viernes, junio 26, 2009

Fotografía / España: García Rodero entra a Magnum

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La confesión. Saavedra (Lugo). 1980. Una de las fotografías del libro España oculta. (Foto: C. G. R.)

C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de junio 2009. (RanchoNEWS).- La autora de España oculta puede convertirse mañana en la primera fotógrafa española de la agencia. El exigente proceso de ingreso arrancó hace cuatro años. Una nota de Irene Benito / Antía Castedo para El País:

De los escombros de la II Guerra Mundial nació la agencia Magnum Photos , un mito de la fotografía documental fundado por Henri Cartier-Bresson, Robert Capa, George Rodger y David Seymour. Ahora, 63 años después, una española puede acceder por primera vez al olimpo: todo apunta a que Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) se convertirá mañana en miembro pleno de la cooperativa de fotógrafos más importante del mundo.

García Rodero lleva 35 años haciéndose invisible para capturar la realidad desde el mejor ángulo. «No tengo tiempo para angustias, ya han pasado los días en que estaba irritable e inaguantable. Ahora no hay cabida ni para eso», explicaba con unos nervios propios de la primera exposición, poco antes de viajar a Londres para participar en la reunión anual de la agencia. Ni la maleta sin hacer ni la falta de un hueco para ir a la peluquería la agobiaban tanto como condensar su obra en un audiovisual de 70 fotografías. Sus colegas de Magnum contemplarán mañana una exposición de 109 imágenes y luego, mediante votación secreta, decidirán sobre el ingreso de García Rodero, aunque el veredicto parece cantado.

La inquietud de principiante de la fotógrafa española –que inició el muy exigente proceso de ingreso en 2005– contrasta con la seguridad de sus colegas españoles. «Es cómico que tenga que pasar un examen. A los de Magnum debería darles vergüenza», opina José Manuel Navia. Juan Manuel Castro Prieto coincide: «El reconocimiento de la agencia pondrá las cosas en su sitio. Antes jamás habían mirado a nuestra fotografía». Isabel Muñoz confirma: «Si alguien merece entrar en la agencia, es ella».

Cristina García Rodero ha bautizado el leitmotiv de su obra Entre el cielo y la tierra, una definición personal que agrupa innumerables abordajes de las dualidades y contradicciones del ser humano: lo espiritual y lo carnal, lo religioso y lo pagano, lo natural y lo sobrenatural, la vida y la muerte, la ciudad y el campo, lo nuevo y lo viejo. Esas obsesiones infinitas asomaron por primera vez en España oculta, una colección de imágenes sobre la idiosincrasia religiosa española. Publicada en 1989 –tras 16 años de elaboración–, es un verdadero punto de inflexión en la trayectoria de García Rodero.

Premiada con el Ojo de Oro del World Press Photo en 1993, la calidad de aquel trabajo catapultó de golpe a su autora y la sacó del anonimato. «Aunque se llame España oculta, habla realmente de lo que somos los españoles», opina Isabel Muñoz. «Me veo retratada en esas fotos como puedo verme en una película de Almodóvar. Cristina ha sabido sacar la magia del pueblo, sus luces y sombras, sus alegrías y tristezas, su sensualidad».

Tanto llegó a conocer los ritos y tradiciones que, sobre el papel, éstos parecen invenciones de su cámara y no lo que son: escenas de verídico fervor religioso. La autenticidad de las fotografías debe mucho a un ojo preciso, reconoce Alberto García-Alix. «Cristina es una mujer muy rápida, que hace clic-clic con la misma velocidad que la cámara». Muñoz remata: «España oculta es un trabajo sin época, con la misma fuerza que cuando se publicó».

Además de una mirada certera, García Rodero, una mujer de aspecto campechano, tiene otra virtud: sabe pasar inadvertida. «Una vez me la encontré en un festival de cine erótico donde había muchos fotógrafos», comenta García-Alix. «Yo llevaba un rato haciendo fotos y, de repente, vi que a mi lado estaba ella, colocada en el mejor ángulo posible, disparando sin parar. Llevaba horas allí, ¡y no la había visto! Cristina tiene esa capacidad. Cuando trabaja se vuelve invisible».

García Rodero se formó en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid a finales de los sesenta. Y allí volvió para dar clases de fotografía entre 1983 y 2005. Un discípulo, Rafael Trobat, explica que, durante ese tiempo, sus alumnos no eran del todo conscientes de a quién tenían como profesora. Añade que por aquel entonces García Rodero era «una fotógrafa dominguera». Un adjetivo que se comprende mejor con el recuerdo del reportero Gervasio Sánchez: «Hasta hace diez años ejercía como una simple profesora universitaria que daba clases de lunes a viernes y en su tiempo libre viajaba para hacer fotos». Lo hacía conduciendo un coche pequeño por carreteras desconocidas hasta pueblos insignificantes. Como nunca tenía donde dormir, se preparaba una cama entre el asiento trasero y el maletero.

Las imágenes arrancadas a la tradición y a los festejos populares –y más tarde producidas a tiempo completo, cuando una enfermedad de la vista la obligó a jubilarse de la Universidad– componen un archivo descomunal. Ese vasto horizonte entronca con una artista que en los últimos 20 años se ha empeñado en abrir el abanico geográfico de su trabajo. Dos ejemplos: Rituales en Haití, sobre el sincretismo entre el vudú y el catolicismo, y María Lionza, la diosa de los ojos de agua, sobre la creencia precolombina que impregna la espiritualidad de la sociedad venezolana. Rostros desencajados y cuerpos poseídos, rituales populares, tensión y dispersión, violencia y relajación.

En ella, la foto buena nunca es producto de una coincidencia. García Rodero regresa una y otra vez a los lugares y a las personas fotografiados, incluso después de cerrar los reportajes. El fotógrafo Navia subraya que ninguno de sus logros es casual. «Ha renunciado a tener un compañero estable, a construir un hogar. En su casa la cocina nunca funciona, porque está llena de cajas y de libros. La suya es una voluntad prusiana», comenta. Esa entrega influyó en otros artistas, como reconoce Ouka Leele: «Cristina siempre nos ha llevado a todos por delante, abriéndonos el camino. Fue de las primeras mujeres que me hicieron soñar con la fotografía».

García Rodero espera que la agencia, que le parecía inalcanzable hasta hace poco, le ayude a seguir aprendiendo. Quiere «estar entre sabios» y discutir con ellos el oficio. A punto de cumplir los 60, confía en que Magnum le permitirá seguir trabajando hasta bien entrada la vejez.

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