martes, marzo 11, 2008

Artes Plásticas / México: Homenaje a Luis Nishizawa

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El artista plástico. (Foto: René Soto)

C iudad Juárez, Chihuahua, 11 de marzo, 2008. (RanchoNEWS).- A través de la exposición Panoramas, integrada por 30 obras, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público rinde homenaje por su noventa aniversario a Luis Nishizawa. A propósito de este reconocimiento, el artista plástico charla con Leticia Sánchez para Milenio:

Rodeado de los sueños de su infancia y juventud, Luis Nishizawa (Estado de México, 1918) crea y da vida a los paisajes que han definido su quehacer plástico. Sentado frente a su caballete, se niega a revelar los pasajes oníricos de su presente… Con risa pícara, dice que prefiere guardarlos y dibujarlos en la intimidad.

Comparte la memoria viva de su pasado y relata una de las anécdotas que marcaron su niñez: «a veces sueño cuando era un niño travieso; en mi pueblo se decía que había una casa donde espantaban, para mi mala suerte quedaba en el camino que tenía que seguir para ir a la única tienda que había en el pueblo. Cuando mi mamá me llegaba a mandar por las velas o por azúcar… de plano pasaba corriendo por ahí, sin fijarme siquiera en la vieja construcción rodeada de árboles de capulines».

Ese tipo de impresiones dieron luz a su vida e hicieron que aquel niño se prendiera de cualquier soporte que encontraba para plasmar lo que veía. «Como yo prácticamente nací en un pueblo, me gustaba el paisaje y esa línea fue la que seguí. Mi padre tenía un pequeño rancho, por eso mi amor y pasión por el campo y por el olor del bosque. «Siempre me gustó dibujar, de pequeño lo hacía después de la lluvia; con una vara delineaba la figura del caballo que teníamos, pero también me gustaba cómo me quedaban las imágenes de las vacas sobre mis pies».

Si esa tierra hablara, describiría cómo eran los primeros trazos de este artista reconocido en México y en el mundo. Sobre todo cuando de sus obras pioneras no guardó testimonio alguno. «Mis primeras obras las guardé por un tiempo, pero al ver que eran muy malas, las rompí».

Nishizawa abre las puertas de su estudio a unos días de que la Secretaría de Hacienda le rinda el 13 de marzo en el Antiguo Palacio del Arzobispado, un homenaje por su noventa aniversario, festejado el pasado 2 de febrero. Lo hace a través de la exposición Panoramas, integrada por 30 obras, perteneciente al Programa Pago en Especie. «Es muy significativo para mí; siempre les digo que espero cumplir otros 90, porque tengo esperanzas de tener otras fiestas», dice.

A pesar de que Nishizawa ya se retiró del mercado del arte, su jornada de trabajo inicia desde que se levanta: «Sigo pintando, desayuno y me pongo a pintar, como y descanso un poquito, vuelvo al estudio hasta pasadas las 11 de la noche». En ese sentido, adelanta que en este mes se inaugura el mural que ha elaborado con su equipo de trabajo en el edificio de la Suprema Corte de Justicia, intitulado La justicia, el anhelo universal.

Dice que son más de 15 obras las que debe pintar, que sólo le faltan unas cuantas. Por ello, el tema de la muerte viene su relato. «Como todo ser humano le temo a la muerte, lo que uno piensa es uno siempre quiere morir, dormido, yo oí un día al padre Xavier Escalada, en un misa de un difunto, que eso era lo ideal para no padecer el trance de la enfermedad».

Con una vitalidad envidiable, Luis Nishizawa sigue su vocación docente, desde hace medio siglo da clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM.

«Doy clases los martes y los viernes, me siento muy bien entre mis alumnos y mis ayudantes, incluso algunos de ellos siempre me traen de regreso a casa».

De Tepito a Coyoacán

Los recuerdos que tiene Luis Nishizawa del Barrio de Tepito son maravillosos pero también muy crudos. «Fue ahí donde a mi corta edad vi mi primer muerto. Escuché que alguien corría, en el camino había plantas de caña de azúcar, de repente un hombre pasó corriendo y un policía detrás, pero el oficial se cayó y apretó el gatillo. Nada más vi cómo se le cayó el sombrero tejano que traía. Para mí fue una impresión muy grande».

Cuando se cambió de casa lo hizo al barrio de Coyoacán, donde hizo otra vida, ésa que lo llevó por el universo del color, donde encontró el ritual de la pintura.

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