martes, marzo 03, 2009

Libros / México: «Somos hijos del maguey. Vida, pasión ¿y muerte? del pulque»

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Ilustración de Eduardo del Río, Rius incluida en el libro Somos hijos del maguey: vida, pasión ¿y muerte? del pulque. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 28 de febrero 2009. (RanchoNEWS).- Dos bebedores y conocedores del néctar de los dioses, Corina Salazar y Eduardo del Río, Rius, presentan la obra Somos hijos del maguey. Vida, pasión ¿y muerte? del pulque, uno de los acercamientos más pormenorizados al universo de esta bebida mexicana y a su vasta carga cultural. Una nota de Mauricio Flores para Milenio:

Tlachique, tlachicotón, neutle, gis, caldo, baba de oso, cara blanca, babadrai, agua de las matas verdes, néctar de los dioses… Uf, ¿cuántas denominaciones —en paralelo a sus efectos— tendrá ese líquido blanquecino proveniente de la fermentación natural de la savia del maguey?

El pulque, espesura, graduación de alcohol, dulzura, acidez y sabores varios: bebida ancestral, para algunos sucia, mientras que para otros sagrada. Y que en su mismo desdoblamiento (Octavio Paz la ubicó al lado del mezcal para explicarse la dualidad del mexicano) contiene atributos afrodisiacos, nutrimentales, sagrados, medicinales, inspiradores, entre muchos más.

Contiene también historia. Uno de sus más antiguos registros, como utilización ceremonial, se ubica en la ciudad sagrada de Cholollan (hoy Cholula, Puebla), donde aún existe una gran pirámide que conserva el fresco clásico teotihuacano El mural de los bebedores, obra que narra una ceremonia en la que se bebe pulque.

En la obra plástica, de 56 metros de largo por dos de altura, afirma la investigadora Corina Salazar, autora al lado del caricaturista Rius de Somos hijos del maguey. Vida, pasión ¿y muerte? del pulque (Quimera Editores), se reconocen personajes que visten fajas, tocados, orejeras, máscaras y collares, sentados frente a frente y de perfil, de barriga abultada y con las piernas en diferentes posiciones, que brindan, defecan, vomitan y beben enormes vasijas, vasos y jícaras.

El consumo de la bebida, su misma elaboración, habría de cambiar en el tiempo. Los aztecas llamaban neutli al aguamiel y octli al pulque. En cualquier caso las libaciones se realizaban en el transcurso de las fiestas del ciclo agrícola; de la siembra a la cosecha. Así hasta la llegada de los españoles, el auge de las plantaciones magueyeras y la modernidad pulquera.

Sorbos del refranero

«¿Cómo no empaparse del tema y empaparse del albo licor hasta las barbas?», pregunta la presentación de Somos hijos del maguey. Cuestionamiento que se responde en el recorrido histórico-ilustrativo, producto del trabajo conjunto entre el caricaturista Rius y Corina Salazar, el cual incluye apostillas a la bebida, expendios, años de auge y ocaso, los procedimientos previos (maguey, aguamiel, tinacal), recetario y mapa de producción.

Sin menospreciarse las introducciones del cronista Édgar Anaya y del «pulquero mayor» Ricardo del Razo, quien en su larga vida ha sido tlachiquero, tinacalero y dirigente de productores nopaleros y magueyeros de los estados de México, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y Querétaro.

Pero algo más: la obra contiene un deleitoso cántaro del refranero (pulquero) popular, donde destacan los siguientes sorbos:

«Pulque bendito, dulce tormento. ¿Qué haces afuera?, ¡venga pa’dentro». «Sabroso blanco licor, que quitas todas las penas, las propias y las ajenas, no me niegues tu sabor». «Pulque y chito seguro chamaquito». «Esta noche corro gallo, hasta no encontrar velorio, para preguntarle al muerto si hay pulque en el purgatorio». «Estiro el brazo, encojo el codo y me lo hecho todo». «Aquí hay curados de lima, de melón y de manzana, si a usted le gusta mi prima, a mí me gusta su hermana». «¡Aquí te espedo, aquí estoy, jodido pedo contento!». «Dame, Súchil, el cajete lleno de pulque suave, con que la sed ardiente por un momento aplaque». «Agua de las verdes matas, tú me tumbas, tú me matas; tú me haces andar a gatas». «A todos los tlachiqueros mi cumbia vengo a cantar, para que la vayan chiflando cuando vayan a raspar». «Soy hijo de buenos padres, nacido entre los magueyes, el pulque para los hombres y el agua para los bueyes».

Estampas pulqueras

Lo que comenzó siendo una investigación gráfica terminó en uno de los acercamientos más pormenorizados al universo del pulque, a la vastísima carga cultural que tiene tras de sí, asegura el caricaturista Eduardo del Río Rius, coautor, al lado de Corina Salazar, de Somos hijos del maguey. Vida, pasión ¿y muerte? del pulque.

La parte académica nació del interés de Salazar por introducirse en la cultura oral. «Primero me adentré en el mundo del maguey y, al terminar, me acerqué a Rius, quien me apoyó en la parte gráfica».

El caricaturista, quien entró en contacto con el pulque desde su juventud, ya que estudiaba en un seminario rodeado de una hacienda pulquera en Hidalgo, recuerda que las manifestaciones en torno a la bebida están presentes desde siempre. «Todas mis historietas se han desarrollado en pueblitos, necesariamente entonces hay cantina y pulquería. De ahí nacieron personajes que se la vivían en las pulquerías».

Tanto Salazar como Rius se consideran «bebedores y conocedores» del pulque; por lo que apuestan a su conservación. «Nada mal nos vendría que todas las pulquerías sean declaradas patrimonio cultural», sostiene la investigadora egresada de la Universidad de las Américas.

En tanto, Rius destaca la integridad de la mexicanidad de la bebida. «No es una competencia fácil, en especial con la cerveza, que desplazó al pulque. El pulque es la bebida de los pobres y sus expendios el sitio de reunión por excelencia. La pulquería no era sólo un sitio para embriagarse, sino para pasarla bien y estar con los amigos».

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