martes, junio 22, 2010

Textos / Margarita Muñoz: «Trasgresión Femenina, de Patricia Rosas Lopátegui»

.
Margarita Muñoz durante la presentación del libro Trasgresión femenina, el día 12 de junio del presente año en Ciudad Jiménez, Chihuahua. (Foto: RanchoNEWS)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 1 de julio de 2010. (RanchoNEWS).- A principios de este siglo, el mundo se ve convulsionado por movimientos sociales que vienen a modificar su rostro. En México una sociedad conservadora, regida por principios basados en una moral victoriana, es cambiada de raíz por un proceso revolucionario que rompe con los esquemas sociales, políticos y económicos que modifican todo el contexto de una nación, gobernada durante treinta y tantos años por Porfirio Díaz, el cual imprimió a su gobierno un cierto matiz de modernidad, que involucraba por otro lado grandes desequilibrios.

Un movimiento sin precedente en la historia mundial, trastorna a México en donde poco ha cambiado desde la caída de los imperios indígenas a manos de los conquistadores españoles. La Revolución Mexicana es la primera revolución social y marca, junto con la rusa, el inicio de los tiempos modernos.

El México porfirista ha vivido a la hora europea, el arte y la cultura se inspiran en los modelos occidentales. El dictador ha reproducido perspectivas parisinas y en todas las ciudades se ven quioscos franceses y austríacos y se baila el vals. El arte y la cultura indígenas son tenidos en él más profundo desprecio y la mayoría de los artistas y escritores de la época huyen de este clima asfixiante para buscar, paradójicamente, en Europa aires de libertad.

El movimiento revolucionario, en el campo de la cultura, fue como un dique que se revienta ante la presión de las aguas. Los siguientes años van a ser una riquísima expresión en todos los ámbitos de las bellas artes que le dieron a México un lugar distinguido en el panorama cultural del mundo contemporáneo. Irrumpen con fuerza, artistas de la plástica, pintores, escultores, fotógrafos, y en las letras y el teatro, también se nota un importante auge.

Los mexicanos, de repente, descubren su identidad, su arte, su música y la Ciudad de México cobra una aire liviano, resplandeciente, efervescente, en donde se encuentran al día siguiente de la revolución, estudiantes, aventureros, amantes, maestros, intelectuales, políticos ambiciosos, artistas en una ciudad que se convierte en el faro de los pueblos oprimidos de América.

Ha llegado el momento de llevar a efecto la renovación de la cultura india y una invencible juventud emana de la ciudad, de cada rostro, que se mezcla con la luz particular de México, con el rumor de la vida cotidiana, con el olor de las calles y mercados.

En este contexto, la mujer adquiere una condición preponderante, han luchado codo a codo con sus hombres en la Revolución, y en el camino de victorias y derrotas ha demostrado que por encima de su temperamento, aquél que permite el privilegio de la maternidad, es el pilar de la familia y el apoyo que respalda las grandes decisiones. Ser mujer, no es sólo una condición biológica. Para ejercer como tal, hay que reconocer que la lucha por sus derechos no la obliga a renunciar a su naturaleza y ya resueltas a abandonar el carácter de inferioridad que les impuso la historia, un grupo de mujeres mexicanas participa en este renacimiento de la cultura con una fuerza y un vigor inusitados.

Nos dice Héctor Contreras al presentar este libro en la Universidad de Albuquerque, Nuevo México, Cito: «Trasgresión, rebelión, sublevación, revuelta, son palabras que evocan en nosotros un impulso incontenible de ir más allá de las limitaciones que se nos imponen sin importar su naturaleza o su persistencia. En el caso de las mujeres sobre cuya obra Patricia Rosas Lopátegui ha editado los ensayos en Trasgresión femenina: Estudios sobre quince escritoras mexicanas (1900-1946) , libro que hoy presentamos, este “impulso incontenible” ha desembocado en la escritura, en la exploración detallada, descarnada y celebratoria, de los espacios interiores y exteriores, de la oscuridad y el silencio a los que las mujeres mexicanas han sido confinadas por siglos de una obstinada cultura patriarcal». Fin de cita

Este trabajo pretende ser un reconocimiento a estas mujeres que más allá del escándalo y de las modas circunstanciales, dejaron una huella profunda en el perfil del México Moderno. El camino hacia su redescubrimiento, es abrir las expectativas de investigación sobre el papel que desempeñaron en contraposición con la sociedad, en relación con el hombre y consigo mismas. Mujeres, ignoradas por la historia, compartieron, en momentos, la cresta de la ola de hombres notables en la vida pública y artística del México post revolucionario. Todas tienen en común la búsqueda de sí mismas y el punto de toque, el hilo conductor en la vida de estas mujeres, es su extraordinaria vitalidad, la honestidad con que afrontan su existencia y el compromiso que adquirieron con su propio poder creativo.

Si otros atributos les faltaran a estas mujeres, en su papel en la vida, sería suficiente su papel de musas, de amigas, de compañeras, de algunos de esos hombres más brillantes en ese México profundamente vital y productivo que emergió de la Revolución Mexicana y que hoy nos sigue fascinando.

La exclusión de las mujeres de la esfera pública como designio, como programa, puede rastrearse en varias épocas de la historia de México, no es novedad y viene desde la época de los aztecas y este silencio, esta ignorancia, se cierne también sobre las mujeres que durante las primeras dos décadas del siglo XX lucharon en condiciones muy difíciles para participar en la preparación y el desarrollo de la Revolución Mexicana y que son el antecedente directo de las mujeres incluidas en Trasgresión femenina. En este período, las mujeres se organizaron políticamente, participaron en las huelgas y protestas contra la dictadura de Porfirio Díaz, formaron grupos de estudio y de ayuda mutua, publicaron periódicos y revistas, fundaron organizaciones de y para mujeres y llevaron a cabo varios congresos a nivel nacional. Sin embargo, aunque adquirieron algunos derechos, como la posibilidad del divorcio, la igualdad política resultó ser un pez demasiado elusivo. Como un ejemplo de lo que esta lucha se alargó (al menos en este aspecto), las mujeres mexicanas pudieron ejercer su derecho al voto a nivel nacional por primera vez hasta 1958.

No fueron líderes, pero vivieron con una orientación y un propósito. No fueron mujeres que cambiaran la historia, pero siempre estuvieron en el centro de la acción. La imagen pública de muchas de estas mujeres, está basada en notas de algunos cronistas que sólo les han ofrecido notoriedad, sin embargo hasta hace relativamente poco tiempo, empiezan a realizarse investigaciones serias sobre su vida y su obra. Amaron la vida por encima de cualquier claudicación que el destino les haya deparado en el camino, incluso por encima de todos los hombres en quienes eventualmente, encararon ese amor por la vida.

Trasgresión femenina es una compilación de cuarenta ensayos escritos por 20 mujeres y 10 hombres sobre diversos aspectos, y desde varias perspectivas, sobre 15 escritoras mexicanas, cuya labor literaria comienza en la década de 1920 y se extiende hasta nuestros días. Entre las ensayistas se encuentran tres chihuahuenses: Sandra Montoya, Elizabeth Van Orton y Ana Gabriela Hernández (estas últimas hermanas y originarias de Cd. Cuauhtémoc).

El libro nos ofrece una enjundiosa presentación de la editora y un prólogo encantador de René Avilés Fabila, quién habla de primera mano ya que conoció el ambiente en que se desenvolvieron y a muchas de las mujeres citadas en este libro. Trasgresión femenina, nos vuelve a decir el escritor Héctor Contreras «…nos ofrece un paseo delicioso e intenso a lo largo de los sueños, las frustraciones, las convicciones y los tropiezos tanto de los personajes de las novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos y autobiografías que se discuten y analizan, como de las autoras mismas, quienes han vivido y viven el proceso de convertirse no sólo en artistas por su propio trabajo, sino también en ciudadanas que aspiran a todos los derechos y a todas las responsabilidades que vienen con ellos».

Encuentro este libro por demás interesante, ha sido muy incluyente y me parece un ejercicio fascinante; encuentro grandes ausencias como la de la escritora chihuahuense, pintora, muralista y luchadora social Aurora Reyes y a mi parecer hay autoras, a las que sin restarles ningún mérito, quizá sólo por el tiempo en que han vivido, deberían pertenecer a otro libro: Helena Paz Garro y Silvia Molina. Creo que se debe seguir estudiando a este grupo de mujeres, tan importantes en las letras mexicanas; al reencontrarlas y apreciarlas vamos descubriendo un mundo secreto y maravilloso. Haberme encontrado con Guadalupe Dueñas, Beatriz Espejo y Luisa Josefina Hernández, a quienes no conocía, ha sido una revelación y una inspiración para mí.

«Como si fuera poco –vuelvo a citar a Contreras–, recibimos también el aliento, a veces personal, íntimo, y a veces académico, analítico, de los propios ensayistas, quienes en su generosidad comparten con el público su visión, sus hipótesis y su escritura como resultado de un encuentro, de un diálogo que las trasgresiones de este grupo fascinante de mujeres escritoras ha hecho posible…»

Cd. Jiménez, Chih., Junio de 2010.


REGRESAR A LA REVISTA