miércoles, febrero 03, 2010

Música / México: Especialista llama a rescatar la grandeza de Blas Galindo

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Blas Galindo (1910-1993). (Foto: Rogelio Cuéllar)

C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de febrero 2010. (RanchoNEWS).- Mañana se cumple el centenario de Blas Galindo (1910-1993), cuyos Sones de mariachi, al igual que el Huapango, de José Pablo Moncayo (1912-1958), constituyen un referente de la cultura musical mexicana. Una nota de Ángel Vargas para La Jornada:

Ambas obras saturaron actos oficiales, fiestas septembrinas, en un uso intensivo del gobierno que las ubicó entre el público, como «un segundo Himno Nacional».

Con tal saturación, dice a La Jornada la musicóloga Xochiquetzal Ruiz, «se ha perdido la oportunidad de descubrir qué tan grande compositor fue Blas Galindo, más allá de su trabajo dentro de la corriente nacionalista. Esa es una deuda que tenemos pendiente con él y ahora puede ser el momento preciso para rescatarlo».

Hay obras que, para fortuna o desgracia de sus creadores, los marcan para siempre.

Deuda pendiente

Sones de mariachi significó no sólo el reconocimiento y el salto a la fama para el compositor jalisciense a edad muy temprana (30 años), sino su ingreso a la inmortalidad.

Disociar su nombre del título de esa pieza es imposible, así como a su persona de la definición como el exponente más relevante del nacionalismo musical mexicano, según coinciden en señalar expertos.

Es en situaciones como en las que se vio envuelto este músico de origen indígena, cuando se complica discernir sobre cuán benéfico o perjudicial puede resultar el éxito.

Y es que a partir de dicha partitura, las puertas de las salas de concierto de México y también del mundo quedaron abiertas para Blas Galindo. Además, por Sones de mariachi, recibió innumerables elogios, reconocimientos, premios y homenajes hasta el último de sus días.

Sin embargo, en lo que es el lado oscuro o triste de la historia, esa obra representó y representa una especie de eclipse que ha impedido que el resto de la producción del compositor sea conocida y apreciada.

Con ello, en opinión de la musicóloga Xochiquetzal Ruiz, biógrafa de este personaje, el medio musical, «se ha perdido la oportunidad de descubrir qué tan grande compositor fue Blas Galindo, más allá de su trabajo dentro de la corriente nacionalista. Ésa es una deuda que tenemos pendiente con él y ahora puede ser el momento preciso para rescatarlo».

Según la especialista, adscrita al Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información (Cenidim) Carlos Chávez, el hecho de «que sólo se conozca al maestro por los Sones..., debido a que éstos han sido programados ad nauseam, ha impedido que nos acerquemos, por ejemplo, a la brillantez y la riqueza de su música de cámara».

Huapango, de Moncayo, y Sones de mariachi, de Galindo, han sido obras imprescindibles, lo mismo en la Hora nacional (el programa radiofónico transmitido los domingos en todas las estaciones) que en casi toda ceremonia cívica, como la del Grito, además de ocupar un lugar frecuente como fondo musical de comerciales en los medios audiovisuales.

Mesa redonda en el Cenidim

Según Xochiquetzal Ruiz –quien será una de las participantes en la mesa redonda que el Cenidim realizará este miércoles para conmemorar el centenario del maestro–, es en la vertiente de las obras de cámara en la que Galindo plantea su voz, una faceta más introspectiva, la música que más le interesaba hacer y que deseaba fuera escuchada por sus amigos compositores.

El autor escribió la mayoría de su obra de cámara entre 1940 y 1962, su periodo más productivo y cuando se encumbra como uno de los principales exponentes del nacionalismo musical mexicano.

«Se queda con el ropaje de nacionalista y no le afecta, porque lo consienten, pero hay esa otra parte de él que es más inquieta, que quiere mostrarse como el compositor que es. Y justo esa parte es la que tenemos que rescatar ahora», señala.

«Con el pretexto de su centenario, debemos ir a su catálogo y comenzar a discernir. Si juntamos esa obra que hasta la fecha desconocemos, seguramente nos va a presentar un Blas Galindo muy diferente».

Entre los atributos que Xochiquetzal Ruiz destaca del creador jalisciense se encuentran el incansable compromiso y la disciplina en grados febriles que mantuvo con su vocación hasta un par de años antes fallecer, cuando escribió su última obra.

Asegura que Galindo siempre estuvo en constante búsqueda y proceso de trabajo, no obstante que en cierto momento de su carrera hubiera podido dedicarse a explotar la fama que había conseguido cuando se estrenó en Nueva York la primera versión de Sones de mariachi (intitulada Sones mariachi), en 1940, y un año después, la segunda y última versión, en México.

«Cuando comenzó a decaer el nacionalismo musical, él no se quedó allí, y aunque ya tenía entre 50 y 55 años, se adentró a estudiar los nuevos estilos y lenguajes, y comenzó a componer; incluso tiene un concierto para guitarra eléctrica y orquesta», indica.

«Por lo que he oído de esa obra –no la conozco– es que no le fue muy bien. Pero de lo que habla es de un compositor que no podía quedarse atrás, que necesitaba aprender y expresarse en las nuevas formas; por tanto, tenía que estudiarlas. Tuvo un periodo muy nacionalista, pero también uno en el que estuvo experimentando y luego, ya en la vejez, regresó a su lenguaje natural».

En opinión de la musicóloga, además del rotundo éxito de Sones de mariachi y lo notable de su escritura musical, un elemento sustantivo para que la figura de Blas Galindo cobrara las dimensiones que tiene en y para la música y la cultura de México es la cuestión ideológica.

«Un marco ideológico que permitió –explica– que el maestro se convirtiera en el representante de lo indígena en la música de concierto. Eso fue explotado muchísimo. Se volvió incluso una leyenda: Blas Galindo, un indígena que llegó a la ciudad de México, que entró a estudiar al Conservatorio música culta y que fue capaz de embonar la música de donde nació –los mariachis y los sones de Jalisco– con la música de concierto, para llevarla a las salas como una gran obra orquestal».

A lo anterior, hay que sumar otras leyendas románticas que se tejieron en torno a su persona, como aquella de que había participado en la Revolución y que además en una mano llevaba un fusil y en otra la guitarra, lo cual resulta inverosímil, debido a que él tenía sólo siete años cuando terminó esa gesta, puntualiza Xochiquetzal Ruiz.

«En mucho fue Carlos Chávez quien creó esa ideología; le convenía para todos sus proyectos político musicales y político artísticos. ¿Qué hace Chávez? Adopta a Blas Galindo en todos los sentidos; es su maestro, además, muy buen maestro, ya que Galindo aprendió con él cómo componer».

Rodeado por el reconocimiento

«Galindo no era un músico improvisado –prosigue Xochiquetzal Ruiz–, sino un compositor muy preocupado por las estructuras, por mantener una escritura clara, por la orquestación. No oía un son y lo transcribía. Son pocas sus obras en las que hay citas de la música tradicional; en algunas ésta apenas se ve dibujada. En su amplio repertorio tiene muchas sin cita textual de la música tradicional, pero que conservan ese sabor y lenguaje que adoptó».

Otro factor «es que al compositor le tocó vivir la época en que la burguesía mexicana y el régimen priísta comenzaron a consolidarse y, como parte de ese proceso, la ideología que enarbolaba el arte de ese momento era esencial. Si se compara el número de reconocimientos y homenajes al maestro en los años 60 y 70 del siglo pasado con las ocasiones en que se escuchaban sus obras, con excepción de Sones de mariachi, la balanza se inclinará por el primer aspecto», subraya la musicóloga, autora del libro Blas Galindo: biografía, antología de textos y catálogo, publicado en 1994 por el Cenidim

«Creo que nunca se dio cuenta del daño que le hizo Sones..., porque vivía rodeado de gran reconocimiento. Quizá fue bueno para él, porque así pudo componer más y quizá fue bueno para nosotros, porque así nos pudo dejar más obras, ya en esa línea de querer ser él, de expresarse. A la distancia, con las nuevas circunstancias políticas, es necesario comenzar a dar un valor diferente a los compositores del nacionalismo: una nueva voz».

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