jueves, enero 28, 2010

Textos / José Luis Domínguez: «¿Te gusta el látex, cielo?, de Nadia Trejo Villafuerte»

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Portada del libro. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de enero de 2010. (RanchoNEWS).- El poeta José Luis Domínguez nos envía desde su natal Cuauhtémoc, Chihuahua, el siguiente texto:

¿Te gusta el látex, cielo?, de Nadia Trejo Villafuerte es un libro compuesto por diez textos narrativos, repartidos entre el cuento y el relato, escritos todos ellos desde distintas voces narrativas que van desde la primera persona, pasan por la segunda y alcanzan una tercera, además de la del infaltable narrador omnisciente.

En el primero de los textos que aparecen en el libro, titulado Flores rojas, vemos ya a una autora segura de sí misma, conocedora de las mejores técnicas narrativas y del lenguaje, herramienta ésta fundamental para el buen desarrollo de la trama con la cual va hilando cada una de sus historias. En Flores rojas vemos surgir la presencia de un extraño, de la otredad que nos perturba, nos pone nerviosos, nos aterroriza, sobre todo porque parece saberlo todo de nosotros.

En Tinta azul, por ejemplo, que es el siguiente, aparte de la estructura muy bien lograda, descubrimos en Nadia Trejo Villafuerte una sagaz observadora de la naturaleza humana, del detalle psicológico, cuando el narrador omnisciente, en una atmósfera que se desenvuelve entre el amor y el odio, entre una historia de aparente cotidianidad, de una rutina atroz, acota lo siguiente sobre su personaje principal:

Espera. No tardará en llegar. El poeta, en cambio, pasa por ahí y se despide. A ella le da igual. Sólo es un buen poeta, está harta de los equívocos. Sobre todo, se ha cansado de los hombres con anillo, del sexo encubierto, del miedo que producen los moteles (p. 23).

Una narración en la cual nos va revelando ese hábito poderoso y terrible al mismo tiempo de vivir siempre las mismas cosas. Tema que, con ciertas variantes, retomará en su tercer texto titulado Frontera de sal, el cual resulta ser la visión de un ser desencantado de la vida, que nos habla de un extremo sur donde se mueren las cosas marcadas por el hondo tedio de la vida, en un sitio donde los hombres y las mujeres sólo porque se parecen a sí mismos, el destino es un largo juego del azar, donde, como dice bien el poeta, «ahí no pasan cosas/ de mayor trascendencia/ que las rosas».

Hay un sitio donde Paredón lleva en su nombre el destino trágico de sus personajes, seres que sólo esperan morir contra el paredón, contra la pared, en una larga agonía existencialista ya decadente; donde el amor es como la representación de un crimen. Paredón es el tercer texto que integra el volumen.

Un detalle que me parece importante destacar en la narrativa de Nadia Trejo Villafuerte y que los lectores habrán de notar es el ritmo interno que parecen poseer cada uno de sus párrafos, lo cual nos revela que estamos ante una lectora apasionada de poesía, descubrimos en su prosa comparaciones tales como:

…una casa de apuestas en medio del desierto es como un alfiler en el ojo (p.9)
El amor es como un resto de colillas (p.22)
A cambio, toma su pequeña mano, aterida y pequeña como la de un ave que nunca emprenderá vuelo alguno (p.26)

El manejo de situaciones extremas u oximorónicas:

No es extraño que por la mañana trabaje en una librería cristiana y por la noche sea una viciosa (p.11)

También maneja, en el texto Frontera de sal, la sinestesia:

Puedes ver con la nariz: la mayoría de los patios asolean camarón seco, diminuto, miles de camarones rojizos, cuya sal quieres paladear. Oler con los ojos: allá, una zanja se mete en tu cuerpo con el tibio y ácido zumo de podredumbre. Sí, es detestable la pobreza (p.30)

Nadia Trejo Villafuerte, en el texto antes mencionado, por ejemplo, maneja también la múltiple negación que es a la vez una múltiple afirmación, porque negando es como la autora hace afirmarse la idea. Este es un acto de prestidigitador del lenguaje:

Preguntas la hora pero ella te advierte que no tiene reloj y usa el radio para saber la hora, sólo que ahora no va a encenderlo porque su marido duerme. Se ha ido dejándote un vacío que duele como una incisión en el estómago. No está frente a ti su pelo abundante y largo cayéndole a los hombros desnudos. No la boca que en vez de labios pareciera tener deseos. No los ojos de tinta chorreando quién sabe qué ardorosa palabra. No la dentadura exhibiéndose sugerente en la leve sonrisa.

¿Cómo descartar entonces que en su cuarto texto titulado Yésira, aparezca el párrafo siguiente:

Pareciera un delirio. ¿No estaré ya muerto, no estaré ya muer, no estaré ya…?

Que, obviamente nos remite al famoso Miércoles de ceniza del poeta inglés Thomas Stearn Eliot: Because I do not hope to turn again. Because I don not hope. Because I do not to turn.

Por otra parte, Yésira nos habla de seres habitados por la otredad rimbaudiana; nos habla de una venganza, el platillo de los dioses donde el protagonista piensa lo siguiente:

Yo nomás voy a vengarme. No porque la hayas matado. Un día nos tocará a todos. No porque la hayas matado, sino por el modo. Restregarla, pegarle. Esperó. Paciente. Te voy a agarrar borracho, pendejo. Sólo para que recuerdes que ella estaba indefensa (p.47).

La piscina, que es el número cinco del libro, viene a confirmarnos que una de las obsesiones temáticas de la autora es la ausencia de carácter en la mujer, víctima frecuente de un machismo sobreentendido y, aparentemente, eterno, que rodea a sus personajes femeninos, los cuales son una suerte de presencias indefinidas, neblinosas, de fantasmas que siempre, en el fondo, están buscándose una especie de tiranía que las gobierne. Como lo piensa Karen, una de las protagonistas: En el fondo, siempre estamos buscándonos un amo (p.52). Hay, también, en este cuento, una crítica social y política muy fuerte, como cuando Karen es impulsada por Manu para que lo acompañe a un tour a Cuba y ella le pregunta cómo ha de hacerle para justificar su salida intempestiva y temporal de la escuela, a la que Manu responde:

Dirás que eres miembro del IFE y te han comisionado para las elecciones de Mérida. Yo hice lo mismo. Ningún director se resiste cuando solicitas permiso para ser vigilante de un proceso de elección, el día en que se elige a los ladrones de la patria (p. 54).

En La piscina, Karen es una completa excéptica del romanticismo, una incrédula, una hija del príncipe de Aquino cuando exclama que: El amor es una cárcel en la que se puede estar a gusto, un vasto desierto que entretiene si se piensa que de algún modo hay que salir de él para no morir (p. 57). Y esto lo dice Karen porque conoce bien la naturaleza humana, porque actúa como una joven vieja, porque sabe que un destino puede ser más cinematográfico si una se trepa al maldito avión para huir de la persona amada, en vez de quedarse esperándolo para cumplir las pobres expectativas de las pasiones. Por eso mismo Karen ha escrito en su desengañada tesis de estudiante:

Claro que el amor no existe, tampoco Dios, tampoco la libertad, tampoco la democracia, y no por eso, todas esas mierderas abstracciones dejan de ponerte en una encrucijada y lastimarte (p.64).

Algunas historias están deliciosamente escritas bajo el espíritu del jazz, como el breve texto número 6 titulado Roxi, en el que Nadia Trejo Villafuerte reitera la temática de la otredad desde un punto de vista muy original, y en la cual Roxi se atreve a dialogar con su propia imagen vertida ante el espejo, y declara, contundentemente, que ella también es infeliz, que ambas, ella y su reflejo, lo son.

En What are you looking for, que es el texto número 7, encontramos como temática la enajenación de un viaje a través de una huida y, posteriormente, el sentimiento del desarraigo. El personaje femenino de Grey es, en efecto, un personaje gris, sin ilusiones, sin esperanzas, viviendo en el autoengaño, en una tierra que no le pertenece. Grillos es otro de los cuentos breves que aparecen en la colección. No por breve está exento de un dominio verbal del que suele hacer gala Nadia Trejo Villafuerte en el resto del libro. Una historia y unas frases muy bien construidas, con imágenes inusitadas, sorprendentes y musicales, como en la página ochenta y siete, cuyo cierre es también armónico, a diferencia de otros textos que son, en su mayoría, de final abierto.

Llegamos al penúltimo texto, al número 9, al titulado Cajita feliz, si se quiere, ahora a ritmo de hip hop. En Cajita feliz descubrimos una sátira, un retrato exacto de los miles que existen y que siguen creyéndose el cuento de que existe el sueño americano. Bah, utopías baratas del consumismo, del mundo del progreso prometido desde la época de la revolución industrial hasta nuestros días por la política consumista y capitalista de los Estados Unidos de Norteamérica, y en el que viven inmersos miles de latinos y compatriotas nuestros. Entre más llena de cosas esté dicha cajita, mayor felicidad se cree haber encontrado. Nada más falso que esto. Un concepto abstracto e invisible, imposible de asir. La felicidad no se encuentra ni se encontrará jamás en una cajita y menos en esa cajita de pandora hecha de nefastas y ridículas sorpresas.

El último relato, mismo que le da título al libro, ¿Te gusta el látex, cielo? Es una especie de thriller gansteril en el que se nos muestra, no sin dejo de ironía, que el crimen no paga. Escrito con un lenguaje descriptivo por demás crudo, este relato es casi una «nouvelle» en el más amplio sentido del término. Glenda es un trasvesti. Busca muchachas, las «engancha» para su cabaret. Elena en el «Bombay» es Helena. Glenda, en realidad es Glen. Glenda, a propósito o no, es el anagrama de glande. El glande de Glen que se cree Glenda. El glande trasvestido. Glen es Genaro Arriaga, seducido por un primo suyo. Julio Nazar, candidato a la presidencia, cae, candidote, en la trampa que le tiende su compadre y adversario político. Nadia Trejo Villafuerte ha apostado hasta el título del libro a esta historia, que resulta ser la menos convincente, la más inverosímil de todas. Cuando la autora había creído alcanzar la cúspide nos entrega una historia demasiado manida, barata, de arrabal freudiano, que no nos sorprende, porque la realidad allá afuera supera cualquier clase de ficción. Un candidato demasiado cándido que se enamora de una prostituta; ésta a su vez, seducida por una promesa de un futuro mejor, se vende al compadre del candidato y convence a su encandungador llamado Glenda de que ha sido golpeada por el candidato y planean juntos una dulce venganza. Este tipo de historias casi convence, pero se cae por el riesgo de caminar sobre una cuerda floja llamada inverosmilitud.

Eso sí, todo el libro respira un ambiente sórdido, animal, salvaje, caníbal. El ambiente es tan propio de una ciudad del pecado cualquiera de las que existen en México, porque México, nación ahogada hasta la mierda en la corrupción, no es más que una ridícula miniatura de lo que representa Sin City, pero sin el noble y generoso detective y sin el villano encantador que es Marv. Aún así, yo recomiendo la lectura de ¿Te gusta el látex, cielo? de Nadia Trejo Villafuerte, porque está muy joven aún y ya promete cosas muy buenas. Enhorabuena por todos nosotros sus lectores.

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