viernes, agosto 27, 2010

Textos / Leonor Alejandra Silva Lomelí: «“Híkuri”: La representación de un microcosmos. Un nuevo acercamiento al poema de José Vicente Anaya»

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Portada del libro. (Foto: Archivo)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 31 de agosto de 2010. (Leonor Alejandra Silva Lomelí / RanchoNEWS).- En el vaivén de la creación literaria, los poetas se han encontrado con un movimiento que les permite no solamente ser novedosos y contestatarios respecto a lo que se había producido en el pasado, sino que también tienen la oportunidad de rescatar las ideas filosóficas fundamentales de las culturas de origen, que no siempre están presentes en los imaginarios citadinos. A pesar de que ambas culturas son parte de un mismo país, el abismo que existe entre ellas es tal, que parecería que estamos hablando de dos países totalmente diferentes. El movimiento literario de que estamos hablando es la Etnoliteratura, que conjuga ambas visiones de la vida –tanto lo citadino como lo indígena– para establecer diferencias e invitar a los lectores a acercarse a estas filosofías que, para muchos de nosotros, son nuevas.

José Vicente Anaya es uno de los precursores de este movimiento, y con su poemario Híkuri (1978) resume no sólo gran parte de la filosofía rarámuri, sino también las carencias espirituales de los citadinos que se preocupan más por lo material que por lo trascendental. Entre otras ideas fundamentales de estas culturas de origen, la pertenencia a un micro y macro cosmos es quizá la más conocida, y de la que deriva toda su filosofía. A través de estas líneas quiero demostrar cómo Híkuri es la representación de un microcosmos, que a su vez contiene los principios universales que rigen el macrocosmos real –extraliterario–. Así, desde la literatura se crea y recrea un microcosmos –proveniente del sujeto poético– y es plasmado en poesía para crear conciencia en los lectores acerca de su lugar en el universo. La hermenéutica es la herramienta que nos ayudará a develar estos elementos en Híkuri, primero revisando la importancia del movimiento y lo sensorial, y después revisaremos cómo las oposiciones y la dualidad también son parte fundamental de la filosofía representada en el poema. Todos estos elementos conforman las leyes universales que menciono en mi propuesta.

Ave Barrera es una crítica no sólo de la Etnoliteratura, sino del poema Híkuri en sí. Ella, como conocedora del tema, nos dará pautas para establecer este poema que revisamos como un microcosmos en movimiento de espiral. Rothenberg, como precursor del movimiento literario que estudiamos, nos ayudará a conocer la importancia del poema dentro de la literatura en general, y también en el contexto del trabajo de rescate de las culturas de origen que tienen tanto que ofrecernos, y que en ocasiones soslayamos.

El espiral sensorial de Híkuri

Arte huichol. (Foto: Archivo)

El ser humano ha perdido una parte de su humanidad. Cada vez nos vamos convirtiendo en un ente más perteneciente a esa masa poblacional, un número en la estadística, pero pocas veces nos reconocemos ya como un ser individual, y más aún como parte importante de un cosmos. La Etnoliteratura trata, desde la palabra, de rescatar este valor en el ser humano. Uno de los iniciadores de este movimiento nos explica que se trata de «rebasar una civilización que se ha hecho problemática, y retornar brevemente a los orígenes de la humanidad» (Rothenberg 53). Híkuri, escrito por José Vicente Anaya, es una obra perteneciente a este movimiento literario y uno de los mayores exponentes del mismo, por lo tanto su enfoque estará encaminado en este sentido. En los siguientes párrafos voy a analizar cómo este microcosmos creado por Anaya se ha logrado a partir, entre otros aspectos, del movimiento y de lo sensorial, elementos primitivos de las culturas de origen.

Lo llamo espiral sensorial porque es en esta forma en que aparecen los sentidos: se empieza con la vista para después tomar como elemento al oído, después al gusto. Se suceden rápidamente estos elementos, por lo que los anillos del espiral son pequeños aún. Conforme se va avanzando en el poema y pareciera que ya no tendremos elementos sensoriales en el mismo, aparece el tacto y finalmente el olfato. La distancia que hay entre estos sentidos –y me refiero estrictamente al espacio que ocupa en el papel impreso– nos recuerda el efecto espiral que empieza con anillos pequeños y por lo tanto recurrentes entre sí, para después alejarse y hacerse más extensos.

Esta forma dantesca de describir a Híkuri lo inició Ave Barrera, quien habló sobre el texto en general de esta manera: «La composición del poema es una espiral cuyo primer círculo comienza en ‘POR UN VIAJE — DESORBITACIÓN’ (…) para reiniciar otro círculo, más pequeño pero más lejano de la aprehensión lectora, hasta perderse en el final que existe sólo por la ausencia de palabras impresas» (63). Yo tomé este modelo para enfocarlo en lo sensorial, que es un elemento importante del poema, así como lo es en la cultura que Híkuri está representando.

Lo sensorial aparece en Híkuri desde el primer verso: «EN ESTA PROPULSIÓN DE NERVIOS/ ¿Qué ves, / en el lugar que pisa tu cabeza?» (13, 60. El subrayado es mío). Como podemos ver, no sólo se nos alude a la vista desde el inicio del poema, sino que retoma la misma frase en la página 60, muestra de la circularidad misma del texto, algo que vamos a mencionar más adelante. Circularidad y repetición de elementos nos da la idea nuevamente de un espiral. Pero en Híkuri todo está influido y cambiado por una cultura con la que nosotros no estamos en contacto, por lo que la vista también se traduce en la falta de ella, y en una oscuridad mental producida por una cultura citadina que no está en contacto con el ser, sino con el tener: «Abro ventanas que limitan órbitas / y busco la ciega luz que yo genero» (13). La vista como elemento ausente o espiritual que permite conocer el Todo, es el primer sentido que aparece en el poema, y por cierto, es el que tiene más menciones.

Esto no es gratuito si pensamos que las culturas occidentales tienen una tendencia a ser más visuales, y una muestra de ello son las tradiciones prehispánicas, que basaban sus profecías –y en sí toda su organización– por lo que habían visto en sueños o con el efecto de alucinógenos. No olvidemos que el híkuri es uno de ellos, quizá el más importante en nuestras culturas prehispánicas. En este sentido, el rescate del poema es doble: la conciencia del ser humano a través de la reflexión sobre su mundo, y la tradición de usar el peyote o híkuri para rituales sagrados. El significado del peyote se distorsionó con la cultura citadina, porque el sentido de sagrado se perdió. El poema es una reivindicación de esto.

El segundo sentido que aparece en el poema es el oído. Aunque se presenta con menos repeticiones que la vista, nos sigue dando una idea de espiral en movimiento: «Esa sirena / que penetra espiral por mis oídos» (15). Aquí tenemos el referente de la ciudad, y la palabra espiral es ya explícita. Pero esta alusión a lo auditivo se hace presente más adelante a través de la onomatopeya, dando la idea de movimiento y regresión hacia la misma idea: «trrrrrrrr-rracatraco la metralla y / sale el aire en vez de sangre» (16). Por tanto, el poema nos indica movimiento, que es la base también del cambio y es uno de los principios del universo. Un poema que trata de rescatar esta cultura está prácticamente obligado a representar tal movimiento y circularidad.

El siguiente sentido que aparece es el del gusto, que sólo tiene dos menciones,
representando de esta manera un alejamiento respecto a lo sensorial en el poema. En la siguiente cita encontramos cómo los dos sentidos que hemos revisado hasta el momento se conjugan con el tercero, para crear de nuevo repetición, circularidad y movimiento:

SERPENTINAS VOLANTES LOS CANARIOS, son / rayos que rozan azul en amarillo / ¿qué / es la Belleza? / esos pájaros / entran al humo de la producción y sale / un ENJAMBRE DE MOSCAS ZUMBADORAS que / timbran las quebraduras en el alma / LAS MANDÍBULAS / endurecen / atornilladas en los huesos húmeros / SALIVA AMARGA (16. Los subrayados son míos).

El orden en que aparecen los sentidos en esta cita es el mismo en que aparecen en el poema: es un tipo de resumen de lo antes hablado.

El cuarto sentido que aparece es el tacto. Su mención es sólo de una vez; así, paulatinamente nos vamos alejando más del centro del espiral: «SOL ALUMBRA QUEMANTE / RENACE EL AMOR» (26. El subrayado es mío). Así, el movimiento sensorial se va haciendo más lento, y la atención del poema se centra en otros aspectos como la circularidad, las oposiciones, la fugacidad de las cosas y el vacío que produce la cultura citadina en el ser humano. Finalmente aparece el olfato: «subimos en autobuses sin horario / SIERRA ZAPOTECA / entre olores / melón mango guayaba» (28). Este último sentido aparece casi al final, por lo que, si nos apegáramos a la idea que propongo en este apartado, el espiral sensorial termina al hacerlo también el poema, aunque nunca deja de estar presente.

La importancia de los sentidos y la tradición de estimularlos de diferentes maneras proviene de nuestras culturas prehispánicas, algo que justifica ampliamente su aparición en Híkuri.

También el movimiento y la circularidad como elementos místicos y religiosos tienen el mismo origen: son parte de una filosofía que ha estado por centurias en estas culturas.

Estos dos fundamentos universales se hacen presentes en el poema. El sujeto poético en Híkuri toma la postura de un creador y recreador de la poesía desde su interior. Desde él se producen imágenes que recrean un microcosmos dentro del papel, en donde el movimiento y lo sensorial son la base de un viaje que tiene intenciones filosóficas y místicas. El poeta, desde lo individual (su interior), crea una verdad universal, lo que lo hace perteneciente a un macrocosmos, idea que trata de reflejarnos a través de este viaje.

Periplo en movimiento

Arte huichol. (Foto: Archivo)

En los párrafos anteriores hablé sobre cómo se forma un espiral sensorial a partir del movimiento circular y repetitivo de la aparición de lo que nos refiriera a los sentidos. También dije que estos dos elementos –movimiento y sentidos– son parte de la base de esas culturas de origen que la Etnoliteratura se encarga de trabajar. En estos párrafos hablaré de otros dos elementos muy importantes de estas culturas: la dualidad que se convierte en oposiciones –muchas veces complementarias–, y la circularidad.

La vida para estas culturas –y en general todo el cosmos– sufre de cambios, pero todo es parte de un ciclo. En Híkuri esta filosofía no es desechada, y se muestra a través de oposiciones visuales, así como semánticas. Analizaré cómo las oposiciones generan la circularidad y éstas, a su vez, el movimiento, algo recurrente en el poema.

En Híkuri aparecen algunas marcas de dualidad, sin que por esto sean opuestas. Esto nos recuerda el principio universal de que todo tiene su segunda parte, una anotación que nos demuestra al poema como la representación de un microcosmos regido por leyes universales. La afirmación «He sido el mismo nunca» (16), nos habla de un cambio en el sujeto poético gracias a una apertura espiritual y mental, el cambio y el movimiento como base de la filosofía rarámuri y en general de las culturas de origen. En esta cita vemos un primer indicio de oposición, de incongruencia en los tiempos, pero al mismo tiempo nos da la oportunidad de una interpretación nueva: el movimiento y el constante cambio.

Esta idea está ligada a la cultura oriental, en donde un proverbio dice que cuando un hombre se mete al río a bañar, al salir ni el hombre ni el río son los mismos. De nuevo aparece el movimiento y el constante cambio que sufrimos, y nuestro entorno con nosotros. Este sentido de correspondencia que tienen tan arraigadas las filosofías de origen se presenta en Híkuri: «la trayectoria del Sol que a diario es otro» (66). Si ligamos esta cita con la del párrafo anterior, podremos encontrar ese sentido de correspondencia de que hablo. La constante renovación también se hace presente en el poema, marcado por un movimiento incansable. El sujeto poético plasma en el texto todas las bases de las filosofías que contienen las culturas de origen; recrea desde la palabra un microcosmos donde rigen las mismas leyes que nos rigen en la realidad a los seres humanos.

Tenemos otra marca de dualidad que se presenta con los dos elementos primigenios del principio de la vida: «TÚ FEMENINA-MASCULINA / YO MASCULINO-FEMENINO» (27). Ambas partes son obviamente opuestas, pero también complementarias, y en este caso tanto semánticamente como gráficamente tenemos un caso de circularidad y de movimiento: al terminar de nombrar un elemento, nos remite inmediatamente al otro, haciéndolos una conjunción. La creación de la vida y la constante oposición de lo masculino y lo femenino son elementos también importantes en las culturas de origen.

La vida es constante movimiento, no sólo en nosotros como seres individuales, sino que también el resto del cosmos se mueve con nosotros. En Híkuri, esta idea es muy recurrente, y lo vemos más claramente en esta cita: «me extiendo en el reposo móvil» (47. El subrayado es mío). Vemos una oposición por los dos elementos subrayados, pero en realidad recalca la idea que menciono: el movimiento es vida, y el sujeto poético está extendido en ese movimiento continuo, con la conciencia abierta para recibir nuevas experiencias que lo hagan un ser pleno. Si el movimiento es el elemento más recurrente en el poema, la vida es por tanto recreada en él, dentro del microcosmos creado.

Recordemos que toda esta reflexión y la dicha sobre la vida se da gracias a la apertura de su conciencia individual y cósmica por los efectos del híkuri. El sujeto poético está plenamente compenetrado con la vida por lo que pudimos observar en el párrafo anterior y en esta cita: «Soy nada y soy / me moriré de Vida» (44). Aquí vemos cómo la oposición de palabras –aparente incongruencia semántica– rescata no sólo la idea de total plenitud con su ser, sino también de reconocimiento de pertenencia a un universo que, por estar en movimiento, no puede tener materia inerte. Aunque sea nada, tiene un lugar en el espacio; por lo tanto es.

Tenemos otra marca de dualidad, ahora en cuanto a lo microcósmico y lo macrocósmico: «nuestro planeta / es grano / del inmenso infinito Mar del Universo» (39). La oposición ahora se refiere a ser el contenido de algo más grande, y éste a su vez de algo más grande. Esta es la parte central de una conciencia abierta hacia sí mismo y hacia su cosmos. Nos remite al movimiento por la palabra Mar, y en este caso la oposición nos lleva a la circularidad –por la relación contenedor-contenido– pero también a lo infinito.

Respecto a lo infinito, el poema también plasma la filosofía de las culturas de origen, que hablan de la fugacidad de la vida y de lo prácticamente improbable que era que nosotros estuviéramos en el mundo: «La vida es viaje y / sólo nos encontramos en trayectos» (17). Por lo antes dicho, estadísticamente nuestra existencia es equivalente a lo que llamaríamos un milagro, de ahí el valor que los rarámuris le dan a la vida, no perdiendo sin embargo la conciencia de la muerte y de que sólo estamos aquí de paso.

Finalmente el movimiento –producido o no por las oposiciones– es el elemento más constante, la invitación directa al cambio y a la renovación. Híkuri lo representa metafóricamente a través de las figuras que estudiamos, pero también lo hace abiertamente, por si nos quedara alguna duda: «C A M I N A / y sólo confía en el movimiento / Cruza tus propios precipicios» (17). La oposición presentada en esta última cita no es con relación a algún otro rasgo que aparezca dentro del poema, sino que es ya extratextual: es hacia nuestra propia realidad, una cultura que no se preocupa por trascender, sino por subsistir.

El poema, como ya lo vimos, es la conjunción de muchos elementos de la filosofía rarámuri –y en general, de cualquier cultura de origen–. El ser cíclico nos conduce al movimiento, y como lo vimos al principio, también nos da la idea de ser un espiral –si conjuntamos ambas ideas de círculo-movimiento–. Ave Barrera nos explica por qué la aparición de este elemento: «En Híkuri, el movimiento sigue una trayectoria cíclica que conduce al ser a lo profundo de sí mismo, al vacío preexistencial, desde donde se proyecta a la conciencia cósmica de la realidad» (58). La imagen de Barrera es como la de un resorte que te impulsa hacia tu interior para después propulsarte hacia el exterior y la conciencia del macrocosmos. A través de estas experiencias, el sujeto poético nos invitará a su viaje, no precisamente bajo los efectos del híkuri, pero sí a través de una apertura de nuestra conciencia.

Las oposiciones nos llevan a un estado de equilibrio; es la conjunción de dos fuerzas opuestas que dan como resultado algo nuevo. Es el principio también de la vida. Esto, aunado a los principios que revisé al inicio, nos da como resultado la representación de un microcosmos –regido por todas estas leyes universales– y que forma parte a su vez de un macrocosmos. Esta representación es algo que para Villa es parte de la tarea del etnoliterato, recrear: «la creación no es creadora sino reveladora, ya que el autor, copista de una realidad que prescinde de lo imaginario, ‘literaturiza’ el acontecimiento cultural» (102). Anaya, como dice Villa, representa una cultura –la de los rarámuris–, y lo hace a través de sus ideas filosóficas fundamentales: el movimiento, la dualidad, lo sensorial y las oposiciones.

La configuración del microcosmos

Arte huichol. (Foto: Archivo)


Híkuri es uno de los textos más importantes pertenecientes al movimiento de la Etnoliteratura. A pesar del poco material crítico que habla de él, sabemos que por su contenido poético, así como filosófico, es una verdadera recreación de un mundo prácticamente desconocido por nosotros.

El movimiento, lo sensorial, las oposiciones presentes y la circularidad –temas presentes en Híkuri– son elementos que forman parte de una filosofía primitiva sobre el origen del universo y del hombre, y por lo tanto pretenden explicar la posición de éste dentro de aquél, y la importancia del ser humano para que el equilibrio en el cosmos sea completo, así como la obligación que tenemos de preservar nuestro entorno. De aquí se desarrolla la idea de que el microcosmos –ya sea el ser humano como tal o el planeta Tierra– forma parte a su vez de un macrocosmos –la galaxia, el universo–, y ambos son representados en Híkuri. El poeta nos adentra a un universo poético (microcosmos) en el que van a regir las mismas leyes que se presentan en el universo extrapoético (macrocosmos), y por lo tanto la recreación de la realidad que menciona Villa es total: Anaya une las dos culturas y las dos visiones del universo para hacer una común.

Así, Anaya cumple con dos funciones importantes dentro de la Etnoliteratura: rescatar a esas culturas indígenas olvidadas, recordarnos sus costumbres, su lengua y sus ritos sagrados, así como recordarnos nuestro lugar en el mundo a través de la palabra escrita.

A lo largo de este trabajo pude recorrer Híkuri desde lo sensorial, el movimiento, la circularidad y las oposiciones, y determinar qué significado posible puede tener. El conjunto de estos elementos muestra al poema como la recreación de un microcosmos. El poema tiene vida y movimiento en sí, y lo comprobamos a través de su materia verbal. Habrá que abrir paso a una nueva visión acerca de Híkuri, como un poema que se explica a sí mismo simplemente con lo que nos ofrece: la representación de un microcosmos diferente.


Bibliografía
•Anaya, José Vicente. Híkuri. México: Universidad Autónoma de Puebla, 1978.
•Barrera, Ave. «Del vacío al nombre verdadero». Alforja. Revista de poesía (versión electrónica) XXXI (2004): 57-67. Disponible en [http://www.alforjapoesia.com/monografico/contenidos/monografia_31.pdf ]. Consultado el 9 de agosto de 2010.
•Friedemann, Nina. «De la tradición oral a la etnoliteratura». América Negra XIII (1997): 119-131.
•Rothenberg, Jerome. «Sobre la etnopoesía». Alforja. Revista de poesía VIII (1999): 53.
•Villa, Víctor. «En diferido: la etnoliteratura». Íkala. Revista de Lenguaje y Cultura 6 (1998): 89-104.

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