martes, agosto 11, 2009

Fotografía / Argentina; El libro «Secretos del Jardín» de Aantole Saderman.

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«Cuerno del Diablo», fruto; 1935, de Anatole Saderman. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de agosto 2009. (RanchoNEWS).- Anatole Saderman integró, junto a Grete Stern, Horacio Coppola y Annemarie Heinrich, el grupo que fundó la fotografía moderna argentina. Hoy se presenta un libro sobre sus fotos de flores y frutos, tomadas en 1935. Una nota de Luis Priamo * para Página/12:

Suele afirmarse que el inicio de la fotografía argentina moderna tuvo lugar en los años treinta, con la aparición de cuatro fotógrafos de obra singular y duradera: Grete Stern, Horacio Coppola, Annemarie Heinrich y Anatole Saderman. Lo que estos creadores introdujeron en el medio fue, esencialmente a través de una nueva concepción del encuadre, es decir del recorte de lo fotografiado –su escorzo, su fraccionamiento, su distorsión– y de un modo nuevo de iluminar y retratar a las personas, dentro o fuera del estudio, el propósito de expresar lo real, no sólo de representarlo –y menos aún de embellecerlo a través del retoque o de otros procedimientos convencionalmente artísticos–. Cuando nosotros comparamos el libro Buenos Aires, 1937, de Horacio Coppola, con las vistas de Buenos Aires reunidas en álbumes o librillos impresos del período –o un poco anteriores– pertenecientes a H. G. Olds o Gastón Bourquin –dos excelentes fotógrafos clásicos– advertimos la mirada de un ojo absolutamente nuevo dirigido al mundo urbano, y ya no hablamos de vistas, sino simplemente de fotografías de Buenos Aires, e incluso de estudios: de la noche, del centro, de los barrios, del suburbio porteño. Lo mismo sucede cuando comparamos los retratos tempranos de Grete, Annemarie o Anatole con la producción de Bixio o Witcomb –para nombrar a estudios de prestigio– de la misma época. En éstos se estereotipa un procedimiento –de pose, de iluminación, de escenografía– que en cierto modo despersonaliza a los retratados, a fuerza de repetirse. En los primeros, en cambio, se advierte un estilo aplicado a revelar o expresar a los seres fotografiados. El carácter pionero de los cuatro maestros se consolidó con los años a través de un desarrollo coherente y articulado de sus obras. Las dos primeras muestras que descubrieron a este grupo de artistas sucedieron en 1935. Una de ellas se exhibió en la redacción de la revista Sur, a instancias de su directora, Victoria Ocampo, donde Grete Stern y Horacio Coppola, llegados al país ese mismo año, expusieron fotografías tomadas en Europa. La segunda se montó en la sala de Amigos del Arte, con fotos de plantas, flores y frutos tomadas por Anatole Saderman a instancias de la botánica Ilse von Rentzell, que daría lugar a un libro editado ese mismo año: Maravillas de nuestras plantas indígenas. Hoy este libro es una pieza de colección inhallable y crecientemente valorada: una obra de autor fotográfico (aunque se lo presentara como el libro de una investigadora científica que contó con la colaboración de un fotógrafo) que fue, asimismo, expresión impresa pionera de la fotografía moderna argentina.

La serie que Saderman compuso para Von Rentzell fue el primero y único trabajo de este tipo que realizó en toda su carrera, en la cual practicó esencialmente el retrato y, en menor medida, el paisaje urbano, con algunas experiencias de bodegones. El mismo Anatole consideraba que el género fotográfico en el cual había decantado un estilo y una propuesta artística propia era el retrato: «Considero que mi único género específico es el paisaje humano», dejó escrito. Sin embargo, llamado a repasar con precisión los momentos sustantivos de su producción fotográfica, también señalaba la serie de plantas de 1935: «De otros géneros sólo recuerdo el mundo botánico, cuando trabajé para una botánica, Ilse von Rentzell, para ilustrar su libro Maravillas de nuestras plantas indígenas. Fue un trabajo apasionante, y creo que las fotos me han salido muy bien. El libro está agotado hace ya mucho tiempo».

Después de la edición de Maravillas de nuestras plantas indígenas, debieron pasar muchos años para que la obra de Anatole tuviera una nueva oportunidad de publicarse, aunque se expuso en numerosas muestras. En 1978, la editorial Foco, que editaba una revista de fotografía con el mismo nombre, imprimió Anatole Saderman, un libro con retratos suyos de pintores y escultores argentinos, acompañados por autorretratos de los propios artistas. No bien el libro estuvo impreso, la editorial cayó en problemas de orden financiero y la edición completa quedó sin distribuir, razón por la cual, desde el punto de vista del conocimiento y difusión de la obra de Anatole, los contados ejemplares sobrevivientes sólo tienen un valor testimonial. En 1982, el Centro Editor de América Latina editó Saderman, cuaderno que formó parte de su serie Fotógrafos Argentinos del Siglo XX, con un excelente ensayo de Ricardo Figueras pero escasa calidad gráfica. Recién en 2006, Alicia y Ricardo Sanguinetti publicaron una antología de grandes fotógrafos argentinos donde se incluyen imágenes de Anatole magníficamente impresas. La consecuencia de estas postergaciones y peripecias es una paradoja: el primero de los cuatro maestros fotógrafos modernos que publicó un libro resulta el último en contar ahora con una publicación sustantiva e impecablemente impresa de un capítulo importante de su obra, el mismo que dio lugar a la publicación pionera, por lo demás. [...] Si bien la obra que dio lugar al libro Maravillas de nuestras plantas indígenas había sido por encargo, y aunque nunca volvió a hacer algo similar en su larga producción, Anatole la consideraba un capítulo parangonable al de su retratística, desde el punto de vista de la propiedad creativa. Llamado a describir las circunstancias de aquel trabajo, y a pesar del tiempo transcurrido, sus recuerdos son detallados y muy interesantes.

«Conocí a la señora Ilse von Rentzell a través de una prima mía, que estaba empleada en una importante mueblería. La señora Von Rentzell, nacida en la Argentina, fue criada en Alemania y allí hizo su vida. A la llegada de Hitler, decidió volver a su geografía primitiva. Pero el poco español que había aprendido en su infancia ya lo tenía olvidado. Un día visitó la mueblería mencionada y tuvo que acudir a la ayuda de mi prima, que acababa de llegar de Berlín y hablaba un alemán culto y fluido. Este contacto terminó en amistad. En una ocasión la señora Von Rentzell le preguntó si conocía a un buen fotógrafo y, desde luego, mi prima le habló de mí, que no sólo era un buen fotógrafo, sino que también hablaba alemán. Vino a verme y me invitó a su casa para que hiciera fotos de algunas plantas. Fui, hice las fotos y a ella le gustaron, pero a mí no. Entonces la invité a mi estudio con las plantas y flores que le interesaban, y allí sí logré buenas fotografías. Desde entonces se repitieron las visitas florales y se llegó a una importante cantidad de fotos, con las que hice una de mis primeras exposiciones en la prestigiosa sala Amigos del Arte, en plena calle Florida».

* Investigador y editor de fotografía antigua argentina. Fragmento del prólogo del libro publicado por la galería Vasari, que hoy a las 19 presenta Juan Travnik en la Fundación Osde, Suipacha 658.

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