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La obra Triptych, del artista Francis Bacon, forma parte de la retrospectiva que el Museo del Prado de Madrid organiza sobre el artista británico. (Foto: Reuters )
C iudad Juárez, Chihuahua, 30 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Inaugurarpan el próximo martes 3 de febrero la muestra sobre uno de los artistas más importantes del siglo XX; la exhibición estará integrada por 78 obras procedentes de Londres y Nueva York. Una nota de EFE:
En el Museo del Prado están colgadas ya las pinturas que conforman la primera exposición en España en treinta años de la obra del británico Francis Bacon, uno de los artistas más importantes del siglo XX, que murió en Madrid en 1992.
Entre el próximo martes, 3 de febrero, y el 19 de abril, en el año del centenario de su nacimiento, se podrán ver en la pinacoteca madrileña (www.museodelprado.es) 78 obras de Bacon (1909-1992) procedentes de la galería Tate Britain, de Londres, y con el Metropolitan de Nueva York como próximo destino.
Admirador del Prado y de los grandes maestros españoles, especialmente Velázquez y Goya, Bacon entra por la puerta grande del Museo con esta colección, en la cual hay dieciséis de sus trípticos más importantes, uno de ellos realizado en 1984 que no ha estado en la Tate ni irá a la exposición de Nueva York.
«Grandiosa, magnífica y posiblemente única», dijo hoy de la exposición Manuela Mena, comisaria de la muestra en Madrid y conservadora del Museo del Prado, por cuyas salas acompañó a Francis Bacon en sus visitas a los grandes maestros españoles.
Emocionada con el resultado, Mena ha querido que en el montaje unas obras hablen con otras y a la vez se pueden apreciar en la cercanía «en un combate directo. Además de la sorpresa y las relaciones entre unos cuadros y otros, el visitante se puede acercar para contemplar sus pinceladas, los recursos de uno de los grandes artistas», como ocurre en Sangre en el suelo.
Junto a la violencia y el sexo, sus obras descubren un pintor que reflejó la fragilidad de la naturaleza humana en su aspecto corporal, el paso del tiempo, la muerte, la nostalgia y todo ello con una calidad pictórica y una maestría de la técnica que hacen que sea uno de los grandes.
El recorrido por este descubrimiento de Bacon se inicia con la exhibición de sus obras más tempranas y llega hasta las de finales de su vida, como el último tríptico que pintó en el que, junto a él, retrató al malogrado automovilista brasileño Ayrton Sena.
Las obsesiones sucesivas del artista se ordenan en capítulos denominados Animalidad, Aprensiones, Crucifixión, Crisis, Retrato o Épica, mientras que las imágenes, fotografías y reproducciones de todo tipo que veía en revistas y libros y que recortaba y amontonaba en su caótico estudio se muestran en Archivo.
En el intenso recorrido, lleno de descubrimientos, el visitante se encuentra con obras fundamentales, ya iconos artísticos, como sus interpretaciones del retrato del papa Inocencio X, de Velázquez, que distorsionó hasta convertirlo en la imagen del aislamiento y la desesperación más radicales, o el tríptico inspirado en un poema del estadounidense Thomas Stearns Eliot (1888-1965).
Desnudos, como los de su amiga Henrietta Moraes; retratos, como los de su amante George Dyer, que se suicidó, al que pintó casi obsesivamente y que es protagonista de uno de sus trípticos en el que aparece solo en una habitación de hotel, vomitando en el lavabo, sentado en la taza del váter o junto a una gran mancha negra.
La pintura excepcional de Bacon «se somete en el Museo del Prado a un nivel de exigencia inédito hasta ahora. Su pintura reclama su calidad, su verdadero valor, como ocurrió con Manet o Picasso cuando visitaron el Prado», según el director del Museo, Miguel Zugaza.
«Día dublinés», según Zugaza, para recibir una exposición que contiene «una carga emotiva extraordinaria» debido a la intensa relación de Bacon con España y con el Prado.
Chris Stephens, de la Tate y uno de los comisarios de la exposición, considera muy emocionante la posibilidad de ver a Bacon en el Museo que tanto amaba y al que dedicó tantas horas en los últimos años de vida.
«Bacon –añade Stephens– pertenece a una gran tradición y tenía la ambición de no ser sólo un pintor de su generación. Tenía un nivel de exigencia enorme y aspiraba a una gran tradición artística».
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viernes, enero 30, 2009
Literatura / México: Realizarán un coloquio internacional por el centenario de Onetti; asistirá la viuda del escritor
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El escritor uruguayo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Deplora investigadora del Colmex la «paradójica» incomunicación literaria en AL. Una nota de Arturo García Hernández para La Jornada:
En plena euforia globalizadora y pese a la omnipresencia de Internet, resulta «asombrosa» y «paradójica» la actual incomunicación literaria en particular y cultural en general entre los países de América Latina. Ejemplo contundente de ello es que el centenario natal del uruguayo Juan Carlos Onetti, autor cumbre de la literatura en lengua castellana, parece transcurrir casi desapercibido en los ámbitos literarios de la región.
Una respuesta a dicha circunstancia es la realización del Coloquio Internacional Presencia de Juan Carlos Onetti en su Centenario (1909-2009), promovido por Rose Corral, especialista en «narrativa rioplatense» e investigadora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México (Colmex), que dirige Aurelio González.
El coloquio, que se llevará a cabo los días 3 y 4 de febrero en la sala Alfonso Reyes del Colmex, contará con la presencia de Dolly Onetti, viuda y heredera del autor de Juntacadáveres. La conferencia inaugural estará a cargo del escritor José Emilio Pacheco.
También participarán los escritores y críticos Fernando Ainsa (Uruguay/ España), Hugo Verani (Universidad de Notre Dame), Rocío Antúnez (UAM-Iztapalapa), Fernando Curiel (UNAM), Heberto Benítez Oazzolano (Universidad de la República, Montevideo), Jaime Concha y Teresa Porzecanski (ambos de la Universidad de California en San Diego), Osmar Sánchez Aguilera (Tec de Monterrey, campus México), Enrique Foffani (Universidad Nacional de La Plata, Argentina), Sonia Mattalia (Universidad de Valencia, España), y Juan Villoro, de México, quien dictará la conferencia de clausura.
Por volver a tender puentes
A propósito del coloquio Onetti, Rose Corral, autora del libro Norte y Sur: la narrativa rioplatense desde México (El Colegio de México, 2000), subraya lo paradójico que resulta la actual incomunicación cultural entre países como México y Argentina, en contraste con el intenso diálogo que sostenían en el primer tercio del siglo pasado.
Recuerda que los escritores de una y otra latitudes estaban al tanto de su mutua producción literaria y señala, por ejemplo, el amplio conocimiento que Alfonso Reyes tenía de los autores argentinos, y Jorge Luis Borges de los autores mexicanos.
Resalta en ese sentido el hecho de que Borges haya reseñado en Argentina el libro Andamios interiores (1922), del poeta estridentista Manuel Maples Arce, sólo dos meses después de su publicación en México.
Esto contrasta, indica Rose Corral, con la escasa atención que hoy se brinda a los libros de Juan Carlos Onetti en México y en América Latina en general, y lo difíciles que son de conseguir, salvo en ediciones recientes pero muy caras.
Así las cosas, señala la investigadora, el centenario de Juan Carlos Onetti, importante en sí mismo, es un pretexto para volver a tender puentes entre dos literaturas que en otro tiempo, aunque no existían el correo electrónico ni el desarrollo que hoy conocemos en las telecomunicaciones, mantenían un diálogo estrecho y fecundo.
Vídeo origen del cuento El infierno tan temido
Vídeo Onetti en la película El dirigible
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El escritor uruguayo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Deplora investigadora del Colmex la «paradójica» incomunicación literaria en AL. Una nota de Arturo García Hernández para La Jornada:
En plena euforia globalizadora y pese a la omnipresencia de Internet, resulta «asombrosa» y «paradójica» la actual incomunicación literaria en particular y cultural en general entre los países de América Latina. Ejemplo contundente de ello es que el centenario natal del uruguayo Juan Carlos Onetti, autor cumbre de la literatura en lengua castellana, parece transcurrir casi desapercibido en los ámbitos literarios de la región.
Una respuesta a dicha circunstancia es la realización del Coloquio Internacional Presencia de Juan Carlos Onetti en su Centenario (1909-2009), promovido por Rose Corral, especialista en «narrativa rioplatense» e investigadora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México (Colmex), que dirige Aurelio González.
El coloquio, que se llevará a cabo los días 3 y 4 de febrero en la sala Alfonso Reyes del Colmex, contará con la presencia de Dolly Onetti, viuda y heredera del autor de Juntacadáveres. La conferencia inaugural estará a cargo del escritor José Emilio Pacheco.
También participarán los escritores y críticos Fernando Ainsa (Uruguay/ España), Hugo Verani (Universidad de Notre Dame), Rocío Antúnez (UAM-Iztapalapa), Fernando Curiel (UNAM), Heberto Benítez Oazzolano (Universidad de la República, Montevideo), Jaime Concha y Teresa Porzecanski (ambos de la Universidad de California en San Diego), Osmar Sánchez Aguilera (Tec de Monterrey, campus México), Enrique Foffani (Universidad Nacional de La Plata, Argentina), Sonia Mattalia (Universidad de Valencia, España), y Juan Villoro, de México, quien dictará la conferencia de clausura.
Por volver a tender puentes
A propósito del coloquio Onetti, Rose Corral, autora del libro Norte y Sur: la narrativa rioplatense desde México (El Colegio de México, 2000), subraya lo paradójico que resulta la actual incomunicación cultural entre países como México y Argentina, en contraste con el intenso diálogo que sostenían en el primer tercio del siglo pasado.
Recuerda que los escritores de una y otra latitudes estaban al tanto de su mutua producción literaria y señala, por ejemplo, el amplio conocimiento que Alfonso Reyes tenía de los autores argentinos, y Jorge Luis Borges de los autores mexicanos.
Resalta en ese sentido el hecho de que Borges haya reseñado en Argentina el libro Andamios interiores (1922), del poeta estridentista Manuel Maples Arce, sólo dos meses después de su publicación en México.
Esto contrasta, indica Rose Corral, con la escasa atención que hoy se brinda a los libros de Juan Carlos Onetti en México y en América Latina en general, y lo difíciles que son de conseguir, salvo en ediciones recientes pero muy caras.
Así las cosas, señala la investigadora, el centenario de Juan Carlos Onetti, importante en sí mismo, es un pretexto para volver a tender puentes entre dos literaturas que en otro tiempo, aunque no existían el correo electrónico ni el desarrollo que hoy conocemos en las telecomunicaciones, mantenían un diálogo estrecho y fecundo.
Vídeo origen del cuento El infierno tan temido
Vídeo Onetti en la película El dirigible
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Medios / España: Ganan dos mexicanas Premio de periodismo Rey de España
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Jade Ramírez y Priscila Hernández, galardonadas con los premios Internacionales de Periodismo Rey de España. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Obtienen la distinción Jade Ramírez Cuevas Villanueva y Priscila Hernández Flores en la categoría de radio por su trabajo La discriminación viaja por Avianca, «por la profundidad y tenacidad periodística del tema». Una nota de EFE:
Las periodistas mexicanas Jade Ramírez Cuevas Villanueva y Priscila Hernández Flores fueron distinguidas hoy con el Premio Internacional de Periodismo Rey de España en la categoría de Radio por su trabajo «La discriminación viaja por Avianca».
El jurado de la XXVI edición de estos Premios, que conceden cada año la Agencia Efe y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), destacó «la profundidad y tenacidad de una investigación periodística en torno a un problema de exclusión social y contra la discriminación que sufren los minusválidos».
El trabajo premiado, de 23 minutos de duración, fue emitido el 7 de abril de 2008 por el programa «Epicentro», de la Radio Universidad de Guadalajara.
La pieza periodística da cuenta de la situación que vivió en 2007 Alejandro Anguiano, un invidente mexicano que adquirió un billete para viajar en un avión de la aerolínea colombiana Avianca y que no fue admitido en el vuelo porque, según la compañía, su discapacidad podría suponer un problema para él mismo y para el resto del pasaje ante un eventual contratiempo.
Anguiano fue indemnizado posteriormente por Avianca, que creó un protocolo de actuación en casos como el de este pasajero, de acuerdo con las directivas que preveía desde 2006 la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA).
El programa de radio de las periodistas mexicanas incluye declaraciones del pasajero afectado, del gerente de Avianca, de abogados, y pruebas de la existencia de casos similares con la misma aerolínea.
Jade Ramírez Cuevas Villanueva, periodista y productora radiofónica desde 1995, dice en su currículo que prefiere acercarse con su trabajo «a las problemáticas de las personas y su vinculación al contexto social contemporáneo».
Esta periodista obtuvo en 2006 el tercer lugar en el concurso de la VI Bienal Internacional de Radio, categoría Radio Indigenista, con el reportaje «Miradas desde el corazón: por la libertad cultural dentro de la diversidad».
Priscila Hernández Flores, que inició su labor periodística en el diario mexicano El Occidental, ha trabajado posteriormente con la Radio Universidad de Guadalajara, con el semanario La Gaceta y en el programa de televisión «Más que Noticias» y ha colaborado con el Instituto Mexicano de la Radio.
Hernández obtuvo en 2007 el Premio Tiflos de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) por un trabajo sobre el accidente que sufrieron dos invidentes al tratar de subir a un tren en Guadalajara.
El Premio de Radio está dotado con 6 mil euros (unos 7 mil 900 dólares) y una escultura de bronce del artista español Joaquín Vaquero Turcios.
Los galardones serán entregados, en una fecha a determinar, por el Rey Juan Carlos.
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Jade Ramírez y Priscila Hernández, galardonadas con los premios Internacionales de Periodismo Rey de España. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Obtienen la distinción Jade Ramírez Cuevas Villanueva y Priscila Hernández Flores en la categoría de radio por su trabajo La discriminación viaja por Avianca, «por la profundidad y tenacidad periodística del tema». Una nota de EFE:
Las periodistas mexicanas Jade Ramírez Cuevas Villanueva y Priscila Hernández Flores fueron distinguidas hoy con el Premio Internacional de Periodismo Rey de España en la categoría de Radio por su trabajo «La discriminación viaja por Avianca».
El jurado de la XXVI edición de estos Premios, que conceden cada año la Agencia Efe y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), destacó «la profundidad y tenacidad de una investigación periodística en torno a un problema de exclusión social y contra la discriminación que sufren los minusválidos».
El trabajo premiado, de 23 minutos de duración, fue emitido el 7 de abril de 2008 por el programa «Epicentro», de la Radio Universidad de Guadalajara.
La pieza periodística da cuenta de la situación que vivió en 2007 Alejandro Anguiano, un invidente mexicano que adquirió un billete para viajar en un avión de la aerolínea colombiana Avianca y que no fue admitido en el vuelo porque, según la compañía, su discapacidad podría suponer un problema para él mismo y para el resto del pasaje ante un eventual contratiempo.
Anguiano fue indemnizado posteriormente por Avianca, que creó un protocolo de actuación en casos como el de este pasajero, de acuerdo con las directivas que preveía desde 2006 la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA).
El programa de radio de las periodistas mexicanas incluye declaraciones del pasajero afectado, del gerente de Avianca, de abogados, y pruebas de la existencia de casos similares con la misma aerolínea.
Jade Ramírez Cuevas Villanueva, periodista y productora radiofónica desde 1995, dice en su currículo que prefiere acercarse con su trabajo «a las problemáticas de las personas y su vinculación al contexto social contemporáneo».
Esta periodista obtuvo en 2006 el tercer lugar en el concurso de la VI Bienal Internacional de Radio, categoría Radio Indigenista, con el reportaje «Miradas desde el corazón: por la libertad cultural dentro de la diversidad».
Priscila Hernández Flores, que inició su labor periodística en el diario mexicano El Occidental, ha trabajado posteriormente con la Radio Universidad de Guadalajara, con el semanario La Gaceta y en el programa de televisión «Más que Noticias» y ha colaborado con el Instituto Mexicano de la Radio.
Hernández obtuvo en 2007 el Premio Tiflos de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) por un trabajo sobre el accidente que sufrieron dos invidentes al tratar de subir a un tren en Guadalajara.
El Premio de Radio está dotado con 6 mil euros (unos 7 mil 900 dólares) y una escultura de bronce del artista español Joaquín Vaquero Turcios.
Los galardones serán entregados, en una fecha a determinar, por el Rey Juan Carlos.
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Radio / Ry Cooder: «Goodnight Irene»
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En RADIO Rancho Las Voces... Ry Cooder... interpreta... Goodnight Irene... en RADIO Rancho Las Voces...
Goodnight Irene
Lyrics
I asked your mother for you
She told me that you was too young
I wish dear lord never have seen your face
And Im sorry that you ever been born.
irene good night, irene good night
Goodnight I rene, good night irene
Ill get you in my dreams
Sometimes I lives in the country
Sometimes I lives in town
Sometimes I have a great notion
To jump into the river and drown
I loves irene, God knows I do
Loves her till the sea runs dry
If irene turns her back on me
Im gonna take morphine and die
Stop ramblin and stop gamblin
Quit staying out late at night
Come home into your wife and your family
Sit down by the fireside bright
Irene goodnight, irene goodnight
Goodnight irene, goodnight irene
Ill get you in my dreams
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jueves, enero 29, 2009
Libros / España: «Francis Bacon - Archivos privados»
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Francis Bacon seated in his studio 1984. (Foto: Bruce Bernard)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).-Un vistazo furtivo al taller de Bacon.
Testimonios de la creación de Bacon. Varia documentación sobre el proceso creativo del pintor irlandés (que protagoniza una retrospectiva en el Museo del Prado) se reúne en el volumen Francis Bacon. Archivos privados (La Fábrica Editorial), que recopila 160 fotografías, seleccionadas y comentadas por los especialistas Martin Harrison, Rebecca Daniels y Barbara Dawson, directora de The Hugh Lane, la galería dublinesa que archivó toda la documentación hallada en el estudio de Bacon y donada a la ciudad en 1998. Se trata de un corpus de más de 7.000 recortes, objetos y piezas, del que se ha extraído las imágenes para el volumen.
Francis Bacon seated in his studio 1984. (Foto: Bruce Bernard)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).-Un vistazo furtivo al taller de Bacon.
Testimonios de la creación de Bacon. Varia documentación sobre el proceso creativo del pintor irlandés (que protagoniza una retrospectiva en el Museo del Prado) se reúne en el volumen Francis Bacon. Archivos privados (La Fábrica Editorial), que recopila 160 fotografías, seleccionadas y comentadas por los especialistas Martin Harrison, Rebecca Daniels y Barbara Dawson, directora de The Hugh Lane, la galería dublinesa que archivó toda la documentación hallada en el estudio de Bacon y donada a la ciudad en 1998. Se trata de un corpus de más de 7.000 recortes, objetos y piezas, del que se ha extraído las imágenes para el volumen.
En 1973, Bacon dijo a David Sylvester que consideraba a Velázquez «el más milagroso de los pintores, en muchos aspectos». En concreto, consideraba éste como «uno de los cuadros más sorprendentes que haya visto, es enormemente íntimo a la vez que una imagen extraordinaria». © 2008 The Estate of Francis Bacon
Velázquez, El infante Felipe Próspero (1660). Página del libro Velásquez, de José Ortega y Gasset, París: René Julliard, 1954 (lámina 98).
Velázquez, El infante Felipe Próspero (1660). Página del libro Velásquez, de José Ortega y Gasset, París: René Julliard, 1954 (lámina 98).
A la izquierda se puede leer una nota de Bacon para un cuadro, típicamente escueta: «The image of body to come over white circle» («La imagen de un cuerpo que termina sobre un círculo blanco»). El fragmento de la derecha está sujeto con clips a un catálogo que ilustra una obra de Paolo Gilio, Luomo de Eakins (1982). El fragmento roto es del libro Bridgman's Complete Guide to Drawing from Life, de George B. Bridgman, Nueva York: Sterling Publishing Co., 1952 (pág. 31). Bacon le añadió a pluma negra el taburete bajo la figura de la esquina inferior izquierda. El taburete se parece a un diseño frecuente en la pintura de Bacon y es similar al del panel izquierdo de Three Studies for a Portrait of John Edwards (Tres estudios para un retrato de John Edwards), 1984.
Dos páginas sujetas con clips a una cartulina, hacia 1984
Dos páginas sujetas con clips a una cartulina, hacia 1984
Las instantáneas que Bacon y Lacy se tomaron entre sí en este viaje a Italia de 1954 tienen una especial importancia porque son algunas de las primeras fotos en influir sobre el modo que Bacon tenía de pintar a los integrantes de su círculo más cercano. Bacon apenas utilizó impresiones en gelatina de plata antes de 1962.
Fotografía de Peter Lacy (posiblemente en Ostia, Italia), tomada por Francis Bacon en 1954
Fotografía de Peter Lacy (posiblemente en Ostia, Italia), tomada por Francis Bacon en 1954
Es posible que Bacon borrara la identidad de los personajes para concentrarse en la posición de las extremidades o en otros aspectos de la composición. Huellas dactilares, manchas de pintura y la impresión de un guante de goma son indicios que apuntan al uso de esta imagen como pantalla protectora a la hora de rociar un aerosol. Dos marcas de chinchetas en el reverso indican que quizá la pegaba a la pared antes de rociar. © 2008 The Estate of Francis Bacon
Fotografía a color en tono brillante de Study for Portrait of Lucian Freud (Sideways) (Estudio para un retrato de Lucian Freud [de perfil]), 1971
Vídeo Francis Bacon
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Fotografía a color en tono brillante de Study for Portrait of Lucian Freud (Sideways) (Estudio para un retrato de Lucian Freud [de perfil]), 1971
Vídeo Francis Bacon
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Radio / Big Walter Horton & Ronnie Earl: «La Cucaracha»
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En RADIO Rancho Las Voces... Big Walter Horton & Ronnie Earl... interpretan... La Cucaracha... en RADIO Rancho Las Voces...
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Música / España: Cheo Feliciano celebra sus 50 años de Sonero Mayor
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El músico puertorriqueño. (Foto: Samuel Sánchez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Cheo Feliciano celebra en Madrid y Barcelona su amor a la salsa. Una nota de Carolina Ethel para El País:
Ha venido a Europa de la mano de Cocó, «esa negrita que me ha apoyado tantos años», dice el septuagenario cantante Cheo Feliciano (Ponce, 1935), mientras le sonríe a su esposa. Esta noche, el puertorriqueño que se hizo famoso por interpretar El ratón junto a la Fania y con los míticos solos de Santana hará un recorrido por sus 50 años de vida musical en la sala Juanchito de Madrid, mañana estará en París y el 1 de febrero cierra su pequeña gira europea en el Casino de la Alianza de Barcelona. Es viejo visitante de las islas Canarias, pero la península sólo la ha pisado con el enorme combo de la Fania all Stars en 1982 y con la discográfica RMM para presentar el Tributo a los Beatles, en el que interpreta Yesterday en versión salsa.
«En mi barrio de Ponce [Puerto Rico], un vecindario muy pobre pero riquísimo en amor, mis amigos y yo nos hicimos instrumentos de lata para armar una orquestita a la que llamamos El Combo de Lata, y yo era el latero mayor. No tenía más de 10 años y creo que así empezó todo». Cheo Feliciano relata sus primeros coqueteos con la música como una travesura que le llena de orgullo.
El latero mayor, que quería ser trombonista, se inició profesionalmente en las congas casi por azar, ya en Nueva York, adonde llegó con su familia en medio de la crisis del «exilio puertorriqueño» en los años cincuenta. Su interés por estar con sus ídolos lo hizo apuntarse como ayudante de la orquesta del que se convirtió en su maestro y padrino, el cantante y director Tito Rodríguez. «Un día mis compañeros le dijeron que yo cantaba. Él me preguntó: '¿Es verdad eso, Cheo?'. Y yo dije: '¡Yo soy el mejor cantante del mundo!'. Así debuté en el famoso Palladium de Nueva York». Su audacia le puso el micrófono en la mano, pero fueron su talento y el lema «sentimiento tú» con el que sella cada uno de sus temas los que le convirtieron en un sonero mayor, equiparable con su maestro Tito Rodríguez, sus contemporáneos Celia Cruz o el Conde Rodríguez, y a quienes él llama sus hijos: Héctor Lavoe y Frankie Ruiz.
El esplendor de la carrera artística de Cheo Feliciano llegó a fines de los cincuenta con la orquesta que se puso de moda en las salas de baile de Nueva York: El sexteto de Joe Cuba. «Estoy celebrando un doble aniversario, porque yo debuté como el cantante oficial de Joe el 5 de octubre de 1957, el mismo día que me casé. La ceremonia fue por la mañana y por la noche tuve un bolo, así que no nos fuimos de luna de miel hasta el día siguiente». Fue con Joe Cuba que se le ocurrió la historia del gato Quejicas, ése al que el ratón le malogra sus conquistas. "Grabé El ratón con Joe Cuba por primera vez, y salió un día que conversaba con mis compañeros, todos casados, sobre los cotilleos que circulaban entre las esposas por todos los viajes que hacíamos".
Una sombra de 15 años le acompaña. Cheo Feliciano reconoce que el exigente y alocado mundo de la salsa de los sesenta y setenta lo llevaron, como a tantos de sus compañeros, a las drogas, pero él es un superviviente. «Tuve que parar y me interné en un centro de rehabilitación para adictos durante tres años. De ahí, ya limpio, salí a grabar con el productor musical Jerry Masucci. En 1972 llegó Anacaona y desde entonces no he parado, han sido los mejores años de mi vida», dice con un guiño. Ha convertido en éxitos descargas desordenadas como El pito (I never go back to Georgia), o Quítate tú pa ponerme yo –ambas de la Fania–, boleros románticos como Amada mía o Delirio y canciones reivindicativas como Los entierros de mi gente pobre.
«Estoy feliz de venir a cantar a la madre patria [risas] y de reencontrarme con muchos latinoamericanos a quienes debo mi carrera», comenta sobre esta gira en la que le acompaña la Orquesta del Solar, de Julio Mena. No presume de voz, sino del sentimiento con el que habla –no canta, dice– sus canciones. «A mí me interesa identificarme con las canciones y crear una conexión con quienes me escuchan». A sus 74 años y después de alcanzar sitio de honor en el mundo de la salsa y la descarga, Cheo Feliciano vive en su Puerto Rico natal y regenta su propia orquesta, Sentimiento 25. ¿Qué otro nombre podría recibir todo lo que acompaña a este gentleman de la música latina?
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El músico puertorriqueño. (Foto: Samuel Sánchez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Cheo Feliciano celebra en Madrid y Barcelona su amor a la salsa. Una nota de Carolina Ethel para El País:
Ha venido a Europa de la mano de Cocó, «esa negrita que me ha apoyado tantos años», dice el septuagenario cantante Cheo Feliciano (Ponce, 1935), mientras le sonríe a su esposa. Esta noche, el puertorriqueño que se hizo famoso por interpretar El ratón junto a la Fania y con los míticos solos de Santana hará un recorrido por sus 50 años de vida musical en la sala Juanchito de Madrid, mañana estará en París y el 1 de febrero cierra su pequeña gira europea en el Casino de la Alianza de Barcelona. Es viejo visitante de las islas Canarias, pero la península sólo la ha pisado con el enorme combo de la Fania all Stars en 1982 y con la discográfica RMM para presentar el Tributo a los Beatles, en el que interpreta Yesterday en versión salsa.
«En mi barrio de Ponce [Puerto Rico], un vecindario muy pobre pero riquísimo en amor, mis amigos y yo nos hicimos instrumentos de lata para armar una orquestita a la que llamamos El Combo de Lata, y yo era el latero mayor. No tenía más de 10 años y creo que así empezó todo». Cheo Feliciano relata sus primeros coqueteos con la música como una travesura que le llena de orgullo.
El latero mayor, que quería ser trombonista, se inició profesionalmente en las congas casi por azar, ya en Nueva York, adonde llegó con su familia en medio de la crisis del «exilio puertorriqueño» en los años cincuenta. Su interés por estar con sus ídolos lo hizo apuntarse como ayudante de la orquesta del que se convirtió en su maestro y padrino, el cantante y director Tito Rodríguez. «Un día mis compañeros le dijeron que yo cantaba. Él me preguntó: '¿Es verdad eso, Cheo?'. Y yo dije: '¡Yo soy el mejor cantante del mundo!'. Así debuté en el famoso Palladium de Nueva York». Su audacia le puso el micrófono en la mano, pero fueron su talento y el lema «sentimiento tú» con el que sella cada uno de sus temas los que le convirtieron en un sonero mayor, equiparable con su maestro Tito Rodríguez, sus contemporáneos Celia Cruz o el Conde Rodríguez, y a quienes él llama sus hijos: Héctor Lavoe y Frankie Ruiz.
El esplendor de la carrera artística de Cheo Feliciano llegó a fines de los cincuenta con la orquesta que se puso de moda en las salas de baile de Nueva York: El sexteto de Joe Cuba. «Estoy celebrando un doble aniversario, porque yo debuté como el cantante oficial de Joe el 5 de octubre de 1957, el mismo día que me casé. La ceremonia fue por la mañana y por la noche tuve un bolo, así que no nos fuimos de luna de miel hasta el día siguiente». Fue con Joe Cuba que se le ocurrió la historia del gato Quejicas, ése al que el ratón le malogra sus conquistas. "Grabé El ratón con Joe Cuba por primera vez, y salió un día que conversaba con mis compañeros, todos casados, sobre los cotilleos que circulaban entre las esposas por todos los viajes que hacíamos".
Una sombra de 15 años le acompaña. Cheo Feliciano reconoce que el exigente y alocado mundo de la salsa de los sesenta y setenta lo llevaron, como a tantos de sus compañeros, a las drogas, pero él es un superviviente. «Tuve que parar y me interné en un centro de rehabilitación para adictos durante tres años. De ahí, ya limpio, salí a grabar con el productor musical Jerry Masucci. En 1972 llegó Anacaona y desde entonces no he parado, han sido los mejores años de mi vida», dice con un guiño. Ha convertido en éxitos descargas desordenadas como El pito (I never go back to Georgia), o Quítate tú pa ponerme yo –ambas de la Fania–, boleros románticos como Amada mía o Delirio y canciones reivindicativas como Los entierros de mi gente pobre.
«Estoy feliz de venir a cantar a la madre patria [risas] y de reencontrarme con muchos latinoamericanos a quienes debo mi carrera», comenta sobre esta gira en la que le acompaña la Orquesta del Solar, de Julio Mena. No presume de voz, sino del sentimiento con el que habla –no canta, dice– sus canciones. «A mí me interesa identificarme con las canciones y crear una conexión con quienes me escuchan». A sus 74 años y después de alcanzar sitio de honor en el mundo de la salsa y la descarga, Cheo Feliciano vive en su Puerto Rico natal y regenta su propia orquesta, Sentimiento 25. ¿Qué otro nombre podría recibir todo lo que acompaña a este gentleman de la música latina?
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Fotografía / México: Lachapelle expone «Delirios de razón»
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Conferencia de prensa del fotógrafo. (Foto: David Jaramillo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- El fotógrafo estadounidense, que visita México, recordó el momento en el que decidió abandonar el mundo de las celebridades para entrar al mundo de los museos y las galerías. Una nota de Sandra Licona para El Universal:
Cansado del mundo de la moda y del ambiente de las celebridades, una tarde de 2006, mientras filmaba un videoclip con la cantante Madonna, el fotógrafo estadounidense David Lachapelle (1969) decidió dar un giro a su vida y dejar el mundo de la publicidad y el consumo.
Ese día abandonó el set y los grandes estudios para reccluirse en su granja, hasta que lo rescató, un año después, el curador de arte Fred Torres y lo invitó a entrar al mundo de los museos y las galerías, para lo cual el artista creó una serie de fotografías, inspiradas en varias pinturas, que darían forma a la exposición Delirios de razón, que a partir del 3 de febrero se presentará en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Cartel de la exposición. (Foto: Archivo)
En una multitudinaria rueda de prensa, Lachapelle recordó cómo decidió abandonar el mundo de las revistas y adentrase a las galerías, donde no tienen cabida los artistas comerciales: «Era muy difícil que se considerara a mi trabajo como profesional, hasta que dejé de fotografiar celebridades y me vieron como un fotógrafo más serio. Fue como un renacer».
Lachapelle, quien ha fotografiado numerosas portadas de discos para artistas de la talla de Macy Gray, Moby, No Doubt, Whitney Houston, Elton John, Christina Aguilera, y quien en 1987 tomó la última fotografía de Andy Warhol antes de su muerte, presenta 64 piezas que reflejan la postura del artista ante un mundo convulsionado por fanatismos, obsesiones, vicios y arbitrariedades.
Tras reconocer en su más reciente trabajo cierta carga religiosa, así como la presencia de una belleza idealizada y la destrucción del mundo, el fotógrafo dijo que «nuestra vidas siempre están cercanas a la religión, incluso mi apellido es el nombre de una capilla, es parte de mi origen, pero a mi me interesa sin que pervierta mis ideas o llegue a ser un fundamentalismo, me gusta una frase que dice: ‘nadie ha muerto en el nombre del ateísmo'».
Lo único que quiero, explicó, «es comunicar mis ideas, que pueden ser desde la angustia del fin del mundo hasta el camino de la iluminación».
Lachapelle también se dijo contento con el final de la era George Bush en su país, aunque «no creo que Obama sea un mesías, es muy importante que en América las personas vean por sí mismas y no esperar a que alguien que está arriba, como líder, solucione todo, cuando veo a la gente que se desmaya, llora y entra en una especie de histeria religiosa (frente a Obama) es para asustarse».
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Conferencia de prensa del fotógrafo. (Foto: David Jaramillo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- El fotógrafo estadounidense, que visita México, recordó el momento en el que decidió abandonar el mundo de las celebridades para entrar al mundo de los museos y las galerías. Una nota de Sandra Licona para El Universal:
Cansado del mundo de la moda y del ambiente de las celebridades, una tarde de 2006, mientras filmaba un videoclip con la cantante Madonna, el fotógrafo estadounidense David Lachapelle (1969) decidió dar un giro a su vida y dejar el mundo de la publicidad y el consumo.
Ese día abandonó el set y los grandes estudios para reccluirse en su granja, hasta que lo rescató, un año después, el curador de arte Fred Torres y lo invitó a entrar al mundo de los museos y las galerías, para lo cual el artista creó una serie de fotografías, inspiradas en varias pinturas, que darían forma a la exposición Delirios de razón, que a partir del 3 de febrero se presentará en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Cartel de la exposición. (Foto: Archivo)
En una multitudinaria rueda de prensa, Lachapelle recordó cómo decidió abandonar el mundo de las revistas y adentrase a las galerías, donde no tienen cabida los artistas comerciales: «Era muy difícil que se considerara a mi trabajo como profesional, hasta que dejé de fotografiar celebridades y me vieron como un fotógrafo más serio. Fue como un renacer».
Lachapelle, quien ha fotografiado numerosas portadas de discos para artistas de la talla de Macy Gray, Moby, No Doubt, Whitney Houston, Elton John, Christina Aguilera, y quien en 1987 tomó la última fotografía de Andy Warhol antes de su muerte, presenta 64 piezas que reflejan la postura del artista ante un mundo convulsionado por fanatismos, obsesiones, vicios y arbitrariedades.
Tras reconocer en su más reciente trabajo cierta carga religiosa, así como la presencia de una belleza idealizada y la destrucción del mundo, el fotógrafo dijo que «nuestra vidas siempre están cercanas a la religión, incluso mi apellido es el nombre de una capilla, es parte de mi origen, pero a mi me interesa sin que pervierta mis ideas o llegue a ser un fundamentalismo, me gusta una frase que dice: ‘nadie ha muerto en el nombre del ateísmo'».
Lo único que quiero, explicó, «es comunicar mis ideas, que pueden ser desde la angustia del fin del mundo hasta el camino de la iluminación».
Lachapelle también se dijo contento con el final de la era George Bush en su país, aunque «no creo que Obama sea un mesías, es muy importante que en América las personas vean por sí mismas y no esperar a que alguien que está arriba, como líder, solucione todo, cuando veo a la gente que se desmaya, llora y entra en una especie de histeria religiosa (frente a Obama) es para asustarse».
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Fotoperiodismo / EFE: «La casa, la calle, la cocina»
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España, 29 de enero, 2009.- Algunas de las obras de la artista Martha Rosler considerada una de las máximas representantes del arte feminista, como último movimiento de vanguardia artística del siglo XX, forman parte de la exposición La casa, la calle, la cocina inaugurada en Grandada. (EFE)
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España, 29 de enero, 2009.- Algunas de las obras de la artista Martha Rosler considerada una de las máximas representantes del arte feminista, como último movimiento de vanguardia artística del siglo XX, forman parte de la exposición La casa, la calle, la cocina inaugurada en Grandada. (EFE)
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miércoles, enero 28, 2009
Radio / Toots Thielemans & Stevie Wonder: «Bluesette»
Para volver a escuchar le recomendamos que pulse el botón de PLAY
En RADIO Rancho Las Voces... Toots Thielemans & Stevie Wonder... interpretan... Bluesette... en RADIO Rancho Las Voces...
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Radio /Yo-Yo Ma, Itzhak Perlman, Gabriella Montero & Anthony McGill: «Air and Simple Gifts»
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En RADIO Rancho Las Voces... Yo-Yo Ma, Itzhak Perlman, Gabriella Montero & Anthony McGill... interpretan... Air and Simple Gifts... en RADIO Rancho Las Voces...
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Fotografía / México: Curso de conservación y restauración con Anne Cartier-Bresson
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La artista francesa, al centro, charla con alumnas de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH. (Foto: Carlos Cisneros)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- «Vivimos un momento en que la fotografía empieza a ser reconocida por el público»: Anne Cartier-Bresson. Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
Anne Cartier-Bresson aprendió a ver la fotografía desde niña, «no sólo la imagen, sino el objeto original». En contraste con su afamado tío, el fotógrafo Henri Cartier-Bresson (1908-2004), considerado por muchos el padre del fotorreportaje, Anne se ha dedicado a conservar este medio, que se remonta a 1839.
Conservadora general del Archivo Fotográfico de la Ciudad de París desde 2007, Anne se encuentra en México para impartir un curso dentro de la novedosa especialidad en conservación y restauración de fotografías, programa internacional, que a partir de agosto se ofrecerá en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Hoy, a las 19:30 horas, dictará la conferencia Estrategias de conservación y difusión del patrimonio fotográfico: las colecciones fotográficas de París, en la Alianza Francesa (Sócrates 156, Polanco).
Para la entrevistada «estamos en un momento en que la fotografía empieza a ser realmente reconocida por el público». De modo que «los archivos fotográficos y la fotografía en los museos o en las instituciones públicas cada vez reciben más peticiones para su exposición o digitalización por medio de Internet. Así que debemos tener procedimientos para conocer mejor el material fotográfico histórico ahora que las técnicas fotográficas cambian mucho.
«Nuestro objetivo –continúa Anne Cartier-Bresson– es en efecto como el de un arqueólogo o pintor, ya que la conservación debería enfocarse en el material de la historia de su medio. Quisiéramos hacer lo mismo con la fotografía, al considerar que es un objeto, no sólo una imagen, y un objeto creado desde mediados del siglo XIX, XX y el comienzo del XXI. Entonces, debemos tener esta pericia respecto de qué es el objeto, cómo analizarlo, conocerlo mejor y hacerlo accesible para el público, y eso significa preservarlo».
Las colecciones fotográficas de la ciudad de París comprenden cerca de 8 millones de fotos y se localizan en diferentes museos, archivos, bibliotecas, instalaciones municipales e instituciones del Estado.
La alcaldía de la capital francesa cuenta con presupuesto para adquirir obras de arte o documentación. Y como la fotografía «claramente es una obra de arte», cada museo está en posibilidades de apelar a la comisión correspondiente para comprar esos materiales. Mucha obra también entra a las colecciones mediante donación de particulares.
¿Desaparecerá la fotografía análoga?
No, pienso que se está convirtiendo en algo más para los artistas. Muchos ahora recrean los procesos históricos. Para el libro que acabo de escribir, El vocabulario técnico de la fotografía (2008), más que con historiadores de arte, trabajamos con artistas que emplean la fotografía y descubren procesos históricos mediante la historia del medio, así que hacen daguerrotipos o procesos históricos para sus propias necesidades Creo que habrá interés por la fotografía análoga.
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La artista francesa, al centro, charla con alumnas de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH. (Foto: Carlos Cisneros)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- «Vivimos un momento en que la fotografía empieza a ser reconocida por el público»: Anne Cartier-Bresson. Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
Anne Cartier-Bresson aprendió a ver la fotografía desde niña, «no sólo la imagen, sino el objeto original». En contraste con su afamado tío, el fotógrafo Henri Cartier-Bresson (1908-2004), considerado por muchos el padre del fotorreportaje, Anne se ha dedicado a conservar este medio, que se remonta a 1839.
Conservadora general del Archivo Fotográfico de la Ciudad de París desde 2007, Anne se encuentra en México para impartir un curso dentro de la novedosa especialidad en conservación y restauración de fotografías, programa internacional, que a partir de agosto se ofrecerá en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Hoy, a las 19:30 horas, dictará la conferencia Estrategias de conservación y difusión del patrimonio fotográfico: las colecciones fotográficas de París, en la Alianza Francesa (Sócrates 156, Polanco).
Para la entrevistada «estamos en un momento en que la fotografía empieza a ser realmente reconocida por el público». De modo que «los archivos fotográficos y la fotografía en los museos o en las instituciones públicas cada vez reciben más peticiones para su exposición o digitalización por medio de Internet. Así que debemos tener procedimientos para conocer mejor el material fotográfico histórico ahora que las técnicas fotográficas cambian mucho.
«Nuestro objetivo –continúa Anne Cartier-Bresson– es en efecto como el de un arqueólogo o pintor, ya que la conservación debería enfocarse en el material de la historia de su medio. Quisiéramos hacer lo mismo con la fotografía, al considerar que es un objeto, no sólo una imagen, y un objeto creado desde mediados del siglo XIX, XX y el comienzo del XXI. Entonces, debemos tener esta pericia respecto de qué es el objeto, cómo analizarlo, conocerlo mejor y hacerlo accesible para el público, y eso significa preservarlo».
Las colecciones fotográficas de la ciudad de París comprenden cerca de 8 millones de fotos y se localizan en diferentes museos, archivos, bibliotecas, instalaciones municipales e instituciones del Estado.
La alcaldía de la capital francesa cuenta con presupuesto para adquirir obras de arte o documentación. Y como la fotografía «claramente es una obra de arte», cada museo está en posibilidades de apelar a la comisión correspondiente para comprar esos materiales. Mucha obra también entra a las colecciones mediante donación de particulares.
¿Desaparecerá la fotografía análoga?
No, pienso que se está convirtiendo en algo más para los artistas. Muchos ahora recrean los procesos históricos. Para el libro que acabo de escribir, El vocabulario técnico de la fotografía (2008), más que con historiadores de arte, trabajamos con artistas que emplean la fotografía y descubren procesos históricos mediante la historia del medio, así que hacen daguerrotipos o procesos históricos para sus propias necesidades Creo que habrá interés por la fotografía análoga.
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Literatura / España: Los hijos de Poe, texto de Fernando Savater
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Busto del escritor. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 24 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Sus relatos son artefactos lógicos, de precisión clínica, y en ellos cada acontecimiento y cada detalle se encaminan a producir un efecto único y traumático. Un texto de Fernado Savater para El País:
De pocos autores puede decirse que hayan dado origen a un nuevo género literario, pero a Edgar Allan Poe se le atribuye a justo título la paternidad de dos: el cuento fantástico moderno y la narración detectivesca. Dejemos en esta ocasión a un lado a Dupin y su progenie de sabuesos. Poe introduce en literatura el virus hasta hoy felizmente incurable de una nueva forma de lo macabro y lo espeluznante, elementos ancestrales de los relatos desde que los primeros humanos se sentaron a escucharlos en torno al fuego recién inventado, mientras en la negrura circundante acechaban los tigres de dientes de sable y barritaban los mamuts. Sin duda el autor norteamericano toma algunos ingredientes para su pócima –la comicidad grotesca, los personajes caricaturescos y las visiones opiáceas– del inevitable E. T. A. Hoffmann, pero su receta es absolutamente personal. Para empezar, descarta las concesiones a la superstición, a la leyenda milagrosa y a los demonios de sacristía. Su pánico no viene de fuera sino que nace en el interior descreído del hombre moderno. Como bien aclara en el prefacio de sus Cuentos de lo grotesco y arabesco con orgullo de precursor: «Si el terror ha sido el tema de buena parte de mis obras, este terror no proviene de Alemania sino de mi alma».
En sus narraciones lo sobrenatural siempre es la prolongación de lo natural por otros medios: lo que desafía a las leyes de la naturaleza es la subjetividad que las interpreta y quisiera transgredirlas hasta sacudirse su yugo fatal. En la mayor parte de los casos los cuentos están narrados en primera persona para que el lector tenga menos escapatoria cuando llegue lo irremediable. Sus protagonistas llevan dentro de sí una grieta precursora del inminente desastre, como la fachada de la casa Usher. Por esa grieta penetran –o salen– los espectros encarnados del pavor. Pero no hay en dichos relatos concesiones a la vaguedad ni la incoherencia de corte romántico: son artefactos lógicos, de precisión clínica, en los que cada acontecimiento y cada detalle ambiental se encaminan a producir un efecto único y traumático. Por eso resultan inolvidables y hasta quienes menos aprecian sus recursos truculentos no pueden ya librarse nunca de lo que les sucedió al encontrarse por vez primera con el corazón delator o cuando conocieron al señor Valdemar.
Es difícil comprimir en pocas líneas la nómina de seguidores que tiene Poe, tanto entre los escritores como primordialmente entre los lectores, aunque naturalmente sólo puedo referirme con nombres y apellidos a aquéllos. Los primeros estuvieron, por supuesto, en su propio país, como su contemporáneo de origen irlandés Fitz James O'Brien (su impresionante cuento ¿Qué era aquello? prefigura El Horla de Maupassant y las pesadillas de Lovecraft, ambos también discípulos del bostoniano) o Ambrose Bierce, el mejor de todos por su humor macabro y el trato familiar con fantasmas, que sólo igualará M. R. James. Después Baudelaire lo importa a Europa y así impregna a los mejores de cada país: Villiers de l'Isle-Adam, Gustavo Adolfo Bécquer (algunas de sus Leyendas cuentan entre lo más exquisito del género), Sheridan Le Fanu o el mismísimo Charles Dickens. Quizá el mejor heredero de Poe sea R. L. Stevenson, no sólo en la obra maestra Jeckyll y Hyde sino también en Olalla o Markheim. Después, Arthur Machen, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y la lista inacabable de los contemporáneos: Borges, que sigue la línea lógica y cosmológica menos frecuentada, Robert E. Howard (Palomos del infierno, La sombra de la bestia), Ray Bradbury, Julio Cortázar, Richard Matheson (¡aquella negra maravilla de tres páginas con que se dio a conocer, Nacido de hombre y mujer!), Robert Bloch, Jean Ray, Stephen King o buenos autores españoles como José María Latorre o Pilar Pedraza... Porque ¿quién de los que ayer o incluso hoy mismo de verdad cuentan no sigue la traza de Poe, es decir, su poe-ética?
Lamentamos que su vida fuese breve, como si supiésemos cuánto debe durar la vida de cada cual para realizarse plenamente. Y le compadecemos porque fue desdichado, atendiendo superficialmente a su neurosis, a su pobreza, a la pérdida temprana de su amada Virginia, a su alcoholismo... Demasiada presunción por parte de nosotros, los felices. ¿Desdichado? Nada sabemos del gozo sombrío de inaugurar esa alameda rigurosa y siniestra por la cual aún transitamos, con la jauría infernal en los talones. Quizá él nos espera, sonriente y verdoso, al otro lado.
Edgar Allan Poe. Cuentos completos. Traducción de Julio Cortázar. Edición a cargo de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, comentada por 67 escritores hispanohablantes. Páginas de Espuma. Cuentos completos. Traducción de Julio Cortázar. Edhasa. Cuentos completos. Prólogo, traducción y notas de Julio Cortázar. Augur. Poe. Una vida truncada. Peter Ackroyd. Edhasa.
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Busto del escritor. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 24 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Sus relatos son artefactos lógicos, de precisión clínica, y en ellos cada acontecimiento y cada detalle se encaminan a producir un efecto único y traumático. Un texto de Fernado Savater para El País:
De pocos autores puede decirse que hayan dado origen a un nuevo género literario, pero a Edgar Allan Poe se le atribuye a justo título la paternidad de dos: el cuento fantástico moderno y la narración detectivesca. Dejemos en esta ocasión a un lado a Dupin y su progenie de sabuesos. Poe introduce en literatura el virus hasta hoy felizmente incurable de una nueva forma de lo macabro y lo espeluznante, elementos ancestrales de los relatos desde que los primeros humanos se sentaron a escucharlos en torno al fuego recién inventado, mientras en la negrura circundante acechaban los tigres de dientes de sable y barritaban los mamuts. Sin duda el autor norteamericano toma algunos ingredientes para su pócima –la comicidad grotesca, los personajes caricaturescos y las visiones opiáceas– del inevitable E. T. A. Hoffmann, pero su receta es absolutamente personal. Para empezar, descarta las concesiones a la superstición, a la leyenda milagrosa y a los demonios de sacristía. Su pánico no viene de fuera sino que nace en el interior descreído del hombre moderno. Como bien aclara en el prefacio de sus Cuentos de lo grotesco y arabesco con orgullo de precursor: «Si el terror ha sido el tema de buena parte de mis obras, este terror no proviene de Alemania sino de mi alma».
En sus narraciones lo sobrenatural siempre es la prolongación de lo natural por otros medios: lo que desafía a las leyes de la naturaleza es la subjetividad que las interpreta y quisiera transgredirlas hasta sacudirse su yugo fatal. En la mayor parte de los casos los cuentos están narrados en primera persona para que el lector tenga menos escapatoria cuando llegue lo irremediable. Sus protagonistas llevan dentro de sí una grieta precursora del inminente desastre, como la fachada de la casa Usher. Por esa grieta penetran –o salen– los espectros encarnados del pavor. Pero no hay en dichos relatos concesiones a la vaguedad ni la incoherencia de corte romántico: son artefactos lógicos, de precisión clínica, en los que cada acontecimiento y cada detalle ambiental se encaminan a producir un efecto único y traumático. Por eso resultan inolvidables y hasta quienes menos aprecian sus recursos truculentos no pueden ya librarse nunca de lo que les sucedió al encontrarse por vez primera con el corazón delator o cuando conocieron al señor Valdemar.
Es difícil comprimir en pocas líneas la nómina de seguidores que tiene Poe, tanto entre los escritores como primordialmente entre los lectores, aunque naturalmente sólo puedo referirme con nombres y apellidos a aquéllos. Los primeros estuvieron, por supuesto, en su propio país, como su contemporáneo de origen irlandés Fitz James O'Brien (su impresionante cuento ¿Qué era aquello? prefigura El Horla de Maupassant y las pesadillas de Lovecraft, ambos también discípulos del bostoniano) o Ambrose Bierce, el mejor de todos por su humor macabro y el trato familiar con fantasmas, que sólo igualará M. R. James. Después Baudelaire lo importa a Europa y así impregna a los mejores de cada país: Villiers de l'Isle-Adam, Gustavo Adolfo Bécquer (algunas de sus Leyendas cuentan entre lo más exquisito del género), Sheridan Le Fanu o el mismísimo Charles Dickens. Quizá el mejor heredero de Poe sea R. L. Stevenson, no sólo en la obra maestra Jeckyll y Hyde sino también en Olalla o Markheim. Después, Arthur Machen, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y la lista inacabable de los contemporáneos: Borges, que sigue la línea lógica y cosmológica menos frecuentada, Robert E. Howard (Palomos del infierno, La sombra de la bestia), Ray Bradbury, Julio Cortázar, Richard Matheson (¡aquella negra maravilla de tres páginas con que se dio a conocer, Nacido de hombre y mujer!), Robert Bloch, Jean Ray, Stephen King o buenos autores españoles como José María Latorre o Pilar Pedraza... Porque ¿quién de los que ayer o incluso hoy mismo de verdad cuentan no sigue la traza de Poe, es decir, su poe-ética?
Lamentamos que su vida fuese breve, como si supiésemos cuánto debe durar la vida de cada cual para realizarse plenamente. Y le compadecemos porque fue desdichado, atendiendo superficialmente a su neurosis, a su pobreza, a la pérdida temprana de su amada Virginia, a su alcoholismo... Demasiada presunción por parte de nosotros, los felices. ¿Desdichado? Nada sabemos del gozo sombrío de inaugurar esa alameda rigurosa y siniestra por la cual aún transitamos, con la jauría infernal en los talones. Quizá él nos espera, sonriente y verdoso, al otro lado.
Edgar Allan Poe. Cuentos completos. Traducción de Julio Cortázar. Edición a cargo de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, comentada por 67 escritores hispanohablantes. Páginas de Espuma. Cuentos completos. Traducción de Julio Cortázar. Edhasa. Cuentos completos. Prólogo, traducción y notas de Julio Cortázar. Augur. Poe. Una vida truncada. Peter Ackroyd. Edhasa.
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Música / España: Del «waterloo» de la industria musical discográfica
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Dibujo de Sciammarella. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Un libro detalla una década de errores cometidos por las discográficas. Una nota de Diego A. Manrique para El País:
Nos hemos acostumbrado a leer impávidos las crónicas del desastre de la industria musical, derrotada por las descargas ilegales. Asombra saber que pudo ser de otro modo. El 15 de julio de 2000, hubo una reunión en Sun Valley (Idaho) entre accionistas de Napster, promotores del intercambio de archivos MP3, y los jefes de Universal, Sony y otros disqueros.
Con un año de existencia, Napster se acercaba a los 22 millones de usuarios, todo un fenómeno en Internet; hasta Madonna quería invertir en la empresa. Sin embargo, había sido demandada por la industria de la música grabada. Entre bambalinas, se intentaba llegar a un acuerdo extrajudicial. Tenía sentido: las encuestas revelaban que los adeptos a Napster aceptarían pagar una modesta suscripción mensual. Pero la cumbre en Idaho resultó un fracaso: Napster ofrecía ir a medias con las disqueras, pero éstas exigían más del 90% del pastel.
Las editoras sabían que, con la ley en la mano, eran propietarias de la mayor parte del material que fluía por la Red. Acertaron: pocas semanas después, una juez de San Francisco dictaminaba que no se podía permitir el intercambio de canciones con copyright. Napster se hundió, aunque hubo un intento posterior de relanzarlo como servicio legal. Las discográficas desecharon la oportunidad de subirse a un fabuloso modelo de negocio (y un extraordinario instrumento de mercadotecnia). Pasarían años antes de que la industria musical asumiera las nuevas pautas de consumo y fuera capaz de vender descargas; lo hicieron tan mal que un intruso como Apple se impuso con iTunes y el iPod. Para entonces, se habían multiplicado las redes P2P, habituando a centenares de millones de personas a bajarse música –y películas– gratis.
Es una de las historias ejemplares que cuenta Steve Knopper en el libro Appetite for self-destruction, recién publicado en EE UU. El subtítulo resume su argumento: «El espectacular fracaso de la industria del disco en la era digital». Knopper, redactor de Rolling Stone, no es un fundamentalista que quiera abolir el derecho de propiedad intelectual. Hasta manifiesta nostalgia por los tiempos locos de las disqueras.
Knopper recuerda que la industria vivió años de vacas increíblemente gordas entre 1984 y 2000, gracias a una afirmación discutible y una clara mentira: convencieron al público de que el CD era un soporte superior al elepé y que su fabricación era más cara. Se multiplicó por dos el precio de un lanzamiento y se persuadió al público a pagar el doble por música que ya poseía en vinilo. Además, se desatendió conscientemente el mercado del single (es decir, la canción suelta) para potenciar el disco largo, abundante en rellenos pero más rentable.
La consiguiente lluvia de millones, unida a la euforia desatada por megaéxitos como Thriller, logró que se perdiera todo sentido de la proporción. Se firmaron contratos tan generosos –Prince, REM, Springsteen, el propio Michael Jackson– que resultaban ruinosos si el artista vendía menos de 10 millones de copias de cada nuevo título. La estética dominante fue la de grupos prefabricados de chavales guapitos, muñecas, tenores volcados al pop, raperos de diseño.
En ese proceso, la industria fue enemistándose con los consumidores más exigentes. Hasta los mismos creadores se olvidaron de quién les había colocado allí. Knopper personifica en Metallica la pérdida de contacto con la realidad: contagiado por la histeria desatada por Napster, el grupo fue persuadido para que demandara a los fans que se intercambiaban su música. Desde entonces, el negocio discográfico ha ido encadenando errores que degradan aún más su imagen: saber que en las cárceles españolas están docenas de manteros hace difícil simpatizar con las desdichas de una industria llena de simpáticos pícaros que, por decirlo suavemente, nunca se preocuparon por la moralidad de sus actos.
Último parte
El informe de Promusicae –la patronal del sector– correspondiente a 2008, hecho público ayer, confirma que el consumo de soportes físicos ha descendido en un 12,4%. Los ingresos de las empresas de Promusicae suman 225,2 millones de euros, la tercera parte de lo que vendían a principios de siglo. No se compensa con el negocio digital, que sube –8%– pero más lentamente que en el resto de Occidente: sólo alcanza los 29,2 millones de euros. Todos, grandes y pequeños, llaman la atención sobre la implacable destrucción del tejido comercial: desaparecen las tiendas de discos y se reduce el espacio musical en las grandes superficies.
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Dibujo de Sciammarella. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Un libro detalla una década de errores cometidos por las discográficas. Una nota de Diego A. Manrique para El País:
Nos hemos acostumbrado a leer impávidos las crónicas del desastre de la industria musical, derrotada por las descargas ilegales. Asombra saber que pudo ser de otro modo. El 15 de julio de 2000, hubo una reunión en Sun Valley (Idaho) entre accionistas de Napster, promotores del intercambio de archivos MP3, y los jefes de Universal, Sony y otros disqueros.
Con un año de existencia, Napster se acercaba a los 22 millones de usuarios, todo un fenómeno en Internet; hasta Madonna quería invertir en la empresa. Sin embargo, había sido demandada por la industria de la música grabada. Entre bambalinas, se intentaba llegar a un acuerdo extrajudicial. Tenía sentido: las encuestas revelaban que los adeptos a Napster aceptarían pagar una modesta suscripción mensual. Pero la cumbre en Idaho resultó un fracaso: Napster ofrecía ir a medias con las disqueras, pero éstas exigían más del 90% del pastel.
Las editoras sabían que, con la ley en la mano, eran propietarias de la mayor parte del material que fluía por la Red. Acertaron: pocas semanas después, una juez de San Francisco dictaminaba que no se podía permitir el intercambio de canciones con copyright. Napster se hundió, aunque hubo un intento posterior de relanzarlo como servicio legal. Las discográficas desecharon la oportunidad de subirse a un fabuloso modelo de negocio (y un extraordinario instrumento de mercadotecnia). Pasarían años antes de que la industria musical asumiera las nuevas pautas de consumo y fuera capaz de vender descargas; lo hicieron tan mal que un intruso como Apple se impuso con iTunes y el iPod. Para entonces, se habían multiplicado las redes P2P, habituando a centenares de millones de personas a bajarse música –y películas– gratis.
Es una de las historias ejemplares que cuenta Steve Knopper en el libro Appetite for self-destruction, recién publicado en EE UU. El subtítulo resume su argumento: «El espectacular fracaso de la industria del disco en la era digital». Knopper, redactor de Rolling Stone, no es un fundamentalista que quiera abolir el derecho de propiedad intelectual. Hasta manifiesta nostalgia por los tiempos locos de las disqueras.
Knopper recuerda que la industria vivió años de vacas increíblemente gordas entre 1984 y 2000, gracias a una afirmación discutible y una clara mentira: convencieron al público de que el CD era un soporte superior al elepé y que su fabricación era más cara. Se multiplicó por dos el precio de un lanzamiento y se persuadió al público a pagar el doble por música que ya poseía en vinilo. Además, se desatendió conscientemente el mercado del single (es decir, la canción suelta) para potenciar el disco largo, abundante en rellenos pero más rentable.
La consiguiente lluvia de millones, unida a la euforia desatada por megaéxitos como Thriller, logró que se perdiera todo sentido de la proporción. Se firmaron contratos tan generosos –Prince, REM, Springsteen, el propio Michael Jackson– que resultaban ruinosos si el artista vendía menos de 10 millones de copias de cada nuevo título. La estética dominante fue la de grupos prefabricados de chavales guapitos, muñecas, tenores volcados al pop, raperos de diseño.
En ese proceso, la industria fue enemistándose con los consumidores más exigentes. Hasta los mismos creadores se olvidaron de quién les había colocado allí. Knopper personifica en Metallica la pérdida de contacto con la realidad: contagiado por la histeria desatada por Napster, el grupo fue persuadido para que demandara a los fans que se intercambiaban su música. Desde entonces, el negocio discográfico ha ido encadenando errores que degradan aún más su imagen: saber que en las cárceles españolas están docenas de manteros hace difícil simpatizar con las desdichas de una industria llena de simpáticos pícaros que, por decirlo suavemente, nunca se preocuparon por la moralidad de sus actos.
Último parte
El informe de Promusicae –la patronal del sector– correspondiente a 2008, hecho público ayer, confirma que el consumo de soportes físicos ha descendido en un 12,4%. Los ingresos de las empresas de Promusicae suman 225,2 millones de euros, la tercera parte de lo que vendían a principios de siglo. No se compensa con el negocio digital, que sube –8%– pero más lentamente que en el resto de Occidente: sólo alcanza los 29,2 millones de euros. Todos, grandes y pequeños, llaman la atención sobre la implacable destrucción del tejido comercial: desaparecen las tiendas de discos y se reduce el espacio musical en las grandes superficies.
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Artes Plásticas / España: Crisis económica afecta a la Arco
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El stand de Oliva Arauna en Arco, en 2004. (Foto: Uly Martin)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- La feria de arte afronta la baja de galerías importantes en una edición claramente marcada por la crisis. Una nota de C. Serra para El País:
«Trabajamos el doble para conseguir seguramente la mitad». La directora de Arco, Lourdes Fernández, ponía buena cara a la crisis mientras presentaba ayer en Barcelona la 28ª edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo que se celebrará en Madrid del 11 al 16 de febrero. Pero lo cierto es que, de momento y lista en mano, el número de galerías participantes se ha reducido sensiblemente.
Desde julio de 2008 en que se cerró la lista se han caído unas veinte galerías, algunas en el último momento; de las cerca de 270 que participaron el año pasado se ha pasado a unas 250 incluyendo los programas comisariados. Y las bajas habrían podido ser más si las galerías portuguesas hubieran hecho realidad la amenaza de no acudir a Madrid, amenaza que lanzaron en diciembre. Finalmente, consiguieron la ayuda deseada de su ministerio de Cultura y habrá 12 galerías portuguesas en Madrid. Bajas ya hubo el año pasado –por ejemplo no acudieron ni la británica Lisson ni la mexicana OMR, que eran clásicos de la feria–, pero este año sigue un goteo que afecta a la argentina Ruth Benzacar y también a alguna galería española importante, como Oliva Arauna, que justifica su decisión no sólo en la crisis sino también a problemas con la organización de la feria, que de nuevo ha variado de emplazamiento y se situará este año en los pabellones 6, 8 y 10 del recinto de Ifema. «No estoy de acuerdo con el sitio que me habían adjudicado y teniendo en cuenta la situación y el esfuerzo económico que hay que hacer para ir a la feria no me valía la pena acudir», señaló ayer Arauna, informa Isabel Lafont. Con todo, otros galeristas consultados se mostraron satisfechos por el cambio de ubicación dado el caos de circulación sufrido en las inmediaciones de Arco en la pasada edición de la feria.
En cualquier caso, lo que está en la mente de todos es la crisis que amenaza a un mercado del arte que, hasta ahora, aún no ha acaparado titulares. «Claro que tenemos la vista puesta en la crisis, pero ésta cogió fuerza a partir de septiembre y entonces la organización estaba prácticamente cerrada», comentaba Lourdes Fernández. «Las primeras cancelaciones nos preocuparon, pero después hemos visto que no son tantas las bajas, por lo que esta edición puede salvarse porque hay ganas y buena oferta; otra cosa será en 2010, en función de cómo evolucione el mercado».
Los datos no son muy optimistas. Los precios se han estabilizado y las ventas han caído. En las subastas, por ejemplo, un informe de Bloomberg citado por la propia feria señala que las ventas anuales de Sotheby's y Christie's han bajado un 17% en 2008 y las ventas de noviembre estuvieron muy por debajo de las estimaciones de las casas de subastas, que se quedaron sin vender más del 30% de sus lotes. Lo que sí es cierto es que los mercados que parecen estar remontando son los asiáticos. El indio, por ejemplo (India es la invitada de la inminente edición), ha crecido un 3.000% en los últimos diez años, proporción mayor incluso que la del chino, que mantiene su cuota. Se verá en Arco si el atractivo del arte indio consigue conquistar a los coleccionistas. Los institucionales, de momento, ya han anunciado que bajarán sus compras aunque, como siempre, no dejarán que la feria se hunda.
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El stand de Oliva Arauna en Arco, en 2004. (Foto: Uly Martin)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- La feria de arte afronta la baja de galerías importantes en una edición claramente marcada por la crisis. Una nota de C. Serra para El País:
«Trabajamos el doble para conseguir seguramente la mitad». La directora de Arco, Lourdes Fernández, ponía buena cara a la crisis mientras presentaba ayer en Barcelona la 28ª edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo que se celebrará en Madrid del 11 al 16 de febrero. Pero lo cierto es que, de momento y lista en mano, el número de galerías participantes se ha reducido sensiblemente.
Desde julio de 2008 en que se cerró la lista se han caído unas veinte galerías, algunas en el último momento; de las cerca de 270 que participaron el año pasado se ha pasado a unas 250 incluyendo los programas comisariados. Y las bajas habrían podido ser más si las galerías portuguesas hubieran hecho realidad la amenaza de no acudir a Madrid, amenaza que lanzaron en diciembre. Finalmente, consiguieron la ayuda deseada de su ministerio de Cultura y habrá 12 galerías portuguesas en Madrid. Bajas ya hubo el año pasado –por ejemplo no acudieron ni la británica Lisson ni la mexicana OMR, que eran clásicos de la feria–, pero este año sigue un goteo que afecta a la argentina Ruth Benzacar y también a alguna galería española importante, como Oliva Arauna, que justifica su decisión no sólo en la crisis sino también a problemas con la organización de la feria, que de nuevo ha variado de emplazamiento y se situará este año en los pabellones 6, 8 y 10 del recinto de Ifema. «No estoy de acuerdo con el sitio que me habían adjudicado y teniendo en cuenta la situación y el esfuerzo económico que hay que hacer para ir a la feria no me valía la pena acudir», señaló ayer Arauna, informa Isabel Lafont. Con todo, otros galeristas consultados se mostraron satisfechos por el cambio de ubicación dado el caos de circulación sufrido en las inmediaciones de Arco en la pasada edición de la feria.
En cualquier caso, lo que está en la mente de todos es la crisis que amenaza a un mercado del arte que, hasta ahora, aún no ha acaparado titulares. «Claro que tenemos la vista puesta en la crisis, pero ésta cogió fuerza a partir de septiembre y entonces la organización estaba prácticamente cerrada», comentaba Lourdes Fernández. «Las primeras cancelaciones nos preocuparon, pero después hemos visto que no son tantas las bajas, por lo que esta edición puede salvarse porque hay ganas y buena oferta; otra cosa será en 2010, en función de cómo evolucione el mercado».
Los datos no son muy optimistas. Los precios se han estabilizado y las ventas han caído. En las subastas, por ejemplo, un informe de Bloomberg citado por la propia feria señala que las ventas anuales de Sotheby's y Christie's han bajado un 17% en 2008 y las ventas de noviembre estuvieron muy por debajo de las estimaciones de las casas de subastas, que se quedaron sin vender más del 30% de sus lotes. Lo que sí es cierto es que los mercados que parecen estar remontando son los asiáticos. El indio, por ejemplo (India es la invitada de la inminente edición), ha crecido un 3.000% en los últimos diez años, proporción mayor incluso que la del chino, que mantiene su cuota. Se verá en Arco si el atractivo del arte indio consigue conquistar a los coleccionistas. Los institucionales, de momento, ya han anunciado que bajarán sus compras aunque, como siempre, no dejarán que la feria se hunda.
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Noticias / México: Recibe Xirau Medalla Bellas Artes en su cumpleaños 85
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El poeta y filósofo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Celebra el INBA los 85 años de vida del escritor, filósofo y traductor nacido en España y naturalizado mexicano. Una nota de EFE:
El poeta y filósofo nacido en Cataluña y exiliado en México Ramón Xirau recibió la Medalla Bellas Artes de México durante un homenaje realizado en la capital mexicana por su ochenta y cinco cumpleaños.
Xirau nació en Barcelona el 20 de enero de 1924, aunque con quince años debido a la Guerra Civil se trasladó a México, donde ha tenido una prolífica carrera como filósofo y poeta.
El autor prefirió denominar «celebración» o «reconocimiento» al acto, ya que como explicó, no le gusta la palabra «homenaje» por ser «muy abstracta».
«Me gusta mucho que me reconozcan» los amigos, explicó, aunque señaló que lo malo es que se diga su edad. Considera su patria tanto México como España. «Barcelona es mi ciudad, pero México es mi país», aseguró.
Dijo también en catalán que quienes realmente deberían ser homenajeados son la generación de su padre, Joaquim Xirau (1895-1946), eminente catalanista, doctor en Filosofía, discípulo de José Ortega y Gasset y ex decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, ya que ellos fueron los que tuvieron que exiliarse.
«Esta mesa es para celebrar los deslumbramientos que tus palabras nos regalan en los cientos de páginas que has escrito», indicó durante el homenaje la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Teresa Franco, visiblemente emocionada.
El ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Juan Ramón de la Fuente destacó la actitud dialogante de Xirau, y se mostró agradecido por lo que aportaron a la cultura mexicana los exiliados catalanes.
El ex titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, dijo que si bien Xirau es catalán de nacimiento, también es mexicano por decisión (obtuvo esta nacionalidad en 1955), pero que ante todo es un ciudadano «universal».
Resaltó que a pesar de que sus ensayos siempre los escribió en español, fue un «poeta fiel» a su lengua natal, el catalán, idioma que utiliza para los versos.
El escritor José Emilio Pacheco por su parte aseguró no ser capaz de imaginar la vida cultural mexicana desde 1955 sin la presencia de Xirau, «más mexicano que nosotros porque lo fue por decisión y no por fatalidad».
En el homenaje también estuvieron presentes los escritores José María Espinasa, Federico Reyes Heroles y la editora italiana Enzia Verduchi.
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El poeta y filósofo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- Celebra el INBA los 85 años de vida del escritor, filósofo y traductor nacido en España y naturalizado mexicano. Una nota de EFE:
El poeta y filósofo nacido en Cataluña y exiliado en México Ramón Xirau recibió la Medalla Bellas Artes de México durante un homenaje realizado en la capital mexicana por su ochenta y cinco cumpleaños.
Xirau nació en Barcelona el 20 de enero de 1924, aunque con quince años debido a la Guerra Civil se trasladó a México, donde ha tenido una prolífica carrera como filósofo y poeta.
El autor prefirió denominar «celebración» o «reconocimiento» al acto, ya que como explicó, no le gusta la palabra «homenaje» por ser «muy abstracta».
«Me gusta mucho que me reconozcan» los amigos, explicó, aunque señaló que lo malo es que se diga su edad. Considera su patria tanto México como España. «Barcelona es mi ciudad, pero México es mi país», aseguró.
Dijo también en catalán que quienes realmente deberían ser homenajeados son la generación de su padre, Joaquim Xirau (1895-1946), eminente catalanista, doctor en Filosofía, discípulo de José Ortega y Gasset y ex decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, ya que ellos fueron los que tuvieron que exiliarse.
«Esta mesa es para celebrar los deslumbramientos que tus palabras nos regalan en los cientos de páginas que has escrito», indicó durante el homenaje la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Teresa Franco, visiblemente emocionada.
El ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Juan Ramón de la Fuente destacó la actitud dialogante de Xirau, y se mostró agradecido por lo que aportaron a la cultura mexicana los exiliados catalanes.
El ex titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, dijo que si bien Xirau es catalán de nacimiento, también es mexicano por decisión (obtuvo esta nacionalidad en 1955), pero que ante todo es un ciudadano «universal».
Resaltó que a pesar de que sus ensayos siempre los escribió en español, fue un «poeta fiel» a su lengua natal, el catalán, idioma que utiliza para los versos.
El escritor José Emilio Pacheco por su parte aseguró no ser capaz de imaginar la vida cultural mexicana desde 1955 sin la presencia de Xirau, «más mexicano que nosotros porque lo fue por decisión y no por fatalidad».
En el homenaje también estuvieron presentes los escritores José María Espinasa, Federico Reyes Heroles y la editora italiana Enzia Verduchi.
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Arquitectura / España: Steven Holl gana el premio Fronteras del Concimiento
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El arquitecto estadounidense. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 27 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- La recuperación del espacio urbano y el respeto al medio ambiente son para, el premiado, «los nuevos retos de la arquitectura». Una nota de Ángeles García para El País:
El respeto al medio ambiente es el mayor reto al que se enfrenta la arquitectura en plena crisis de la economía mundial. Ése es el dictamen que ha lanzado hoy el arquitecto estadounidense Steven Holl, de 61 años, al recibir el premio de la Fundación BBVA Fronteras del Concimiento en la categoría de artes. Holl, que ha respondido a través de videoconferencia, ha reivindicado que los edificios tienen que recuperar la capacidad de emocionar a sus inquilinos.
El jurado ha valorado «el equilibrio de su obra», que conjuga «un espíritu de vanguardia» con las necesidades sociales y del entorno. Con más de 30 años dedicados a la arquitectura de autor, Holl (Bremerton, Washington, EE UU, 1947) ha cultivado la abstracción arquitectónica, incidiendo siempre en su dimensión humanística, y la ha vinculado estrechamente con cada entorno. «Cada uno de mis proyectos ha sido pensado estrictamente para cada lugar del planeta en que ha sido edificado», ha explicado el autor, al recibir el galardón, dotado con 400.000 euros.
Entre sus obras ha destacado el Museo de Arte Contemporáneo de Helsinki, al que considera su creación «más representativa». Holl, que es autor del Museo de Arte Nelson-Atkins (Estados Unidos), del complejo residencial en Makuhari (Japón) y del Museo del Océano de Biarritz (Francia), no cuenta con ninguna obra en España.
La crisis económica, ha señalado Holl, plantea un desafío a la arquitectura, que «deberá centrarse en el respeto escrupuloso al medio ambiente; éste será más importante que el enfoque económico sobre todo lo que se contruya». Los otros dos grandes retos serán volver a pensar los espacios públicos en tiempos de privatizaciones y rescatar el valor humanístico de los edificios, «que tienen que recuperar la capacidad de emocionar a sus inquilinos».
Recreación del nuevo proyecto arquitectónico de Steven Holl, llamado Lynked Hybrid y pensado para la ciudad de Pekín. (Foto: Steven Holl Architects)
Holl siempre se ha planteado que sus construcciones sean edificios humanistas, que «aúnan música, pintura y poesía». Y ha citado su proyecto en Pekín, el Linked Hybrid, un complejo peatonal de 220.000 metros cuadrados, que ha diseñado como «un regalo para los futuros moradores de la ciudad».
Tras los pasos del Nobel
El jurado de la primera edición del Premio Fronteras del Conocimiento en la modalidad de Artes ha estado presidido por el crítico de música clásica Reinhard Brembeck, y formado además por los compositores Helmut Lachenmann y Luis de Pablo, y los arquitectos Antón García-Abril y Ramón Sanabria.
El director del departamento del Festival de Música de Donaueschingen, Armin Köhler; el crítico de arte Richard Whitehouse; y Wulf Weinmann, director del sello musical alemán NEOS, han integrado también el jurado de este premio, que se ha hecho público en la sede de la Fundación BBVA en Madrid.
Los Premios Fronteras del Conocimiento cuentan con ocho categorías, y por su dotación económica conjunta, 3,2 millones de euros anuales, y las múltiples disciplinas que abarcan, pueden considerarse «los más importantes del mundo tras los Nobel», según los organizadores.
Vídeo Linked Hybrid - Steven Holl Architects 1
Vídeo Linked Hybrid - Steven Holl Architects 2
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El arquitecto estadounidense. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 27 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- La recuperación del espacio urbano y el respeto al medio ambiente son para, el premiado, «los nuevos retos de la arquitectura». Una nota de Ángeles García para El País:
El respeto al medio ambiente es el mayor reto al que se enfrenta la arquitectura en plena crisis de la economía mundial. Ése es el dictamen que ha lanzado hoy el arquitecto estadounidense Steven Holl, de 61 años, al recibir el premio de la Fundación BBVA Fronteras del Concimiento en la categoría de artes. Holl, que ha respondido a través de videoconferencia, ha reivindicado que los edificios tienen que recuperar la capacidad de emocionar a sus inquilinos.
El jurado ha valorado «el equilibrio de su obra», que conjuga «un espíritu de vanguardia» con las necesidades sociales y del entorno. Con más de 30 años dedicados a la arquitectura de autor, Holl (Bremerton, Washington, EE UU, 1947) ha cultivado la abstracción arquitectónica, incidiendo siempre en su dimensión humanística, y la ha vinculado estrechamente con cada entorno. «Cada uno de mis proyectos ha sido pensado estrictamente para cada lugar del planeta en que ha sido edificado», ha explicado el autor, al recibir el galardón, dotado con 400.000 euros.
Entre sus obras ha destacado el Museo de Arte Contemporáneo de Helsinki, al que considera su creación «más representativa». Holl, que es autor del Museo de Arte Nelson-Atkins (Estados Unidos), del complejo residencial en Makuhari (Japón) y del Museo del Océano de Biarritz (Francia), no cuenta con ninguna obra en España.
La crisis económica, ha señalado Holl, plantea un desafío a la arquitectura, que «deberá centrarse en el respeto escrupuloso al medio ambiente; éste será más importante que el enfoque económico sobre todo lo que se contruya». Los otros dos grandes retos serán volver a pensar los espacios públicos en tiempos de privatizaciones y rescatar el valor humanístico de los edificios, «que tienen que recuperar la capacidad de emocionar a sus inquilinos».
Recreación del nuevo proyecto arquitectónico de Steven Holl, llamado Lynked Hybrid y pensado para la ciudad de Pekín. (Foto: Steven Holl Architects)
Holl siempre se ha planteado que sus construcciones sean edificios humanistas, que «aúnan música, pintura y poesía». Y ha citado su proyecto en Pekín, el Linked Hybrid, un complejo peatonal de 220.000 metros cuadrados, que ha diseñado como «un regalo para los futuros moradores de la ciudad».
Tras los pasos del Nobel
El jurado de la primera edición del Premio Fronteras del Conocimiento en la modalidad de Artes ha estado presidido por el crítico de música clásica Reinhard Brembeck, y formado además por los compositores Helmut Lachenmann y Luis de Pablo, y los arquitectos Antón García-Abril y Ramón Sanabria.
El director del departamento del Festival de Música de Donaueschingen, Armin Köhler; el crítico de arte Richard Whitehouse; y Wulf Weinmann, director del sello musical alemán NEOS, han integrado también el jurado de este premio, que se ha hecho público en la sede de la Fundación BBVA en Madrid.
Los Premios Fronteras del Conocimiento cuentan con ocho categorías, y por su dotación económica conjunta, 3,2 millones de euros anuales, y las múltiples disciplinas que abarcan, pueden considerarse «los más importantes del mundo tras los Nobel», según los organizadores.
Vídeo Linked Hybrid - Steven Holl Architects 1
Vídeo Linked Hybrid - Steven Holl Architects 2
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Fotoperiodismo / EFE: «El desayuno»
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Nueva York, 28 de enero, 2009.- La obra El desayuno (1923), del pintor francés Pierre Bonnard, que forma parte de cincuenta obras inéditas del artista que captan de manera excepcional el color y la luz se exponen a partir de hoy en el Museo Metropolitano de Nueva York. (EFE)
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Nueva York, 28 de enero, 2009.- La obra El desayuno (1923), del pintor francés Pierre Bonnard, que forma parte de cincuenta obras inéditas del artista que captan de manera excepcional el color y la luz se exponen a partir de hoy en el Museo Metropolitano de Nueva York. (EFE)
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martes, enero 27, 2009
Obituario / John Updike
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El novelista estadounidense. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 27 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- El novelista John Updike, fallecido a los 76 años. El autor de la saga «Conejo», Premio Pulitzer, muere tras luchar durante años contra un cáncer de pulmón. Una nota de El País:
El novelista estadounidense John Updike, cronista del desencanto vital de la América de clase media, ha fallecido a los 76 años, según ha informado su editorial, Alfred A. Knopf, en The New York Times.
Autor de grandes frescos de la norteamérica contemporánea, como la saga protagonizada por el ciudadano medio Harold Angstrom, alias Conejo, (en Conejo es rico y Conejo en paz, que le valieron el Premio Pulitzer), Updike, ganador del Premio Pulitzer, destacó como escritor de relatos, crítico literario y ensayista en publicaciones de presitigio com The New Yorker y The New York Review of Books. Era uno de los intelectuales más influyentes de Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX. Y además era un superventas.
Updike, que residió en Beverly Farms, Massachusetts (EE UU), fue un autor tremendamente prolífico: escribió más de 50 libros (unas 25 novelas) en una carrera que abarca desde la postrimerías de la Segunda Guerra Mundial a la actualidad. Compaginaba la escritura de ficción (novelas y cuentos) con la de críticas y ensayos. Su producción novelística fue la que le situó en un lugar destacado de la literatura estadounidense contemporánea, junto a grandes firmas como Saul Bellow, Philip Roth, Don DeLillo y Kurt Vonnegut, entre otros.
Sin el Nobel
Entre su amplia galería de galardones no se cuenta el Nobel de Literatura, circunstancia de la que Updike se resarció en una de sus ficciones: uno de sus personajes más recordados, el novelista Henry Bech, egocéntrico y mujeriego, recogió el galardón en 1999.
De su amplia producción destacan las obras en las que retrató la América residencial, la de las urbanizaciones de casas residenciales. Esa América que resurgió con ímpetu tras la Segunda Guerra Mundial, cuando empezaba a olvidarse la Gran Depresión que postró el país tras el crash de 1929. En esos Estados Unidos convalecientes creció el joven Updike, nacido en el seno de una familia protestante en Reading, Pennsylvania, en 1932.
De la desolación de la Gran Depresión, al optimismo de los cincuenta, Updike tomó el pulso a la sociedad estadounidense. Y así siguó durante los sesenta, que vieron el surgimiento de la lucha por los derechos civiles y la oposición a la guerra de Vietnam.
Reproducimos una entrevista al novelista por Eduardo Lago para El País realizada el 29 de junio de 2007
John Updike. El azote de la clase media
El novelista norteamericano John Updike (Shillington, Pensilvania, 1932) es un gigante en un país en el que no faltan gigantes literarios. Algunos de ellos son J. D. Salinger, Norman Mailer, Philip Roth, Toni Morrison, Gore Vidal o Joyce Carol Oates. Sólo esta última podría jactarse de ser tan prolífica como él. Por lo que a versatilidad se refiere, John Updike no le va a la zaga a ninguno. Afincado en Nueva Inglaterra, territorio sagrado de la tradición de los escritores no judíos de las letras norteamericanas, el perfil de John Updike como escritor reúne todas las características desaconsejadas por la Biblia del multiculturalismo: Es blanco, varón, heterosexual, anglosajón y protestante. Ello no ha impedido que se haya hecho acreedor a un respeto casi universal. Una novelista tan exigente y tan alejada de su estética como Margaret Atwood, decana de las letras canadienses, ha dicho de él: «Ningún escritor norteamericano ha escrito tantas obras de tanta calidad durante tanto tiempo».
Updike ha recibido más galardones de los que puede recordar, incluida la concesión en dos ocasiones distintas del Pulitzer en la categoría de ficción, proeza lograda tan sólo por otros dos escritores a lo largo de la historia del premio, uno de ellos, William Faulkner.
Autor de más de medio centenar de libros, su fértil imaginación lo ha llevado a explorar todos los géneros: teatro, poesía, cuento, novela, ensayo, autobiografía, obras para niños, casi ningún tema le es ajeno. Cuando publicó un libro sobre golf, un crítico aseveró: «Se puede escribir sobre deportes como el baloncesto o el béisbol y hacer que resulte entretenido, pero escribir sobre golf y conseguir que el lector se apasione, es algo que sólo está al alcance de John Updike».
Capaz de colocarse máscaras muy distintas y sentirse cómodo detrás de todas ellas, John Updike es, por encima de todo, un narrador formidable. Autor de infinidad de cuentos y de 22 novelas, el conjunto de su obra de ficción constituye la mejor y más completa radiografía de la clase media de Estados Unidos, su país. Nadie ha sometido a examen con tanto rigor la fibra medular de la democracia norteamericana. En sus narraciones, Updike registra las frustraciones, pasiones y ansiedades de los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir en la lucha del día a día, dando forma a frisos corales que logran rescatar de lo más hondo de unas existencias en apariencia anodinas, atisbos de grandeza, el fondo anhelante que da sentido a la vida. Su obra capital es una saga de cuatro novelas que giran en torno al inolvidable Harry, Conejo, Angstrom. Publicadas a intervalos de 10 años, en ellas, Updike sigue la trayectoria vital del protagonista, a la vez que efectúa una reveladora disección de lo que ha sido Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX. Reunidas en 2003 como una sola obra de 1.500 páginas de extensión, para muchos, la saga protagonizada por Harry Angstrom es «la gran novela norteamericana» de nuestro tiempo. Pero la obra de Updike abarca muchos otros registros e incluye muchos títulos de gran calidad, como El Centauro (1963), Parejas (1968), Las brujas de Eastwick (1984), Memorias de la Administración Ford (1992), La belleza de los lirios (1996), Hacia el final del tiempo (1997) o Busca mi rostro (2002). Imposible enumerar todas las entregas de la formidable comedia humana que es la obra narrativa de John Updike, cuyo éxito radica en la honestidad de su visión artística, en la belleza y precisión de su prosa, en la sagacidad impregnada de compasión con que sabe retratar las pasiones y sentimientos más profundos del común de los mortales.
John Updike es un campeón del realismo en el sentido más clásico del término, pero temáticamente siempre ha sido atrevido. Su audaz tratamiento del sexo, su lúcida investigación del sustrato religioso subyacente a la visión cultural de su país, la mirada crítica que dirige hacia la sociedad estadounidense, han roto moldes. A los 75 años, sigue siendo fiel a esta visión. Se publica ahora en España Terrorista (Tusquets), una obra ágil y arriesgada que ha sido recibida con polémica entre sus compatriotas. En ella, Updike invita a los lectores a adentrarse en la psicología de un musulmán de 18 años, nacido y educado en Estados Unidos, cuya repugnancia hacia los valores de Occidente le lleva a creer que su misión es inmolarse en un atentado terrorista.
Los habitantes de Londres y Madrid saben bien qué significa que el germen de un odio y un terror erróneamente arraigados en un sentimiento de índole religiosa anide en los tejidos mismos de la sociedad civil, pero en Estados Unidos, donde la mayor parte de la población no ha salido aún del estupor que provocaron los atentados contra el Pentágono y las torres del World Trade Center en septiembre de 2001, la nueva propuesta novelística del autor de La belleza de los lirios ha causado conmoción. No todos los lectores estaban preparados para que alguien que tan bien ha sabido reflejar sus inquietudes más íntimas, los obligara a confrontar de manera tan directa la posibilidad de que el terror se haya instalado en el centro mismo de su existencia.
¿Qué siente John Updike cuando está delante de las estanterías que albergan el más de medio centenar de títulos que ha publicado a lo largo de su vida?
Los primeros años, cuando sólo había seis o siete libros, me llenaba de satisfacción contemplarlos. Ahora es distinto. A veces pienso que quizá debiera haber escrito menos y entonces no puedo evitar sentir cierta repugnancia, como si fuera un elefante delante de una montaña de excremento.
Hábleme de su casa, de los lugares donde ha vivido, de su vida cotidiana.
Nací en un pueblecito de Pensilvania, donde transcurrió la primera parte de mi vida, hasta que fui a la Universidad de Harvard, en Nueva Inglaterra. Más adelante pasé una temporada en Londres, estudiando arte, y luego viví unos años en Nueva York. Mis primeras tres o cuatro novelas las escribí en Pensilvania, pero hay algo en Nueva Inglaterra que me sedujo desde la primera vez que puse un pie aquí: las pequeñas poblaciones, la gente, el paisaje, las ciénagas, el aire impregnado de salitre, el ambiente cargado de misterio... Desde hace 25 años vivo en las afueras de Beverly, una población costera del Estado de Massachusetts.
Me encanta Nueva Inglaterra, soy muy feliz aquí, es un buen lugar para un escritor. La nómina de autores ilustres que han vivido en esta zona es muy extensa. Melville, Hawthorne y Emerson son algunos de ellos. Vivo con mi segunda esposa, Martha, en una casa de madera pintada de blanco, con unas vistas espléndidas del Atlántico. Trabajo en un ala de la casa, un conjunto de cuatro habitaciones que en tiempos fueron los cuartos de la servidumbre. Martha y yo no dejamos de decir que la casa es excesivamente grande para dos personas, pero la idea de una mudanza nos aterra, por los libros sobre todo. Llevo una vida muy sencilla, con un horario muy rígido que he mantenido siempre: me levanto muy temprano y me encierro a escribir hasta la hora del almuerzo. Desde el principio de mi carrera he procurado vivir de la escritura. Jamás he ejercido ningún otro oficio, ni siquiera la enseñanza, como hacen tantos escritores. Así que no tengo ninguna excusa, estoy condenado a escribir.
En medio de la soledad del proceso creativo, ¿hay momentos en los que su ficción se abre al lado más oscuro de las cosas?
Ciertamente, algunas de mis narraciones se adentran en el lado oscuro de la existencia. Son incursiones en las tinieblas que se ciernen sobre la isla de luz que es la vida, pero cuando estoy entregado en cuerpo y alma al acto de escribir, aunque el asunto sea trágico, siento un placer físico. Cuando estoy en pleno acto creativo y voy encontrando una a una las palabras que expresan lo que deseo decir, se apodera de mí una suerte de éxtasis.
A lo largo de medio siglo de dedicación a la literatura profesional nunca ha tenido agente y siempre ha mantenido una fidelidad absoluta a su editorial, a la revista The New Yorker y a la persona que revisa sus manuscritos antes de su publicación.
No tengo nada contra los agentes literarios, conozco a muchos que son excelentes personas y buenos profesionales. Cuando empecé no era necesario tener agente, hoy la cosa ha cambiado bastante, pero sobre todo no me gusta que nadie interfiera con la intimidad del proceso creativo.
No quiero que nadie opine desde fuera acerca de la dirección que debe seguir mi obra. Las lealtades de las que usted habla se forjaron al principio mismo de mi carrera. Lo primero que publiqué en mi vida apareció en la revista The New Yorker. Tenía 22 años y desde entonces nunca he dejado de colaborar con ellos. Mi primer libro fue una colección de poesía. Lo saqué en Harper porque era la editorial de muchos colaboradores de The New Yorker, pero mi siguiente libro, una novela, se lo ofrecí a Alfred A. Knopf, y desde entonces no he publicado nada con ninguna otra editorial. Una cosa que me gustaba era lo bien que hacían los libros. Tenían belleza visual. Me gustaba mucho la manera de ser de Alfred. Era un editor a la antigua usanza, mucho mayor que yo, pero me encantaba. Tenía garra, chispa, y se preocupaba mucho por sus autores.
¿Cómo es la dinámica de trabajo entre usted y su editora? ¿Interviene mucho en sus manuscritos?
Judith lleva editando mis libros desde que publiqué mi segunda novela, Corre, Conejo, en 1960. Es una mujer de inteligencia muy rápida. No consulto gran cosa con ella hasta tener la novela bastante acabada. Entonces lee el manuscrito, y si tiene cosas que decir, las consulta conmigo, y si me parecen válidas, las incorporo. No suele poner muchas pegas, básicamente me apoya y me alienta, cosa que yo necesito.
¿A qué se debe la aureola de leyenda que envuelve a The New Yorker? ¿Qué tiene de especial?
No hay una revista igual. Hay muchas clases de revistas literarias, pero The New Yorker está por encima de todas. Se fundó en 1925 y empezó como una publicación humorística. En la década de los veinte se concedía más importancia que ahora al ingenio y al humor, conviene no perder de vista eso. Cuando yo empecé a leer The New Yorker tenía solo 11 años. Me encantaban las caricaturas y los chistes gráficos y soñaba con colaborar como dibujante algún día. Cuando andando el tiempo renuncié a mis aspiraciones como dibujante y decidí dedicarme a la escritura, mi modelo era James Thurber, un humorista. Irónicamente, lo primero que publiqué en The New Yorker fue un poema. Tenía 22 años y recuerdo aquel día como uno de los más felices de mi vida, casi tanto como cuando nació mi primer hijo. Me pareció que se me había dado permiso para entrar en el paraíso terrenal de la letra impresa. La grandeza de The New Yorker estribaba en el espíritu que animaba la revista: una mezcla de limpieza, modestia, buen gusto, inteligencia e inocencia...
Usted ha escrito de todo: cuento, novela, poesía, ensayo, autobiografía, libros para niños, incluso una obra de teatro. ¿Qué le ha llevado a ser tan polifacético?
No hay nada comparable a la sensación de tener dentro un poema que puja por salir, cosa que no pasa siempre, por supuesto. He publicado seis o siete volúmenes de poesía, pero no tengo grandes pretensiones como poeta. Con los cuentos es distinto, un cuento es algo rápido e intenso, como tomar una instantánea de la realidad. Desde el punto de vista creativo, el relato no exige tanta inventiva como la novela, no implica la creación de un mundo completo.
La crítica y el ensayo son un aspecto muy importante de mi actividad como escritor. Empecé hace muchos años, y entre otras cosas, es una manera de mantener viva mi presencia en The New Yorker. Es un ejercicio saludable, me obliga a leer libros que de otro modo no leería, y me mantiene en forma como lector.
¿Qué escritores le interesan?
Los de mi generación sobre todo. Por supuesto, leo todo tipo de escritores, algunos mucho más jóvenes que yo, pero me siento parte de una generación, aunque podamos ser muy distintos. Creo que el hecho de haber venido al mundo más o menos a la vez nos confiere una cierta unidad de visión. Siempre he estado condenado a competir con Philip Roth. Los dos tenemos una obra muy amplia y empezamos a publicar muy pronto. Es una presencia muy poderosa en las letras norteamericanas. Aunque es algo más joven que nosotros, Don DeLillo me parece un novelista admirable. Su obra tiene una perspectiva política de la que yo carezco. Entre los maestros del relato breve, el más grande para mí es John Cheever. Fue un poco mi padre literario y le echo terriblemente de menos. Era un hombre atormentado, con un humor muy ácido y una agilidad mental extraordinaria. Entre las escritoras destacaría a Anne Tyler, excelente novelista, sólida, muy sutil, con una obra extensa.
¿Cómo definiría su estilo?
Cuando empecé a escribir me influyó el nouveau roman. Por eso mi primera novela, que publiqué a los 27 años, era bastante experimental, pero mi estilo, por el que mis lectores me reconocen, es esencialmente realista. Aunque en algunas novelas me he apartado de mi modo de hacer fundamental, siempre vuelvo a mis raíces e intento darle al lector un pedazo de la realidad. Creo que fue Nathalie Sarraute quien dijo que el sustrato que hace que todo se mueva es la realidad.
La realidad está en la base de nuestros deseos, de nuestros pensamientos, de nuestros recuerdos, y los novelistas no somos sino comentaristas de la realidad. Decimos lo que en ella hay de maravilloso o de terrible o de misterioso. En ningún lugar me siento más cómodo que instalado en la realidad, cerca de la gente normal. Es de ellos acerca de quienes escribo, acerca de la clase media, ni los más ricos y privilegiados, ni los más pobres, sino el ciudadano medio, los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir día a día en la lucha diaria que es la vida cotidiana.
Su última novela ha causado cierto estupor entre sus lectores porque en ella ha decidido dar vida a un terrorista nacido y educado en los Estados Unidos, y quizá el lector norteamericano no estuviera preparado para recibir algo así, al menos de alguien como usted.
No es ninguna novedad decir que los atentados del 11 de septiembre de 2001 marcaron de manera indeleble a la sociedad norteamericana. Por una coincidencia portentosa del destino, yo fui testigo presencial de aquella tragedia. Aquella mañana me encontraba en Brooklyn con mi mujer, y desde el otro lado del río pudimos ver lo que pasó con total claridad. Contemplamos atónitos cómo el segundo avión se empotraba contra una de las Torres Gemelas, y las vimos envueltas en llamas, exhalando una nube de humo que cubría todo el cielo de Manhattan, antes de desplomarse. Éramos perfectamente conscientes de que miles de hombres y mujeres acababan de perder la vida delante de nosotros. No puedo decirle qué sentí. No era capaz de dar crédito a lo que veían mis ojos. Escribí acerca de lo ocurrido en un artículo que se publicó en The New Yorker una semana después.
Para Estados Unidos aquello fue una conmoción indescriptible porque era la primera vez que nos ocurría algo semejante en nuestro propio terreno. Hasta entonces las cosas habían ocurrido muy lejos, en otros continentes. De niño, yo seguí los acontecimientos de la II Guerra Mundial, y la tragedia que presencié en directo me hizo pensar en el bombardeo que padeció Londres. Yo vi cómo bombardeaban Nueva York. Para mí, como novelista, haber sido testigo presencial del atentado fue un revulsivo. Tenía que dar alguna respuesta, y tardé casi seis años en hacerlo. Y es así como creé al personaje de Ahmed, que es un terrorista que busca suicidarse porque cree que es lo que le obliga a hacer su fe. Pero lo más importante es que Ahmed es norteamericano, es un chico nacido aquí, en nuestro suelo, en un barrio marginal de una ciudad norteamericana, una ciudad de Nueva Jersey, oprimida, como lo son muchas ciudades norteamericanas. Sentí que mi obligación como escritor era meterme dentro de su piel y ver el mundo y lo que él creía que era su misión a través de sus ojos.
Usted es demócrata de toda la vida. ¿Qué visión tiene de las cosas en estos momentos? ¿Es pesimista?
Irak se ha convertido en una pesadilla, pero era muy difícil suponer que las cosas hubieran podido transcurrir de otra manera. Obviamente, la Administración de Bush no esperaba que las cosas fueran a acabar así. Estaban convencidos de que habría menos resistencia, de que el pueblo iraquí iba a estarles muy agradecido por haberlos liberado de la tiranía de Sadam Husein. Yo no voté por George Bush, pero he hecho un esfuerzo consciente por tratar de ver las cosas desde su punto de vista. Lo que no se puede negar es que Irak es una herida abierta que no cesa de sangrar, y lo que está pasando allí lo hemos causado nosotros, y personalmente, no me parecería muy responsable irse de la zona como quien no quiere la cosa. Es un problema nuestro y lo tenemos que intentar arreglar nosotros, y me gustaría mucho ver un Gobierno demócrata instalado en la Casa Blanca, para ver cómo afronta la situación.
¿Cómo ve usted las elecciones? ¿A quién cree que elegirán los demócratas como candidato?
Es muy difícil saberlo. Estamos viviendo una situación única, que no se ha dado jamás en la historia: un candidato negro y una mujer. Lo que está por ver es si Estados Unidos está preparado para un cambio de semejante calibre. Con respecto a Obama, lo que va a suceder, y eso es algo muy característico de nuestro panorama electoral, es que lo van a someter a un escrutinio del que francamente creo que es muy difícil que salga indemne; aquí se examina despiadadamente el más mínimo aspecto del pasado de los candidatos. El escrutinio ya ha empezado, con cosas como si Obama asistió hace mucho tiempo a una escuela islámica y lo que puede significar algo así. A medida que transcurra el tiempo, el acoso que supone un escrutinio tan despiadado puede llegar a hacerse insostenible. En estos momentos, en las previsiones va por delante Hillary Clinton. Una mujer. A muchos demócratas y a grandes sectores del electorado les gusta el programa de Hillary Clinton. Es decir, les gustan las cosas que dice, pero no estoy tan seguro de que les guste cómo las dice. Con todos mis respetos hacia la dama, no tiene una personalidad precisamente agradable. Ahora bien, ¿por qué razón, si se da el caso de que el candidato a la presidencia de un país es mujer, ésta tiene mayor obligación de caer bien, de ser simpática, de tener una personalidad obligatoriamente agradable? No estoy seguro de que Golda Meir o Margaret Thatcher destacaran precisamente por tener una personalidad agradable. Puede que ahí esté el fondo de la cuestión. No estoy seguro de que los demócratas estén preparados para nominar a una mujer como candidata a la presidencia de Estados Unidos.
¿Podemos abordar la cuestión del patriotismo norteamericano? A lo largo de toda su obra, y en Terrorista sigue siendo así, usted parece oscilar entre el elogio y la crítica a su país.
Sé que no está de moda decir una cosa así, pero soy proamericano. Creo en Estados Unidos, me considero afortunado por ser ciudadano de este país. Me crié en un ambiente en el que el patriotismo era un sentimiento inocente. Históricamente, Estados Unidos fue un país pionero de la fe en la democracia, y seguimos siéndolo. Para nosotros no hay valor civil más alto ni causa más noble que la soberanía del pueblo. Nada puede sustituir una cosa así.
Eso no quiere decir que no hayamos cometido y sigamos cometiendo errores. En mis novelas siempre he sido crítico con muchos aspectos de esta sociedad. En Terrorista alerto de graves errores en los que hemos permitido que incurran nuestros jóvenes. Eso es algo que ya hice en otras novelas, como Corre, Conejo, y ahora he vuelto sobre ello, sólo que en este momento se dan circunstancias que no se habían dado antes, históricamente. Sigo siendo crítico con el carácter y la sociedad norteamericanos. Me gustan cosas de nuestro carácter, como que somos abiertos y tenemos una voluntad permanente de aprender, pero tenemos muchos problemas. Somos una sociedad que se ahoga literalmente en basura, comida basura y la cultura basura de la industria del entretenimiento.
EL FALLECIMIENTO SEGÚN EFE
En la portada de la revista Time. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de enero de 2009. (RanchoNEWS).- Desde Nueva York, la agencia EFE informa del deceso del prolífico escritor estadounidense John Updike:
El novelista, poeta, crítico y dos veces ganador del premio Pulitzer John Updike falleció hoy a los 76 años de cáncer de pulmón, según informaron varios medios de comunicación estadounidenses.
Updike, que residía en Beverly Farms (Massachusetts), falleció esta mañana tras una «larga batalla contra el cáncer de pulmón», según una declaración de su editor, Alfred Knopf, mediante una declaración colgada en internet.
El novelista, que había nacido el 18 de marzo de 1932, era muy conocido por su serie literaria Corre, conejo; El regreso de Conejo; Conejo es rico y Conejo en paz, por los que en dos ocasiones recibió el premio Pulitzer, así como por su novela llevada al cine Las brujas de Eastwick (1984). «John Updike fue uno de nuestros grandes escritores. Formó parte de la familia Knopf durante cincuenta años. Le vamos a echar mucho de menos», indicó el editor.
Updike se graduó en la Universidad de Harvard en 1954 y después se trasladó durante otro año a Oxford (Reino Unido), para estudiar en la Escuela Ruskin de Dibujo y Arte.
Autor muy prolífico, Updike publicó más de 50 libros durante su carrera, que comenzó en la década de los cincuenta, y de los que más de la mitad fueron novelas, así como centenares de historias, críticas y poemas en una de las revistas estadounidenses más prestigiosas, The New Yorker, con la que empezó a colaborar en 1954.
Desde ese año a 1957 formó parte de esa revista neoyorquina, y desde ese mismo año se trasladó a vivir al estado de Massachusetts. Updike, nacido en la ciudad de Shillington (Pensilvania), es considerado uno de los autores contemporáneos más destacados por su estilo de escritura y por las temáticas elegidas, muy cercanas a la vida de la ciudad media estadounidense.
Conocido en los ambientes literarios estadounidenses como el «cronista del adulterio urbano", el fallecido autor recurrió a la situación de las parejas divorciadas para algunos de sus «best sellers» como ocurrió con Las brujas de Eastwick.
Sus novelas le hicieron merecedor de dos premios Pulitzer, así como de prestigiosos premios como el nacional de la literatura estadounidense National Book Award.
Su primer libro, publicado en 1958, fue una colección de poemas titulada The Carpentered Hen (La gallina de la carpintería), y de ese mismo año es su primera novela, La feria del asilo, que recibió buenas críticas.
Un año después, Updike sacó su primer libro de cuentos The same door (La misma puerta), plagado de ironía y tonalidad nostálgica, para en 1960 iniciar la serie de novelas que le dieron la fama y que tiene como protagonista a Harry Rabbit («Conejo») Angstrom, un personaje a través del que expresaba sus opiniones sobre la sociedad estadounidense.
En El Centauro (1963) el autor explicaba a través de un adolescente las sensaciones y sentimientos provocados por una enfermedad como la psoriasis.
En 1967 fue galardonado con el premio ÒHerry Story y en 1982 con el del Círculo Nacional de Críticos Literarios, pero uno de los más importantes fue el premio Pulitzer, que consiguió ese mismo año, con Conejo es rico.
Su segundo Pulitzer le llegó en 1991 con Conejo en paz. También en febrero de 1991 recibió el premio del Círculo de la Crítica Literaria de Estados Unidos, en la categoría de ficción, por Conejo en paz, la última novela de la serie «Conejo» en la que la enfermedad y muerte de Harry Angstrom es utilizada para ilustrar el declive de Estados Unidos.
En ese último libro de la serie, sus personajes, según los especialistas, vivían como los demás ciudadanos de finales del siglo XX la ansiedad ante el cambio de milenio. También sus personajes en ese libro se relacionaban con eventos de la actualidad.
El escritor en su juventud. (Foto: Archivo)
Conocido también por sus escritos sobre el sexo, Updike es autor de Parejas, que durante la década de los sesenta fue uno de los libros que durante más semanas permaneció en las listas de los libros más vendidos.
En 1997 terminó la novela Toward the end of time (Hacia el final de los tiempos) y poco después, escribió las primeras líneas de un libro en internet, bajo el título Murder makes the magazine.
Además de esas obras, destacan otras como Cásate conmigo (1976), Golpe de Estado (1980), S (1988), La versión de Roger (1989), El libro de Bech, Brasil (1994), Gertrudis y Claudio (2000), Conejo en el recuerdo y otras historias (2003), y Busca mi rostro (2004).
Entre sus últimos escritos han estado Pueblos (2004), Aún mirando (2005) y Terrorista (2006), en la que aborda cómo se genera el odio para que un hombre llegue a inmolarse, y en el que aparecen frases como «un temperamento irlandés te hace apreciar a los luteranos».
REGRESAR A LA REVISTA
El novelista estadounidense. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 27 de enero, 2009. (RanchoNEWS).- El novelista John Updike, fallecido a los 76 años. El autor de la saga «Conejo», Premio Pulitzer, muere tras luchar durante años contra un cáncer de pulmón. Una nota de El País:
El novelista estadounidense John Updike, cronista del desencanto vital de la América de clase media, ha fallecido a los 76 años, según ha informado su editorial, Alfred A. Knopf, en The New York Times.
Autor de grandes frescos de la norteamérica contemporánea, como la saga protagonizada por el ciudadano medio Harold Angstrom, alias Conejo, (en Conejo es rico y Conejo en paz, que le valieron el Premio Pulitzer), Updike, ganador del Premio Pulitzer, destacó como escritor de relatos, crítico literario y ensayista en publicaciones de presitigio com The New Yorker y The New York Review of Books. Era uno de los intelectuales más influyentes de Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX. Y además era un superventas.
Updike, que residió en Beverly Farms, Massachusetts (EE UU), fue un autor tremendamente prolífico: escribió más de 50 libros (unas 25 novelas) en una carrera que abarca desde la postrimerías de la Segunda Guerra Mundial a la actualidad. Compaginaba la escritura de ficción (novelas y cuentos) con la de críticas y ensayos. Su producción novelística fue la que le situó en un lugar destacado de la literatura estadounidense contemporánea, junto a grandes firmas como Saul Bellow, Philip Roth, Don DeLillo y Kurt Vonnegut, entre otros.
Sin el Nobel
Entre su amplia galería de galardones no se cuenta el Nobel de Literatura, circunstancia de la que Updike se resarció en una de sus ficciones: uno de sus personajes más recordados, el novelista Henry Bech, egocéntrico y mujeriego, recogió el galardón en 1999.
De su amplia producción destacan las obras en las que retrató la América residencial, la de las urbanizaciones de casas residenciales. Esa América que resurgió con ímpetu tras la Segunda Guerra Mundial, cuando empezaba a olvidarse la Gran Depresión que postró el país tras el crash de 1929. En esos Estados Unidos convalecientes creció el joven Updike, nacido en el seno de una familia protestante en Reading, Pennsylvania, en 1932.
De la desolación de la Gran Depresión, al optimismo de los cincuenta, Updike tomó el pulso a la sociedad estadounidense. Y así siguó durante los sesenta, que vieron el surgimiento de la lucha por los derechos civiles y la oposición a la guerra de Vietnam.
Reproducimos una entrevista al novelista por Eduardo Lago para El País realizada el 29 de junio de 2007
John Updike. El azote de la clase media
El novelista norteamericano John Updike (Shillington, Pensilvania, 1932) es un gigante en un país en el que no faltan gigantes literarios. Algunos de ellos son J. D. Salinger, Norman Mailer, Philip Roth, Toni Morrison, Gore Vidal o Joyce Carol Oates. Sólo esta última podría jactarse de ser tan prolífica como él. Por lo que a versatilidad se refiere, John Updike no le va a la zaga a ninguno. Afincado en Nueva Inglaterra, territorio sagrado de la tradición de los escritores no judíos de las letras norteamericanas, el perfil de John Updike como escritor reúne todas las características desaconsejadas por la Biblia del multiculturalismo: Es blanco, varón, heterosexual, anglosajón y protestante. Ello no ha impedido que se haya hecho acreedor a un respeto casi universal. Una novelista tan exigente y tan alejada de su estética como Margaret Atwood, decana de las letras canadienses, ha dicho de él: «Ningún escritor norteamericano ha escrito tantas obras de tanta calidad durante tanto tiempo».
Updike ha recibido más galardones de los que puede recordar, incluida la concesión en dos ocasiones distintas del Pulitzer en la categoría de ficción, proeza lograda tan sólo por otros dos escritores a lo largo de la historia del premio, uno de ellos, William Faulkner.
Autor de más de medio centenar de libros, su fértil imaginación lo ha llevado a explorar todos los géneros: teatro, poesía, cuento, novela, ensayo, autobiografía, obras para niños, casi ningún tema le es ajeno. Cuando publicó un libro sobre golf, un crítico aseveró: «Se puede escribir sobre deportes como el baloncesto o el béisbol y hacer que resulte entretenido, pero escribir sobre golf y conseguir que el lector se apasione, es algo que sólo está al alcance de John Updike».
Capaz de colocarse máscaras muy distintas y sentirse cómodo detrás de todas ellas, John Updike es, por encima de todo, un narrador formidable. Autor de infinidad de cuentos y de 22 novelas, el conjunto de su obra de ficción constituye la mejor y más completa radiografía de la clase media de Estados Unidos, su país. Nadie ha sometido a examen con tanto rigor la fibra medular de la democracia norteamericana. En sus narraciones, Updike registra las frustraciones, pasiones y ansiedades de los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir en la lucha del día a día, dando forma a frisos corales que logran rescatar de lo más hondo de unas existencias en apariencia anodinas, atisbos de grandeza, el fondo anhelante que da sentido a la vida. Su obra capital es una saga de cuatro novelas que giran en torno al inolvidable Harry, Conejo, Angstrom. Publicadas a intervalos de 10 años, en ellas, Updike sigue la trayectoria vital del protagonista, a la vez que efectúa una reveladora disección de lo que ha sido Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX. Reunidas en 2003 como una sola obra de 1.500 páginas de extensión, para muchos, la saga protagonizada por Harry Angstrom es «la gran novela norteamericana» de nuestro tiempo. Pero la obra de Updike abarca muchos otros registros e incluye muchos títulos de gran calidad, como El Centauro (1963), Parejas (1968), Las brujas de Eastwick (1984), Memorias de la Administración Ford (1992), La belleza de los lirios (1996), Hacia el final del tiempo (1997) o Busca mi rostro (2002). Imposible enumerar todas las entregas de la formidable comedia humana que es la obra narrativa de John Updike, cuyo éxito radica en la honestidad de su visión artística, en la belleza y precisión de su prosa, en la sagacidad impregnada de compasión con que sabe retratar las pasiones y sentimientos más profundos del común de los mortales.
John Updike es un campeón del realismo en el sentido más clásico del término, pero temáticamente siempre ha sido atrevido. Su audaz tratamiento del sexo, su lúcida investigación del sustrato religioso subyacente a la visión cultural de su país, la mirada crítica que dirige hacia la sociedad estadounidense, han roto moldes. A los 75 años, sigue siendo fiel a esta visión. Se publica ahora en España Terrorista (Tusquets), una obra ágil y arriesgada que ha sido recibida con polémica entre sus compatriotas. En ella, Updike invita a los lectores a adentrarse en la psicología de un musulmán de 18 años, nacido y educado en Estados Unidos, cuya repugnancia hacia los valores de Occidente le lleva a creer que su misión es inmolarse en un atentado terrorista.
Los habitantes de Londres y Madrid saben bien qué significa que el germen de un odio y un terror erróneamente arraigados en un sentimiento de índole religiosa anide en los tejidos mismos de la sociedad civil, pero en Estados Unidos, donde la mayor parte de la población no ha salido aún del estupor que provocaron los atentados contra el Pentágono y las torres del World Trade Center en septiembre de 2001, la nueva propuesta novelística del autor de La belleza de los lirios ha causado conmoción. No todos los lectores estaban preparados para que alguien que tan bien ha sabido reflejar sus inquietudes más íntimas, los obligara a confrontar de manera tan directa la posibilidad de que el terror se haya instalado en el centro mismo de su existencia.
¿Qué siente John Updike cuando está delante de las estanterías que albergan el más de medio centenar de títulos que ha publicado a lo largo de su vida?
Los primeros años, cuando sólo había seis o siete libros, me llenaba de satisfacción contemplarlos. Ahora es distinto. A veces pienso que quizá debiera haber escrito menos y entonces no puedo evitar sentir cierta repugnancia, como si fuera un elefante delante de una montaña de excremento.
Hábleme de su casa, de los lugares donde ha vivido, de su vida cotidiana.
Nací en un pueblecito de Pensilvania, donde transcurrió la primera parte de mi vida, hasta que fui a la Universidad de Harvard, en Nueva Inglaterra. Más adelante pasé una temporada en Londres, estudiando arte, y luego viví unos años en Nueva York. Mis primeras tres o cuatro novelas las escribí en Pensilvania, pero hay algo en Nueva Inglaterra que me sedujo desde la primera vez que puse un pie aquí: las pequeñas poblaciones, la gente, el paisaje, las ciénagas, el aire impregnado de salitre, el ambiente cargado de misterio... Desde hace 25 años vivo en las afueras de Beverly, una población costera del Estado de Massachusetts.
Me encanta Nueva Inglaterra, soy muy feliz aquí, es un buen lugar para un escritor. La nómina de autores ilustres que han vivido en esta zona es muy extensa. Melville, Hawthorne y Emerson son algunos de ellos. Vivo con mi segunda esposa, Martha, en una casa de madera pintada de blanco, con unas vistas espléndidas del Atlántico. Trabajo en un ala de la casa, un conjunto de cuatro habitaciones que en tiempos fueron los cuartos de la servidumbre. Martha y yo no dejamos de decir que la casa es excesivamente grande para dos personas, pero la idea de una mudanza nos aterra, por los libros sobre todo. Llevo una vida muy sencilla, con un horario muy rígido que he mantenido siempre: me levanto muy temprano y me encierro a escribir hasta la hora del almuerzo. Desde el principio de mi carrera he procurado vivir de la escritura. Jamás he ejercido ningún otro oficio, ni siquiera la enseñanza, como hacen tantos escritores. Así que no tengo ninguna excusa, estoy condenado a escribir.
En medio de la soledad del proceso creativo, ¿hay momentos en los que su ficción se abre al lado más oscuro de las cosas?
Ciertamente, algunas de mis narraciones se adentran en el lado oscuro de la existencia. Son incursiones en las tinieblas que se ciernen sobre la isla de luz que es la vida, pero cuando estoy entregado en cuerpo y alma al acto de escribir, aunque el asunto sea trágico, siento un placer físico. Cuando estoy en pleno acto creativo y voy encontrando una a una las palabras que expresan lo que deseo decir, se apodera de mí una suerte de éxtasis.
A lo largo de medio siglo de dedicación a la literatura profesional nunca ha tenido agente y siempre ha mantenido una fidelidad absoluta a su editorial, a la revista The New Yorker y a la persona que revisa sus manuscritos antes de su publicación.
No tengo nada contra los agentes literarios, conozco a muchos que son excelentes personas y buenos profesionales. Cuando empecé no era necesario tener agente, hoy la cosa ha cambiado bastante, pero sobre todo no me gusta que nadie interfiera con la intimidad del proceso creativo.
No quiero que nadie opine desde fuera acerca de la dirección que debe seguir mi obra. Las lealtades de las que usted habla se forjaron al principio mismo de mi carrera. Lo primero que publiqué en mi vida apareció en la revista The New Yorker. Tenía 22 años y desde entonces nunca he dejado de colaborar con ellos. Mi primer libro fue una colección de poesía. Lo saqué en Harper porque era la editorial de muchos colaboradores de The New Yorker, pero mi siguiente libro, una novela, se lo ofrecí a Alfred A. Knopf, y desde entonces no he publicado nada con ninguna otra editorial. Una cosa que me gustaba era lo bien que hacían los libros. Tenían belleza visual. Me gustaba mucho la manera de ser de Alfred. Era un editor a la antigua usanza, mucho mayor que yo, pero me encantaba. Tenía garra, chispa, y se preocupaba mucho por sus autores.
¿Cómo es la dinámica de trabajo entre usted y su editora? ¿Interviene mucho en sus manuscritos?
Judith lleva editando mis libros desde que publiqué mi segunda novela, Corre, Conejo, en 1960. Es una mujer de inteligencia muy rápida. No consulto gran cosa con ella hasta tener la novela bastante acabada. Entonces lee el manuscrito, y si tiene cosas que decir, las consulta conmigo, y si me parecen válidas, las incorporo. No suele poner muchas pegas, básicamente me apoya y me alienta, cosa que yo necesito.
¿A qué se debe la aureola de leyenda que envuelve a The New Yorker? ¿Qué tiene de especial?
No hay una revista igual. Hay muchas clases de revistas literarias, pero The New Yorker está por encima de todas. Se fundó en 1925 y empezó como una publicación humorística. En la década de los veinte se concedía más importancia que ahora al ingenio y al humor, conviene no perder de vista eso. Cuando yo empecé a leer The New Yorker tenía solo 11 años. Me encantaban las caricaturas y los chistes gráficos y soñaba con colaborar como dibujante algún día. Cuando andando el tiempo renuncié a mis aspiraciones como dibujante y decidí dedicarme a la escritura, mi modelo era James Thurber, un humorista. Irónicamente, lo primero que publiqué en The New Yorker fue un poema. Tenía 22 años y recuerdo aquel día como uno de los más felices de mi vida, casi tanto como cuando nació mi primer hijo. Me pareció que se me había dado permiso para entrar en el paraíso terrenal de la letra impresa. La grandeza de The New Yorker estribaba en el espíritu que animaba la revista: una mezcla de limpieza, modestia, buen gusto, inteligencia e inocencia...
Usted ha escrito de todo: cuento, novela, poesía, ensayo, autobiografía, libros para niños, incluso una obra de teatro. ¿Qué le ha llevado a ser tan polifacético?
No hay nada comparable a la sensación de tener dentro un poema que puja por salir, cosa que no pasa siempre, por supuesto. He publicado seis o siete volúmenes de poesía, pero no tengo grandes pretensiones como poeta. Con los cuentos es distinto, un cuento es algo rápido e intenso, como tomar una instantánea de la realidad. Desde el punto de vista creativo, el relato no exige tanta inventiva como la novela, no implica la creación de un mundo completo.
La crítica y el ensayo son un aspecto muy importante de mi actividad como escritor. Empecé hace muchos años, y entre otras cosas, es una manera de mantener viva mi presencia en The New Yorker. Es un ejercicio saludable, me obliga a leer libros que de otro modo no leería, y me mantiene en forma como lector.
¿Qué escritores le interesan?
Los de mi generación sobre todo. Por supuesto, leo todo tipo de escritores, algunos mucho más jóvenes que yo, pero me siento parte de una generación, aunque podamos ser muy distintos. Creo que el hecho de haber venido al mundo más o menos a la vez nos confiere una cierta unidad de visión. Siempre he estado condenado a competir con Philip Roth. Los dos tenemos una obra muy amplia y empezamos a publicar muy pronto. Es una presencia muy poderosa en las letras norteamericanas. Aunque es algo más joven que nosotros, Don DeLillo me parece un novelista admirable. Su obra tiene una perspectiva política de la que yo carezco. Entre los maestros del relato breve, el más grande para mí es John Cheever. Fue un poco mi padre literario y le echo terriblemente de menos. Era un hombre atormentado, con un humor muy ácido y una agilidad mental extraordinaria. Entre las escritoras destacaría a Anne Tyler, excelente novelista, sólida, muy sutil, con una obra extensa.
¿Cómo definiría su estilo?
Cuando empecé a escribir me influyó el nouveau roman. Por eso mi primera novela, que publiqué a los 27 años, era bastante experimental, pero mi estilo, por el que mis lectores me reconocen, es esencialmente realista. Aunque en algunas novelas me he apartado de mi modo de hacer fundamental, siempre vuelvo a mis raíces e intento darle al lector un pedazo de la realidad. Creo que fue Nathalie Sarraute quien dijo que el sustrato que hace que todo se mueva es la realidad.
La realidad está en la base de nuestros deseos, de nuestros pensamientos, de nuestros recuerdos, y los novelistas no somos sino comentaristas de la realidad. Decimos lo que en ella hay de maravilloso o de terrible o de misterioso. En ningún lugar me siento más cómodo que instalado en la realidad, cerca de la gente normal. Es de ellos acerca de quienes escribo, acerca de la clase media, ni los más ricos y privilegiados, ni los más pobres, sino el ciudadano medio, los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir día a día en la lucha diaria que es la vida cotidiana.
Su última novela ha causado cierto estupor entre sus lectores porque en ella ha decidido dar vida a un terrorista nacido y educado en los Estados Unidos, y quizá el lector norteamericano no estuviera preparado para recibir algo así, al menos de alguien como usted.
No es ninguna novedad decir que los atentados del 11 de septiembre de 2001 marcaron de manera indeleble a la sociedad norteamericana. Por una coincidencia portentosa del destino, yo fui testigo presencial de aquella tragedia. Aquella mañana me encontraba en Brooklyn con mi mujer, y desde el otro lado del río pudimos ver lo que pasó con total claridad. Contemplamos atónitos cómo el segundo avión se empotraba contra una de las Torres Gemelas, y las vimos envueltas en llamas, exhalando una nube de humo que cubría todo el cielo de Manhattan, antes de desplomarse. Éramos perfectamente conscientes de que miles de hombres y mujeres acababan de perder la vida delante de nosotros. No puedo decirle qué sentí. No era capaz de dar crédito a lo que veían mis ojos. Escribí acerca de lo ocurrido en un artículo que se publicó en The New Yorker una semana después.
Para Estados Unidos aquello fue una conmoción indescriptible porque era la primera vez que nos ocurría algo semejante en nuestro propio terreno. Hasta entonces las cosas habían ocurrido muy lejos, en otros continentes. De niño, yo seguí los acontecimientos de la II Guerra Mundial, y la tragedia que presencié en directo me hizo pensar en el bombardeo que padeció Londres. Yo vi cómo bombardeaban Nueva York. Para mí, como novelista, haber sido testigo presencial del atentado fue un revulsivo. Tenía que dar alguna respuesta, y tardé casi seis años en hacerlo. Y es así como creé al personaje de Ahmed, que es un terrorista que busca suicidarse porque cree que es lo que le obliga a hacer su fe. Pero lo más importante es que Ahmed es norteamericano, es un chico nacido aquí, en nuestro suelo, en un barrio marginal de una ciudad norteamericana, una ciudad de Nueva Jersey, oprimida, como lo son muchas ciudades norteamericanas. Sentí que mi obligación como escritor era meterme dentro de su piel y ver el mundo y lo que él creía que era su misión a través de sus ojos.
Usted es demócrata de toda la vida. ¿Qué visión tiene de las cosas en estos momentos? ¿Es pesimista?
Irak se ha convertido en una pesadilla, pero era muy difícil suponer que las cosas hubieran podido transcurrir de otra manera. Obviamente, la Administración de Bush no esperaba que las cosas fueran a acabar así. Estaban convencidos de que habría menos resistencia, de que el pueblo iraquí iba a estarles muy agradecido por haberlos liberado de la tiranía de Sadam Husein. Yo no voté por George Bush, pero he hecho un esfuerzo consciente por tratar de ver las cosas desde su punto de vista. Lo que no se puede negar es que Irak es una herida abierta que no cesa de sangrar, y lo que está pasando allí lo hemos causado nosotros, y personalmente, no me parecería muy responsable irse de la zona como quien no quiere la cosa. Es un problema nuestro y lo tenemos que intentar arreglar nosotros, y me gustaría mucho ver un Gobierno demócrata instalado en la Casa Blanca, para ver cómo afronta la situación.
¿Cómo ve usted las elecciones? ¿A quién cree que elegirán los demócratas como candidato?
Es muy difícil saberlo. Estamos viviendo una situación única, que no se ha dado jamás en la historia: un candidato negro y una mujer. Lo que está por ver es si Estados Unidos está preparado para un cambio de semejante calibre. Con respecto a Obama, lo que va a suceder, y eso es algo muy característico de nuestro panorama electoral, es que lo van a someter a un escrutinio del que francamente creo que es muy difícil que salga indemne; aquí se examina despiadadamente el más mínimo aspecto del pasado de los candidatos. El escrutinio ya ha empezado, con cosas como si Obama asistió hace mucho tiempo a una escuela islámica y lo que puede significar algo así. A medida que transcurra el tiempo, el acoso que supone un escrutinio tan despiadado puede llegar a hacerse insostenible. En estos momentos, en las previsiones va por delante Hillary Clinton. Una mujer. A muchos demócratas y a grandes sectores del electorado les gusta el programa de Hillary Clinton. Es decir, les gustan las cosas que dice, pero no estoy tan seguro de que les guste cómo las dice. Con todos mis respetos hacia la dama, no tiene una personalidad precisamente agradable. Ahora bien, ¿por qué razón, si se da el caso de que el candidato a la presidencia de un país es mujer, ésta tiene mayor obligación de caer bien, de ser simpática, de tener una personalidad obligatoriamente agradable? No estoy seguro de que Golda Meir o Margaret Thatcher destacaran precisamente por tener una personalidad agradable. Puede que ahí esté el fondo de la cuestión. No estoy seguro de que los demócratas estén preparados para nominar a una mujer como candidata a la presidencia de Estados Unidos.
¿Podemos abordar la cuestión del patriotismo norteamericano? A lo largo de toda su obra, y en Terrorista sigue siendo así, usted parece oscilar entre el elogio y la crítica a su país.
Sé que no está de moda decir una cosa así, pero soy proamericano. Creo en Estados Unidos, me considero afortunado por ser ciudadano de este país. Me crié en un ambiente en el que el patriotismo era un sentimiento inocente. Históricamente, Estados Unidos fue un país pionero de la fe en la democracia, y seguimos siéndolo. Para nosotros no hay valor civil más alto ni causa más noble que la soberanía del pueblo. Nada puede sustituir una cosa así.
Eso no quiere decir que no hayamos cometido y sigamos cometiendo errores. En mis novelas siempre he sido crítico con muchos aspectos de esta sociedad. En Terrorista alerto de graves errores en los que hemos permitido que incurran nuestros jóvenes. Eso es algo que ya hice en otras novelas, como Corre, Conejo, y ahora he vuelto sobre ello, sólo que en este momento se dan circunstancias que no se habían dado antes, históricamente. Sigo siendo crítico con el carácter y la sociedad norteamericanos. Me gustan cosas de nuestro carácter, como que somos abiertos y tenemos una voluntad permanente de aprender, pero tenemos muchos problemas. Somos una sociedad que se ahoga literalmente en basura, comida basura y la cultura basura de la industria del entretenimiento.
EL FALLECIMIENTO SEGÚN EFE
En la portada de la revista Time. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de enero de 2009. (RanchoNEWS).- Desde Nueva York, la agencia EFE informa del deceso del prolífico escritor estadounidense John Updike:
El novelista, poeta, crítico y dos veces ganador del premio Pulitzer John Updike falleció hoy a los 76 años de cáncer de pulmón, según informaron varios medios de comunicación estadounidenses.
Updike, que residía en Beverly Farms (Massachusetts), falleció esta mañana tras una «larga batalla contra el cáncer de pulmón», según una declaración de su editor, Alfred Knopf, mediante una declaración colgada en internet.
El novelista, que había nacido el 18 de marzo de 1932, era muy conocido por su serie literaria Corre, conejo; El regreso de Conejo; Conejo es rico y Conejo en paz, por los que en dos ocasiones recibió el premio Pulitzer, así como por su novela llevada al cine Las brujas de Eastwick (1984). «John Updike fue uno de nuestros grandes escritores. Formó parte de la familia Knopf durante cincuenta años. Le vamos a echar mucho de menos», indicó el editor.
Updike se graduó en la Universidad de Harvard en 1954 y después se trasladó durante otro año a Oxford (Reino Unido), para estudiar en la Escuela Ruskin de Dibujo y Arte.
Autor muy prolífico, Updike publicó más de 50 libros durante su carrera, que comenzó en la década de los cincuenta, y de los que más de la mitad fueron novelas, así como centenares de historias, críticas y poemas en una de las revistas estadounidenses más prestigiosas, The New Yorker, con la que empezó a colaborar en 1954.
Desde ese año a 1957 formó parte de esa revista neoyorquina, y desde ese mismo año se trasladó a vivir al estado de Massachusetts. Updike, nacido en la ciudad de Shillington (Pensilvania), es considerado uno de los autores contemporáneos más destacados por su estilo de escritura y por las temáticas elegidas, muy cercanas a la vida de la ciudad media estadounidense.
Conocido en los ambientes literarios estadounidenses como el «cronista del adulterio urbano", el fallecido autor recurrió a la situación de las parejas divorciadas para algunos de sus «best sellers» como ocurrió con Las brujas de Eastwick.
Sus novelas le hicieron merecedor de dos premios Pulitzer, así como de prestigiosos premios como el nacional de la literatura estadounidense National Book Award.
Su primer libro, publicado en 1958, fue una colección de poemas titulada The Carpentered Hen (La gallina de la carpintería), y de ese mismo año es su primera novela, La feria del asilo, que recibió buenas críticas.
Un año después, Updike sacó su primer libro de cuentos The same door (La misma puerta), plagado de ironía y tonalidad nostálgica, para en 1960 iniciar la serie de novelas que le dieron la fama y que tiene como protagonista a Harry Rabbit («Conejo») Angstrom, un personaje a través del que expresaba sus opiniones sobre la sociedad estadounidense.
En El Centauro (1963) el autor explicaba a través de un adolescente las sensaciones y sentimientos provocados por una enfermedad como la psoriasis.
En 1967 fue galardonado con el premio ÒHerry Story y en 1982 con el del Círculo Nacional de Críticos Literarios, pero uno de los más importantes fue el premio Pulitzer, que consiguió ese mismo año, con Conejo es rico.
Su segundo Pulitzer le llegó en 1991 con Conejo en paz. También en febrero de 1991 recibió el premio del Círculo de la Crítica Literaria de Estados Unidos, en la categoría de ficción, por Conejo en paz, la última novela de la serie «Conejo» en la que la enfermedad y muerte de Harry Angstrom es utilizada para ilustrar el declive de Estados Unidos.
En ese último libro de la serie, sus personajes, según los especialistas, vivían como los demás ciudadanos de finales del siglo XX la ansiedad ante el cambio de milenio. También sus personajes en ese libro se relacionaban con eventos de la actualidad.
El escritor en su juventud. (Foto: Archivo)
Conocido también por sus escritos sobre el sexo, Updike es autor de Parejas, que durante la década de los sesenta fue uno de los libros que durante más semanas permaneció en las listas de los libros más vendidos.
En 1997 terminó la novela Toward the end of time (Hacia el final de los tiempos) y poco después, escribió las primeras líneas de un libro en internet, bajo el título Murder makes the magazine.
Además de esas obras, destacan otras como Cásate conmigo (1976), Golpe de Estado (1980), S (1988), La versión de Roger (1989), El libro de Bech, Brasil (1994), Gertrudis y Claudio (2000), Conejo en el recuerdo y otras historias (2003), y Busca mi rostro (2004).
Entre sus últimos escritos han estado Pueblos (2004), Aún mirando (2005) y Terrorista (2006), en la que aborda cómo se genera el odio para que un hombre llegue a inmolarse, y en el que aparecen frases como «un temperamento irlandés te hace apreciar a los luteranos».
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