miércoles, febrero 25, 2009

Artes Plásticas / México: Beatriz Zamora exhibe un centenar de dibujos en la galería Pecanins

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La artista en la galería. (Foto: Marco Peláez)

C iudad Juárez, Chihuahua,25 de febrero, 2009. (RanchoNEWS).- 100 X 100: los límites del amor infinito se titulan el libro y la exposición de la artista. «La obra tiene un mensaje espiritual muy fuerte y eso transforma al espectador». Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:

Aunque Beatriz Zamora haya nacido para hacer cuadros y no dibujitos, sus carboncillos sobre papel han resultado todo un éxito.

La artista ha reunido una selección de sus trabajos en 100 x 100: los límites del amor infinito, libro que, a la vez, da nombre a la exposición del centenar de piezas montada en la galería Pecanins (Durango 186, colonia Roma), que concluye este viernes 27. Los dibujos se muestran acompañados por igual número de pensamientos.

Conocida por su empleo exclusivo del color negro en su obra pictórica, lo que le ha traído rechazo e inclusive agresiones, la entrevistada en cambio ha vendido un chorro de dibujos.

«El negro –reconoce Zamora– es una obra tan fuerte que a las personas no les entra tan fácil.» Pero los dibujos son más ligeros.


¿Cómo reacciona el público ante un cuadro suyo?

La reacción que he percibido en las exposiciones es de alegría, de entusiasmo, de locura. Cada muestra se vuelve una locura. Las personas se ríen y piensan; sus neuronas se activan. Entonces, empiezan a preguntar qué es el negro, qué significa, cómo entenderlo.

Cuando tu mente se activa, cambia su situación emocional y, además, la obra tiene un mensaje espiritual muy fuerte y eso transforma al espectador.

Sin embargo, aclara la artista, «al negro le dicen el diablo, la oscuridad, el mal. Es un concepto y en ello vivimos; la cultura está fundamentada en el bien y el mal, en lo positivo y lo negativo, el negro y el blanco. Eso es cultural, aunque esencialmente somos seres cósmicos y venimos de esa oscuridad infinita del universo y ésa es la que está adentro de nosotros.

Mientras no reconozcamos lo que en verdad somos, seremos seres débiles, enfermos, tristes, pobres y todo lo que se quiera.

Tener conciencia de ser hijo del universo», continúa Zamora, «transforma en ser libre, poderoso, fuerte, de saber que has sido privilegiado por la vida. Y, entonces, el amor a la vida, el respeto a la naturaleza, el agua, la tierra, se convierte en otra cosa. Pero mientras se siga pensando con los paradigmas de esta cultura, pues se está tronando en todo el mundo. En apariencia es nada más la economía, pero son todos los valores porque están fundamentados en ideas falsas.

La verdad es que somos hijos del universo. Y si no nos comportamos y no entendemos dónde estamos, pues ésa es la desgracia de la humanidad, y todo el mal viene de allí, del odio, las guerras. Todo eso viene de esa deformación mental, porque la verdad es que no tenemos que ver con todo eso». La obra de Zamora habla, entonces, de ese otro mundo.

Cientos de cuadros en riesgo

El libro 100 x 100 es el primero de tres tomos e incluye textos del diplomático francés Marc Sagaert y del crítico de arte Luis Carlos Emerich. Zamora financió la publicación, ya que en la actualidad es becaria del Sistema Nacional de Creadores. En el segundo tomo, para el cual pidió apoyo al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, adelanta que escribirán el autor Eduardo Rubio y el historiador de arte francés Gérard-Georges Lemaire.

Respecto de sus proyectos actuales, la artista señala que su necesidad eterna es tener un inmueble para sacar su obra de la bodega en Iztapalapa, donde se depositó tras el desalojo de su casa-taller, ocurrido el 12 de julio de 2004.

¿Cómo va ese asunto?

Por más que hablo, grito y pataleo, nadie me hace caso. Pero es necesario sacar todo ese trabajo de allí, porque se está echando a perder. Son las bodegas de la Ruta 100, pero han estado dedicadas a guardar las cosas de la gente más pobre, la que se ha quedado en la calle.

Es distinto guardar una silla, una mesa a cientos de cuadros. Sigo necesitando una casa, sacar la obra de la bodega, ponerme a restaurarla y, de ser posible, continuar con su producción.

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