miércoles, febrero 10, 2010

Artes Plásticas / Entrevista a John Baldessari

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El artista californiano en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. (Foto: Gianluca Battistatoni Garriga)

C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de febrero 2010. (RanchoNEWS).- «Aún no sé muy bien lo que es el arte. Mi única respuesta es que es un tipo de alimento que sacia una necesidad espiritual. Todo el mundo hace arte. El problema es la palabra arte. Si nos deshacemos de ella tal vez lo podamos entender mejor. Usted está comiendo; se sirve unos guisantes y los pone junto a las patatas. Y se dice: necesito poner algo rojo o naranja en el plato. O está hablando con alguien en una mesa y de pronto, deliberadamente, cambia la posición de un objeto...». Una entrevista de J. M. Martí Font para El País:

John Baldessari (National City, California, 1931) lleva casi medio siglo haciendo precisamente esto que él piensa que hace todo el mundo. Reconocido como uno de los padres del arte conceptual, a estas alturas ha dinamitado cualquier posibilidad de ser clasificado y utilizado todos los formatos: desde la pintura al vídeo pasando por la performance, la fotografía, el collage, la instalación, el cine, la escultura... Pura belleza, la exposición que mañana abre sus puertas al público en el Museo de Arte Contemporaneo de Barcelona (Macba), lo deja claro.

La muestra, la retrospectiva más importante que se ha hecho sobre Baldessari hasta la fecha, reúne más de 130 obras realizadas entre 1962 y 2009 y ha sido comisariada por Leslie Jones, Jessica Morgan y Bartomeu Marí. Llega de la Tate Modern de Londres y podrá verse hasta el 25 de abril. Después viajará al County Museum de Los Ángeles y al Metropolitan de Nueva York.

Hijo de una familia de inmigrantes, Baldessari llegó al arte cuando se apagaba el impulso de las vanguardias históricas. «Hubo un cambio de paradigma en los primeros años de la década de 1960 e incluso antes», explica, «el expresionismo abstracto parecía agotado y nadie sabía qué dirección tomar. Recuerdo que el MOMA (Museum of Modern Art) montó una exposición titulada The new figuration y yo pensé que volvía la figura. Pero lo único cierto es que los artistas se aburrían y de este aburrimiento salió el minimalismo, el arte pop y el arte conceptual. Pero yo odio ser etiquetado y clasificado, así que siempre he intentado escapar buscando no ser ni carne ni pescado».

Nada mejor para no ser etiquetado que destruir su obra y comenzar de nuevo, aunque esto, tal vez, le valiera la etiqueta que más se le ha pegado, la de conceptual, de la que también, hasta cierto punto, reniega: «Tenía la sensación de que el arte conceptual de aquel momento era demasiado pedante. Así que intenté ser un no-artista». En 1970 Baldessari decide quemar todas sus obras realizadas entre 1953 y 1966 –en el Macba se pueden ver unas cuantas que estaban en manos de coleccionistas– y para ello elabora un ritual junto a un amigo, también artista, que posee un horno crematorio. De ahí nace el Cremation project, que incluye la documentación de la quema, las cenizas, la correspondiente urna, la lápida y la esquela, que forma parte de la exposición del Macba.

Por entonces es profesor en CalArts y acaba de salir la Sony Portapack, la primera cámara de vídeo portátil. Baldessari se lanza a probar este nuevo instrumento y los trabajos que realiza -–I am making art (1971), Baldessari sings LeWitt (1972) y Teaching a Plant the alphabet (1972)– se convierten inmediatamente en referencia. «Fue muy interesante porque permitía a los artistas trabajar con la imagen en movimiento. El cine era muy caro. El vídeo era lo más parecido a la Polaroid: barato e instantáneo. El único problema era la edición, por eso los primeros vídeos son incamara, es decir, que las escenas se filmaban seguidas y en tiempo real».

A partir de ahí ha tocado todas las teclas de las artes plásticas, incluido un tableaux vivant como el que figuraba en la muestra de la Tate. Últimamente ha vuelto a acercarse a un cierto tipo de pintura mezclada con la manipulación de imágenes, una serie reciente que puede verse en Pura belleza, una cierta versión muy colorida del pop.

«Soy una persona en conflicto permanente», confiesa, «por un lado soy un formalista secreto, porque no lo digo, pero me preocupa enormemente dónde y cómo se cruzan las líneas en una fotografía, y lo mismo me pasa con los claroscuros, un asunto en el que he aprendido mucho de Goya, en cuya obra no hay lógica entre la luz y la oscuridad, que es precisamente el secreto».

Ahora, cuando mira atrás, recuerda ese momento de «cambio de paradigma» con el humor que todos reconocen en su obra. «En los primeros años los artistas nos reuníamos en el Max's Kansas City, de Nueva York, y creíamos realmente que había progreso en el arte. Había tantas ideas nuevas que todos nos atribuíamos que propuse establecer un ordenador central para que cada vez que alguien tuviera una idea pudiera llamar y registrarla o descubrir que otro lo había pensado antes. Ahora vivimos lo que se llama pluralismo, no hay un estilo dominante, uno toma prestado del pasado, un poco de aquí un poco de allá...».


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