jueves, julio 15, 2010

Cine / Entrevista a Rachid Bouchareb

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El cineasta árabe. (Foto: El Cultural)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 15 de julio 2010. (RanchoNEWS).-Tiene una virtud indiscutible: molestar a todos. Rachid Bouchareb se ha impuesto en los últimos años como una de las voces árabes más polémicas pero también respetadas y escuchadas en todo el mundo gracias a películas que hurgan en la responsabilidad de Occidente pero tampoco obvian la crítica a las sociedades árabes. Su capacidad de movilización quedó manifiesta en el último Festival de Cannes, cuando su último filme, aún inédito en Francia, Hors la loi, sobre una matanza en Argelia, provocó manifestaciones de veteranos patriotas. Nacido en París en 1953 de origen argelino, Bouchareb estrena ahora en España London River, su penúltima película, una joya que recibió un premio al Mejor Actor en el Festival de Berlín (al fallecido maliense Sotigui Kouyate) y que llega a las pantallas cuatro años después del asunto que retrata: las bombas que arrasaron el metro de Londres en julio de 2005 provocando más de 50 muertos. La conmovedora historia de un padre y una madre (estupenda Brenda Blethyn), él musulmán, ella cristiana, y su descubrimiento de la verdad sobre sus hijos fallecidos en el trágico suceso son el telón de fondo de un poderoso melodrama a favor de la tolerancia. Una entrevista de Beatrice Sartori para El Cultural:

La película se sostiene de forma muy clara sobre los actores Kouyate y Blethyn...

Bueno, son los pilares de London River. Ellos son la película. Con Sotigui Kouyate hablé ya del guión después de haber rodado juntos Little Senegal. Él fue Ousmane en mi cabeza desde el principio. No sólo es actor, también poeta, carpintero, futbolista y miembro de la compañía estable de Peter Brook. Para la señora Elizabeth Sommers siempre tuve en mente a una actriz formidable a la que admiro desde siempre, Brenda Blethyn, sobre todo desde que la vi en Secretos y mentiras, de Mike Leigh. Tuve que esperarla un año. Pero habría esperado el tiempo que hubiera hecho falta. Para mí era importante observarles: un actor musulmán de Mali y una actriz británica cara a cara. Fue fascinante.

¿Cómo fue su primer encuentro con Blethyn?

Ella estaba muy nerviosa. Las bombas habían matado a 56 inocentes y herido a 700. Los sucesos estaban muy recientes. Brenda ignoraba si yo quería hacer una película sensacionalista o un documental. Enseguida le narré cómo el corazón de la película estaría compuesto por dos personas distintas, de diferentes religiones, de lugares en el mundo muy lejanos. Y de cómo se descubren, interactúan y ven que sus similitudes superan las diferencias.

Blethyn es una actriz acostumbrada a la improvisación. ¿Fue usted flexible con ella?

Sí, y con Kouyate. Había páginas del guión con diálogos precisos, pero nada más. Los actores crearon las escenas. Cuando ambos comparten una manzana, su diálogo físico les pertenece enteramente. Yo no lo había escrito. Cuando se separan y se abrazan, él comienza a cantar porque Sotigui sintió la necesidad de hacerlo para consolar a la viuda y madre de la hija muerta. Yo jamás podría haberlo expresado mejor. Creo que las improvisaciones de ambos aportaron una emoción que no se puede expresar en un guión. Enriquece la película.

La dolorosa historia que narra London River es la de dos padres, un cuidador de árboles musulmán residente en Francia y una ciudadana británica, viuda de un héroe de la «guerra» contra Argentina por las islas Malvinas, residente en la amable Guernsey. Unidos por la desgracia de haber perdido comunicación con sus hijos tras las bombas, un trágico destino les une por un Londres que no aparece en las rutas turísticas, Finsbury Park. En sus indagaciones, descubren que los «niños» eran amantes y estudiaban árabe en una mezquita. Los iniciales prejuicios, sobre todo de ella, desembocarán en una fuerte conexión no exenta de tristeza.

¿Cuál fue el origen de una historia pequeña que adquiere dimensiones formidables?

La idea de partida era simple y escueta: el encuentro del mundo musulmán y el cristiano. El contexto vino después.

En los anteriores filmes de Bouchareb ya se mostraban las divergencias políticas y culturales, y las dificultades que provocaban. Poussières de vie (1995), por la que fue nominado al Oscar, mostraba su capacidad para abordar el choque de culturas y razas, sin caer en dogmatismos al narrar el racismo que sufrieron los vietnamitas hijos de estadounidenses en el país asiático. En Little Senegal (2001), un senegalés buscaba por Estados Unidos a sus ascendientes, llevados a ese país como esclavos. Y el escándalo llegó con Indígenas-Días de gloria (2006), en la que reivindicaba el importante sacrificio de muchos norteafricanos en la derrota de los nazis.

London River rehúye la polémica lanzando un bello mensaje de calado universal: «Tenemos dos padres, Ousmane y Elizabeth Sommers, quienes buscan a sus hijos desaparecidos tras las bombas del metro. No pueden ser más distintos, representan exactamente personajes diametralmente opuestos. Blanca/negro. Cristiana/musulmán. Locuaz/silencioso. Pero, pese a sus distintas lenguas y creencias, comparten emociones universales de esperanza, miedo y amor. Tienen en común mucho más de lo que al principio asumieron».

¿Cómo le influye ser musulmán al contar una historia de terrorismo islámico?

Cuando hago una película, soy un observador. Si mientras la rodamos no siento pálpito alguno, sé que el espectador, tampoco. Borro de la cabeza mi experiencia y mi técnica. Si algo no funciona, ¡fuera! Y estudio si es problema del guión o de cualquier otra incidencia. ¡Nunca de los actores! Rodando, recordé mis contradicciones íntimas tras el 11 de septiembre, un acto de violencia sin precedentes, el asesinato de cerca de 3.000 inocentes. Después de aquéllo, mi condición de argelino se alteró como nunca antes durante mi vida en Francia.

¿Por qué eligió el atentado terrorista de 2005 en el metro de Londres?

Mi deseo de que participara Brenda precipitó la elección. Creo que la historia no se contextualiza en Londres, sino que adquiere una dimensión universal. Nómbreme algún país libre de esa lacra.

En unos días, Bouchareb volverá a las portadas de los periódicos cuando –el 22 de septiembre en Francia y sin fecha aún en España– se estrene Hors la loi, la película que odia el Frente Nacional. El filme se ubica en 1925 en la Argelia rural. La acción se desarrolla cuando un soldado francés se apodera de la casa de una familia de campesinos. Tropas galas cometen desmanes en las pequeñas villas argelinas. Tres hijos supervivientes se dispersan por el mundo y se reúnen finalmente en la capital francesa para alzarse en armas. Bouchareb no se rinde, ¿la sangre argelina es más densa que la francesa? Se preguntan algunos. Otros acusan. Y el cine es su herramienta de entendimiento universal.


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