sábado, septiembre 06, 2008

Arte Público / España: Del «spray underground» al «spray» oficial

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Daniel Fernández. (Foto: FELE)

C iudad Juárez, Chihuahua, 6 de septiembre, 2008.- (RanchoNEWS).- Ayuntamientos y organismos públicos contratan a los graffiteros a los que hasta ahora perseguían y multaban - Almería y Paracuellos del Jarama, pioneros. Una nota de Javier Del Moral y M. J. López para El País:

Preguntas que, por ahora, no tienen respuesta: ¿será el graffiti definitivo objeto del deseo en el mercado del arte? ¿Se han rendido los alcaldes y los concejales de turno ante la seducción del spray urbano, hasta ahora perseguido y multado? Y al final, ¿acabará la cultura oficial con el carácter nómada, clandestino y algo blasfemo del graffiti?

Si la cultura del graffiti tiene algo de indómito, habrá quien no acepte que pintar a Nemo, a Pocoyó o al ratón Mickey en la pared de una guardería pueda ser considerado como una de sus manifestaciones. Sin embargo, a sus 18 años, Raúl Gualix es demasiado pragmático para planteárselo: «Me pagan por hacerlo y encima puedo practicar, tengo la oportunidad de pintar con mis sprays en una pared», explica mientras muestra, uno a uno, sus dibujos.

Hace algunas semanas, el Ayuntamiento madrileño de Paracuellos del Jarama (8.600 habitantes) le encargó pintar las paredes de los centros educativos infantiles. Reconoce que no ha podido hacerlo con total libertad. Es lo que tiene trabajar por encargo. «Como es una escuela para niños me pidieron dibujos que ellos pudieran reconocer». Para sus murales más personales, Raúl se busca la vida: naves abandonadas, algún muro... «Siempre por lo legal», advierte.

En el fondo, es un ejemplo de la paradoja que rodea al mundo del graffiti. Underground por esencia, adolece de espacios en los que poder desarrollarse. Sin embargo, al entrar en contacto con la cultura oficial –que le ofrece sus soportes– tiende a desnaturalizarse, a desprenderse de su carácter rebelde y prohibido.

Pero Raúl no ha perdido su pragmatismo: «No hay muchas oportunidades de que te cedan un espacio para que hagas tus dibujos y para la gente vea qué eres capaz de hacer». El padre de su oportunidad es Sergio Krstic, responsable de participación en el Ayuntamiento de la localidad madrileña de Paracuellos del Jarama. Una mañana, mientras paseaba por su pueblo, Krstic vio un graffiti en una pared que no había visto nunca antes. «Entre tantas pintadas y garabatos que ves por todos lados ésa me pareció una pintura con sentido y pensé que por qué no podían buscarse espacios para cosas como ésa», recuerda el edil.

Entonces convocó un concurso para elegir a la persona que decoraría las paredes de las dos escuelas infantiles y el colegio de la localidad. Muchos jóvenes graffiteros se interesaron por la propuesta, pero muy pocos se atrevieron a dar el paso. «Son como los moteros, grupos más o menos cerrados con sus recelos a lo oficial», reflexiona Krstic.

Entonces apareció Raúl. Lleva desde los 15 años pintando: primero grabando su firma por donde podía, después elaborando sus bocetos que, poco a poco, ha ido plasmando donde ha podido. Su cabeza advierte: «Oye, si pones mi nombre no pongas el seudónimo con el que firmo, que paso de movidas».

Pinta, dice, porque le gusta hacerlo y porque le motiva que la gente pueda ver sus obras. También hay un poco de riesgo. «Pintar en un vagón de tren, o en un puente tiene el riesgo de que te pillen y hay gente que lo hace por eso. A mí no me pasa», aclara.

En Paracuellos ya anuncian que buscarán más espacios para que jóvenes como Raúl puedan pintar con la mayor libertad posible. Y es que la cultura oficial empieza a ver en el graffiti una alternativa de refresco a sus propuestas habituales.

Pudiera parecer exagerado, pero muchos almerienses ya se han hecho más fotos delante de los gigantescos graffitis que adornan la ciudad desde hace unos meses que de la propia Alcazaba. Al menos eso piensa el concejal de Obras Públicas, Francisco Amizián. Su departamento ha firmado un convenio con Sevillana-Endesa para pintar ventanas de arte en los antiestéticos transformadores de electricidad desparramados por la ciudad: «Hicimos una prueba con tres transformadores y vimos que, además de ofrecer una perspectiva artística a la ciudad, la caseta en cuestión se respetaba mucho más. Dejaron de aparecer carteles publicitarios de vendo piso, pintadas y otras manifestaciones espontáneas. Y decidimos hacer graffitis también en algunas medianeras de la ciudad», cuenta.

El Consistorio ha dado orden ya de pintar otros 25 transformadores al graffitero Daniel Fernández, graduado de Gráfica Publicitaria en la Escuela de Artes de Almería. Sus obras, rebosantes de poética, realismo y colorido, han llamado la atención de viandantes y conductores y ofrecen una cara amable desde las paredes más castigadas de la urbe. «Hacer de un mazacote lleno de carteles y pintadas algo que decore y se integre en el entorno urbano es todo un reto. Con esto disfruto bastante. Es una manera de llevar el arte a la calle, para la gente que no va a museos ni exposiciones», explica.

Pinta muros y medianeras pidiendo permiso siempre a los propietarios. Y es que si hay algo que no soporta este artista urbano es trabajar bajo presión. Por eso decidió que pediría la conformidad de vecinos y propietarios de inmuebles en cada una de sus obras. Uno de sus trabajos de mayor repercusión ha sido un lienzo de pared de 320 metros cuadrados, parte trasera de un supermercado. Para pintar esa superficie precisó de hasta una grúa y más de 600 botes de spray. Pero lo normal son encargos más pequeños, como el de los transformadores de Sevillana-Endesa, que tienen una superficie de 20 metros cuadrados. Para ellos, Daniel emplea una media de 35 botes y cobra unos 1.200 euros. La iniciativa ha entusiasmado tanto a los vecinos y al equipo de gobierno local que el Consistorio ya tiene en proyecto hacer una convocatoria pública para abrir el campo a más artistas y trabajos.

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