lunes, agosto 20, 2007

Música / México: Digitalizan 50 años de memoria musical

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Thomas Stanford. (Foto: Réne Soto)

M éxico, 13 de agosto, 2007. (Jesús Alejo/Milenio).- Muchos fueron largos viajes, sinuosas carreteras de terracería, arriesgados aterrizajes de avionetas en comunidades apartadas, pero el resultado se encuentra en las más de 400 horas de grabación de campo lo mismo de bandas de viento que de tríos huastecos, de música tradicional de bodas que de rituales sagrados.

A Thomas Stanford se le considera el primer etnomusicólogo, reconocido como tal, en América Latina, un estadunidense apasionado de las formas culturales tradicionales del país y, al mismo tiempo, uno de sus principales defensores cuando de los procesos de globalización se trata, si bien no se asume como un purista de la música popular mexicana.

Gran parte de su trabajo como investigador de campo se encuentra en la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, aunque ahora la Fonoteca Nacional trabaja en la catalogación de su trabajo, a fin de integrarlo a su acervo como uno de los grandes tesoros de la etnomusicología mexicana.

Desde febrero pasado, especialistas de la fonoteca trabajan en su hogar en la catalogación de las grabaciones de campo, que puede concluir hasta el 2008, lo que refleja la riqueza y diversidad de su trabajo, concebido como una especie de retrato de las formas tradicionales.

«Resulta muy importante revalorar la cultura mexicana… a los ojos de los mexicanos», asegura, porque la sociedad debe estar conciente de la importancia de su cultura y, en especial, saber «que afuera, en los pueblos, no sólo hay zapatos lodosos, sino elementos muy interesantes».

«Hay muchas cosas que prácticamente ya se han perdido en las culturas tradicionales, pero no por la influencia de la ‘cultura de la televisión’. Su influencia en la música de los grupos étnicos es mínima, lo importante es que la sociedad mexicana sepa el valor de lo mexicano».

«Aquí en México todos quieren conocer la música del país, pero sin pisar provincia. Entonces traen a músicos a la Ciudad de México, por lo que los conocemos de segunda mano: cuando uno graba con los músicos en sus pueblos –en días de fiesta-, fuera de sus celebraciones o en la capital del país, siempre salen grabaciones muy distintas».

La música popular mexicana no ha sido su único interés como investigador, sino además la música de los archivos de las catedrales de México y de Puebla, además de la preparación de 15 discos de música colonial.

«He sabido que soy músico desde que tengo uso de razón», cuenta el investigador estadounidense. «A los cinco años de edad cantaba en la madrugada, despertando a los vecinos, con mi repertorio medio raro y deformado de cantos que conocía. Mi madre era una buena pianista, mi tía era una organista famosa en Los Angeles, California. Crecí con la idea de que soy músico».

Tuvo la oportunidad de convertirse en pianista, pero se dio cuenta que no le interesaba pasar horas enteras dentro de cuatro paredes, practicando sobre un piano. Al entrar a la universidad pensó en estudiar composición musical, mas supo que tampoco quería ser compositor, «porque si uno no está cerca de los círculos del poder, no tiene muchas posibilidades de que la gente le presté atención a sus obras».

Así se enlistó en el ejército de Estados Unidos, de manera voluntaria, donde lo mandaron a Okinawa, al sur de Japón, sitio en el cual encontró su verdadera vocación: no quería ser pianista ni compositor, pero sí estar en el ámbito musical y decidió convertirse en compositor.

«Vine aquí porque me di cuenta que a pocos kilómetros de la Ciudad de México había grupos étnicos, mientras estudiaba en la UNAM podía investigarlos. Además, los que trabajaban la música no tenían preparación académica, no había ni concepto académico atrás de la investigación, por eso pensé que había algo que podía ofrecer».

Thomas Stanford se preparó para recopilar los sonidos de ese México profundo, hasta estudió ingeniería electrónica a fin de realizar sus grabaciones con la mayor fidelidad posible. Un hombre que estuvo en el norte, en el centro, en el sur del país, que ahora confiesa que «preferiría ser mexicano a ‘gringo», pero no se naturalizó mexicano para poder visitar a sus hijos y nietos que ahora viven en la Unión Americana.

Grabaciones directamente «en campo»

Durante medio siglo de trabajo, Stanford visitó más de 400 pueblos, pertenecientes a 23 etnias que forman parte de alrededor de 20 estados. No obstante, reconoce que falta mucho por estudiar e investigar en torno de los pueblos del norte del país, una región que frecuentó menos que las demás del país.

Al visitar muchas de estas comunidades no pocas veces se percató de que prácticamente era el único extranjero que había estado en el lugar o el segundo forastero, apenas después del maestro del pueblo.

«En diciembre de 1956 hice mi primer viaje: dos grabaciones en Pinotepa Nacional, donde esperaba un avión que me llevaría a Jamiltepec, en Oaxaca».

Una de las aportaciones más importantes de Stanford es que la mayoría de sus grabaciones fueron realizadas directamente «en campo», en los mismos pueblos o comunidades, a partir de recomendaciones de sus mismos habitantes, lo que produce ciertas diferencias en los sonidos.

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