lunes, agosto 20, 2007

Artes Plásticas / Suiza: La exposición «Bacon & Picasso: vis-à-vis»

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Autorretratos del artista irlandés y del español (Foto:Kunstmuseum Luzern)

L ucerna, 16 de agosto, 2007. (Rodrigo Carrizo / El País).- Uno nació en Málaga en 1881 y el otro en Dublín en 1909. Ambos fueron artistas de genio y realizaron la mayor parte de sus obras en París y Londres, respectivamente. Los caminos de Pablo Picasso y Francis Bacon jamás se cruzaron. Pero ahora sus trabajos se encuentran. El Museo de Bellas Artes de Lucerna expone hasta noviembre la colección de un misterioso amante del arte que prefiere guardar el anonimato: una treintena de telas y decenas de esculturas, dibujos y grabados de los dos maestros reunidas bajo el nombre Bacon & Picasso: vis-à-vis. Un cara a cara de lujo que, con toda probabilidad, empezó a gestarse un día de 1927, cuando Bacon decidió viajar a París. «Fui a ver la exposición Cent dessins par Picasso en la galería Rosenberg», explicó años después. «Recibí tal choque que me dieron ganas de ser pintor. '¿Por qué no intentarlo?', me dije». El flechazo del artista británico fue tan productivo que sigue despertando pasiones, críticas y análisis como éste: «No puede decirse que Bacon sea el heredero directo de Picasso, pero es, sin lugar a dudas, su prolongación», explicaba ayer Philippe Mathonnet, crítico de arte de Ginebra. «Y es la segunda vez, tras una muestra antológica en el Museo Picasso de París, en 2005, que se consigue reunir un número significativo de obras de estos dos creadores», añade. Lo que, en su opinión, permite establecer «interesantes paralelismos».

El diálogo indirecto entre los dos artistas parece evidente, si se atiende, por ejemplo, a su iconografía. Los dos pintaron crucifixiones, los dos estudiaron y admiraron la obra de Velázquez, y ambos mostraron también interés por los toros. De hecho, Picasso se convirtió en pintor en 1888, precisamente después de una corrida. Con siete años realizó entonces, bajo la dirección de su padre, su primer cuadro, El pequeño picador. Hace unos años el anticuario Giulio Canterini, amigo de Bacon, recordaba: «Francis era un hombre muy, muy privado. Tenía una vida secreta. Y ahí nadie entraba. Un día le pregunté por qué le gustaba tanto España». ¿Y qué contestó? «Que había buenos toros».Esta exposición recorre a lo largo de siete salas temáticas los procesos creativos y los elementos comunes de la obra de ambos artistas, a través de piezas realizadas en su mayoría en los años sesenta. La muestra no es, a diferencia de lo que a menudo se acostumbra en ciertos museos, inabarcable. Está pensada para que el visitante pueda perderse entre las telas. Y, además de los cuadros de gran formato, se pueden ver esculturas, dibujos y varios grabados del artista malagueño; en particular, su serie Suite 156, realizada entre 1968 y 1972.

Es la última obra gráfica de Picasso y fue la columna vertebral de la última exposición del pintor malagueño. Una muestra que tal vez inspirara a otros artistas como Francis Bacon, que entonces ya era un pintor maduro.

Entre otras piezas presentadas en Lucerna pueden verse algunos trípticos de este artista (Tres estudios para el retrato de Henrietta Morales, de 1969, y Tres estudios para el cuerpo humano, de 1970), así como la emblemática Turning Figure (1962) o su Autorretrato, de 1972. Del pintor español se presentan, entre otras obras, el Dejeuner sur l'herbe, realizado en 1960, o las telas Cabeza de mujer (1963), Desnudo recostado (1970), Desnudo sentado, de 1964, o El pintor y su modelo, realizado el día en que cumplió 83 años, en 1964.

En palabras de Mathonnet, «a pesar de que Bacon y Picasso pertenecen a generaciones distintas, hay una continuidad que se puede ver en el gran respeto que le tienen a la tradición», dijo. «Ambos han absorbido y analizado en profundidad la historia del arte», razonó, «para ir, cada uno a su manera, más allá. Los dos conocían en profundidad el trabajo de sus predecesores y tuvieron la inteligencia necesaria para citar. Es decir, sin utilizar las citas para copiar, sino enriquecer su obra». Un buen ejemplo de este conocimiento profundo de la tradición puede verse en la interpretación que Picasso hace de la versión de Dejeuner sur l'herbe (1863), de Eduard Manet, expuesta en Lucerna. Por otro lado, todas las piezas de Picasso allí reunidas son posteriores a 1960, mientras que las de Bacon han sido realizadas entre 1952 y 1986, así que la totalidad de las telas pueden ser consideradas trabajos maduros de los artistas.

«En los años sesenta, época a la que pertenecen casi todas las obras presentadas, en Estados Unidos comenzaba el auge de las instalaciones y las performances, que intentaban involucrar, de forma voluntaria o no, al espectador y, a su manera, estos dos creadores logran lo mismo: implicar al público en las obras de manera directa invitando al espectador a formar parte del trabajo», según Mathonnet. Pero no sólo hay similitudes, sino también contrastes. «Mientras que Picasso era un hombre jovial y extrovertido, Bacon era un ser torturado e introvertido», explicó. Aunque, tanto el crítico como el comisario se mostraron de acuerdo en que los dos genios privilegiaron «el retrato, el sexo y la carnalidad como fuente inagotable de inspiración». Ya había comentado Bacon al respecto: «Hay un camino que Picasso ha abierto y que, en cierto sentido, no ha sido explorado; una forma orgánica que remite a la imagen humana pero que es una distorsión completa de la misma».

Vis-à-Vis se aloja a orillas del Lago de los Cuatro Cantones en el imponente edificio del KKL, o Palacio de Congresos de Lucerna, a un tiro de piedra de la Estación Central. Esta construcción, obra del arquitecto francés Jean Nouvel, es la sede del evento que acoge igualmente en estos días a la crema de las formaciones sinfónicas mundiales, el célebre Festival de Lucerna. La elección del lugar y las fechas no son casuales, dado que así la pequeña ciudad puede aprovechar el inhabitual flujo de visitantes y melómanos llegados de media Europa.

Todas las obras reunidas para esta exposición, salvo un tríptico baconiano de la galería Marlborough International Fine Art, pertenecen a un único propietario. Ese misterioso amante del arte sería «un coleccionista privado que prefiere guardar el anonimato», aseguran los responsables del Museo. Aunque varios especialistas locales comentan que se trata de «una persona bien conocida que ha fallecido, y cuya familia no desea publicidad». El préstamo de estas obras hace posible su encuentro. Para admirarlo o, como dijo Bacon en una ocasión, a propósito de una figura femenina de Picasso especialmente estrafalaria: «Lo que tiene de maravilloso es que nos podamos reír de todo esto».


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