jueves, junio 24, 2010

Literatura / España: Analizan la narrativa latinoamericana contemporánea

.
Patricio Pron, Carlos Labbé, Iosi Havilio y Rodrigo Hasbún. (Foto: El Cultural)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 24 de junio 2010. (RanchoNEWS).- Elcultural.es reúne a los protagonistas del III Congreso de Nuevos Narradores Iberoamericanos y constata la extrema diversidad de voces e influencias que se entrecruzan en el continente. Una nota de Alberto Ojeda.

La narrativa latinoamericana es un laberinto con infinitos callejones. A muchas cátedras y suplementos culturales, un tanto perezosos, les cuesta asimilarlo. Emplean la etiqueta como si ésta abarcara una realidad más o menos homogénea. Pero basta escarbar un poco más tras ella para toparse con un panorama extremadamente complejo, marcado por infinitas paradojas. Un ejemplo: publicar con Alfaguara, Planeta o Mondadori –editoriales transnacionales– en Chile o en Argentina suele ser un obstáculo para que un libro trascienda las fronteras del país en que ha sido editado. Los escritores quedan atados en contratos que constriñen su difusión en unas determinadas fronteras nacionales y la burocracia interna de estos sellos mastodónticos, con sedes en casi toda Latinoamérica, hace el resto.

Así lo explican Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974), Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981), Carlos Labbé (Santiago de Chile, 1977) y Patricio Pron (Rosario, 1975), reunidos por ELCULTURAL.es en la Casa América de Madrid, institución que acoge estos días el III Congreso de Nuevos Narradores Iberoamericanos y en la que estos cuatros autores, promesas literarias tras la estela de los ya consagrados Volpi, Neuman, Iwasaki, Fresán y compañía, tienen un papel protagonista en las múltiples conferencias y charlas previstas hasta el próximo viernes.

Para empezar conviene saber si todavía tiene sentido hablar de literatura latinoamericana. Carlos Labbé, que ha publicado en España Navidad y Matanza y Locuela (Periférica), señala que, en realidad, «nunca lo tuvo». «Lo que sí tiene sentido es hablar de pequeñas áreas, como el Río de la Plata, Bolivia, Santiago, México, Centroamérica, que si tienen rasgos propios que les caracterizan. Conocer esta desintegración es fundamental, porque, por ejemplo, hay una distancia enorme entre lo que se escribe en Santiago y en el Río de la Plata, y eso que están al lado», advierte.

Rodrigo Hasbún, autor de la novela El lugar del cuerpo (Afaguara Bolivia), único que no se ha estrenado todavía en España, secunda a su compañero de oficio: «El concepto de literatura latinoamericana es más que nada una etiqueta comercial y el intento de dar forma a una ilusión que surgió en los años 60». Y Patricio Pron, ensalzado por la crítica y galardonado con el Premio Jaén de Novela por El comienzo de la primavera, tercia para colocar otra perspectiva sobre la mesa: «Es más bien un deseo o una aspiración de los europeos, del mismo modo que para nosotros puede existir una literatura europea, algo que, la verdad, no es más que una abstracción».

¿Entonces no hay nada que ensarte, transversalmente, toda la escritura en español al otro lado del Atlántico y le dé un mínimo atisbo de coherencia interna? «Nunca he creído que tuviera fundamento alguno hablar de literatura continental, intercontinental o intergaláctica. Hay relatos individuales, independientes. Y entre ellos sí se ponen en juego cruces muy interesantes, en los que se puede apreciar la pertenencia a una tradición común», remacha Iosi Havilio, autor de Opendoor (publicado en España por Caballo de Troya).

En esa tradición común hay un nombre que parece incuestionable como figura referencial para las nuevas generaciones de escritores latinoamericanas: Roberto Bolaño. ¿De verdad es tan alargada su sombra? ¿Alguno se atreve a afirmar que no ha sido una influencia en su obra? Es curioso ver cómo reaccionan cuando se saca su nombre a relucir. Alzan sus cabezas, se miran los unos a los otros y respiran hondo. Alguna silla, producto de la agitación, rasga las teselas del suelo del Palacio de Linares. Y en el aire quedan comentarios bien significativos:«¡Pobre Bolaño!», «lo estamos convirtiendo en un monstruo», «aún es tiempo de leerlo»... Todos coinciden en algo: el autor de Los detectives salvajes ha sido excesivamente mitificado y eso es un problema.

Carlos Labbé: Su influencia es tan fuerte como la que haya podido tener Piglia o Kerouac. Y bastante más que Bolaño nos han influido autores como Borges. Su peso se está exagerando demasiado.

Patricio Pron: Es que cuando a un escritor se le destaca tanto como a él parece como si todo lo anterior se borrase. Es una sensación artificiosa. Hay un cúmulo de influencias muy rico, entre las cuales está Bolaño. En mi caso personal sí ha sido muy importante, porque al leerle sentía que quedaba libre del mandato de corrección formal que pesa sobre todo escritor argentino desde Borges.

Iosi Havilio: Es curioso. Bolaño se estaría riendo de su propio fenómeno.

Patricio Pron: Sí, en su obra, de hecho, la función desacralizadora de autores mitificados es muy relevante. Esa misma función debería aplicársela a él también.

Iosi Havilio: El problema es que la canonización de un autor acaba con la discusión y la lectura, como ocurrió con Borges. Se comentaba su obra pero no se leía.

A los que sí se sigue leyendo son a los autores de boom, aunque en los últimos años han surgido voces –generalmente jóvenes– que pretendían renegar de su legado. ¿Dónde estamos, pues? ¿Con o contra García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes...? Patricio Pron deja zanjada la discusión: «Es verdad que durante los 90 se alzaron voces reivindicando la posibilidad de prescindir del realismo mágico. Los escritores de generaciones posteriores no sentimos tanto el peso de estos autores, y por eso nos relacionamos con el boom de una manera más sana. A mí hay libros de ellos que me gustan mucho y otros que no».

Así de sencillo. O mejor dicho: así de complejo. Los choques generacionales, o de cualquier otra índole, no pueden saldarse en el marco literario con respuestas unívocas. Y las que dan estos autores, que poco a poco emergen del anonimato, son un claro ejemplo de que la literatura latinoamericana (si existe a estas alturas) continúa recorriendo un laberinto de infinitos itinerarios... Buena noticia.

REGRESAR A LA REVISTA