lunes, agosto 11, 2008

Poesía / Mahmud Darwish: «Salmos»

Salmos
(Fragmento)

Traducción del árabe por María Luisa Prieto
(tomado de la muy recomendable página www.poesiaarabe.com)


1

A marte o no amarte.
Me alejo, dejando tras de mí direcciones susceptibles de
perderse, y espero a los que regresan; ellos conocen
las horas de visita de mi muerte, y vienen.
Tú eres ésa a la que no amo cuando te amo. Las murallas de
Babilonia se estrechan por el día, tus ojos se agrandan
y tu rostro resplandece al sol.
Es como si no hubieras nacido, no nos hubiéramos
separado y no me hubieras derribado.
En la cubierta de la tempestad cada palabra es bella
y cada encuentro es despedida.
No hay nada entre nosotros salvo este encuentro,
nada salvo esta despedida.
Amarte o no amarte.
Mi frente huye de mí, y siento que no eres nada
o lo eres todo, y que puedo perderte.

Quererte o no quererte.
El murmullo de los arroyos me quema la sangre.
El día que te vea partiré.
He intentado recuperar la amistad de las cosas
perdidas: lo he logrado.
Me he ufanado de ojos capaces de contener todos los otoños.
He intentado, y lo intento, dibujar en torno a tu cintura
un nombre adecuado para un olivo pero
ha nacido un astro.

Te quiero cuando digo que no te quiero.
Mi rostro se cae, un río lejano disuelve mi
cuerpo, y en el zoco venden mi sangre como
sopa de sobre.
Te quiero cuando digo que te quiero,
mujer que ha posado las playas del Mediterráneo en
su regazo, los jardines de Asia en sus
hombros y todas las cadenas en su corazón.

Quererte o no quererte.
El murmullo de los arroyos, el susurro de los
pinos, el rugido de los mares y las plumas del ruiseñor
me queman la sangre.
El día que te vea, partiré.

Cantarte o no cantarte.
Me callo, grito. No hay un momento para gritar o
para callar. Tú eres mi único grito. Tú eres
mi único silencio.

Mi piel penetra en mi garganta. Bajo mi
ventana el viento pasa uniformado y
la oscuridad llega de improviso. Cuando los soldados
abandonen mis manos
escribiré algo,
cuando los soldados dejen mis pies
caminaré un poco
y cuando los soldados se aparten de mi vista
te veré y me veré de nuevo.
Cantarte o no cantarte.
Tú eres la única canción. Me cantas si estoy
en silencio. Tú eres el único silencio.

2

Ahora
me siento seco
cual árbol en un libro
y el viento es algo pasajero.
¿Luchar o no luchar?
Ésa no es la pregunta.
Lo importante es que mi garganta sea fuerte.
¿Trabajar o no trabajar?
Ésa no es la pregunta.
Lo importante es descansar ocho días a la semana
según el horario palestino.
¡Oh patria que se repite en canciones y masacres!
Guíame a la fuente de la muerte.
¿Es el puñal o la mentira?

Para recordar que tengo un techo perdido
debo sentarme al aire libre.
Para no olvidar el aire puro de mi país
tengo que respirar tuberculosis,
para recordar la gacela nadando en blancura
tengo que ser prisionero de los recuerdos,
para no olvidar que mis montañas son altas
tengo que soltar la tempestad de mi frente
y para salvaguardar la propiedad de mi lejano cielo
es necesario que no posea ni mi piel.

¡Oh patria que se repite en masacres y canciones!
¿Por qué te paso de contrabando de aeropuerto
en aeropuerto, como el opio,
como tinta invisible
o un transmisor?
Quiero dibujar tu forma,
esparcida entre expedientes y sorpresas.
Quiero dibujar tu forma,
volando en metralla y alas de pájaros.
Quiero dibujar tu forma
pero el cielo me rapta la mano.
Quiero dibujar tu forma,
asediada entre el viento y el puñal.
Quiero dibujar tu forma
para encontrar mi forma en ti:
me acusan de ser abstracto y falsificar
documentos y fotografías,
asediada entre el puñal y el viento.

¡Oh patria que se repite en canciones y masacres!
Te conviertes en un sueño y robas el asombro
dejándome petrificado.
Tal vez seas más bella como sueño,
tal vez seas más bella.

No queda en la historia de los árabes
ningún nombre para prestarte,
para escalar con él a tu ventana secreta.
Todos los nombres clandestinos están confiscados
en las oficinas de reclutamiento con aire acondicionado.
¿Aceptas mi nombre,
mi único nombre clandestino:
Mahmud Darwish?
El nombre original
me lo arrancaron de la carne
los látigos de la policía y los pinos del Carmelo.

¡Oh patria, que se repite en masacres y canciones!
Guíame a la fuente de la muerte.
¿Es el puñal
o la mentira?

3

Cuando mis palabras eran tierra
fui amigo de las espigas.
Cuando mis palabras eran ira
fui amigo de las cadenas.
Cuando mis palabras eran piedra
fui amigo de los arroyos.
Cuando mis palabras eran revolución
fui amigo de los terremotos.
Cuando mis palabras eran coloquíntida
fui amigo del optimista
y cuando mis palabras se tornaron miel
las moscas cubrieron mis labios.

4

Dejé mi rostro en el pañuelo de mi madre
y me marché
llevando las montañas en el recuerdo.
La ciudad destruyó sus puertas
y proliferaron sobre la cubierta de los barcos
como prolifera el verdor en los jardines lejanos.
Me apoyo en el viento
¡irrompible estatura!
¿Por qué vacilar, si tú eres mi muro?
La distancia me golpea
como la fría muerte golpea el rostro de los enamorados.
y al acercarme a los salmos
mi fragilidad se acrecienta.
¡Oh pasillos llenos de vacío!
¿Cuándo llegaré?
Bienaventurado el que se envuelve en su piel.
Bienaventurado el que recuerda su nombre original sin error.
Bienaventurado el que se come una manzana sin convertirse en árbol.
Bienaventurado el que bebe de las aguas de los ríos
lejanos sin convertirse en nube.
Bienaventurada la roca que ama su esclavitud
y no elige la libertad del viento.

8

Una interminable agonía
me transporta a una calle en los barrios
de mi infancia,
me introduce en casas,
corazones
y espigas.

Me concede una identidad
que torna en controversia
esta larga agonía.

Me consideraron muerto
y redimieron el crimen con canciones.
Pasaron sin pronunciar mi nombre,
enterraron mi cadáver en expedientes y
golpes de Estado y se alejaron.
(El país con el que soñaba seguirá siendo
el país con el que soñaba).

Fue una vida breve
y una muerte larga.
Me levanté un momento
y escribí el nombre de mi tierra en mi cadáver
y en un rifle.
Dije: uno es mi camino
y el otro mi guía
a las ciudades costeras.
Y al moverme
me mataron.

Enterraron mi cadáver en expedientes y
golpes de Estado y se alejaron.
(El país con el que soñaba seguirá siendo
el país con el que soñaba).

En mi interminable agonía
soy el señor de la tristeza
y las lágrimas de cada chica árabe enamorada.
Cantores y predicadores en torno a mí
proliferan, y de mi cadáver brotan
poesía y líderes.
Todos los alcahuetes de la lengua popular
aplauden
aplauden
y aplauden.
Viva esta interminable agonía.

Una interminable agonía
me transporta a una calle en los barrios
de mi infancia,
me introduce en casas, corazones y espigas.
Me torna en controversia
y me concede una identidad
y un legado de cadenas.

9

Me preparo para estallar
al borde de un sueño
como los pozos secos se preparan
para la inundación.

Me preparo para partir
al borde de un sueño
como se prepara la piedra
en las profundidades de las minas abandonadas.

Me preparo para morir
al borde de un sueño
como el mártir se prepara para morir
de nuevo.

Me preparo para gritar
al borde de la verdad
como el volcán se prepara
para la erupción.

12

Dibujemos Jerusalén:
un dios se desnuda sobre una línea verde oscura,
formas semejantes a pájaros emigran, una cruz
se detiene en la calle de atrás.
Algo semejante a albaricoques y asombro surge
detrás de los puentes
y un espacio amplio se extiende desde los genitales
de un soldado a la historia del poeta.

Escribamos Jerusalén:
La capital de falsas esperanzas, combatientes que
huyen y estrellas ausentes.
Extrañas palabras se mezclan en las callejuelas
y los besos antiguos abandonan los labios de los
cantantes y los vendedores ambulantes.
Un muro nuevo se levanta para un nuevo deseo,
Troya reúne a los cautivos y la elocuente roca
no pronuncia ni una palabra en contra.
Bienaventurado quien aborta el fuego en un rayo.

Cantemos a Jerusalén:
Niños de Babilonia,
descendientes de cadenas,
volveréis a Jerusalén dentro de poco,
dentro de poco creceréis
y cosecharéis el trigo del recuerdo del pasado.
Dentro de poco las lágrimas se tornarán espigas.
Niños de Babilonia,
volveréis a Jerusalén
dentro
de
poco.
Aleluya.
.


Del libro Amarte o no amarte (1972)

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