miércoles, noviembre 08, 2006

Artes Plásticas / México: Entrevista con Teodoro González de León


El arquitecto (Foto: Archivo)


M éxico, 8 de Noviembre 2006. (Miguel Ángel Ceballos / El Universal).- Como arquitecto, Teodoro González de León (ciudad de México, 1926) podría presumir de estar en la cima al haber edificado importantes obras en México y el extranjero, así como de sumar reconocimientos internacionales en sus vitrinas. Sin embargo, de cara a presentar una exposición con la pintura y escultura que ha realizado, -actividad que muy pocos conocen del arquitecto-, su actitud es la de un joven emocionado y nervioso por ver la reacción de los visitantes.

"Es difícil aventarse, quitarse una máscara y exhibirse ante el público", admite González de León mientras sentado en su despacho de la colonia Condesa, cuenta cómo desde los 10 años se inició en las artes plásticas, inspirado por las tarjetas postales de monumentos, museos y pinturas europeas que su madre guardaba.

"Fui aprendiz de pintor antes que aprendiz de arquitecto", reflexiona en voz alta mientras se le escapa una amplia sonrisa, pero enseguida aclara que no sabe con exactitud si hay más libertad en su pintura o en su arquitectura, porque confiesa que si se toma en serio cualquiera de las dos, todo se volvería difícil.

Su faceta como pintor y escultor será presentada por tercera ocasión (expuso en 1976 y 1993) a partir de hoy en la Casa Lamm. Teodoro González de León. Pintura y escultura 1975-2006 está conformada por 42 obras con las que celebra sus 80 años de edad.

¿Cuál es su reto como artista plástico y como arquitecto?

La tarea de uno como artista es no copiarse, hay que evitarlo, tanto en la pintura como en la arquitectura. La copia de uno mismo es la peor. Cada vez es más difícil porque pasa el tiempo y hay más obras, más juicio, más percepción de lo que uno hace y es más difícil no copiarse.

¿Hubo alguien que lo motivara a acercarse a las artes plásticas, alguien que lo enseñara?

Prácticamente fue algo a lo que me aproximé solo, porque en mi familia no había ningún acercamiento por el arte, salvo las estampas de mi madre. En la escuela el dibujo se me facilitaba y cuando me caían un par de premios empezaba a creer algo y así fue la cosa, poco a poco se enreda uno en ese mundo.

¿Entonces inició haciendo copias de esas postales?

Más que copiar, las estampas me incitaban a dibujar, a copiar la realidad. Mi padre me puso un maestro que era su amigo, se apellidaba Iturbide. Los sábados él daba una clase en el Centro, en una escuela pública muy grande que había en la calle de Mesones. Yo le llevaba mis trabajos y él los corregía mientras daba sus clases. En ese tiempo existía la clase de dibujo y de arte en la primaria, pero ahora ya no y es una tristeza.

Después, con él salíamos los fines de semana a dibujar en el campo. Así fue mi primer encuentro con la pintura con alguien que me enseñó lo que en aquel tiempo era enseñar arte, es decir, a copiar del natural.

¿Por qué no continuó por ese camino?

No lo sé. No tengo un recuerdo claro de cuándo me decido por la arquitectura, simplemente no tuve ninguna duda. Cuando entré a preparatoria lo hice pensando en las humanidades, en la arquitectura.

Usted dejó la pintura por más de 30 años y luego la retomó en los 70 ¿Qué lo motivó a volver a ella?

La carrera de arquitecto en México tiene altas y bajas casi siempre coincidiendo con los sexenios. Al final de cada sexenio hay un boom de obras privadas y públicas y enseguida viene una anemia bárbara. Son las bajas y altas de la construcción y, por supuesto, los que hacemos los proyectos sufrimos la falta de trabajo. Mi regreso a la pintura coincidió con una de esas temporadas.

¿Es un creyente de la pintura abstracta?

Claro. Yo creo que la gran invención del siglo XX es el arte abstracto, fue el gran salto mortal de la historia y lo estamos revalorando conforme pasan los años. Cuando se inventó el arte abstracto, por allá en 1910, también surgió el expresionismo, que es el manejo de la realidad pero más allá de ésta. Yo creo en el arte abstracto pero me fascina el expresionismo y hay artistas que me llegan profundamente. Creo que la definición de arte contemporáneo es que está todo, todo se vale. Es bueno y es malo porque entonces quiere decir que nada vale. Pero es muy interesante porque la arquitectura todavía vive del abstraccionismo de principios del siglo XX. Los jóvenes arquitectos de los 80 y los 90 han vuelto a revitalizar el arte abstracto, lo han renovado.

¿Qué tanto ha vendido su obra plástica?

He vendido muy poco porque no es mi objetivo, la gente no me conoce. Hay muchos que tienen piezas mías porque a veces las doy como regalos. Por ejemplo, a Juan Soriano siempre le regalaba una en su cumpleaños; debe haber en su casa una pequeña colección de cuadros.

¿Celebrar con una exposición sus 80 años de edad es un buen regalo?

Muy bueno. Además, el patronato del Auditorio Nacional me ha invitado a hacer una escultura para conmemorar las ocho décadas de vida. La pieza estará junto a las esculturas de Juan Soriano, Vicente Rojo y Manuel Felguérez. Es una obra sencilla que consta de tres figuras del tamaño de un hombre. Estará lista antes de terminar el año y el público juzgará.

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