jueves, diciembre 27, 2007

Obituario / Oscar Peterson

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El gran pianista de jazzm 1925-2007. (Foto: Archivo)

M éxico, 26 de diciembre, 2007.(Xavier Quirarte/Milenio).- Al preguntarle sobre su posible retiro en 2003, Oscar Peterson respondió al periodista canadiense Geoff Chapman: «Cuando el sonido ya no salga cerraré el piano. Tocar es el maná para mí. No sé que haría si no tocara. No es tocar sino viajar lo que es agotador, así que tal vez en el futuro tendré que ajustar eso. Si pudiera vivir otra vez toda mi vida no cambiaría nada musicalmente. Ha sido una educación».

Vivió en este proceso de educación hasta el final de sus días. Murió la noche del domingo en su casa de Mississauga, Ontario, a los 82 años como resultado de una falla renal. Y aunque en 1993 sufrió una embolia que le limitó el movimiento de la mano izquierda, luego de un periodo de recuperación volvió a tocar, no con la desbordada velocidad que lo hizo famoso, pero sí con la pasión que conmovía a sus seguidores.

Con un largo historial que lo llevó a tocar con prácticamente todo los grandes de la era dorada del jazz, como Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Charlie Parker, Nat King Cole, Stan Getz, Count Basie, Roy Eldridge, Dizzy Gillespie y muchos más, no veía el momento de parar. Después de la embolia prácticamente reaprendió el instrumento al tener que darle mayor juego a la mano derecha, y continuó su carrera discográfica. Su amor por el instrumento, que se evidenciaba en sus actuaciones, era irreprochable y así se lo hizo saber a la revista Down Beat en 1997: «Cuando me siento al piano no quiero ninguna escaramuza. Quiero que sea un affair amoroso».

A muchos críticos –a quienes solía calificar como peligrosos– les molestaba su excesiva habilidad en el teclado y el hecho de que fuera un pianista complaciente, en el mejor sentido del término, que tocaba lo que su público quería. Poseedor de un swing endiablado, fue un solista supremo en las diversas formaciones con su trío, así como un acompañante inmejorable.

En su obituario para el New York Times Richard Severo escribió: «Duke Ellington se refirió a él como el ‘marajá del teclado’. Basie dijo: ‘Oscar Peterson toca la mejor caja de marfil que he escuchado’. El pianista y director de orquesta André Previn llamó a Peterson ‘el mejor’ entre los pianistas de jazz’».

Con Peterson el jazz mantuvo contacto con la música jubilosa y sin grandes complicaciones porque su virtuosismo hacia parecer que jugaba con el piano. La biografía que incluye Down Beat en su página electrónica afirma: «Si Art Tatum era el Dios del piano de jazz, entonces su protegido, Oscar Peterson, es el hijo único». Con su estilo, agrega el texto, «ha establecido el estándar de excelencia del piano de jazz».

Nada mal para un músico que será recordado por el gozo de su música, gozo al hacerla y gozo al escucharla. Aunque, cosa curiosa, el pianista canadiense casi dejó el camino de la música cuando a los 14 años escuchó a Tatum –que solía desafiar y derrotar a sus rivales con una mano–. Cuentan que el aspirante a músico dejó el piano durante dos meses y que en las noches lloraba porque nunca podría tocar como el.

Por fortuna Peterson pasó esta prueba y creó su propio estilo para convertirse, en palabras de Severo, en uno de los grandes virtuosos del género. «En lugar de expandir las fronteras del jazz puso sus dones al servicio de la moderación y la fiabilidad, gratificando a sus seguidores devotos, ya fuera tocando en trío o solo o acompañando a algunos de los más famosos nombres del jazz. Sus logros técnicos siempre fueron evidentes, casi de manera transparente. Incluso en su punto más alto había muy poca tensión en su forma de tocar».

Peterson tocó con muchos de los grandes y lamentaba ya no tenerlos a su lado porque con ellos se perdía otra forma de hacer música. Se sentía desencantado por la manera en la que la industria trataba al jazz, además de que consideraba que había menos ídolos y más experimentadores. «Después de andar con Dizzy Gillespie, Duke Ellington y Count Basie es muy descorazonador cuando escucho a los experimentadores –le decía a Chapman en la citada entrevista–. Es muy triste, me hace preguntarme por qué teníamos éxito. Éramos honestos, íbamos a tocar, nos alentábamos los unos a los otros y nos entregábamos».

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