó a enseñar Poesía Mexicana Moderna y Contemporánea.
Alrededor del mundo
Pasó dulcemente del sueño a la muerte, a los 73 años y como él quería: sin sufrimiento y rodeado de su familia, en su cama
Paulina Lavista, esposa de Salvador Elizondo
Se desempeñó como docente en la Universidad Nacional Autónoma de México y como asesor del Centro Mexicano de Escritores.
Sus obras fueron traducidas al francés, al alemán, al italiano e incluso al polaco.
Sus textos también fueron incluidos en antologías estadounidenses e italianas.
Elizondo era miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua desde octubre de 1980.
Elizondo. Foto Paulina Lavista.
Admiración y afecto
ARTURO GARCIA Y FABIOLA PALAPA
Ciudad de México. Viernes 31 de marzo de 2006. (La Jornada) .- La admiración y los afectos que en vida cosechó Salvador Elizondo se hicieron patentes ayer durante los servicios fúnebres del escritor fallecido el jueves.
Destacadas personalidades de la vida literaria y cultural mexicana acudieron a despedir al autor de Farabeuf.
Consultados al respecto, propios y extraños, sin excepción, resaltaron el valor y las aportaciones de su obra, su refinamiento, su erudición, su sentido del humor y su agudeza.
A las 13:15 horas de ayer, minutos antes de que el cuerpo de Elizondo fuera trasladado para un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, quienes acudieron a la funeraria Gayosso de Félix Cuevas le prodigaron un emotivo y prolongado aplauso que concentraba aquella admiración y afecto.
Su viuda, Paulina Lavista, dijo que la vida al lado de Elizondo fue una aventura a través del conocimiento. Comentó que el escritor dejó 83 cuadernos con sus diarios personales, que se harán públicos dentro de 25 años. Por lo pronto, quedarán bajo custodia de El Colegio Nacional, del cual era miembro.
Por su parte, la directora del Fondo de Cultura Económica (FCE), Consuelo Sáizar, informó que además de la próxima publicación del libro que recoge los artículos publicados en el antiguo unomásuno, editará su obra reunida y un disco con la voz del escritor leyendo parte de su obra.
Lavista agregó: ''Fue mi esposo, mi compañero durante 38 años y quiero decir que no hubiera cambiado por nada la aventura de vivir con él. Me llevó a lo más profundo del conocimiento. Llevamos un matrimonio de gran responsabilidad y mucho respeto para la obra de cada uno. El me aconsejaba, me criticaba, me ayudaba. Fue siempre un hombre tan agudo y tan certero.
''Jamás se vendió a nada, nunca tuvo un puesto público. El vivió solamente de la literatura, de dar clases o escribiendo en los periódicos, y gracias a su madre que le dejó unas casas no tuvimos problemas económicos."
Debió ganar el premio Juan Rulfo
Repartida entre su duelo y las incesantes condolencias que recibía, la fotógrafa accedió generosamente a recordar al autor de libros como Narda y el verano: ''Fue un escritor que estaba un poco empolvado, y me da gusto ver que hoy, al morir, todos lo reivindican, y no puedo más que decir que estoy feliz de haber sido su esposa".
Reiteró lo que dijo anteanoche a este diario: ''murió como un caballero, pasó del sueño a la muerte sin que nos diéramos cuenta, con gran elegancia. En los últimos tiempos sufrió mucho y luchó mucho contra la enfermedad (cáncer), pero nunca se quejó y trabajó prácticamente hasta el último día. Todavía el pasado lunes hizo anotaciones en su diario. Escribió que era un día feo y lluvioso.
''Llevaba su diario en tres cuadernos, uno en su cama, donde contaba lo que le pasaba durante el día y las ideas que se le ocurrían, eso iba a compañado de un dibujo, o de fotos que él tomaba o de recortes de prensa. Tenía otro cuaderno que era el del jardín, donde hacía apreciaciones cotidianas, y creo que también escribía paso a paso sobre su enfermedad, porque sabía mucho de medicina."
-¿Se publicarán esos diarios?
-Se harán públicos 25 años después de su muerte, menos uno, el cuaderno 83, del que me permitió copiar fragmentos para publicar. El resto no, porque como es un diario puede lesionar intereses o lastimar a personas que están vivas.
-Se refirió a Elizondo como un escritor empolvado, ¿cree que no tuvo en vida el reconocimiento que merecía?
-Creo que no. Desgraciadamente le faltó el premio Juan Rulfo, creo que fue un error no habérselo otorgado. Primero porque el propio Juan Rulfo era admirador de su obra, era una admiración mutua. Tres veces perdió ignominiosamente ese premio. Tampoco universidad alguna le dio un doctorado honoris causa, ni siquiera la Universidad Nacional Autónoma de México.
No obstante, de acuerdo con Lavista, en tiempos recientes Elizondo tuvo el gusto de ver cómo se consideraba a Farabeuf.
Por su parte, José María Pérez Gay se refirió a Elizondo como uno de los representantes mayores de ''una generación brillantísima" de escritores mexicanos: ''Marcó a mi generación -de los nacidos entre 1943 y 1945- con Farabeuf, pero también desde Narda y el verano. Desde sus primeros textos se distinguió como un narrador culto y a la vez muy ameno.
''Nunca se quedó en México, en la cultura provinciana. Rasgo distintivo de él fue abrir ventanas para que en México entrara una cultura cosmopolita, universal. Fue un gran especialista en literatura inglesa, como pocos, un hombre de una erudición temible, por así decirlo. Era un gran traductor."
-¿Se le lee como se merece?
-A ningún escritor se le lee como se merece, pero a Salvador Elizondo sí se le ha reconocido. Creo que la intensidad de la lectura de su obra va a ser cada día mayor. Hay escritores que escriben con enigmas para hoy y hay escritores que escriben con enigmas para mañana; Elizondo pertenece a estos últimos.
Figura genial y devastadora
A continuación se transcriben las opiniones de personajes de la cultura que acudieron a despedir a Salvador Elizondo.
Carlos Montemayor, escritor: ''Salvador Elizondo es de los escritores más singulares de México por su inteligencia, su concentrada prosa y su concentrada vida en las letras, y al mismo tiempo, un hombre que estuvo siempre cerca de la vida y disfrutando ampliamente el mundo.
''No siempre la inteligencia asegura la felicidad a los seres humanos, en el caso de Elizondo podríamos decir que su inteligencia la utilizó para enriquecer y fortalecer la literatura.''
Eduardo Lizalde, poeta : ''La muerte de Elizondo es muy dolorosa para toda la literatura mexicana, pues era uno de los miembros más brillantes de una distinguida generación de escritores.
''Afortunadamente deja una obra magnífica que es mucho más extensa de lo que se supone. Es lamentable que se pierda una personalidad de ese tamaño, porque toda su sabiduría, toda su inteligencia y toda la reserva artística que hay en una persona desaparece con su cuerpo y con su mente; de manera que estamos muy tristes.''
Margo Glantz, escritora: ''Elizondo es una figura genial, extraordinaria, completamente especial y devastadora. Tenía un sentido del humor y de la transgresión que pocos escritores mexicanos tenían. Farabeuf fue una obra clave dentro de la literatura mexicana, cambió totalmente el sentido de lo que se escribía en el país.''
Teresa del Conde, crítica de arte: ''Mis recuerdos de él son como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue uno de los profesores más queridos en toda una generación. Quiero resaltar que Salvador quería ser pintor, le fascinaba la pintura y era muy buen ilustrador.
jueves, marzo 30, 2006
El Retablo de la Avaricia la Lujuria y la Muerte
Invitan a marcha en honor de César Chávez
E l Paso, Texas. Este día, hacemos una invitación a las comunidades de Ciudad Juárez, Sur de Nuevo México y El Paso, para que se unan a la Marcha por Justicia este viernes 31 de marzo del 2006, que es el día oficial estatal de César Chávez. Esta marcha es para honrar a César Chávez, un verdadero héroe por los derechos de la clase trabajadora y particularmente de los trabajadores del campo. César Chávez nació el 31 de marzo de 1927 y dedicó su vida a luchar por los derechos de los trabajadores agrícolas, los migrantes y la gente pobre, hasta su muerte el 22 de abril de 1993.
La Marcha por Justicia es también una oportunidad para llamar atención a los problemas de pobreza, desigualdad y de racismo que enfrentamos. En particular, queremos enfocar a problemas muy críticos que merecen una atención urgente de parte de las instituciones públicas y privadas como:
Los salarios y las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados del campo continúan deteriorándose. A pesar de que laboran duras jornadas de mas de 12 horas diarias, para producir la comida que nos alimenta, los trabajadores agrícolas solamente tienen un ingreso anual de unos 7 mil dólares, ni siquiera la mitad del Nivel de Pobreza establecido por el gobierno federal. Además, laboran bajo condiciones inseguras y peligrosas que solamente son superadas al trabajo de minería.
El desempleo y la falta de salarios justos continúan empujando a más y más trabajadores de nuestra región a la pobreza extrema. La pérdida de empleos, como resultado de las políticas de libre comercio y de la falta de inversión en el desarrollo económico local, continúa enviando cada vez más y más trabajadores a las filas del creciente ejército de desempleados. La mayoría de los trabajadores que aun conservan sus empleos reciben un salario equivalente al Salario Mínimo federal que los ha colocado en una pobreza crónica.
La legislación actual anti-inmigrante, como la HR-4437, son una seria amenaza no solamente para los “indocumentados” sino para toda la población fronteriza. Todas las políticas y acciones anti-inmigrantes afectan profundamente a la frontera porque hay mas discriminación, violencia y violaciones de los derechos humanos.
Invitamos a todo el pueblo a unirse a la Marcha por Justicia de este viernes para hacer públicos nuestros mensajes de justicia para los trabajadores del campo, empleos y salarios justos para todos los trabajadores y en contra de la HR-4437 y todas las legislaciones anti-inmigrantes propuestas en estos momentos. Al participar en la Marcha por Justicia nos estamos uniendo al movimiento por justicia y en defensa de los inmigrantes que se ha desatado a lo largo y ancho de esta nación.
Punto de reunión en la Plaza de San Jacinto (Plaza de los Lagartos) como a las 9 a.m. Acto publico con poesía, música y oradores a las 10 a.m. La marcha se inicia a las 11 a.m. hacia el sur rumbo al Centro de los Trabajadores Agricolas Fronterizos, por la calle Oregon. En el Centro habrá refrescos y comida. Si lo prefiere, se puede estacionar cerca del Centro o en el lote vacante (hay un anuncio que dice PARK HERE) cruzando la calle y tomar el trolebús de Sun Metro hacia la Plaza de San Jacinto.
Para más información hable a Carlos Marentes (915) 873-8933.
miércoles, marzo 29, 2006
Francisco González Ledesma: Recuerdos de un niño pobre
ROBERT SALADRIGAS
B arcelona, España. 29/03/2006. (La Vanguardia) Todo lector es responsable de sus propias asociaciones, sugeridas por un texto que de repente, sea o no objetivamente plausible, le conduce a establecer paralelismos con anteriores lecturas. Me ha ocurrido leyendo Historia de mis calles, la obra memorial de Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), periodista, abogado y autor frívolamente encasillado en el género de novela negra, que en 1984 ganó el Planeta con Crónica sentimental en rojo, el premio Dashiell Hammett por su último relato Cinco mujeres y media, y acaba de obtener el I premio Pepe Carvalho por el conjunto de su narrativa en la que destaca el escéptico inspector Méndez. Conozco a Paco González Ledesma desde hace un montón de años, le he seguido de cerca en mil y una batallas, he pasado buenos ratos con sus obras que escanean como pocas nuestra Barcelona, la secular, miserable, decadente y olvidada por los que nunca la patearon, me conforta su amistad y, sin embargo, voy a escribir por primera vez sobre él porque, debo admitirlo, la curiosidad me devora. González Ledesma es el último de los escritores que hubiera imaginado volcando su intimidad. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que es un tipo demasiado bueno, discreto y honrado para descalificar a nadie. Él mismo lo reconoce: "Debería hablar mal de mucha gente, y no quiero hacerlo". En efecto, lo cumple casi a rajatabla. Prefiere sugerir o apela al silencio, en ocasiones más hiriente que las palabras.
Vuelvo a la cuestión de las asociaciones. Inmerso en las tres primeras partes de Historia de mis calles, me vino a la mente Mi vida, la autobiografía del gran crítico de literatura alemana, judío de origen polaco, Marcel Reich-Ranicki, aquellas páginas sobrecogedoras donde narra sus tiempos de escolar en Berlín con el nazismo en ascensión. González Ledesma, hijo mayor de una familia de inmigrantes rematadamente pobre, nació en el 22 de la calle Tapioles, en el proletario e izquierdista barrio de Poble Sec. Allí vivió los diez años anteriores a la guerra, los bombardeos fascistas y la cruel posguerra, la hambruna de los perdedores que a la vez eran los desheredados crónicos de la pujante sociedad burguesa. Es terrorífico leer el relato neorrealista de cómo los niños salían a la caza de cualquier desperdicio que llevar a casa, o que la madre del autor llegó a no tener un par de zapatos para acudir junto a su hermana que se moría en el Clínic. Si el gueto de Varsovia y haber escapado de la cámara de gas de Teblinka marcó a Reich-Ranicki, la miseria extrema forjó a González Ledesma, le hizo modesto y convencido de que su única posesión es la dignidad moral y el honor, conceptos en desuso que se repiten en el texto con absoluta legitimidad. Ahí acaban las afinidades. Reich-Ranicki estaba ya en su juventud fascinado por Schiller y la poesía de Goethe, y la prosa de su libro es la de un intelectual centroeuropeo; González Ledesma admiraba a Lajos Zilhay y escribe como el periodista eficaz que es, proponiendo complicidades al lector, dialogando con él, excusándose por la osadía de confiarle la grisura de sus recuerdos, algo que los pobres no suelen hacer, como si el patrimonio de fundir lo vivido en la escritura fuera exclusivo de los autores burgueses de izquierda, no explícitamente rojos.
Estos capítulos dramáticos de lucha por sobrevivir a toda costa en la geografía de un barrio colindante con los huertos y las laderas asilvestradas de Montjuïc -jardines paradisiacos para el vecindario- son, quizás, los más carnales y emotivos del libro. Luego González Ledesma habla de la universidad que lo recibió, la de Joan Reventós, Barral, Castellet, Oliart, de su sorprendente fascinación por la vida militar que desarrolló como alférez de complemento (fue expulsado por catalán y rojo, desafecto al régimen, y obligado a completar los meses de servicio como soldado raso) y entra de lleno en un tramo del relato interesante a más no poder: los muchos años de galeras en la factoría editorial de Francisco Bruguera, donde hizo de todo, desde chico de los recados hasta escribir cinco novelas populares al mes tras crear el personaje de Silver Kane y convertirse en abogado de la empresa y de la familia propietaria. Su testimonio acerca de la estructura laboral de Bruguera es escalofriante, así como entrañable su repaso de los profesionales esclavizados que allí conoció. Más tarde abandona los cargos por imperativos morales, estudia periodismo, entra en la redacción del viejo El Correo Catalán, el Correu de los pesos pesados (Andreu Rosselló, Manuel Ibáñez Escofet, Ángel Marsà, Wifredo Espina, Martín del Olmo) y finalmente el ingreso (1971) en La Vanguardia hasta su jubilación en 1993 como redactor jefe, y su compromiso con el Grupo de Periodistas Democráticos opuestos a la dictadura. Sin ensañarse -inconcebible en González Ledesma- describe las tradicionales sordideces y fantasmagorías del periodismo catalán, opina sobre las contradicciones de la profesión sin rehuir lo que hay en él y en sus practicantes de grandeza. En ningún caso el punto de vista subjetivo oscurece la razón, ni en la crítica ni en las cálidas corrientes de afecto, de vigorosa humanidad, que atraviesan el relato de principio a fin.
Pienso que lo ejemplar, si puede llamarse así, de esos recuerdos que Paco González Ledesma extrapola no es literario -su valor literario no es primordial ni pretende serlo- sino que se sustenta en la sinceridad y coherencia moral de un fajador que con sus aciertos y lógicas debilidades ha sido fiel a sí mismo, a sus calles, su barrio, sus muertos, es decir a los orígenes, en una época de vuelcos históricos: República, guerra, posguerra, transición, democracia, desplome de los referentes éticos, decepción tal vez inevitable... Así hasta la vejez, en que parece conservar tersa la piel del niño pobre deslumbrado por las estrellas; como un extraño personaje de Gorki.
Retratos a la punta seca de Ledesma
LLUÍS PERMANYER
Le conocí a mediados de los años sesenta, cuando tan ilusionados íbamos los dos para periodistas. Los largos viajes en su coche a Madrid, las horas muertas en la capital y fuera de las aulas propiciaban la charla; y entonces fue cuando descubrí al Paco González Ledesma contador de historias. Con la más absoluta naturalidad y sin la pretensión de llevar la voz cantante en ningún momento, desgranaba unas historias que me fascinaban; no me cansaba de escucharle y cuando terminaba, le preguntaba para que detallara o siguiera con otra. Es cierto que los doce años que me llevaba le beneficiaban de una experiencia muchísimo mayor, pero no era menos cierto que refería vivencias interesantísimas y además sabía relatarlas con una gracia del todo infrecuente. Mucho después, cuando ingresó en ´La Vanguardia´, tuve la suerte de ser su vecino de mesa por espacio de no pocos años, lo que me benefició de seguir, claro, a la escucha.
Al leer ahora sus memorias he reencontrado no pocas de aquellas historias, que me han procurado el placer de recordar las circunstancias exactas en las que me las desgranó por vez primera. La extraña impresión del ´déjà vu´ no ha empañado en absoluto la calidad del relato, sino todo lo contrario.
Hay un aspecto que me importa destacar: la esencia fundamental de cada una de las situaciones principales que forman ´Historia de mis calles´ la estructura a base de tipos y de retratos. La forma como él evoca la reconstrucción de un personaje consiste en una profunda cala psicológica y casi siempre moral o ética. En efecto, no suele entretenerse en las ramas mediante una descripción del físico ni del atuendo ni del paisaje ambiental, sino que lo perfila mediante su comportamiento, su actitud, sus reacciones, su código de valores. Así pues, es capaz de comunicar, mediante unos trazos a veces impresionistas o todo lo minuciosos que requiera, la imagen no sólo exacta, sino tremendamente efectiva, veraz y emotiva.
La galería de retratos, nunca indiferentes, es de una enorme riqueza de matices, gracias sin duda a los ambientes y a las situaciones muy diversas que los centran. Amén de la familia, a la que dedica no pocas páginas, desfilan la estremecedora ciudad de posguerra, la escuela y la universidad, el cuartel, la editorial Bruguera, la abogacía y las redacciones de los diarios. Tales evocaciones son trazadas básicamente gracias a un rosario de tipos, entre los que destacan quizá no tanto por la importancia que en su momento tuvieron, sino por la composición eficaz, demoledora o no, de su perfil. Así, se imponen de forma memorable, por ejemplo, los dedicados a Rafael González, Josep M. Lladó o Víctor Mora y sobre todo el que evoca al Francisco Bruguera de la oficina siniestra, aquella que de forma inmisericorde impuso. Y no olvido al siniestro comandante Saliquet, un bruto tenebroso al que el alférez González Ledesma le paró las patas.
Queda claro, pues, cuál ha sido la fuente de la que siempre se nutrió el novelista
Henry James, protagonista
John Singer Sargent, Henry James
(1913, National Portrait Gallery, London)
CARLES BARBA
B arcelona, España. 29/03/2006. (La Vanguardia.- Henry James escribió ampliamente sobre los que escriben. Los relatos Los papeles de Aspern, La lección del maestro, La vida privada, La media edad o El lugar de nacimiento entre otros están protagonizados por escritores. No debería sorprender por tanto que el propio James y su circunstancia interesen como materia de ficción a escritores de hoy. Ni que estos escritores procedan en concreto de las Islas Británicas. Al fin y al cabo, han sido autores irlandeses e ingleses los que antes sintieron la fascinación por su pluma: Conrad, Joyce, Forster, Virginia Woolf y sobre todo Graham Greene dan fe de ello. Y todavía ahora hay una escritora típicamente británica (Anita Brookner) que manufactura año tras año novelas jamesianas. Ahora bien, es cierto que la casta figura de James, su vida de solterón centrado en su arte, y la pertinacia con que defendió su intimidad tanto en sus años bostonianos como en su errancia europea, no invitaban precisamente a una novelización colorista de sus avatares. En los últimos veinte años en todo caso, a la gran biografía de Leon Edel en cinco tomos (inédita aquí, por cierto) se han sumado una buena docena de libros sobre él, su familia y su círculo de amigos y de amores, que por así decirlo rompen su imagen olímpica (René Wellek le consideraba el Goethe americano) y le redescubren en toda su humanidad llena de ansiedades, de fisuras y de vulnerabilidades. David Lodge y Colm Tóibín (y antes Fey Weldon) se han sentido solicitados por este alud bibliográfico, y han tomado al maestro como sujeto novelable.
¿Qué hace un narrador humorístico como David Lodge encarándose con un personaje tan campanudo como James?, se preguntarán algunos. La respuesta es en principio así de simple: en su novela, Lodge recrea a James pero también al caricaturista de la revista Punch (y más tarde escritor) George du Maurier. El americano y el inglés de origen francés fraguaron con los años una amistad llena de llaneza y genuina simpatía mutua, y el primero (cansado de su soledad de célibe) encontró en la abigarrada familia del otro (compuesta por tres chicas y tres chicos, Trixy, Sylvie, May, Guy y Gerald, más un gran San Bernardo, Chang) un refugio de calor humano e inocente diversión que le ayudaba a contrarrestar los melancólicos estados en que le sumía su oficio. De hecho James de joven fabricó su imagen de la vieja Inglaterra gracias a los ejemplares de Punch que hojeaba en Harvard, y que ya venían llenos de los dibujos satíricos de Du Maurier. De modo que Lodge, en su acercamiento al personaje, lejos de rodearle de lords y duques, lo hace empatizar sobre todo con un clan middle class como los Du Maurier, y se complace además en señalar que de este tronco van a salir brotes que seguirán dando lustre al país: el gran actor Gerald Du Maurier, o su hija Daphne (la autora de Rebeca), o los hijos huérfanos de Guy (que adoptará J. M. Barrie y le inspirarán Peter Pan). Lodge por tanto se vale del dibujante y su familia -o se demora en la descripción de los criados y secretarios del escritor- para desintelectualizar a James, y tratar de comprenderle fuera del santuario de su despacho, en su más prosaica cotidianeidad, montando en bicicleta por los caminos de Sussex o paseando en pantuflas por su hogar de Lamb House en Rye.
En cualquier caso, la relación James-Du Maurier (eje de la novela, insistimos) le vale a Lodge para desarrollar otra cuestión de mayor calado. En sus caminatas compartidas por Hampstead, un día Du Maurier le brinda a su compañero un argumento para un relato: es la historia de una chica más bien estúpida que un día es adoptada por un músico judío y que, hipnotizada por éste, consigue cantar como los ángeles y se convierte en una famosa chanteuse. James no tomará en consideración transformar en relato este asunto, y en cambio se lanzará a probar suerte en el mundo de las candilejas. Lodge elige describir a su protagonista en esta encrucijada de sus middle years, cuando harto de que sus novelas apenas se vendan y los editores le abonen unos anticipos raquíticos, piensa que tal vez a través del teatro pueda ganarse a un público amplio y granjearse una posición económica más desahogada. En su decisión ha influido saber que George du Maurier, con una sola ilustración para Punch, gana lo mismo que a él le han pagado por su última novela, La musa trágica. Para más inri, mientras él apenas se hace notar con su primer trabajo para la escena, ve con estupor cómo Du Maurier (con problemas en la vista) se ha pasado a la literatura, ha aprovechado la historia de la cantante que a él le ofreció en su momento, y está cosechando con esta novela, Trilby, un fantástico éxito de ventas y público. Pushkin en Mozart y Salieri dramatizó los celos del hombre de talento por el hombre de genio, pero en ¡El autor, el autor! Lodge ha intentado algo más sutil, justamente lo inverso: representar el reconcomio del hombre de genio para con el escritor más o menos habilidoso, pero que no tiene la chispa para conquistar a las masas.
Curiosamente The Master de Colm Tóibín comienza donde Lodge hace estallar el crescendo de su obra: en la debacle del estreno de Guy Domville en Londres, cuando James sale a escena a saludar ("¡El autor, el autor!", gritan desde el gallinero) y se ve de golpe expuesto a una pitada fenomenal. Tóibín se lo lleva a Irlanda para que se recupere del mal trago, y lo inserta en la mansión de unos aristócratas ingleses, los Wolseley, que enseguida le entretienen con fiestas, bailes y tertulias de salón. En los siguientes capítulos, la novela irá desgranando un retablo de escenas (entre los años 1895 y 1899) que pintan a James regresado a Londres y siguiendo con pasmo el proceso por escándalo contra Oscar Wilde, o retirado a su casa campestre de Rye, recibiendo a sus amistades bostonianas de juventud (Lily Norton, la hija del humanista Charles Norton) y bregando para que éstas no adviertan que sus criados le dan a la bebida. The Master se demora también en la ambigua relación de James en esos años con la escritora Constante Fenimore Woolson (quien termina suicidándose en Venecia, con el consiguiente complejo de culpa por parte de él); recrea la amistad teñida de homoerotismo con un joven escultor bohemio, Hendrik Andersen; y se cierra con la visita a Rye de su hermano mayor y familia, el gran pensador William James. Entre escena y escena, se interpolan algunos flashbacks por el pasado del escritor y en particular un largo verano en New Hampshire cuando él tenía 20 años y experimentaba atracción tanto por camaradas de habitación como por una prima muy inteligente que murió joven.
Henry James. Photograph by Alice Boughton. Copyrighted 1905 Nov. 25.
Mientras David Lodge presenta a un James atareado en ajustar sus propias pulsiones creadoras con las leyes del mercado, Colm Tóibín le muestra recapitulando sobre el sentido de su vida y obra hasta la cincuentena, y comprendiendo que, dada su irresolución a la hora de comprometerse en amores y responsabilidades públicas, su destino es el de afinarse aún más como explorador de vidas privadas, ahí donde se esconden de verdad los anhelos y las desazones que alientan bajo el zumbido de la vida social. El James de Tóibín podría hacer suya la percepción del protagonista del relato La dama del perrito de Chejov: "No creía en lo que veía, y siempre sospechaba que bajo el amparo del secreto, como bajo el amparo de la noche, todo hombre vive su vida más interesante y auténtica". Esta conciencia de que las vivencias que tocan más de lleno a las personas nunca traspasan al exterior la tiene James en The Master cuando, durante las referidas vacaciones en New Hampshire con sus primas y amigos, recuerda de golpe el impacto que recibió años atrás cuando vió a un primo suyo desnudo, posando para su hermano. James comprende que no va a poder contar ese recuerdo -ese escalofrío- a nadie de los que le rodean (por demasiado íntimo) y se pregunta si todo el mundo anda por la vida con una máscara social, guardando para sí "un mundo enteramente privado" que bulle incandescente tras una capa de autocontrol.
Diferencias y semejanzas
No es frecuente que el lector español pueda leer en paralelo a dos escritores contemporáneos abordando el mismo asunto, en este caso el universo jamesiano. El experimento viene a ser como contemplar una misma vista de los bosques de Fointanebleau pintada por Sisley y por Monet. A David Lodge -por seguir con el símil artístico- le sale un James que podría haber sido dibujado por su querido Du Maurier, y el de Colm Tóibín tiene el empaque con que le retrató Singer-Sargent. Lodge y Tóibín coinciden en todo caso en un punto: el James maduro descubre que cada ser humano ha de encontrar en su propia vida un modo íntimo de autorrealización. Y ése es el mandato que pondrá en boca de Lambert Strether en su obra maestra final, Los embajadores: "Vive todo lo que puedas; es un error no hacerlo. No importa lo que hagas, con tal que vivas tu propia vida. Si al final no has conseguido eso, dime, ¿qué te queda?".
martes, marzo 28, 2006
Muere el escultor Ian Hamilton Finlay a los 80 años
L ondres, Inglaterra. Martes 28 de marzo de 2006. (EFE) Ian Hamilton Finlay, considerado como uno de los más destacados escultores británicos, falleció a la edad de 80 años, informó hoy la prensa británica.
Finlay, cuyas obras figuran en numerosos museos de arte contemporáneo del mundo, murió ayer, lunes, en una residencia para ancianos de Escocia tras una larga enfermedad.
El artista había vivido desde 1966 en la granja de Stonypath, en las colinas de Pentland, al suroeste de Edimburgo, donde creó su pequeño jardín, que llamó Pequeña Esparta, según destacan los periódicos The Guardian y de Daily Telegraph.
Ese espacio privilegiado de su granja combinaba paisaje, árboles, plantas, esculturas neoclásicas y poemas, en una especie de Gesamtkunswerk u obra total.
Cada superficie, desde los bancos hasta las piedras y obeliscos, llevaba inscritos textos filosóficos o líricos suyos.
Nacido en 1925 en Nasay (Bahamas) , Finlay se estableció en 1950 en la capital escocesa.
El año pasado, con motivo de su ochenta aniversario, Finlay fue objeto de un gran homenaje en el Jardín Real Botánico de Edimburgo.
La Pequeña Esparta es desde 2005 propiedad de una organización con fines benéficos, que se ha propuesto como objetivo proteger el jardín.
Breve semblanza por Prudence Carlson
The art of Ian Hamilton Finlay is unusual for encompassing a variety of different media and discourses. Poetry, philosophy, history, gardening and landscape design are among the genres of expression through which his work moves, and his activities have assumed concrete form in cards, books, prints, inscribed stone or wood sculptures, room installations and fully realised garden environments.
Common to all of Finlay's diverse production is the inscription of language - words, invented or borrowed phrases and other semiotic devices - onto real objects and thus into the world. That language inhabits, for Finlay, a material or real dimension gives rise to the two seemingly opposed but signal characteristics of his work.
On the one hand, Finlay, beginning with with his early experiments with concrete poetry, has always been acutely sensitive to the formalist concerns (colour, shape, scale, texture, composition) of literary and artistic modernism. On the other hand, Finlay, a committed poet and student of classical philosophy, has also always recognised the power of language and art to shape our perceptions of the world and even to incite us to action. Fused in his work is thus a certain formalist purity and an insistent polemical edge, "the terse economy of concrete poetry and the elegant [and speaking] simplicity of the classical inscription." Formalist devices are themselves shown to be never without meaning, and they are ingeniously deployed by Finlay to arm his works with an ever more evocative content.
The movement of words and language into the world has been most fully realised by Finlay in his now famous garden, Little Sparta, set in the windswept Pentland Hills of southern Scotland. Begun in 1966 when Finlay relocated with his family to the site, an abandoned farm, Little Sparta is a deliberate correction of the modern sculpture garden through its maker's revisiting the Neoclassical tradition of the garden as a place provocative of poetic, philosophic and even political thought.
At every turn along Little Sparta's paths or in its glades, language - here plaintively, there aggressively - ambushes the visitor. Plaques, benches, headstones, obelisks, planters, bridges and tree-column bases all carry words or other signage; and this language, in relation to the objects upon which it is inscribed and the landscape within which it is sited, functions metaphorically to conjure up an ideal and radical space, a space of the mind beyond sight or touch. The garden historian John Dixon Hunt has written that "the ideal gardener is a poet." Finlay, in an astonishingly explicit way, is this ideal gardener, having made of his Little Sparta a sustained as well as highly sensuous poem.
The garden of Little Sparta has been described as "the epicentre of [Finlay's] cultural production," from which his other works in a sense emanate. With its far-ranging allusions to pre-Socratic philosophy and Ovidian metamorphoses, to the art of Poussin and poetry of Vaughan, to the imagery adopted by the shapers of Revolutionary France, to WWII sea battles and contemporary Scottish fishing craft, Little Sparta itself stands as a single grand metaphor for no less than Western Culture.
It, like Finlay's other works, both chronicles and re-enacts the complex, contradictory relation between Culture and Nature, between the cultivated and the wild (for Nature only becomes intelligible to us when ordered through cultural constructs that necessarily belie Nature's essential, untamed "naturalness"). To re-invoke Nature and its real raw power - and to re-establish poetry's and art's relevance in the world - Little Sparta has been made rife with images not only of invincible Antique gods but also of deadly modern warships, our nearest symbols of sublimity and terror.
At the heart of all the varied materials and forms through which Finlay's invention flows are his prints, cards, booklets and "proposals." These works -- as works on paper -- bear an especially intimate connection to Finlay's activity as a poet. Meaning, in the purely non-literal or figurative sense, is more obvious as such in Finlay's paper works than in his three-dimensional pieces which often have an irresistible physical presence. This meaning, which can be suggestively open-ended, is arrived at through metaphor -- i.e., through the coupling, on a single page, of unlike terms which are brought to behave as "multivalent" pointers, or as shifting invocatory signs.
To allow his own and others' experimentation with elements of language as signs - as both graphic and connotative/poetic devices - Finlay founded in 1964, along with Jessie McGuffie Sheeler, the Wild Hawthorn Press. Finlay's production through the press has been unceasing and prolific. The press has served as a nursery of ideas for Finlay's sculptural and garden works. It is also Little Sparta's publishing, or disseminating, arm. The themes engaged, so often with incisive wit, at Little Sparta are ones usually first examined and then re-examined in Wild Hawthorn imprints.
Among these themes are the relation between Nature and Culture as symbolised in gardens and the activity of gardening; the Sea as an instance of Nature's sheer power and problematic beauty; (Neo)Classicism, with its attendant aesthetics, philosophy and politics, as the defining type of Western culture; and the French Revolution as an especially rich instance of Neoclassical thought and forms married to pastoral (gardening) imagery.
A fellow poet has written of Finlay's works on paper the following: "The model of order is ... [the] pages of a folding card or a flimsy booklet, produced with care and diligent collaboration to give the reader a shock not of recognition but of cognition, which is much harder and much more valuable." Each of Finlay's works, whether on paper or in some other, very different medium, offers that "shock ... of cognition".
sábado, marzo 25, 2006
Mozart en hip-hop
Vincent Dowd, especialista en arte
L ondres, Inglaterra (BBCMundo.com) La ópera de Glyndebourne decidió alejarse de la tendencia clásica para aventurarse a presentar una versión en hip-hop de la obra de Wolfgang Amadeus Mozart, Cosi fan tutte.
Con la puesta en escena de School 4 Lovers (Escuela para amantes) quienes están a cargo del montaje que se realiza en Sussex, en el sur de Inglaterra, esperan lograr que los jóvenes se acerquen al trabajo del compositor austriaco -y a la opera en general- a propósito del 250 aniversario de su nacimiento.
Ambientada en Nápoles y con una música maravillosa, la pieza original de Mozart, creada en 1790, cuenta la historia de dos jóvenes que ponen a prueba para demostrar la lealtad de sus amadas.
En School 4 Lovers , llevada a las tablas por el departamento de Educación de Glyndebourne y la Ópera Nacional de Finlandia, la acción se desarrolla en una urbanización y deja de lado parte de los detalles periféricos de la obra original.
Entre aplausos y silbidos
Jessica Walker es quien tiene la mayor experiencia operática del elenco. Ella interpreta a Gigi -Fiordiligi en la pieza original de Mozart-, uno de los personajes principales.
"He participado en producciones tradicionales donde la audiencia es rígida y aburrida", expresó Walker.
"Y algunas veces -prosiguió- yo también lo estaba. Puede ser un espectáculo difícil de disfrutar. Así que, ¿por qué no conservar lo que sirve y construir alrededor de ello?".
Además de los seis personajes principales y la orquesta de 20 integrantes, la obra también cuenta con un excelente grupo de rap llamado los Profetas Líricos y con 20 bailarines no profesionales.
Lo que podría haber sido un tremendo desastre de alguna forma, bajo la dirección de Clare Whistler, funciona muy bien en teatro.
La joven audiencia de la primera noche de estreno aplaudió, gritó y silbó con un estilo nada parecido al que se acostumbra en Glyndebourne.
Los músicos Jonathan Gill y Charlie Parker añadieron uno que otro compás a la música de Mozart con lo que la convirtieron en algo mucho más emocionante para personas menores de 25 años, que son justamente quienes menos probabilidades tienen de asistir a una ópera.
Abajo los prejuicios
Paraíso es un compositor y cantante que en esta versión interpreta al gran Donnie -don Alfonso en Cosi fan tutte -.
El artista asegura que no hay ningún choque entre la ópera y la cultura del hip-hop: "esos conflictos son sólo prejuicios de ambos lados".
"La gente piensa que el hip-hop es el desecho de la música y que la ópera es sólo para las élites. Pero nosotros estamos juntando ambos estilos y el resultado es hermoso", afirmó Paraíso.
En ocasiones proyectos de este estilo pueden tener un aura de lo que en inglés se llama political correctness , ese esfuerzo por no discriminar ni insultar a nadie. Cuando se trata de mezclar cierto tipo de arte con la cultura de la calle, a menudo el resultado no es más que una colisión.
En este caso, sin embargo, parece haber cuajado.
L ondres, Inglaterra (BBCMundo.com) La ópera de Glyndebourne decidió alejarse de la tendencia clásica para aventurarse a presentar una versión en hip-hop de la obra de Wolfgang Amadeus Mozart, Cosi fan tutte.
Con la puesta en escena de School 4 Lovers (Escuela para amantes) quienes están a cargo del montaje que se realiza en Sussex, en el sur de Inglaterra, esperan lograr que los jóvenes se acerquen al trabajo del compositor austriaco -y a la opera en general- a propósito del 250 aniversario de su nacimiento.
Ambientada en Nápoles y con una música maravillosa, la pieza original de Mozart, creada en 1790, cuenta la historia de dos jóvenes que ponen a prueba para demostrar la lealtad de sus amadas.
En School 4 Lovers , llevada a las tablas por el departamento de Educación de Glyndebourne y la Ópera Nacional de Finlandia, la acción se desarrolla en una urbanización y deja de lado parte de los detalles periféricos de la obra original.
Entre aplausos y silbidos
Jessica Walker es quien tiene la mayor experiencia operática del elenco. Ella interpreta a Gigi -Fiordiligi en la pieza original de Mozart-, uno de los personajes principales.
"He participado en producciones tradicionales donde la audiencia es rígida y aburrida", expresó Walker.
"Y algunas veces -prosiguió- yo también lo estaba. Puede ser un espectáculo difícil de disfrutar. Así que, ¿por qué no conservar lo que sirve y construir alrededor de ello?".
Además de los seis personajes principales y la orquesta de 20 integrantes, la obra también cuenta con un excelente grupo de rap llamado los Profetas Líricos y con 20 bailarines no profesionales.
Lo que podría haber sido un tremendo desastre de alguna forma, bajo la dirección de Clare Whistler, funciona muy bien en teatro.
La joven audiencia de la primera noche de estreno aplaudió, gritó y silbó con un estilo nada parecido al que se acostumbra en Glyndebourne.
Los músicos Jonathan Gill y Charlie Parker añadieron uno que otro compás a la música de Mozart con lo que la convirtieron en algo mucho más emocionante para personas menores de 25 años, que son justamente quienes menos probabilidades tienen de asistir a una ópera.
Abajo los prejuicios
Paraíso es un compositor y cantante que en esta versión interpreta al gran Donnie -don Alfonso en Cosi fan tutte -.
El artista asegura que no hay ningún choque entre la ópera y la cultura del hip-hop: "esos conflictos son sólo prejuicios de ambos lados".
"La gente piensa que el hip-hop es el desecho de la música y que la ópera es sólo para las élites. Pero nosotros estamos juntando ambos estilos y el resultado es hermoso", afirmó Paraíso.
En ocasiones proyectos de este estilo pueden tener un aura de lo que en inglés se llama political correctness , ese esfuerzo por no discriminar ni insultar a nadie. Cuando se trata de mezclar cierto tipo de arte con la cultura de la calle, a menudo el resultado no es más que una colisión.
En este caso, sin embargo, parece haber cuajado.
Subastarán un Van Gohg
Convierten en música rap a La Divina Comedia de Dante
R oma, Italia. Sábado 25 de marzo de 2006. (EFE) Miles de estudiantes italianos han participado en un concurso para escribir fragmentos de La Divina Comedia de Dante Alighieri, en música «rap». La Sociedad Dante Alighieri entregó hoy, sábado, sus premios anuales de cultura, para lo que lanzó a los jóvenes el desafío de transformar La Divina Comedia, publicada en Florencia en 1498 y uno de los textos más importantes de la literatura italiana, informó en su página web.
El objetivo del concurso era despertar la creatividad de los estudiantes, lanzarles a la búsqueda de nueva forma de interpretar a Dante y acercarles a la música y la literatura.
Las propuestas a concurso han sido examinadas por célebres compositores y cantautores italianos que han seleccionado 26 de ellas.
El fragmento «rap» ganador del concurso fue creado por tres estudiantes de un instituto de Brescia (norte) , que escogieron un pasaje del « Infierno» , para hacer una denuncia social de la corrupción y la avidez, según una de las premiadas.
La Sociedad Dante Alighieri es un centro de estudios que tiene por objetivo profundizar, conservar y difundir la lengua italiana en el mundo.
viernes, marzo 24, 2006
Las musas de la Belle Époque
VIOLANT PORCEL
B arcelona, España. 22/03/2006. (La Vanguardia) La intensa relación entre el arte y la publicidad surge con el nacimiento del cartel moderno, en la segunda mitad del siglo XIX. Actualmente en Barcelona se dan cita exposiciones que explican este origen a través de dos vigorosos creadores: Henri Toulouse-Lautrec, su pionero internacional, en el MNAC, y Ramon Casas, su impulsor catalán, en el Museu d´Història de Catalunya. Así como otra muestra de reciente clausura, en el Centre Cultural Tecla Sala, ha exhibido la extensa colección de Joseluis Rupérez, que presenta la historia del cartelismo hasta hoy a través de sus autores representativos.
Si en sus inicios los artistas utilizan este lenguaje artístico para exaltar una sociedad industrial nueva y veloz, a las puertas del capitalismo, en el arte contemporáneo proliferan los creadores que se sirven de los códigos del cartel para denunciar el desbordamiento de este mundo de producción, mercado y mass media, que incluso se engulle a sí mismo. París fue en el siglo XIX símbolo de la modernidad y es allí dónde el cartelismo adquirió su apogeo inicial, al que contribuyó decisivamente la aparición de la litografía en color, que posibilitó el desarrollo de este arte efímero que rápidamente fue tomando las calles de las urbes en trepidante expansión. El precursor de la modalidad fue Chéret con sus personajes en posturas etéreas, quién introduce una de las imágenes del género todavía efectivas: una única figura con un texto sintético. Justo después aparece Toulouse-Lautrec, más incisivo y esencial en su trazo. Y posteriormente Casas, influido por ellos, más delicado y pausado.
Tanto Toulouse-Lautrec como Casas utilizan el cartel como innovación estilística y para esbozar un ágil fresco de la sociedad. Además, fortalecen su creatividad en los cafés. El pintor parisino entabla amistad con el enigmático cantante Aristide Bruant en el cabaret Le Chat Noir, centro del hervor artístico de Montmatre, y le sigue por los locales donde actúa hasta Le Mirliton, del que Bruant será propietario. Lautrec lo representa siempre con su pintoresco sombrero, traje negro, bufanda roja y bastón en mano, la mirada desafiante, como increpando al mundo. Y Ramon Casas despunta en Els Quatre Gats, emblemática cervecería de Barcelona y bullicioso cuartel de modernistas, inspirada en Le Chat Noir. También él establece una gran camaradería con su dueño, Pere Romeu, y la cristaliza en el célebre cartel en el que aparecen los dos, robustos, de profusas barbas y aire de suficiencia, pedaleando un tandem con parsimonia.
Ambos artistas eligen a la mujer como motivo principal de su obra, modelo que se incrementa con el tiempo y al que la publicidad posterior irá desnudando. Tolouse-Lautrec, con dolorosas deformaciones articulares, encuentra su lugar en los espacios menos convencionales de la noche, cabarets y burdeles, entre bailarinas y prostitutas que convierte en musas y amigas y a las que retrata con obstinación. El espontáneo frescor de La Goulue, la nerviosa vitalidad de Jane Avril, la frágil gracia de May Milton, todas mujeres fuertes plasmadas en carteles de impactante y movida simplicidad, los colores enérgicos y la línea acusada.
Letras de palo
Ramon Casas, de familia pudiente y formado en París, alcanza la fama en el campo cartelístico con la obtención de dos premios en concursos organizados por los destacados empresarios Vicenç Bosch, de Anís del Mono, y Manuel Raventós, de Codorniu. Se trata de dibujos depurados, incisivos, en los que olvida la sinuosa tipografía modernista e introduce lacónicas letras de palo, integrándolas hábilmente en las imágenes. Después, incluirá en sus producciones nuevas perspectivas con encuadres cortados. Casas en sus carteles transforma las féminas del Dolce far niente, arquetipo habitual en la época -y en el que tanto insistió en sus óleos- en las new women o mujeres nuevas, dinámicas y con ansias de libertad, que fuman indecorosas, conducen coches o escriben, aunque siempre planeará en ellas ese halo de languidez tan característico del artista. Cabe destacar la figura del anuncio de Cigarrillos París.
Si en sus célebres retratos al carbón Casas capta con maestría el carácter del personaje, en sus carteles se manifiesta una menor penetración psicológica. Sus señoras acostumbran a proceder del ambiente burgués, donde sus tensiones han sido sutiles y disimuladas. Mientras, las mujeres del pintor de Montmartre se han abierto camino desde la nada y anida en ellas una ferviente lucha por sobrevivir. Ambos mantienen el mismo vigor y capacidad renovadora tanto en los anuncios de libros como en los de revistas, aunque en Tolouse-Lautrec se diluye cuando presenta productos de consumo, y en Casas a partir de 1902, en que se desliza hacia cierta topicidad. Y los dos albergarán siempre un gusto por la estampa japonesa y su ausencia de convenciones figurativas, sobre todo las del período Edo en que se potencia al máximo la elegancia y la extravagancia de la vida urbana, a la par que el placer del momento fugaz, aspectos parecidos al artificioso refinamiento y al optimismo lúdico de la Belle Époque, con su bohemia.
B arcelona, España. 22/03/2006. (La Vanguardia) La intensa relación entre el arte y la publicidad surge con el nacimiento del cartel moderno, en la segunda mitad del siglo XIX. Actualmente en Barcelona se dan cita exposiciones que explican este origen a través de dos vigorosos creadores: Henri Toulouse-Lautrec, su pionero internacional, en el MNAC, y Ramon Casas, su impulsor catalán, en el Museu d´Història de Catalunya. Así como otra muestra de reciente clausura, en el Centre Cultural Tecla Sala, ha exhibido la extensa colección de Joseluis Rupérez, que presenta la historia del cartelismo hasta hoy a través de sus autores representativos.
Si en sus inicios los artistas utilizan este lenguaje artístico para exaltar una sociedad industrial nueva y veloz, a las puertas del capitalismo, en el arte contemporáneo proliferan los creadores que se sirven de los códigos del cartel para denunciar el desbordamiento de este mundo de producción, mercado y mass media, que incluso se engulle a sí mismo. París fue en el siglo XIX símbolo de la modernidad y es allí dónde el cartelismo adquirió su apogeo inicial, al que contribuyó decisivamente la aparición de la litografía en color, que posibilitó el desarrollo de este arte efímero que rápidamente fue tomando las calles de las urbes en trepidante expansión. El precursor de la modalidad fue Chéret con sus personajes en posturas etéreas, quién introduce una de las imágenes del género todavía efectivas: una única figura con un texto sintético. Justo después aparece Toulouse-Lautrec, más incisivo y esencial en su trazo. Y posteriormente Casas, influido por ellos, más delicado y pausado.
Tanto Toulouse-Lautrec como Casas utilizan el cartel como innovación estilística y para esbozar un ágil fresco de la sociedad. Además, fortalecen su creatividad en los cafés. El pintor parisino entabla amistad con el enigmático cantante Aristide Bruant en el cabaret Le Chat Noir, centro del hervor artístico de Montmatre, y le sigue por los locales donde actúa hasta Le Mirliton, del que Bruant será propietario. Lautrec lo representa siempre con su pintoresco sombrero, traje negro, bufanda roja y bastón en mano, la mirada desafiante, como increpando al mundo. Y Ramon Casas despunta en Els Quatre Gats, emblemática cervecería de Barcelona y bullicioso cuartel de modernistas, inspirada en Le Chat Noir. También él establece una gran camaradería con su dueño, Pere Romeu, y la cristaliza en el célebre cartel en el que aparecen los dos, robustos, de profusas barbas y aire de suficiencia, pedaleando un tandem con parsimonia.
Ambos artistas eligen a la mujer como motivo principal de su obra, modelo que se incrementa con el tiempo y al que la publicidad posterior irá desnudando. Tolouse-Lautrec, con dolorosas deformaciones articulares, encuentra su lugar en los espacios menos convencionales de la noche, cabarets y burdeles, entre bailarinas y prostitutas que convierte en musas y amigas y a las que retrata con obstinación. El espontáneo frescor de La Goulue, la nerviosa vitalidad de Jane Avril, la frágil gracia de May Milton, todas mujeres fuertes plasmadas en carteles de impactante y movida simplicidad, los colores enérgicos y la línea acusada.
Letras de palo
Ramon Casas, de familia pudiente y formado en París, alcanza la fama en el campo cartelístico con la obtención de dos premios en concursos organizados por los destacados empresarios Vicenç Bosch, de Anís del Mono, y Manuel Raventós, de Codorniu. Se trata de dibujos depurados, incisivos, en los que olvida la sinuosa tipografía modernista e introduce lacónicas letras de palo, integrándolas hábilmente en las imágenes. Después, incluirá en sus producciones nuevas perspectivas con encuadres cortados. Casas en sus carteles transforma las féminas del Dolce far niente, arquetipo habitual en la época -y en el que tanto insistió en sus óleos- en las new women o mujeres nuevas, dinámicas y con ansias de libertad, que fuman indecorosas, conducen coches o escriben, aunque siempre planeará en ellas ese halo de languidez tan característico del artista. Cabe destacar la figura del anuncio de Cigarrillos París.
Si en sus célebres retratos al carbón Casas capta con maestría el carácter del personaje, en sus carteles se manifiesta una menor penetración psicológica. Sus señoras acostumbran a proceder del ambiente burgués, donde sus tensiones han sido sutiles y disimuladas. Mientras, las mujeres del pintor de Montmartre se han abierto camino desde la nada y anida en ellas una ferviente lucha por sobrevivir. Ambos mantienen el mismo vigor y capacidad renovadora tanto en los anuncios de libros como en los de revistas, aunque en Tolouse-Lautrec se diluye cuando presenta productos de consumo, y en Casas a partir de 1902, en que se desliza hacia cierta topicidad. Y los dos albergarán siempre un gusto por la estampa japonesa y su ausencia de convenciones figurativas, sobre todo las del período Edo en que se potencia al máximo la elegancia y la extravagancia de la vida urbana, a la par que el placer del momento fugaz, aspectos parecidos al artificioso refinamiento y al optimismo lúdico de la Belle Époque, con su bohemia.
sábado, marzo 18, 2006
El dinero, un articuento de Juan José Millás
C reíamos que el 65% de cada uno de nosotros era agua y resulta que no, que es coca. Casi el 70% de los billetes de curso legal tiene restos de esta droga. En cierto modo es como si acabáramos de descubrir que también el dinero posee un lado oscuro, un subconsciente que influye en su comportamiento inversor y que explicaría alguna de sus veleidades. Nosotros ignorábamos por qué hacíamos las cosas hasta que Freud descubrió ese espacio inmaterial desde el que recibimos órdenes. Puede que ahora entendamos también por qué el dinero actúa de forma tan loca, sobre todo cuando sus intereses entran en conflicto con los nuestros. Es duro dejar de creer en los Reyes Magos, pero crecer también tiene sus ventajas. Creíamos que el dinero venía del Estado como los niños de París, y resulta que no, que viene de la coca, al menos en una cantidad cercana al 70%, más de la mitad.
Ahí está la razón de que no se legalice la droga. De hecho, tampoco está legalizado el subconsciente. Hay asuntos de naturaleza clandestina. La mayor parte del dinero que usted y yo ganamos con tanto esfuerzo, pues, pasa previamente por las ventanillas del narcotráfico, lo que significa que gran parte de la realidad desaparecería de un plumazo con su legalización. Así, del mismo modo que sin subconsciente nos quedaríamos en nada, sin estupefacientes se desvanecería el 70% de la banca, de los cárceles, de los complejos turísticos, de la industria del automóvil, de los yates. Hasta el Ministerio del Interior correría el peligro de convertirse en una tienda de ultramarinos con la muerte de esa industria ilegal que, sin embargo, es el motor del mundo, o de su 70%.
Lo que no entendemos es por qué las autoridades no nos dicen la verdad. Ya sabemos que los niños no vienen de París. Podemos soportar que el dinero no venga del Banco de España o del de Inglaterra. También nosotros, cuando venimos del burdel, decimos que venimos de la iglesia. Nada es lo que parece, en fin. El 70% del dinero invertido por las autoridades en la lucha contra la droga procede de la coca. Lo que tiene su lógica y su falta de lógica. O sea, que se trata de una información neuroléptica, que no sé qué significa.
JUAN JOSÉ MILLÁS
(Valencia, 1946). Inició los estudios de Filosofía y Letras, en la rama de Filosofía Pura pero los abandonó en el tercer curso. Ha trabajado como marionetista, profesor, interino de la Caja Postal de Ahorros y en el gabinete de prensa de Iberia.
En un principio su actividad literaria se centró en la poesía y años más tarde se interesó por la narrativa. Ha colaborado como columnista en los diarios El Sol y El País (clásica su columna de los viernes) y es profesor de la Escuela de Letras. Escribe además artículos en diarios regionales y en la revista Interviú. Entre otros libros ha publicado El desorden de tu nombre, La soledad era esto (premio Nadal), El orden alfabético y Dos mujeres en Praga (Premio Primavera). Sus columnas están recogidas en libros como Articuentos y Cuerpo y prótesis Colabora en el programa de la SER, La Ventana.
Periodismo y literatura se funden en un nuevo género que Juan José Millás bautiza como "Articuento". Crónicas del surrealismo cotidiano dosificadas en perlas que encontrarás cada día publicadas. Si quiere leer más articuentos, éste es el enlace:
www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/millas/home.htm
viernes, marzo 17, 2006
El hombre que conocía el infinito
Redacción BBC
L ondres, Inglaterra. 2006/03/16 21:58:53 GMT. (BBC online).- La vida de Srinavasa Ramanujan, a quien se bautizó como "el hombre que conocía el infinito", será llevada al cine por un director británico y otro indio.
El director británico Stephen Fry y el indio Dev Benegal comenzarán el próximo año la filmación de la película sobre la vida del genio, cuyas ideas son el ADN de la revolución digital, en opinión de expertos.
Ramanujan, considerado uno de los más grandes matemáticos de India y de formación prácticamente autodidacta, vivió entre 1887 y 1920.
Durante su corta vida hizo sustanciales contribuciones en los campos de teoría analítica de los números y en el estudio de las series de números infinitos.
La producción cuenta con un presupuesto multimillonario, y aún se decide qué actores encarnarán los principales papeles.
Un centenar de teoremas
El matemático nació en Erode, un pequeño pueblo 400 kilómetros al suroeste de Madrás, y a una temprana edad abandonó los estudios y vivió de la caridad debido a que su obsesión con las matemáticas lo hizo fracasar en otras materias.
El deseo de desarrollarse en el campo de su predilección lo llevó a enviar cartas a una serie de matemáticos de Cambridge.
Luego de varios intentos, encontró las simpatías del ilustre matemático británico Godfrey Harold Hardy -autor de la Apología de un matemático-, quien decía preferir a los "pobres y desafortunados", en lugar de a los "confiados y prósperos imperialistas ingleses".
Se dice que al principio Hardy creyó que la carta de Ramanujan –que contenía un centenar de teoremas matemáticos– se trataba de una broma, pero luego le ofreció la oportunidad de trabajar con él en Cambridge.
Años más tarde, tras toda una vida de contribuciones a las matemáticas, cuando le preguntaron cuál fue la más importante, Hardy respondió que fue el descubrimiento de Ramanujan.
Después de laborar durante cinco años en la universidad de Cambridge, Ramanujan regresó a la India en 1919 y murió un año después.
Su dieta vegetariana en un Reino Unido aquejado por las penurias de la guerra, y los inviernos británicos, le quebraron fatalmente la salud.
¿Número soso?
Los expertos aseguran que, por ejemplo, el principio en que se basan los cajeros automáticos proviene de la teoría de la partición de Ramanujan.
Pero su genialidad continuó siendo reconocida en la era digital. Los expertos aseguran que, por ejemplo, el principio en que se basan los cajeros automáticos proviene de la teoría de la partición de Ramanujan.
Cuenta una anécdota que cuando el científico indio enfermó, Hardy solía visitarlo en el hospital y que un día al llegar, le comento:
–El taxi que me ha traído tenía un número bastante soso, el 1729.
Ramanujan respondió:
–No, Hardy. Es un número muy interesante. Es el más pequeño de los números que se puede expresar como la suma de dos cubos de dos maneras distintas.
L ondres, Inglaterra. 2006/03/16 21:58:53 GMT. (BBC online).- La vida de Srinavasa Ramanujan, a quien se bautizó como "el hombre que conocía el infinito", será llevada al cine por un director británico y otro indio.
El director británico Stephen Fry y el indio Dev Benegal comenzarán el próximo año la filmación de la película sobre la vida del genio, cuyas ideas son el ADN de la revolución digital, en opinión de expertos.
Ramanujan, considerado uno de los más grandes matemáticos de India y de formación prácticamente autodidacta, vivió entre 1887 y 1920.
Durante su corta vida hizo sustanciales contribuciones en los campos de teoría analítica de los números y en el estudio de las series de números infinitos.
La producción cuenta con un presupuesto multimillonario, y aún se decide qué actores encarnarán los principales papeles.
Un centenar de teoremas
El matemático nació en Erode, un pequeño pueblo 400 kilómetros al suroeste de Madrás, y a una temprana edad abandonó los estudios y vivió de la caridad debido a que su obsesión con las matemáticas lo hizo fracasar en otras materias.
El deseo de desarrollarse en el campo de su predilección lo llevó a enviar cartas a una serie de matemáticos de Cambridge.
Luego de varios intentos, encontró las simpatías del ilustre matemático británico Godfrey Harold Hardy -autor de la Apología de un matemático-, quien decía preferir a los "pobres y desafortunados", en lugar de a los "confiados y prósperos imperialistas ingleses".
Se dice que al principio Hardy creyó que la carta de Ramanujan –que contenía un centenar de teoremas matemáticos– se trataba de una broma, pero luego le ofreció la oportunidad de trabajar con él en Cambridge.
Años más tarde, tras toda una vida de contribuciones a las matemáticas, cuando le preguntaron cuál fue la más importante, Hardy respondió que fue el descubrimiento de Ramanujan.
Después de laborar durante cinco años en la universidad de Cambridge, Ramanujan regresó a la India en 1919 y murió un año después.
Su dieta vegetariana en un Reino Unido aquejado por las penurias de la guerra, y los inviernos británicos, le quebraron fatalmente la salud.
¿Número soso?
Los expertos aseguran que, por ejemplo, el principio en que se basan los cajeros automáticos proviene de la teoría de la partición de Ramanujan.
Pero su genialidad continuó siendo reconocida en la era digital. Los expertos aseguran que, por ejemplo, el principio en que se basan los cajeros automáticos proviene de la teoría de la partición de Ramanujan.
Cuenta una anécdota que cuando el científico indio enfermó, Hardy solía visitarlo en el hospital y que un día al llegar, le comento:
–El taxi que me ha traído tenía un número bastante soso, el 1729.
Ramanujan respondió:
–No, Hardy. Es un número muy interesante. Es el más pequeño de los números que se puede expresar como la suma de dos cubos de dos maneras distintas.
jueves, marzo 16, 2006
Carnaval de Olinda: "¡Folia, folia!"
JOSÉ RIBAS
B arcelona, España. 15/03/2006 . (La Vanguardia) "¡Oh Linda!", exclamó Duarte Cohelo en 1537, tres años después de haber desembarcado en las costas de Pernambuco, en el nordeste de Brasil. Acababa de descubrir los cerros frondosos que presiden un territorio sin fin tras los arrecifes que protegen las costas de los temporales atlánticos y de los tiburones. Cohelo envió una misiva al rey Juan III de Portugal anunciándole que había encontrado "una linda situación para fundar una ciudad". Los carmelitas, los jesuitas, los franciscanos y los benedictinos llegaron junto a los aventureros, construyeron iglesias que son joyas arquitectónicas y cristianizaron a los indios caetes. Los caetes se mezclaron con los portugueses y así nacieron los mamelucos. Tres millones de esclavos africanos fueron conducidos a la fuerza durante los dos siglos siguientes para cultivar los campos de caña de azúcar de los colonos portugueses que caetes y mamelucos se negaron a trabajar.
La bellísima ciudad de Olinda, incendiada por los holandeses en 1630 y reconstruida por los hispano-portugueses tras la reconquista de 1654, ha sido declarada en la actualidad la primera capital cultural de Brasil y joya de la humanadad protegida por la Unesco. Su centro histórico, con barrios bohemios llenos de artistas, callejuelas retorcidas, antiguas casas y palacios coloniales de colores y más de treinta iglesias y conventos del XVI y XVII, acoge desde principios del siglo XX el carnaval callejero y multicultural más grande del mundo.
Durante once días, la ciudad vieja soporta a un millón de personas de toda condición que bailan entre grandes muñecos de cartón, que comen, beben y se besan en la calle al ritmo del Frevo, la Samba Preto Vello, el Maracatu afrobrasileño y las músicas de los Caboclinhos, los restos de la cultura de los indios del lugar. "El carnaval brasileño es una ilusión popular multicultural en la que los pobres se sienten reyes y pueden ser lujuriosos porque gobierna el rey Momo. Los ricos hacendados y los franciscanos y benedictinos de la ciudad se retiran a conventos alejados a orar por los pecadores", me cuenta Marcelo, relaciones publicas del ron Montilla, en la puerta de la mejor posada de esta ciudad de trescientos mil habitantes, la de los Cuatro Cantos, en la rua Prudente dos Morais, centro neurálgico de la parte histórica.
Minutos después, entre miles de personas disfrazadas con fantasías que mezclan todas las culturas, desfila por la calle un bloco - peña- de Maracatu. Cualquier bloco, hay más de cincuenta, tiene su estandarte, bordado a mano. Los maracatus son afrobrasileños que aún trabajan en los campos de caña de azúcar. En sus ratos libres construyen con lentejuelas unos trajes impresionantes que lucen en carnaval con un orgullo casi ritual. La corte esta presidida por un rey con espada y una reina con un muñeco de niño que no se sabe si representa aun orixa africano o al niño Jesús. Rey y reina van bajo palio y el brujo, tras ellos, lleva un sombrero con cientos de plumas de avestruz de más de dos metros. Los cabocos o guerreros que los envuelven bailan con unas espadas llenas de plumeros que mueven con exageración para espantar a los malos espíritus. Unos extraños hombres enganchados a unos caballos de cartón dan latigazos contra el suelo para limpiar el ambiente de adversidades, mientras los transeúntes dan saltos, beben cerveza y siguen sobándose con ese calor humano que define al pueblo brasileño.
Los blocos más celebres de Olinda son los que tocan Frevo, la música más popular del estado de Pernambuco, aunque sin el componente electrónico que la ha hecho famosa en todo Brasil. Cada grupo de Frevo tradicional desfila con su estandarte y cuando toca la orquesta de este ritmo, compuesta por trompetas, trombones y tambores, la multitud grita entusiasmada, saltando y levantando unas pequeñas sombrillas verdes y amarillas. Es curioso, pero este tipo de música recuerda al de la jotas menorquinas de las fiestas de los caballos. Los grupos de Frevo suelen ir acompañados de Bonecos - muñecos gigantes- otra de las peculiaridades del carnaval de Olinda.
Silvio Botelho es el más famoso constructor de estos gigantes que han sido creados por influencia de los piraras españoles, según cuenta. El gigante o muñeco más famoso es el hombre de la medianoche, que sale el sábado de carnaval y es un hombre serio, con corbata, que va de negro, verde y blanco. "Mis muñecos representan a personajes famosos; cantantes, actores, tipos populares o políticos. Este año he construido diputados y senadores con maletas llenas de dólares que caricaturizan la corrupción del partido de los Trabajadores de Lula. Nuestro carnaval siempre muestra una crítica cargada de contenido social."
Unos payasos bailan en corro, corren entre la multitud y guían a la gente, como si fueran el buen gobierno durante la época de carnaval, para que todo vaya bien y no haya corrupción de ningún tipo. Es curioso porque su danza recuerda a la sardana. El dueño de la posada de los Cuatro Cantos me cuenta que esa danza, la Lia de Itamaracá, es la música de los pescadores y se llama ciranda. Casi todos los instrumentos de la ciranda son de viento.
La multitud enloquece, las mujeres se dejan besar por hombres sin camiseta, crecen los empujones: "¡Folia, folia!", exclaman al unísono. Y es que llegan los blocos de la samba de Pernambuco, el Preto. El retumbe de tambores es ensordecedor. Anochece. El Preto, a diferencia del Frevo que es a saltitos y se baila moviendo las sombrillas, se baila con las piernas de forma desenfrenada. Entre el tumulto aparece la Perfecta - alcaldesa- de Olinda. Luciana Santos es comunista y me cuenta que su gran desafío es acabar con el analfabetismo y mejorar el nivel de las tres universidades de la ciudad. "En el carnaval de la capital brasileña de la cultura todos los espectáculos son gratuitos y este año la escenografía que adorna la ciudad creada por Fernando Augusto Gonçalves, director do Mamulengo Só-Riso, es un homenaje a la diversidad cultural de los 27 estados del Brasil." El que fue ministro de Salud del gobierno de Lula hasta julio es de Pernambuco y se llama Humberto Costa. Es un hombre joven que trabaja para la reelección de Lula en el estado de Pernambuco. Humberto no quiere hablar de corrupción y explica que durante el primer mandato, Lula ha hecho los deberes económicos y ha dado estabilidad social al país preocupándose de los más desfavorecidos. Enel segundo mandato, Lula afrontara el problema de las diferencias sociales y la educación.
El bullicio y la imaginación desbordante crecen con el paso de los días y todos son protagonistas. Las razas, los colores, los rasgos, los atuendos, las músicas se mezclan democráticamente mientras la sensualidad evita las agresiones. Los chiringuitos de comida están repletos y se ven pocos borrachos. El carnaval de Olinda es la fiesta popular más gigantesca que he conocido en el que la multiculturalidad no es ningún discurso, es la pura realidad.
El inolvidable John Dos Passos
Dos Pasos. Autorretrato.
ROBERT SALADRIGAS
B arcelona, España. 15/03/2006. (La Vanguardia) John Dos Passos (Chicago, Illinois, 1896-Baltimore, 1970) decidió en 1966 poner sus recuerdos por escrito previa una rigurosa selección. Por los motivos que fueran no quiso exprimir a fondo su rica y cosmopolita memoria, él que fue un impenitente trotamundos y en el periodo de entreguerras uno de los más grandes innovadores de la literatura moderna. Lo que hizo fue evocar los mejores años de su vida, el tiempo de la juventud hasta cruzar el umbral de la madurez en que junto a algunos compañeros de generación, la mal llamada por Gertrud Stein generación perdida, creyó rozar con las yemas de los dedos la felicidad en la tierra sin dejar de ver las desigualdades sociales y las matanzas colectivas que los condujeron a personalizar un compromiso personal más ético que político. De manera que las tituló The best times. An informal memoirs. La traducción española apareció como Años inolvidables (Alianza, 1974). El libro llevaba bastante tiempo fuera de circulación y ahora, por fortuna, ha sido sensatamente recuperado.
Años inolvidables es uno de los textos memorialísticos más amenos y subyugantes que pueden leerse en estos momentos. Quiero insistir en que John Dos Passos, de origen portugués, más concretamente de la isla de Madeira, fue y sigue siendo un grandísimo escritor cuya obra en su mayor parte, que no vendría nada mal reincoporar a los catálogos editoriales, es imperecedera. Fue el primero en convertir la técnica del collage pictórico en procedimiento narrativo que aplicó en Manhattan Transfer (1922), una de las pocas novelas colectivas en que el protagonismo recaía en la ciudad de Nueva York, y luego perfeccionaría Theodore Dreiser, autor de La tragedia americana, fundó la conocida Escuela de Chicago que supuso el apogeo del realismo en la novela norteamericana y engloba desde Hemingway, James T. Farrell, Sinclair Lewis, hasta Richard Wright, Nelson Algren y Saul Bellow. Es una lástima que de todo ello no hable Dos Passos al reconstruir los años inolvidables, aquellos buenos tiempos de vagabundeos por el vasto mundo, amistades extravagantes, camaraderías literarias, alegrías incontenibles y noches de mareas alcohólicas.
Lo que sí se atisba bajo la elegante discreción del relato es la complejidad de Dos Passos y las fases iniciales del trayecto que lo llevaron desde el liberalismo radical -defendió la causa de los anarquistas Sacco y Vanzetti injustamente ajusticiados y colaboró con los comunistas norteamericanos- hasta votar en 1964 la candidatura a la presidencia del ultraconservador Barry Goldwater. Esa progresiva deriva hacia posiciones reaccionarias, fruto del desengaño que afectó a gran parte de la izquierda intelectual norteamericana a partir de la Guerra Civil española, propició la ruptura de su vieja amistad con Hemingway que en París era una fiesta, aparecida tres años después de su suicidio, refiriéndose a él como el "pez piloto" le ataca furioso aunque menos despiadado de lo que se muestra con Scott Fitzgerald.
Dos Passos no se da por aludido; sugiere el motivo del distanciamiento entre ambos, pero lamentablemente no aporta su versión y así, desaparecido Hemingway cinco años antes, tal vez evita ser acusado de revanchismo. Su libro no engaña. En ningún momento se debe olvidar que el propósito que lo anima es la reconstrucción de los mejores tiempos, cuando Dos Passos es un muchacho rico e idealista, hijo de un famoso abogado por el que siente veneración, que de niño viaja a Europa, estudia en Inglaterra, se diploma en Harvard, se viene a España atraído por su cultura -trata a Antonio Machado en Segovia y a Unamuno en Salamanca-, participa como sanitario en la Gran Guerra, más tarde vive complicadas aventuras en Rusia, el Cáucaso y Próximo Oriente -sigue la ruta del desierto entre Bagdad y Damasco disfrazado de árabe como Lawrence-, disfruta del estimulante París de la primera posguerra, pesca con Hemingway en la corriente del Golfo, cimenta su prestigio literario con Tres soldados (1921) y Manhattan Transfer mientras que, cincelado por las experiencias de aquellos años vitales de formación, el esteta se desdobla en activista de las causas que defienden la dignidad de los individuos humillados por los desmanes capitalistas al tiempo que es severamente crítico con las ideologías partidistas.
El flujo arrollador de la memoria se interrumpe con el último viaje a la España republicana que admira, cuando después de entrevistar al presidente Azaña y recorrer en un pequeño coche Castilla y la cornisa cantábrica, una noche él y su mujer Kathy toman el tren para Gibraltar. El libro, pese a obviar pormenores de los que probablemente otros autores anglosajones hubieran abusado, es delicioso y diría que apasionante por la viveza del lenguaje realista, uno de los atributos de toda su obra. A partir de ahí comienza la larga etapa de declive. Los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás. El mérito de Dos Passos es que, gracias a su poderoso talento de narrador y a un ejercicio de honestidad que le dignifica, supo cómo recuperarlos sin dejarse llevar por la nostalgia, con la espontaneidad y frescura de antaño aun cuando estaba sumido en una circunstancia personal que considero penosa. No cae en el error de intentar justificarla. Cuenta quién fue en aquellos años para él hermosos que lo forjaron y, sencillamente, con qué intensidad los vivió. Inolvidable John Dos Passos.
ROBERT SALADRIGAS
B arcelona, España. 15/03/2006. (La Vanguardia) John Dos Passos (Chicago, Illinois, 1896-Baltimore, 1970) decidió en 1966 poner sus recuerdos por escrito previa una rigurosa selección. Por los motivos que fueran no quiso exprimir a fondo su rica y cosmopolita memoria, él que fue un impenitente trotamundos y en el periodo de entreguerras uno de los más grandes innovadores de la literatura moderna. Lo que hizo fue evocar los mejores años de su vida, el tiempo de la juventud hasta cruzar el umbral de la madurez en que junto a algunos compañeros de generación, la mal llamada por Gertrud Stein generación perdida, creyó rozar con las yemas de los dedos la felicidad en la tierra sin dejar de ver las desigualdades sociales y las matanzas colectivas que los condujeron a personalizar un compromiso personal más ético que político. De manera que las tituló The best times. An informal memoirs. La traducción española apareció como Años inolvidables (Alianza, 1974). El libro llevaba bastante tiempo fuera de circulación y ahora, por fortuna, ha sido sensatamente recuperado.
Años inolvidables es uno de los textos memorialísticos más amenos y subyugantes que pueden leerse en estos momentos. Quiero insistir en que John Dos Passos, de origen portugués, más concretamente de la isla de Madeira, fue y sigue siendo un grandísimo escritor cuya obra en su mayor parte, que no vendría nada mal reincoporar a los catálogos editoriales, es imperecedera. Fue el primero en convertir la técnica del collage pictórico en procedimiento narrativo que aplicó en Manhattan Transfer (1922), una de las pocas novelas colectivas en que el protagonismo recaía en la ciudad de Nueva York, y luego perfeccionaría Theodore Dreiser, autor de La tragedia americana, fundó la conocida Escuela de Chicago que supuso el apogeo del realismo en la novela norteamericana y engloba desde Hemingway, James T. Farrell, Sinclair Lewis, hasta Richard Wright, Nelson Algren y Saul Bellow. Es una lástima que de todo ello no hable Dos Passos al reconstruir los años inolvidables, aquellos buenos tiempos de vagabundeos por el vasto mundo, amistades extravagantes, camaraderías literarias, alegrías incontenibles y noches de mareas alcohólicas.
Lo que sí se atisba bajo la elegante discreción del relato es la complejidad de Dos Passos y las fases iniciales del trayecto que lo llevaron desde el liberalismo radical -defendió la causa de los anarquistas Sacco y Vanzetti injustamente ajusticiados y colaboró con los comunistas norteamericanos- hasta votar en 1964 la candidatura a la presidencia del ultraconservador Barry Goldwater. Esa progresiva deriva hacia posiciones reaccionarias, fruto del desengaño que afectó a gran parte de la izquierda intelectual norteamericana a partir de la Guerra Civil española, propició la ruptura de su vieja amistad con Hemingway que en París era una fiesta, aparecida tres años después de su suicidio, refiriéndose a él como el "pez piloto" le ataca furioso aunque menos despiadado de lo que se muestra con Scott Fitzgerald.
Dos Passos no se da por aludido; sugiere el motivo del distanciamiento entre ambos, pero lamentablemente no aporta su versión y así, desaparecido Hemingway cinco años antes, tal vez evita ser acusado de revanchismo. Su libro no engaña. En ningún momento se debe olvidar que el propósito que lo anima es la reconstrucción de los mejores tiempos, cuando Dos Passos es un muchacho rico e idealista, hijo de un famoso abogado por el que siente veneración, que de niño viaja a Europa, estudia en Inglaterra, se diploma en Harvard, se viene a España atraído por su cultura -trata a Antonio Machado en Segovia y a Unamuno en Salamanca-, participa como sanitario en la Gran Guerra, más tarde vive complicadas aventuras en Rusia, el Cáucaso y Próximo Oriente -sigue la ruta del desierto entre Bagdad y Damasco disfrazado de árabe como Lawrence-, disfruta del estimulante París de la primera posguerra, pesca con Hemingway en la corriente del Golfo, cimenta su prestigio literario con Tres soldados (1921) y Manhattan Transfer mientras que, cincelado por las experiencias de aquellos años vitales de formación, el esteta se desdobla en activista de las causas que defienden la dignidad de los individuos humillados por los desmanes capitalistas al tiempo que es severamente crítico con las ideologías partidistas.
El flujo arrollador de la memoria se interrumpe con el último viaje a la España republicana que admira, cuando después de entrevistar al presidente Azaña y recorrer en un pequeño coche Castilla y la cornisa cantábrica, una noche él y su mujer Kathy toman el tren para Gibraltar. El libro, pese a obviar pormenores de los que probablemente otros autores anglosajones hubieran abusado, es delicioso y diría que apasionante por la viveza del lenguaje realista, uno de los atributos de toda su obra. A partir de ahí comienza la larga etapa de declive. Los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás. El mérito de Dos Passos es que, gracias a su poderoso talento de narrador y a un ejercicio de honestidad que le dignifica, supo cómo recuperarlos sin dejarse llevar por la nostalgia, con la espontaneidad y frescura de antaño aun cuando estaba sumido en una circunstancia personal que considero penosa. No cae en el error de intentar justificarla. Cuenta quién fue en aquellos años para él hermosos que lo forjaron y, sencillamente, con qué intensidad los vivió. Inolvidable John Dos Passos.
miércoles, marzo 15, 2006
Fernández Cubas y el arte de Sherezade
La escritora (Foto: Carlos Morales Mengotti)
J. A. MASOLIVER RÓDENAS
B arcelona, España. 15/03/2006. (La Vanguardia) No deja de ser paradójico que una escritura como la de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, 1945), clara, directa, sin la menor sombra de artificios retóricos, con un mundo tan familiar para los lectores (la familia, el colegio o la universidad, las amigas, los novios imaginados o reales, la costa barcelonesa del Maresme), sea al mismo tiempo tan misteriosa y escape a toda definición de género. Se ha dicho de ella que escribe literatura de terror, de misterio o fantástica, cuando si bien estos ingredientes aparecen de forma visible no llegan a constituir un género. Fernández Cubas es una deslumbrante anomalía. Sus relatos son inquietantes y al mismo tiempo reconstruyen de forma admirable la normalidad de lo cotidiano.
Lo que la hace inconfundible es que escribe con la naturalidad de los narradores de cuentos, no sólo vemos las situaciones sino que las escuchamos. Se explica que sea difícil (además de lo estéril del ejercicio, claro está) situarla generacionalmente porque, escritora del tiempo y de un tiempo, con personajes que pueden pertenecer simultáneamente al pasado y al presente, ser niños y ancianos, la suya es una escritura atemporal. Finalmente, frente a aquellos que definen la neutralidad del género, la suya es una escritura deliciosa y maliciosamente femenina, sin necesidad por lo tanto de discursos feministas y, curiosamente, con una notable ausencia de situaciones eróticas o referencias sexuales. Del mismo modo que el paisaje es inconfundiblemente catalán sin referencias explícitas a lo catalán y al catalán, en una escritora, por lo demás, esencialmente viajera. Podría decirse que el mundo viajero del presente está tejido sobre el mundo estático del pasado, donde los únicos grandes viajes son los de la imaginación. Me atrevo a decir que todo lo que hay de inquietante en sus libros surge precisamente de esta imaginación que crea vidas paralelas o vidas que alteran la placidez de la normalidad real. Sin que los sueños tengan una presencia destacada, lavida, a través de la imaginación o de la necesidad de alterar la realidad, puede convertirse en una pesadilla.Esto es ni más ni menos lo que ocurre en los tres relatos largos o novelas breves de Parientes pobres del diablo. El título no sólo define el espíritu del libro (El moscardón, este persistente zumbido que nos llega de las voces de los personajes y título del magistral relato con el que se cierra el libro, podría haber sido la alternativa) sino que confirma lo que de cotidiano y de fantástico hay en esta escritura. Porque no hay aquí diablos heroicos y terribles, verdaderos anticristos, sino seres cuya única grandeza es, en todo caso, su desgraciada humanidad.
La palabra ´Heliobut´
En el primer relato, La fiebre azul, el protagonista es un coleccionista de arte, en realidad un falsificador que se dedica a comprar estatuillas que enterrará para que adquieran una pátina de antigüedad. Pero en estos cuentos no hay un solo centro argumental y los intereses se van desplazando. En primer lugar, dentro de la naturaleza viajera de tantos cuentos de Fernández Cubas, está el escenario, aquí el único hotel en más de cincuenta kilómetros a la redonda de un lugar no especificado de África, en el que todas las habitaciones tienen el mismo número siete, sin que los clientes se confundan. La recepción consiste en una hamaca blanca y un negro orondo que atiende por Balik. La mosquitera se convierte en la segunda piel del narrador y los insectos del manglar no pueden con ella. Como en tantos relatos de la escritora, la vida es "tranquila, sin sobresaltos", hasta que algo misterioso la altera. Este algo es la palabra Heliobut, que todos pronuncian en voz baja y cuyo significado muchos no quieren explicar o simplemente lo ignoran. Según el padre Bernini, "Heliobut no significa nada en absoluto. Por lo menos nada que podamos entender. Sólo sabemos que se aloja en el Masajonia" y ataca a los blancos. Es "un estado de ánimo. Una depresión. Tal vez no sea más que una leyenda", pero que puede llevar a la locura. Una locura que sin duda ha atacado al narrador, por lo menos a los ojos de su familia, que se burlan cruelmente de él. No en vano las iniciales de los tres hijos forman la palabra Belcebú. Por eso decide regresar al hotel africano para instalarse allí definitivamente.
Junto al misterio y la locura está la apacible extravagancia del ambiente y de los personajes. El padre Bernini, de la misión italiana, que habla quince lenguas y diez dialectos, fuma habanos y agarra unas cogorzas fenomenales, que es su forma de hacer apostolado. La encantadora voluntaria española por la que el narrador se siente dulcemente atraído. El pintor Jean Jacques Auguste de la Motte, un pintor enamorado de la luz de África y que encuentra un nuevo significado al color azul que podemos relacionar con la misteriosa palabra Heliobut y los fundadores del hotel. Es así como Como en el resto de su obra, la vida transcurre aquí sin sobresaltos hasta que algo misterioso la altera el puzzle - todo el libro es un puzzle- se irá completando y revelará la clave de la fiebre azul o el delirio de la noche. "El mal, o lo que fuera, tenía nombre."
El tema del mal tiene su pleno desarrollo en Parientes pobres del diablo aunque aquí este pariente pobre es al mismo tiempo un loco alucinado que escribe una tesis o un ensayo sobre el Infierno. Sólo que este estudio acaba por convertirse en un verdadero diario que él destruirá y del que sólo quedará una palabra: "De diablo". Tras la muerte de Claudio García Berrocal, la narradora recuerda las palabras del amigo: "Debemos protegernos... Han nacido para el mal", y reconstruye el encuentro que tuvo con él en México poco después de haber visto a un diablo mexicano, un vendedor ambulante de estatuillas. De este encuentro surgen las conversaciones y las páginas en las que ella va registrando las explicaciones de Claudio en torno a los parientes pobres del diablo, que no hay que confundir con los pobres diablos. Y que tal vez ilumine no sólo el sentido del misterio, la necesidad de reconstruir las distintas piezas del puzzle o la diferencia entre los santos del pasado y los del presente ("se reparten títulos de santo y de beato como quien regala estampas a la puerta de una iglesia") sino la naturaleza misma de la escritura, pues si los parientes pobres del diablo tal vez no son excelentes oradores, "el arte de Sherezade sin embargo no tiene secretos para ellos. Saben cómo seducir, embaucar, mantener la atención y, sobre todo, dar con la dosis precisa de veneno y soltarla en el aire en el momento exacto. A su manera, pues, resultan invencibles".
Las piezas del puzzle
De esta capacidad de seducción nace El moscardón, en apariencia el relato más sencillo y sin embargo el más sutil, además del más abiertamente divertido. El miedo de la anciana a que la ingresen en una residencia, las argucias a las que recurre para protegerse y para disimular su amnesia, el regreso a su época de colegiala y a su primer amor, quién sabe si real o imaginado, las divertidas confusiones y la eficaz combinación del relato en tercera persona y el monólogo, así como el moscardón que ha de acompañarle hasta la tumba, todo contribuye a convertir este texto en una pieza antológica que refuerza la originalidad de un libro fiel al mundo de la autora pero no obstante más audaz que nunca, al mismo tiempo complejo y accesible en una escritura donde cada pieza del puzzle es una historia que va integrándose para revelar su significado final y la raíz del misterio.
J. A. MASOLIVER RÓDENAS
B arcelona, España. 15/03/2006. (La Vanguardia) No deja de ser paradójico que una escritura como la de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, 1945), clara, directa, sin la menor sombra de artificios retóricos, con un mundo tan familiar para los lectores (la familia, el colegio o la universidad, las amigas, los novios imaginados o reales, la costa barcelonesa del Maresme), sea al mismo tiempo tan misteriosa y escape a toda definición de género. Se ha dicho de ella que escribe literatura de terror, de misterio o fantástica, cuando si bien estos ingredientes aparecen de forma visible no llegan a constituir un género. Fernández Cubas es una deslumbrante anomalía. Sus relatos son inquietantes y al mismo tiempo reconstruyen de forma admirable la normalidad de lo cotidiano.
Lo que la hace inconfundible es que escribe con la naturalidad de los narradores de cuentos, no sólo vemos las situaciones sino que las escuchamos. Se explica que sea difícil (además de lo estéril del ejercicio, claro está) situarla generacionalmente porque, escritora del tiempo y de un tiempo, con personajes que pueden pertenecer simultáneamente al pasado y al presente, ser niños y ancianos, la suya es una escritura atemporal. Finalmente, frente a aquellos que definen la neutralidad del género, la suya es una escritura deliciosa y maliciosamente femenina, sin necesidad por lo tanto de discursos feministas y, curiosamente, con una notable ausencia de situaciones eróticas o referencias sexuales. Del mismo modo que el paisaje es inconfundiblemente catalán sin referencias explícitas a lo catalán y al catalán, en una escritora, por lo demás, esencialmente viajera. Podría decirse que el mundo viajero del presente está tejido sobre el mundo estático del pasado, donde los únicos grandes viajes son los de la imaginación. Me atrevo a decir que todo lo que hay de inquietante en sus libros surge precisamente de esta imaginación que crea vidas paralelas o vidas que alteran la placidez de la normalidad real. Sin que los sueños tengan una presencia destacada, lavida, a través de la imaginación o de la necesidad de alterar la realidad, puede convertirse en una pesadilla.Esto es ni más ni menos lo que ocurre en los tres relatos largos o novelas breves de Parientes pobres del diablo. El título no sólo define el espíritu del libro (El moscardón, este persistente zumbido que nos llega de las voces de los personajes y título del magistral relato con el que se cierra el libro, podría haber sido la alternativa) sino que confirma lo que de cotidiano y de fantástico hay en esta escritura. Porque no hay aquí diablos heroicos y terribles, verdaderos anticristos, sino seres cuya única grandeza es, en todo caso, su desgraciada humanidad.
La palabra ´Heliobut´
En el primer relato, La fiebre azul, el protagonista es un coleccionista de arte, en realidad un falsificador que se dedica a comprar estatuillas que enterrará para que adquieran una pátina de antigüedad. Pero en estos cuentos no hay un solo centro argumental y los intereses se van desplazando. En primer lugar, dentro de la naturaleza viajera de tantos cuentos de Fernández Cubas, está el escenario, aquí el único hotel en más de cincuenta kilómetros a la redonda de un lugar no especificado de África, en el que todas las habitaciones tienen el mismo número siete, sin que los clientes se confundan. La recepción consiste en una hamaca blanca y un negro orondo que atiende por Balik. La mosquitera se convierte en la segunda piel del narrador y los insectos del manglar no pueden con ella. Como en tantos relatos de la escritora, la vida es "tranquila, sin sobresaltos", hasta que algo misterioso la altera. Este algo es la palabra Heliobut, que todos pronuncian en voz baja y cuyo significado muchos no quieren explicar o simplemente lo ignoran. Según el padre Bernini, "Heliobut no significa nada en absoluto. Por lo menos nada que podamos entender. Sólo sabemos que se aloja en el Masajonia" y ataca a los blancos. Es "un estado de ánimo. Una depresión. Tal vez no sea más que una leyenda", pero que puede llevar a la locura. Una locura que sin duda ha atacado al narrador, por lo menos a los ojos de su familia, que se burlan cruelmente de él. No en vano las iniciales de los tres hijos forman la palabra Belcebú. Por eso decide regresar al hotel africano para instalarse allí definitivamente.
Junto al misterio y la locura está la apacible extravagancia del ambiente y de los personajes. El padre Bernini, de la misión italiana, que habla quince lenguas y diez dialectos, fuma habanos y agarra unas cogorzas fenomenales, que es su forma de hacer apostolado. La encantadora voluntaria española por la que el narrador se siente dulcemente atraído. El pintor Jean Jacques Auguste de la Motte, un pintor enamorado de la luz de África y que encuentra un nuevo significado al color azul que podemos relacionar con la misteriosa palabra Heliobut y los fundadores del hotel. Es así como Como en el resto de su obra, la vida transcurre aquí sin sobresaltos hasta que algo misterioso la altera el puzzle - todo el libro es un puzzle- se irá completando y revelará la clave de la fiebre azul o el delirio de la noche. "El mal, o lo que fuera, tenía nombre."
El tema del mal tiene su pleno desarrollo en Parientes pobres del diablo aunque aquí este pariente pobre es al mismo tiempo un loco alucinado que escribe una tesis o un ensayo sobre el Infierno. Sólo que este estudio acaba por convertirse en un verdadero diario que él destruirá y del que sólo quedará una palabra: "De diablo". Tras la muerte de Claudio García Berrocal, la narradora recuerda las palabras del amigo: "Debemos protegernos... Han nacido para el mal", y reconstruye el encuentro que tuvo con él en México poco después de haber visto a un diablo mexicano, un vendedor ambulante de estatuillas. De este encuentro surgen las conversaciones y las páginas en las que ella va registrando las explicaciones de Claudio en torno a los parientes pobres del diablo, que no hay que confundir con los pobres diablos. Y que tal vez ilumine no sólo el sentido del misterio, la necesidad de reconstruir las distintas piezas del puzzle o la diferencia entre los santos del pasado y los del presente ("se reparten títulos de santo y de beato como quien regala estampas a la puerta de una iglesia") sino la naturaleza misma de la escritura, pues si los parientes pobres del diablo tal vez no son excelentes oradores, "el arte de Sherezade sin embargo no tiene secretos para ellos. Saben cómo seducir, embaucar, mantener la atención y, sobre todo, dar con la dosis precisa de veneno y soltarla en el aire en el momento exacto. A su manera, pues, resultan invencibles".
Las piezas del puzzle
De esta capacidad de seducción nace El moscardón, en apariencia el relato más sencillo y sin embargo el más sutil, además del más abiertamente divertido. El miedo de la anciana a que la ingresen en una residencia, las argucias a las que recurre para protegerse y para disimular su amnesia, el regreso a su época de colegiala y a su primer amor, quién sabe si real o imaginado, las divertidas confusiones y la eficaz combinación del relato en tercera persona y el monólogo, así como el moscardón que ha de acompañarle hasta la tumba, todo contribuye a convertir este texto en una pieza antológica que refuerza la originalidad de un libro fiel al mundo de la autora pero no obstante más audaz que nunca, al mismo tiempo complejo y accesible en una escritura donde cada pieza del puzzle es una historia que va integrándose para revelar su significado final y la raíz del misterio.
martes, marzo 14, 2006
Mafalda: una niña de 44 años
C iudad de México. Martes 14 de marzo de 2006. (El Universal online / Notimex) El personaje de Mafalda, tira cómica argentina creada por Quino, cuyas reflexiones se han traducido a 26 idiomas (desde el japonés, italiano y portugués, hasta el griego, francés y holandés), que ha vendido millones de libros, fue creado el 15 de marzo de 1962. Los 10 únicos libros de la serie, cuya misión era exponer los errores de los gobiernos de Argentina y los de quienes dirigieron el mundo en las décadas de los 60 y 70, continúan reimprimiéndose una y otra vez en todo el mundo.
Joaquín Salvador Lavado, Quino, quien nació el 17 de julio de 1932 en la ciudad de Mendoza, Argentina, lanzó la historieta de dibujos animados que se publicó el 29 de septiembre de 1964 para el semanario Primera Plana.
Mafalda se preocupa por el mundo y no entiende cómo los adultos pueden llevarlo tan mal. "A través de ella y su entorno Quino reflexiona sobre la situación del mundo y las personas que en él vivimos".
El personaje de la pequeña Mafalda que apareció sólo con sus padres en las primeras ediciones, es acompañado posteriormente el 19 de enero de 1965 por Felipe,Este personaje es el mejor amigo de Mafalda y será su compañero ideal, ya que ambos se complementan. Toda la seguridad que ella tiene es algo de lo que carece el pequeño, que por cierto, es uno de los personajes que más se hace querer, incluso por el propio autor, que lo presenta como el más afín a él mismo.
Para marzo de ese año, la tira cómica se cambió de publicación y comenzó a aparecer en el diario El Mundo. A fines de ese mes, el 29, debutó Manolito Goreiro, no existe lugar en su cabeza para la imaginación, sólo piensa en el dinero que ganará cuando sea grande.
Con fama de "bruto" es sobre todo una persona práctica, que ayuda a su papá en el almacén y admira a los estadunidenses por ser los más ricos del mundo. Sin embargo, ante esta facha de hombre práctico y duro encierra un gran corazón para con sus amigos a los que quiere como el que más.
Otro personaje que se suma a la historieta es Susanita, quien junto con Manolito, representa la parte de la naturaleza humana que menos queremos admitir. Ella es, según el autor, una "cotilla metomentodo con concienciación de clase, que cree que todo lo que es diferente es malo".
Joaquín Salvador Lavado, Quino, quien nació el 17 de julio de 1932 en la ciudad de Mendoza, Argentina, lanzó la historieta de dibujos animados que se publicó el 29 de septiembre de 1964 para el semanario Primera Plana.
Mafalda se preocupa por el mundo y no entiende cómo los adultos pueden llevarlo tan mal. "A través de ella y su entorno Quino reflexiona sobre la situación del mundo y las personas que en él vivimos".
El personaje de la pequeña Mafalda que apareció sólo con sus padres en las primeras ediciones, es acompañado posteriormente el 19 de enero de 1965 por Felipe,Este personaje es el mejor amigo de Mafalda y será su compañero ideal, ya que ambos se complementan. Toda la seguridad que ella tiene es algo de lo que carece el pequeño, que por cierto, es uno de los personajes que más se hace querer, incluso por el propio autor, que lo presenta como el más afín a él mismo.
Para marzo de ese año, la tira cómica se cambió de publicación y comenzó a aparecer en el diario El Mundo. A fines de ese mes, el 29, debutó Manolito Goreiro, no existe lugar en su cabeza para la imaginación, sólo piensa en el dinero que ganará cuando sea grande.
Con fama de "bruto" es sobre todo una persona práctica, que ayuda a su papá en el almacén y admira a los estadunidenses por ser los más ricos del mundo. Sin embargo, ante esta facha de hombre práctico y duro encierra un gran corazón para con sus amigos a los que quiere como el que más.
Otro personaje que se suma a la historieta es Susanita, quien junto con Manolito, representa la parte de la naturaleza humana que menos queremos admitir. Ella es, según el autor, una "cotilla metomentodo con concienciación de clase, que cree que todo lo que es diferente es malo".