jueves, octubre 09, 2008

Festival Internacional Chihuahua / Ópera «Madama Butterfly» con la OSUACJ, reseña

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Momento de la representación. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela / RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. Sábado 27 de septiembre de 2008. (Rubén Moreno Valenzuela / RanchoNEWS).- Dentro de la programación del IV Festival Internacional Chihuahua, comenzó la temporada del segundo semestre del 2008 de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (OSUACJ) con el montaje de la Ópera «Madama Butterfly» de Giacomo Puccini, en un esfuerzo bastante plausible que condujo el maestro Carlos García Ruiz y con una estupenda noche para la soprano Encarnación Vázquez.

El Argumento

La historia transcurre en Nagasaki a finales del siglo XIX. En el primer acto se consuma el «matrimonio» entre el oficial de la marina estadounidense F. B. Pinkerton (José Luis Ordóñez), del navío USS Abraham Lincoln; y la quinceañera Cio-Cio-San –o Madama Butterfly, Señora Mariposa– (Encarnación Vázquez); enlace que ha sido arreglado por el casamentero Goro (Víctor Campos) en favor del marino. Ella, creyendo en la veracidad de la unión, adopta las costumbres religiosas de su marido y es repudiada por su familia en voz del tío Bonzo (Óscar Velázquez).


En el segundo acto, Sharples (Armando Gama) –el cónsul estadounidense– desengaña a Butterfly sobre la promesa de retorno de Pinkerton, quien ha partido hace un par de años a su patria; durante ese tiempo ella y su sirvienta Susuki (Eloísa Jurado) han criado al hijo de Pinkerton, que le muestran al diplomático; éste promete informarle al oficial sobre su crío y le aconseja a ella que acepte al príncipe Yamadori (Alejandro Lara) que la pretende. Entonces el cañón del puerto anuncia la llegada de la embarcación de Pinkerton. En Butterfly resurge la esperanza, se retira a prepararse ella –con su vestido de novia– y a su hijo para el reencuentro con su marido.

Tercer acto. Pinkerton ha regresado de visita con su legítima esposa Kate (Claudia Valdenea). Al conocer la verdad, Butterfly decide entregar el hijo a su padre, se despide del niño, se retira a sus habitaciones y comete seppuku (suicidio ritual japonés). Pinkerton la encuentra moribunda.

La vera historia de la Señora Mariposa

Londres. 1900. El afamado músico italiano Giacomo Puccini, que estaba en la ciudad para el estreno de su ópera Tosca, asiste al teatro Duke of York a presenciar el también estreno de una obra de teatro –de un acto– titulada en inglés «Madame Butterfly», del estadounidense David Belasco. Aun sin comprender el idioma, Puccini queda tan conmovido que al concluir se dirige tras bambalinas para conocer al autor y decidido ya a convertir esa historia en una Ópera.

David Belasco (1853-1931) fue uno de los fundadores del teatro de Broadway, como hoy lo conocemos. Productor, director teatral y dramaturgo. Nacido en el seno de una familia judía-portuguesa llamada originalmente Valasco, su padre había sido un famoso arlequín en varios teatros londinenses. Belasco fue uno de los primeros en unificar todos los elementos de una producción teatral bajo la supervisión de una persona, el director de escena, y está considerado como una de las personalidades más sobresalientes del teatro de los Estados Unidos de América.

En ese tiempo ya era un productor prestigiado que había recorrido casi todos los oficios del teatro, comenzando como actor desde 1872. Su aprendizaje como dramaturgo lo realizó adaptando novelas, poemas y obras antiguas. Como productor se dedicó a varios melodramas espectaculares, con batallas, incendios y calamidades, incluso con animales reales en el escenario. Puccini se encuentra con un hombre de teatro, contemporáneo suyo (el italiano vivió de 1858 a 1924), que llevaba en su haber entonces más de 36 obras escritas y decenas de producciones. Un hombre al que el destino todavía le depararía poseer su propio teatro y tres décadas de actividad.

Belasco había escrito «Madame Butterfly» como relleno para la farsa «Naughty Anthony» que se había estrenado 5 de marzo de 1900 en el Herald Square Theater de Nueva York. El argumento lo había tomado de un cuento homónimo del escritor y abogado estadounidense John Luther Long, que había sido publicado en la revista Century Magazine en la edicón de enero de 1898. Según Long, su hermana había conocido en Nagasaki al hijo real de Butterfly, llamado Tom Glover, hijo un de mercader británico.

La pareja principal. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela / RanchoNEWS)



Glover que no Pinkerton

En el cuento de Long, éste sustituye al inglés por el Lieutenant Pinkerton a quien sus superiores han «desaparecido en la estación asiática». El marino contrata un casamentero que encuentra a Madama Butterfly, la engaña pero la convierte al cristianismo y ahuyenta a su familia. Ella se enamora realmente de Pinkerton, quien le promete regresar «cuando los petirrojos retornen a sus nidos», mientras tanto cría al hijo de ambos. Cuando Pinkerton regresa a Nagasaki, con su esposa Adelaida, no se preocupa en buscarla. Su esposa, sin embargo, sí y descubre al niño, que desea tener. Butterfly intenta suicidarse para morir honorablemente, pero Susuki astutamente empuja al hijo a la habitación, no sin antes haberle picado con fuerza para que llorara. Al día siguiente cuando regresa Adelaida el cuarto esta vacío.

Ésta es la versión de Long.

La versión de Belasco comienza cuando Pinkerton ya tiene 2 dos años de haber partido y sigue el argumento de Long, pero –hombre de teatro, al fin y al cabo– decide que es más dramático si Butterfly consigue suicidarse y que Pinkerton llegue a arrullar, arrepentido, su cadáver. Cambia el nombre de Adelaida por el de Kate. Y se arriesga a mantener inmóvil a Butterfly, mientras que con un juego de luces muestra el paso de la noche, durante... ¡14 minutos! Según los cronistas el efecto fue un éxito.

Desconozco cuál fue el trato entre Puccini y Belasco, después vendría la participación de sus libretistas: Luigi Illica y Giuseppe Giacosa.

«A Luigi Illica, dramaturgo y periodista, le correspondía la tarea de esbozar el fondo y definir la trama poco a poco, discutiéndola con Puccini, para acabar con un texto completo. A Giuseppe Giacosa, autor de comedias de éxito y profesor de literatura, le correspondía el delicado trabajo de poner en verso el texto, manteniendo tanto los aspectos literarios como los musicales, tarea que realizaba con gran paciencia y sensibilidad poética», según la enciclopedia Wikipedia.

«La última palabra la tenía siempre Puccini, al cual Giulio Ricordi le apodaba el Dogo, por el predominio que ejercía en el grupo. Ricordi contribuía también personalmente a la creación de los libretos, sugiriendo soluciones, de vez en cuando escribiendo versos y, sobre todo, mediando entre los libretistas y el músico en las ocasiones de las frecuentes controversias debidas a la costumbre de Puccini de revolucionar el hilo dramático durante la génesis de las óperas», de acuerdo a la misma fuente.

José Luis Ordóñez y Encarnación Vázquez, Pinkerton y Buttefly, la noche de bodas. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela / RanchoNEWS)



Madame Chrysanthme

Es frecuente encontrar la mención de la novela «Madame Chrysanthme» (1887) del Pierre Loti como base argumental parcial de «Madama Butterfly». Es probable que tanto Long, como Belasco y Puccini (incluidos sus libretistas) conocieran la narración del francés (incluso fue convertida en una Ópera por Messager en 1893), pero salvo el empleo de la palabra Madame y el hecho de un extranjero que se casa con una japonesa, no exsten similitudes con el argumento de la Ópera italiana.

Loti –seudónimo de Julien Viaud (1850-1923)– había conseguido la fama literaria al situar sus novelas en lugares exóticos, observados durante su carrera de oficial naval, como es el caso de Japón. «Madame Chrysantheme» narra la historia del propio Loti que en su visita a este país se propone dos objetivos: hacerse un tatuaje y comprar una esposa. En aquel tiempo era una práctica común en los puertos nipones la renta de jóvenes mujeres, de extracto rural, como esposas temporarias para extranjeros.

El francés compra a O-kiku-san (Madame Chrysanthme) que le resulta una mujer fastidiosa; cuando llega el inevitable momento de la partida ella le suplica llorando que no se vaya. Él regresa porque ha olvidado algo de su equipaje. Encuentra a su ex esposa contando dinero.

Cuatro años después del encuentro Puccini-Belasco, el 17 de febrero de 1904, fue estrenada «Madama Butterfly» en la Scala de Milán. Tuvo una mala recepción. Para mejorarla fue dividido el segundo acto y se agregó el aria «Addio,fiorito asil» de Pinkerton. Así fue reestrenada con éxito en Brescia el 28 de mayo del mismo año. Los personajes de Pinkerton y Kate fueron ajustados en la presentación parisina de 1906, el año siguiente cruzó el Atlántico y llegó a Nueva York, de donde había partido.

Pinkerton 2008

Al presenciar esta Ópera, a poco más de un siglo de su fallido estreno, el personaje de F. B. Pinkerton adquiere una resonancia especial, casi arquetípica me atrevería a decir: El gringo colonialista machista, pero encantador...

¿Qué tan lejano está Estados Unidos, como sociedad, de este arquetipo? «Madama Buterfly» bien pudiera tener una adaptación contemporánea en Irak, nada difícil sería encontrar un joven Pinkerton para esas circunstancias. En este sentido, llama la atención que esta obra haya sido concebida precisamente en ese país.

El caso es que hoy –para el mundo anglosajón– es una Ópera incómoda. Esta afirmación puede documentarse (se siente) en la reseña del profesor Roger Parker, profesor del King's College en Londres y especialista en Puccini, para The Guardian (13 de febrero de 2007) respecto al montaje de Anthony Minghella, así como en las declaraciones vertidas por el mismo profesor a otros medios donde califica la Ópera de «racista». En otras palabras admite que Pinkerton es un «racista».

Mientras que para un público como el nuestro es una oportunidad para reflexionar sobre nuestro viejo vecino, el señor Pinkerton.

Escena de la obra. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela / RanchoNEWS)

El montaje

El esfuerzo realizado por la OSUACJ es realmente encomiable. Enorgullece, como juarense, presenciar un montaje como el ofrecido esta noche, con esa voluntad de profesionalismo. Musicalmente la orquesta estuvo impecable, los cantantes –seleccionados con buen criterio– cumplieron bien con su trabajo, en particular Encarnación Vázquez que destacó en el difícil papel asignado. El coro de la Licenciatura en Música también es una grata sorpresa por su buen desempeño.

A mi juicio quien falló fue Gerardo Arévalo, encargado del diseño de escenografía, y Óscar Tapia, director de escena.

En el primer caso, la escenografía –sin menospreciar el trabajo realizado– me pareció demasiado colocada al frente y muy excedida, con lo cual se perdió profundidad y, en los momentos de mayor aforo de actores, hubo la sensación de saturación. Efectos distractivos. Tampoco me gustó la tonalidad amarillenta de la escenografía. En lo personal cuando visualizo el Japón antiguo siempre pienso en sus jardines. Una ambientación verde le hubiera convenido mejor.

De la dirección escénica no me gustó la iluminación, en ese aspecto me pareció demasiado estática, muy poco aprovechados los recursos que ofrece un teatro como el Rascón Banda. Los movimientos en escena también los sentí poco fluidos.

Le rescato la lluvia de pétalos de flores, el efecto de luciérnagas con el coro al concluir el II acto y la tela roja sobre la tela blanca que se encontraba en el piso en la entrada al teatro, que nos hizo recordar la sangre de la joven Butterfly.

De cualquier manera, el teatro estuvo lleno, con todo tipo de audiencias, un público que en conjunto escuchó atentamente un espectáculo musical de cerca de tres horas. En estos tiempos de satisfacciones instantáneas y de prisa como ritmo de vida. Un esfuerzo plausible, muy plausible.

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