sábado, septiembre 16, 2006

Literatura / Entrevista con Carlos Fuentes

El escritor en España.

E spaña (El Cultural/ Román PIÑA) A menos de una semana del maratón promocional de su último libro, Todas las familias felices (Alfaguara), Carlos Fuentes descansa en el hotel Formentor (Mallorca), lugar que frecuenta desde hace dieciséis años. Así que le pillamos moreno, fresco e iluminado por el reflejo del atardecer sobre una playa que, dice, es la mejor del mundo. No conoce a Julieta Venegas ni a “Maná”. Prefiere a Schubert, a Haydn. El autor de La muerte de Artemio Cruz y Gringo viejo, alma mater del Boom de la literatura hispanoamericana, sigue escribiendo cada día, y a mano, obras que no aspiran a ser best-seller, sino a cerrar su ciclo vital en el lector. Esta vez, además, a ritmo de rap.

Fuentes ha intercalado en su último libro, tras cada narración, una canción, un poema, un coro meditado como un rap. Auténticas bombas en que explosiona la voz dolorosa del pueblo mexicano. No quiere ser popular, pero estos coros (que adelantamos en estas páginas) pueden acabar musicados por el próximo rey del hip hop. Carlos Fuentes puede llegar a ser, en vida, tan famoso como Sófocles.

Mujeres maltratadas, hombres arruinados por su ambición, hijos aterrados, matanzas... Un retrato desgarrado que se acentúa por la miseria y falta de esperanza... ¿No existen familias felices?

Existen, pero dígame una sola donde no haya una oveja negra, alguien que introduce la discordia, algún malvado. No en balde la primera familia, la de Adán y Eva, ya se pelea. Caín mata a Abel. No hablemos de las familias de la tragedia griega.

Para Todas las familias felices, usted rechaza etiqueta de “cuentos” o “novela”. Habla de “narrativa coral”. ¿Es que acaso los géneros literarios tienen que desaparecer?

Van desapareciendo. Estoy leyendo dos libros mexicanos. Uno es Zapata, de Pedro Ángel Palou, y no se parece a ninguna otra historia de Zapata, es novela, es ensayo, es biografía, crónica política, todo junto. El otro es Tres lindas cubanas, de Gonzalo Celorio: ensayo, memoria, biografía, cuento, ficción, en fin, estamos ante una desaparición de los géneros tradicionales muy clara. Siempre lo he preconizado. Fui muy criticado cuando publiqué mis primeros libros, no sabían cómo clasificar La región más transparente o La muerte de Artemio Cruz. ¿Es novela, un popurrí, ópera, periodismo, historia? ¡Es todo! La literatura es un gran lugar común y una casa de citas.

El clima de la calle

¿Cuál es la función de los coros, y por qué tienen ritmo de rap?

Tienen ritmo de rap porque es una música que está en la atmósfera, la oímos todo el tiempo. Cuando era joven se oía a Frank Sinatra, melodías muy cantables. Ahora todo es muy “percutivo”. La música corresponde al clima de la calle. Un coro actual no podía ser el coro de una tragedia griega, aunque en el fondo es lo mismo: una advertencia.

Ha escrito una obra muy clásica y muy moderna a la vez: hay boleros pero también la huella de lo último en música pop.

En cierto modo sí, aunque yo no sé mucho de música popular. Mucha de la información me la dio mi hija. Ella estaba muy ligada al mundo del rap en Los Ángeles y en México.

Escribió Terra nostra para superar la muerte de su padre. ¿Ha escrito Todas las familias felices para superar algo?

Sí, pues también la muerte de mis hijos. He tenido la desgracia de perder a mis dos hijos con Silvia, con cinco años de diferencia. Dudo mucho que se supere a través de la literatura, pero está en el ánimo mío tener a mis hijos conmigo en el momento de escribir, de alguna manera asociarlos a lo que estoy haciendo, y también hacer lo que ellos ya no pudieron.

Apocalipsis mexicano

En el relato “Una familia de tantas” se dice que la corruptibilidad “es la premisa mayor a todos los niveles en México”. Su país parece condenado a un Apocalipsis perpetuo.

Al contrario, creo que evitamos el Apocalipsis con una cantidad de mañas extraordinarias que tenemos los mexicanos desde tiempos de Moctezuma. A veces el país sí se expresa de manera revolucionaria, pero tiene una especie de sexto sentido para ir al borde del abismo y nunca caer. Somos el pariente pobre del Tratado del Libre Comercio con EEUU y Canadá, y tenemos el de-safío enorme de sacar a cincuenta millones de mexicanos de la miseria. Va a pasar algo muy importante: la frontera con EEUU se va a cerrar, y tendremos que hacer una revolución del empleo.

¿Se ha mejorado en algo?

La situación ha mejorado en un sentido, en que ahora hay democracia. Conquistamos la libertad de los parlamentos, la Prensa, las elecciones, pero la gente quiere una democracia social y económica mucho más acentuada. México, Bogotá, Caracas, Lima, Río de Janeiro, Sao Paulo son ciudades desbordadas y que han creado un clima de violencia terrible. El problema latinoamericano es la suma de democracia y violencia. Es un cóctel bastante explosivo y es la base de este libro.

¿Cómo un diplomático hijo de diplomático llega a convertirse en altavoz de los parias?

No diga eso. Me avergüenzo, no es cierto. No lo diga siquiera. ¿Cómo voy pretender semejante cosa? Tengo una preocupación social como muchos escritores. Lo que no podemos pretender es que un escritor sea portavoz de la sociedad. Hoy todo el mundo tiene voz en América Latina. No creo en la responsabilidad sartriana del escritor de manifestarse políticamente. Bastante responsabilidad tiene con el lenguaje y la imaginación.

Quemar a la autoridad

En el relato “La madre del Mariachi”, José Nicasio dice: “a la autoridad hay que quemarla viva”. ¿Serviría de algo?

No. Pero ahí hablo de un barrio de Ciudad de México, Tlahuac, que es un barrio criminal: tráfico de drogas, falsificaciones… Ellos se entienden entre sí, pero cuando entra la policía lo corrompe todo, provoca la violencia.

En su repaso de masacres, habla de la de El Mazote, en 1981. ¿Es el rencor el gran problema de Centroamérica?

En México estamos entre dos rencores: el de los hijos y nietos de la guerra de Centroamérica de los años 70, una devastación terrible, y el de los hijos de salvadoreños y hondureños que fueron a EEUU y formaron las bandas criminales que vienen de Los Angeles. Ambos se dan cita en la ciudad de México, cometiendo desmanes. Tenemos el problema de una violencia en un estrato inferior de la sociedad, y no quiero que contagie el nivel político. Podría ser una catástrofe.

Pero, ¿nos podemos consolar con que en las esferas de políticos, jueces y policías no hay crimen?

En gran medida sí hay crimen. El narco ha penetrado en México de una manera terrible. Nunca hay la seguridad de que no haya un funcionario cooptado por los narcos, que manejan millones de dólares.

“Chávez es un payaso lamentable”

¿Qué papel puede jugar el presidente venezolano Hugo Chávez en el futuro de la zona?

Espero que ninguno. Es un payaso lamentable.

¿Es, como dice Vargas Llosa, responsable de la radicalización del continente latinoamericano?

No, porque no es un radical, es un fascista. Es un hombre de extrema derecha disfrazado de izquierdista. Es un engañador. La verdadera izquierda está en Lula, en Michelle Bachelet, en Tabaré Vázquez.

Pero Castro le cree.

Castro no tiene más remedio que creer a todo el que le hace caso. Pero Cuba va a tener una transición pronto, con una solución a la china: dictadura con capitalismo.

¿Será necesaria la intervención de Estados Unidos?

Ellos no deben meterse en nada. Desde la guerra con España, EEUU ha intervenido de manera fatal en los destinos de Cuba. Si algo le alabo al gobierno de Bush, al que detesto realmente, es que no se preocupa por América Latina, lo cual es muy bueno. Bendito sea. Está ocupado con guerras que ha inventado en Iraq.

Benito Mazón, en el relato “La sierva del padre”, es un cura poco edificante. ¿La iglesia y Carlos Fuentes se llevan mal?

No tengo nada que ver con la iglesia. No es que me lleve mal. Creo en la persona de Jesús como figura moral. Y vivo en un país donde hasta los ateos son católicos, impregnado de sacralidad indígena, que se confabula con el cristianismo para crear un país sumamente religioso. Ésa es la realidad de México y yo tengo que describirla.

El libro termina con una coda conradiana: “la violencia, la violencia”. ¿Es el gran tema del libro?

No, no. La violencia es más bien un ambiente, un clima de las narraciones, que incluso a veces no es nada frente a las advertencias del coro, de esos niños desamparados en la calle, esas niñas que se suicidan. Pretendo exorcizar la violencia que yo siento. Pero temo que en vez de exorcismo termine en profecía, por eso el homenaje final a Conrad.

La protagonista de La silla del águila decía que la política es el arte de la mentira. ¿Explica eso lo que está ocurriendo ahora en México?

Y en todo el mundo. Maquiavelo lo dejó claro. La situación con López Obrador se va a solucionar institucionalmente. Su partido tiene una gran presencia en el Congreso, y aporta una agenda sobre problemas que hay que resolver.

Unos investigadores de la UNAM aseguran que usted es el autor de Los misterios de la ópera, una novela publicada en enero de este año en México con enorme éxito y firmada con seudónimo. Su editor dice que las tesis de estos Sherlock Holmes literarios no son descabelladas.

Se la atribuyen también a Volpi, a García Márquez y a otros. Ése es el misterio.

¿Ha leído el libro?

No lo he leído, pero pienso hacerlo.

El Quijote, en Semana Santa

¿Sigue leyendo el Quijote cada año?

Sí, en Semana Santa.

Un manual muy gamberro de literatura, obra de Rafael Reig, habla de los autores del Boom latinoamericano como de una panda de hipocondríacos que triunfó gracias a su capacidad de marketing. ¿Ha notado en las últimas generaciones de escritores, en América incluso, demasiada ganas de “matar al padre”?

¿Usted me ve muy hipocondríaco? Nosotros no matamos a nadie. Los del boom reconocimos a Borges, Carpentier, Lezama, Asturias, Onetti, Neruda y Vallejo. Teníamos conciencia de la tradición. Entre los más jóvenes igual. Todo el mundo es heredero de alguien. Hay una continuidad extraordinaria. Y abundante.

¿Qué le parece la polémica sobre Günter Grass?

Pido gracia para Grass, por favor. Pudo haber hablado de su pertenencia a las SS al principio de su carrera, pero hizo algo más importante; renovar una lengua degradada por el nazismo, devolverle todo su vigor en la Trilogía de Danzig. Pudo irse a la tumba sin decir una palabra. No puedo estar con los fariseos que impugnan a Grass cuando quizá ellos mismos ocultan algo.