martes, junio 21, 2011

Libros / España: La escritora madrileña Silvia Grijalba publica «Contigo aprendí»

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La escritora madrileña hoy en la sede de la editorial Planeta. (Foto: Gorka Lejarcegi)

C iudad Juárez, Chihuahua, 21 de junio 2011. (RanchoNEWS).- Un embarazo suele durar nueve meses. Pero a Silvia Grijalba los tiempos se le alargaron bastante más: han tenido que pasar 11 años, cinco libros y siete kilos perdidos a fuerza de escribir y apenas comer para que la autora madrileña diera a luz Contigo aprendí (Planeta), que define como la novela de su vida y a la que trata «como un hijo», según cuenta la propia Grijalba en la sede de la editorial en Madrid. Una nota de Tommaso Koch para El País:

«Es una novela clásica», detalla la escritora sobre la obra con la que se ha llevado el premio Fernando Lara 2011. Y en un clásico triángulo amoroso se basa la trama que se desliza por España, Cuba y Nueva York a lo largo de las 298 páginas de Contigo aprendí. A principios de los años treinta, José, indiano que se ha hecho rico en La Habana, vuelve a Malleza, pueblo del norte de Asturias, con un solo objetivo en la cabeza: casarse con la mujer más bella de la aldea. Es inevitable que acabe pidiendo y obteniendo la mano de María Luisa, joven hermosa de «ojos maravillosos», relata Grijalba. O más bien recuerda, ya que se trata de su fallecida abuela. Bajo la piel perfecta de la mujer, late sin embargo un corazón prometido al conde Fernando, antiguo amor y herida abierta en el alma de la joven. «A un lado está el marido, un casanova rudo al que María Luisa no quiere, pero que la respeta y le ofrece garantías; al otro lado está el conde, don juan adulador en absoluto fiable», sostiene Grijalba.

En medio, María Luisa coge el timón de la novela y la guía con su protagonismo y su fuerza. «Toda la obra está inspirada en la figura de mi abuela. Además de ser hermosa, era una mujer valiente, sin miedo a romper los convencionalismos. Cuando entraba en un sitio, enseguida pensabas: 'Debe de ser alguien importante», narra Grijalba. En esta suerte de biografía muy novelizada, o de novela con tintes biográficos, María Luisa se entrega a un viaje cuyas etapas marcan su evolución. De Malleza y de su educación religiosa, la joven leva sus anclas rumbo a la vida sensual y sin represiones del Caribe. Y finalmente atraca meses después en el glamour de las fiestas neoyorquinas con Fred Astaire y Cole Porter, donde «se encuentra a sí misma y rompe con todo», afirma Grijalba.

Entusiasta de hablar de su abuela, Grijalba cuenta cómo, a partir de una chispa casual, la mezcla entre ficción y realidad acabó inundando también su vida: «Estaba en una perfumería y de pronto vi el bote que usaba ella. Lo compré y acabó siendo la colonia que todavía uso». Tras el perfume vinieron los bolsos de cocodrilo y los abrigos con piel de leopardo de la abuela. La escritora solitaria se iba transformando en su glamorosa antepasada. La autora se disfrazaba de personaje. Tanto que Grijalba acabó enfermando de su novela. «Los últimos dos meses antes de la entrega escribía todo el día. Se me olvidaba comer, soñaba con el libro. Es como un enamoramiento, pero patológico», asegura.

Cuando el idilio llegó a su última página, la pasión se hizo nostalgia. «Siento añoranza por mi novela», sostiene Grijalba. Seguramente añore también a su abuela y a su padre, también fallecido. Sin embargo quiza fueran el último lazo que mantenía la obra de la escritora atada a sus complejos: «Al principio de mi carrera no me veía capaz de llevar a cabo esta novela. Me faltaba oficio. Luego, los fallecimientos de mi abuela y de mi padre me hicieron sentir más libre para escribir». Más allá de sus aventuras, Maria Luisa dejó el legado de unas semillas que van germinando en su nieta. «Cada día me voy pareciendo más a ella. Me he hecho más valiente, y tengo su misma capacidad de adaptación al cambio», tercia la escritora.

Por mucho que haga hincapié en que su abuela era un animal social aficionado a la moda mientras que ella no es muy de fiestas, Silvia Grijalba parece compartir algo más con María Luisa. Por ejemplo el «capricho» de un bolso parecido a los de su antepasada que va a poder comprarse con parte del premio Fernando Lara. Tal vez ayude a alejar la añoranza. O tal vez solo sea una vuelta a la normalidad. 11 años de embarazo hacen mella en cualquiera.


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