viernes, octubre 27, 2006

Literatura / Entrevista con el poeta Óscar Hahn

El poeta chileno.

M adrid, España. 24/10/2006 (ClubCultura). Si tiene en mente comprar un solo libro de poesía en los próximos días, compre este: «En un abrir y cerrar de ojos», de Óscar Hahn (VI Premio Casa de América de Poesía. Visor, 2006). De verdad, tenga por seguro que no se arrepentirá.

Hay algo en la poesía del chileno Óscar Hahn (Iquique, 1938), una inmediatez, un aprecio por la sencillez y un regodeo en la ironía elegante, que hace que el lector caiga rendido ante esos fogonazos de realidad que impregnan sus versos. Hay también detrás de ellos una honda reflexión, un escritor preocupado por el mundo que le rodea y que utiliza la brevedad de su poesía para poner algunos puntos sobre las íes.

Todo eso lo saben de sobra quienes ya conocen la obra de Hahn, que el mismísimo Mario Vargas Llosa que no ha dudado en calificar de «magnífica y verdaderamente original». Quienes no, tienen una oportunidad magnífica con este 'En un abrir y cerrar de ojos'.

¿Le tomó por sorpresa el anuncio del premio?

Sí, no esperaba ganar, además debido a la diferencia de hora con Estados Unidos, en el momento del fallo yo estaba en mi casa, eran las siete de la mañana, mientras el jurado estaba reunido aquí. Me llamaron y me cogieron por sorpresa. Yo pensaba que era mi hijo, tengo un hijo chico de 16 años, no podía pensar en nadie más que llamase tan temprano.

El jurado destacó el uso de la ironía en su obra, ¿qué es la ironía para usted?

Bueno, yo creo que la ironía es una forma de crítica en el fondo. Se puede hacer una crítica directa, explícita, o se puede hacer crítica de una manera oblicua a través de la ironía. La ironía es por supuesto una forma de establecer un distanciamiento con el hecho criticado, pero al mismo tiempo hay una opinión involucrada, una opinión que no se expresa directamente, que se camufla detrás de esa herramienta que es la ironía.

¿Y el uso de esa herramienta en su poesía es una actitud consciente o forma parte de su carácter?

No, no es para nada consciente. Ha estado presente siempre en mi poesía. En realidad nunca soy demasiado consciente de lo que escribo, los versos salen solos y yo me dejo llevar por lo que sale, sigo las huellas. Nunca me he sentado a escribir un poema sobre algo en particular, nunca he tenido planes predeterminados.

¿Cómo escribe? ¿Tiene algún tipo de disciplina?

No tengo ninguna disciplina, suelen surgirme dos o tres versos sueltos que yo llamo «apariciones» porque aparecen casi como fantasmas, y a partir de ellos es que yo empiezo a desarrollar el poema. Estas «apariciones» surgen, yo no las puedo convocar a mi regalado gusto, aparecen cuando aparecen.



¿Batalla mucho con las palabras a la hora de escribir?

No mucho, no. Yo soy un poco detallista pero yo diría que no hay una gran lucha con el lenguaje sino más bien un afinamiento.

Tengo entendido que el libro surgió de una complicación postoperatoria…

Así es, tuve una operación a mi ojo derecho, primero fue de cataratas. Y la operación de cataratas que se suponía iba a ser una cosa rutinaria se transformó en un desprendimiento de retina grave. Estuve a punto de perder el ojo, tuvieron que operarme de urgencia. Tuve una convalecencia de seis meses muy complicada, dolorosa, con problemas para ver, me sangraba el ojo de vez en cuando, imagínate eso durante seis meses. A lo largo de ese tiempo esas "apariciones", que como te decía yo no convoco, empezaron a surgir solas, una tras otra, muy seguidas, sin que yo me explicara por qué, y además en las peores condiciones físicas para escribir. Pero surgieron y yo las tomé de ahí, con cierto estupor, y al final de todo el asunto me encontré con que tenía un libro en la mano.

Conociendo estos detalles se advierte su característica ironía ya desde el título…

Sí, claro, en el título hay una referencia a todo ese proceso, además de al hecho de que al nacer uno abre los ojos y al morir los cierra o se los cierran, pero el espacio que hay entre esos dos puntos es breve, como un «abrir y cerrar de ojos».

¿Temió perder la vista?

Sí, sí. De hecho el médico, el segundo médico, el que iba a tratar de salvarme el ojo, cuando me iba a operar me dijo que no podía asegurarme nada. Aunque en realidad tampoco tuve mucho tiempo para sentir temor porque todo fue bastante rápido, me descubrieron esto rápido, me mandaron volando al hospital, me metieron en la sala de operaciones y en un abrir y cerrar de ojos estaba de vuelta en la cama, ya operado.

Se cumplen 25 años de «Mal de amor», un libro suyo que fue censurado por el gobierno de Pinochet. Tengo entendido que fue el único libro de poesía censurado por la dictadura militar…

Así es, el libro ya estaba impreso, distribuido en las librerías y el gobierno decidió censurarlo. Y sí, fue el único libro de poesía censurado, hubo muchos libros de narrativa, ensayo o periodismo que no pasaron la censura, pero ése fue el único poemario. El libro salió, yo estaba en Iowa y llamé al editor a preguntarle cómo iba el libro. Yo noté que él estaba muy lacónico, me pareció raro, hablaba con monosílabos, y de pronto me soltó que el libro había sido censurado, que no podía seguir hablando y cortó. Supongo que temía que estuviesen escuchando nuestra conversación. Eso fue todo, yo me quedé con cierto estupor porque era un libro de poemas de amor, hasta el día de hoy mucha gente no se explicar porqué fue censurado.

¿La censura no funcionaba antes de la publicación de los libros, era habitual este procedimiento?

Había dos posibilidades de censura en Chile. Muchos libros se entregaban al comité de censura para someterlos a su aprobación, pero también uno podía publicar el libro y arriesgarse a que fuese censurado una vez ya distribuido, y eso fue lo que ocurrió en este caso.

¿Y nadie dio nunca una explicación?

El editor me contó tiempo después que pidió una explicación al ministerio del Interior y la frase, que nunca se me olvidará, fue: «Nosotros no damos explicaciones, damos órdenes».

Usted dejó Chile en 1974 y nunca ha vuelto a vivir ahí, a diferencia de muchos otros intelectuales que una vez llegó a su fin la dictadura militar volvieron al país. ¿Nunca se planteó volver?

Hubo un momento en que me planteé regresar pero cuando me puse a buscar trabajo como profesor universitario se me hizo muy difícil, no había vacantes. Y yo tenía y tengo hijos, y me di cuenta de que era un riesgo muy grande irse sin trabajo esperando encontrarlo una vez que estuviera allá, porque yo sabía de amigos míos que estaban arrepentidos de haber regresado porque no tenían de qué vivir. Así que decidí no correr ese riesgo. Pero luego fui instalándome bien en Iowa, con familia, con trabajo, con amigos. Mi vida estaba ahí, me iba a ir a Chile a qué.

¿Se siguió sintiendo un exiliado?

Hubo un tiempo, yo diría que los primeros años, cuando estábamos todos esperando que Pinochet cayera al día siguiente, en que sí me sentí un exiliado. Desde el principio esperamos que cayera al día siguiente y en esto pasaron 17 años. Ahí sí, pero después ya no, me sentí sencillamente como una persona que no vive en el lugar donde nació, como le pasa a muchos. Cuando ya llega el momento en que nadie te impide volver, se convierte simplemente en una decisión personal.

Leía en una entrevista reciente que alguno de los poemas del libro, aquellos referentes a la guerra, estaban inspirados por la experiencia de ver a alumnos suyos en Iowa partir hacia la guerra de Irak…

Bueno, con motivo de la guerra de Irak enviaban soldados o miembros de la llamada guardia civil al frente. Y yo vi a alumnos míos reclutados, que no iban más a clases porque estaban volando hacia Irak. Hace poco incluso murieron dos de ellos. Fue un tremendo drama, porque ahí la guerra para uno ya no es una noticia en el diario sino que toma cuerpo con personas que ve subiendo con uniforme a camiones que los llevan al aeropuerto donde están los aviones militares que los llevarán a Irak. A mi me producía un escalofrío el simple hecho de ver a esos chicos tan jóvenes subiendo a esos camiones.

Leyendo la prensa desde fuera de Estados Unidos uno tiene la impresión de que está viendo una revisión de la actuación de la administración Bush en lo referente a la guerra de Irak. ¿Se tiene la misma impresión ahí, usted lo nota en el día a día de la sociedad norteamericana?

Sí, absolutamente. La gente tiene ya muy claro, como demuestran las encuestas, que Bush engañó al pais para ir a la guerra. Lo que a mi sí me sorprende es lo siguiente: Yo creo que un presidente que engaña al país debería ser retirado del cargo de inmediato ¿no es cierto? Entonces, lo sorprendente es que, a pesar de que y se sabe que engañó al país, a la ONU, a la comunidad internacional, el tipo sigue ahí como si no hubiera pasado nada. Incluso en un trabajo común y corriente si un empleado engaña al jefe y el jefe lo descubre lo echa. Pero el presidente de EE UU engaña al mundo, su engaño produce miles y miles de muertos iraquíes y americanos, y no pasa nada. Es increíble que estemos en un mundo en el que la vida vale tan poco.

Usted es profesor en Iowa, una universidad emblemática para la literatura mundial, famosa por sus programas literarios, imagino que ahí habrá coincidido con muchísimos grandes nombres, ¿alguno le causó una mayor impresión que el resto?

Bueno, tuve la suerte de ser amigo de Raymond Carver, solíamos tomar café cuatro o cinco veces a la semana con un grupo de amigos. Esto fue en el año 1978, él todavía no era Raymond Carver, era un escritor novel, conocido en ciertos círculos pero todavía no era la figura mundial que sería después. Era un tipo callado, que escuchaba más que hablaba. Se reclinaba mucho en la silla, con las piernas largas muy estiradas, como mirando al techo pero con la oreja parada, hacía algunas intervenciones breves. Una vez tuvimos una gran discusión acerca del realismo mágico, que él detestaba. En una ocasión estábamos en el café y de pronto entró John Cheever, Raymond Carver se levantó de su silla y se acercó a él, estuvieron charlando un momento al lado de la puerta.

Recientemente se ha editado en Chile una obra completa suya. ¿Cómo ha sido enfrentarse a un solo volumen en el que se haya el trabajo de toda una vida?

Así es, el libro salió en agosto con el título más modesto de «Obra Poética», aunque en él está todo lo que había escrito hasta ese momento, excepto este nuevo libro. Tuve que revisarlo y fue una experiencia que yo nunca había tenido. Porque, claro, existen los libros sueltos, uno por uno, pero uno nunca se da el trabajo de ponerlos en orden cronológico y empezar a leerlos uno tras otro. Yo nunca he hecho eso, además casi nunca releo mis poemas. Pero esta vez estaban ahí, en un solo volumen y en orden cronológico, y fue muy extraño, me daba la sensación de que yo no era el autor de esos poemas. Cuando abría el libro al azar y me encontraba con un poema determinado, no podía acordarme cómo era que se me había ocurrido ese poema ni qué era lo que me había llevado a escribirlo. Tenía un sentimiento de extrañeza, digamos, con respecto a lo que yo mismo había escrito y que luego mi memoria ha borrado por completo.

¿Esa sensación era mayor según más lejano en el tiempo era el escrito o era un sentimiento general?

Era un sentimiento general, pero sí era más fuerte respecto a los primeros textos, que yo los escribí cuando tenía 17 o 18 años. Son sobre el tema de la muerte y yo pensaba, ahora tengo 68 años, ¿cómo este chico escribió sobre la muerte? ¿por qué?

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