jueves, junio 17, 2010

Cine / España: La actriz Fatemah Motamedarya lleva el grito de libertad de Jafar Panahi a Granada

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La actriz delante de la Alhambra de Granada. (Foto: El Cultural)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 17 de junio 2010. (RanchoNEWS). «Me gustaría aprovechar esta primera oportunidad que se me brinda, tras haber sido liberado, para decir que me siento muy agradecido por el extraordinario apoyo que he recibido de mis compatriotas y de la comunidad internacional cinematográfica», es sólo una de las líneas del comunicado que la actriz iraní Fatemah Motamedarya, musa de Kiarostami o el propio Panahi, ha llevado al Festival Cines del Sur de Granada. Son las primeras palabras que pueden oírse de Panahi tras su liberación, a principios de junio, de las cárceles iraníes, donde fue encerrado, como él mismo dice en la misiva, «por tratar de realizar películas». Así, la voz de un artista que ya se ha convertido en símbolo de la libertad ha calado en un certamen que, gracias a su compromiso con el cine iraní en sus anteriores ediciones, ha obtenido una exclusiva mundial. Una nota de Juan Sardá para El Cultural:

Por carta, y en vídeo. Panahi ha sido la presencia/ausencia estelar del certamen. En unas declaraciones desconocidas hasta la fecha, el propio realizador de filmes como El globo blanco (1995) o El círculo (2000), por la que obtuvo el León de Oro en Venecia, ambas estrenadas en España con gran repercusión entre los cinéfilos, explica su cautiverio: «A partir de una grabación de las conversaciones de mi compañero de celda, en las que irónicamente decía que estaba rodando 'la película de mi vida', las autoridades se las tomaron tan en serio que comenzaron a hacerme la vida aun más imposible y llegaron a amenazarme con hacerle daño a mi familia. A partir de ahí, fue cuando decidí iniciar una huelga de hambre». Una huelga que muy probablemente aún no habría terminado (o sí, pero con el deceso del director) si no fuera por una imagen que dio la vuelta al mundo, la actriz Juliette Binoche llorando en el último Festival de Cannes al recibir la noticia de que Panahi corría peligro de muerte.

«Él siempre habla de lo mismo, de cómo se ha sentido protegido y bendecido por la gran familia del cine en todo el mundo», ha explicado Motemardaya. «Pero también cómo jamás será libre hasta que todos los presos políticos, los cuales no tienen la suerte de su fama, estuvieran fuera». De fondo, el clima de tensión brutal que vive Irán desde que en mayo del año pasado el presidente Ahmmanediyad corrompiera los resultados electorales para declararse vencedor. «Hace 25 años que hago películas», dijo la actriz, «y nunca ha sido fácil rodar en Irán. No recuerdo una sola película que no tuviera problemas. Sin embargo, en los últimos meses la represión ha subido de volumen y, la parte positiva, es que por fin la comunidad internacional comienza a ser consciente de la situación que tenemos en Irán».

Panahi fue arrestado en su propia casa en marzo de este año junto a su hija y quince personas mientras estaba preparando su siguiente película. Motemerdaya adelantó en Granada el contenido de un filme que casi le cuesta la vida: «Trataba sobre una familia que debe enfrentarse a la desparición de uno de sus hijos, que se esfuma tras una de las manifestaciones que tuvieron lugar durante la Revolución Verde», la serie de manifestaciones que pusieron en jaque en 2009 al Gobierno de los ayatolás. De momento, el emérito director ha conseguido esquivar la cárcel pero no podrá rodar un título que aportaría luz sobre un país que ha expulsado a los corresponsales extranjeros y que vive, en palabras de la actriz, «una lucha intestina entre reformistas y conservadores». Un país en el que también, como pudimos ver en la reciente Nadie sabe nada de los gatos persas, convive una cultura underground de resistencia impulsada por los jóvenes, en su mayoría hartos de la brutal restricción de libertades a la que están sometidos.

«Obviamente», dice Panahi en un comunicado que cobra un desgarrador significado, «ir a la cárcel no es una experiencia agradable y no se la recomendaría a ningún otro realizador. No obstante, he de decir que me ha dado algunas lecciones valiosas sobre la vida. En prisión, como cineasta socialmente responsable que soy, vi algunas realidades que jamás hubiera podido ver en ningún otro lado». Es el pequeño consuelo de una experiencia que ha tenido, cuando menos, la virtud, de mostrar al mundo en toda su crudeza la brutal falta de libertades de un régimen que amenaza día sí día también a la paz mundial. «Los artistas», opina Motemerdaya, «no tenemos nada que ver con los políticos. Nuestro trabajo consiste en traer un mensaje de paz y el suyo uno de guerra». Desde luego, en ningún país como Irán es tan cierto. Las palabras de Panahi, su ejemplo de firmeza, han resonado hoy en Granada con la fuerza de un huracán que ojalá traiga pronto a la antigua Persia la libertad anhelada.


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