miércoles, mayo 21, 2008

Música / Argentina: Entrevista a John Mayall

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El blusista británico. (Foto: Tomada de la pagina del músico)

C iudad Juárez, Chihuahua, 21 de mayo, 2008. (RanchoNEWS).- El legendario guitarrista, llamado una y otra vez «El padrino del blues británico», llega a Argentina a presentar su disco número 56, In the palace of the King, grabado en homenaje a Freddie King. «Pero haremos un poco de todo», anuncia. Una entrevista de Cristian Vitale y Roque Casciero para Página/12:

En 1966, Eric Clapton dejaba The Yarbirds en busca de un nuevo horizonte: Cream. Pero faltaba un espaldarazo y ahí estaba él. Después de Bluesbreakers with Eric Clapton (1966), las paredes de Londres se llenaron de grafittis: «Clapton is God». Un año después, Mick Fleetwood, John McVie y Peter Green (indiscutiblemente un semidiós) eran las tres inocentes caritas que aparecían en la tapa del maravilloso A hard road, plataforma de lanzamiento de «la» banda de blues blanco de los sesenta: Fleetwood Mac. Meses después, para la grabación de Crusade, el hombre convocó –prácticamente descubrió– a otra luminaria: Mick Taylor, jovencísimo, pisó el primer estribo de la escalera que lo llevaría a Los Rolling Stones para reemplazar a Brian Jones, dos años después. Suma: John Mayall (1933, Manchester) había venido varias veces cuando ellos empezaban a ir. Fue quien, casi desde las sombras y con un amor incondicional por el blues, llevó el Mississippi a Gran Bretaña y eligió los personajes para que la película empezara a rodar... algo que él llama, pragmático, pasantía. «Como yo era al menos diez años mayor que ellos tenían que encontrar su propia dirección, así que hacían una especie de pasantía conmigo. Y eso les daba un buen arranque para encontrar lo que querían hacer. Para la gente que se copaba con el blues era muy útil ser parte de los Bluesbreakers, porque la ayudaba en su propio desarrollo. En general fue así y por eso había tanta creatividad dando vueltas», dice a Página/12.

El bandleader del blues por excelencia llega otra vez al país –esta noche en el Gran Rex–, ahora con el fin de presentar el ¡quincuagésimo sexto! disco de una carrera que lleva 52 años de asfalto: In the palace of the King, un lúcido homenaje al King que más admira: Freddie. «Vamos a hacer un poco de todo. Obviamente, haremos material de Freddie, más un par de canciones que probablemente grabemos el año próximo y una selección de canciones más viejas como ‘Rooms to move’, de aquellos primeros álbumes que le gustan tanto a la gente», anticipa, para el deleite de los melómanos. El padre del blues blanco –junto a Alexis Korner, claro– llega con la misma formación que mantiene, bajo el eterno nombre de Bluesbreakers, desde hace quince años: Buddy Whittington en guitarra, Hank Van Sickle en bajo y Joe Yuele en batería. ¿La mejor? Así parece: «Llevamos juntos muchos años y me parece que es la mejor banda que he tenido, nos llevamos bien...», señala.

Es raro: para muchos, las mejores fueron las de fines de los sesenta...

Es difícil afirmarlo así, porque en los primeros días había muchos cambios y eso lo hacía complicado. Por ejemplo, Eric estaba en la banda cuando decidió irse a Grecia y hacer algo distinto, pero después volvió. Eso era difícil de manejar (se ríe).

¿Por qué le tomó tanto tiempo tener una banda fija?

Bueno, no es algo que uno pueda planear, realmente, sino que es cuestión de suerte encontrar a la gente adecuada. Y eso finalmente se dio, recién ahora.

¿Sigue en contacto con sus viejos compañeros?

Sí, hablamos de vez en cuando. De hecho, en estos días hablé por teléfono con (el baterista) Keef Hartley, porque terminé de leer su libro y quería decirle que me pareció muy bueno. Tuvimos una larga conversación, vamos a tratar de estar más en contacto.

Pese a la trascendencia que tuvo Mayall como catalizador y, a su vez, «entregador de talentos» durante los sesenta, hay un devenir imposible de soslayar. Luego de una década –la del setenta– en la que trocó vuelo con gente del jazz (Red Holloway, Larry Taylor y Harvey Mandel, por caso), hubo un resurgimiento blusero de alto impacto cuando reincorporó a Mick Taylor y John McVie para dar una serie de conciertos (con video incluido) junto a Buddy Guy, Albert King y Junior Wells, y una seguidilla de discos que no le fueron en zaga: Behind The Iron Curtain (1985), A Sense of Place (1990), Wake Up Call (1993), Spinning Coin (1995) y, sobre todo, el seminal Along For The Ride (2001), del que participaron, además de Peter Green, Mick Taylor, Mick Fleetwood y John McVie, Billy Gibbons de ZZ Top, Billy Preston, Otis Rush y Gary Moore, entre otros. «Hace tanto que me dicen el padrino del blues británico, que casi ni lo noto cuando alguien lo menciona –sonríe–. No me molesta, claro, porque parece resumir mi carrera hasta el presente».

Hasta la reina de Inglaterra decidió entregarle la orden de Caballero del Imperio Británico. ¿Cómo lo tomó?

Fue una gran sorpresa cuando alguien del palacio me dijo que iban a darme ese reconocimiento, nunca se me habría ocurrido que algo así pudiera pasar. Es muy agradable que me hayan reconocido así... y además pude ver el interior del palacio de Buckingham.

¿Qué lugar tiene el jazz en su música? Porque la mayoría lo identifica con el blues.

Para mí, lo que ambos géneros tienen en común es la improvisación como expresión creativa. El jazz y el blues han caminado juntos y se han influido mutuamente, es sólo una cuestión de estilo y de instrumentación lo que los distingue, pero yo no puedo separarlos porque crecí escuchando ambos.

¿Cómo es tener 74 años y seguir tocando? ¿Alguna vez pensó que sobreviviría a esta edad?

Ni siquiera lo había pensado, pero los años fueron acumulándose (se ríe). Pero lo bueno del jazz y el blues es que no están sujetos a la moda del día, así que he tenido una gran carrera y amo seguir haciendo música. Estoy muy sano y no me siento para nada cansado, hago cien o más shows por año, estoy muy ocupado. Cuando salimos de gira trato de no tener días libres, así podemos mantener nuestro momentum.

No más cerveza, ¿no?

–Oh, no, no tomo nada de alcohol. En mis primeros años tomaba bastante, pero hace 22 años que ni lo pruebo. No me hacía nada bien, así que preferí estar mejor de salud y saber qué era lo que estaba haciendo.

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