sábado, mayo 14, 2011

Textos / Fina García Marruz: «A Lezama, en el centenario de su nacimiento»

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José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976), fotografiado por Iván Cañas hace 40 años en Cuba. (Foto: France Presse)

C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de abril de 2011. (RanchoNEWS).- Palabras leídas por Fina García Marruz –recién merecedora del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana– en el panel que como homenaje a José Lezama Lima se organizó en la Feria Internacional del Libro Cuba 2010, que publica este día La Ventana, portal informativo de la Casa de Las Américas:

He venido hoy aquí solamente para compartir con ustedes algunos recuerdos que de él tenemos, de la persona inolvidable que fue, ya que, aunque he dedicado tres ensayos a su obra, no hay en ellos huellas de esas «salidas» suyas, que escapan a la «entrada en materia» de su poesía.

Recuerdo que una vez le pregunté:

–¿Lezama, que día nació usted?

Y con aquella peculiar voz suya a la que la falta de aire ahogaba, de tal modo que la última sílaba, la aspiraba como si preguntase, me respondió.

–El día en que fundaron el mundo.

Por eso, desde luego que nunca pudimos ir a su cumpleaños.

Celebrábamos siempre nuestro santo común, San José. Él me llamaba muy temprano, y me decía: «Parece mentira que usted no se haya acordado aún de llamarme...».

Yo me deshacía en excusas: «Que si mi casa es algo grande y por la mañana había que hacer cosas...», lo que me valió una linda respuesta:

–No hable mal de su casa grande: crezca hasta ella.

Poco a poco me fui dando cuenta de que le divertía mi turbación, por lo que un día me vengué y lo llame más temprano que él. «Parece mentira que usted no se haya acordado aún de llamarme...». Aunque nada le era más fácil que reaccionar con alguna agudeza, creo que me dejó ganar, caballerosamente: empezó a reírse, y yo también, acabando así los dos el juego.

No sé cuantas más cosas parecidas podría contar de su trato. Pero yo prefiero, sencillamente, unos pocos versos suyos preferidos. Creo que estarían de acuerdo muchos de ustedes.

Ah, que tú escapes, en el momento
en que habías alcanzado tu definición mejor...

que me recordaba lo de Luz: «La idea más exacta es la que no puede definirse», que prefería terminar contradecida por «el viento gracioso» con que el gato se extendía para dejarse definir.

El otro poema es: Una oscura pradera me convida: «Sus manteles estables y ceñidos, / giran en mí, en mi balcón se aduermen», y ese verso que parece grabado en los aires escogidos, en que «su indefinida cúpula de alabastro, se recrea».

Sus «Pensamientos» lo eran siempre «en La Habana». Si Virgilio sentía la soledad de vivir en una isla («La maldita circunstancia del agua por todas partes»), Lezama aseguraba que vivir en esta isla «era una fiesta innombrable».

De sus grandes soledades, salud escasa y ataques enemigos, dentro o fuera, nunca habló. Sus lecturas eran universales, su cubanía entrañable:

Porque habito una tierra donde el hielo es una
reminiscencia...
Porque habito un susurro como un velamen...

Quisieron «incinerar nuestros dioses», pero «My soul is not in an ashtray...». Una invitación a vivir la Isla no mirando hacia afuera, sino desde dentro, como decía Juan Ramón en el diálogo que sostuvo con él sobre la insularidad. Elogió a los dioses fecundantes «que pusieron en el vacío la región de la fuerza».

Quiero terminar con los últimos versos de su Noche insular: jardines invisibles («Anillos y fragmentos»), estelares, sin duda los más bellos que escribió, y de los que más lo fueron en un tiempo desdeñoso de los dioses y la vida eterna, con su consolador verso final:

Dance la luz reconciliando
al hombre con sus dioses desdeñosos,
los dos sonriendo, diciendo,
los vencimientos de la muerte universal,
y la calidad tranquila de la luz.

¡Muchas gracias, Maestro!


Mayor información: José Lezama Lima



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