lunes, julio 04, 2011

Poesía / Lilvia Soto: «El sepulturero*»

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¿Quién era el padre o la hija o el hermano
o el tío o la hermana o la madre o el hijo
del cuerpo muerto y abandonado?

– Harold Pinter, La muerte


Entierra a los muertos,
no a los ancianos que mueren de viejos,
no a los enfermos que sucumben a su mala salud,
no a las víctimas de la hambruna,
la inundación, o el terremoto,
sino a los que el capricho de un tirano,
la venganza étnica, o la disputa tribal
destinaron a una bala en el corazón,
una soga alrededor del cuello,
fragmentos de una bomba en el vientre,
un agujero de taladro en la cabeza.

Sheikh Jamal al-Sudani ha dedicado su vida
a lavar y amortajar y enterrar
a las víctimas del odio,
los restos mortales que se acumulan en la morgue
sin que nadie los reclame
por temor a la venganza.

Puede recoger 500 en una semana,
algunas veces, en vez de cuerpos,
le entregan una bolsa de burda tela
llena de cabezas.

Cansado, pero resignado a su misión,
envuelve los restos en seis metros de plástico y
los sube a un camión de plataforma
para el viaje por el Triángulo de la Muerte.

En los cementerios sagrados de Najaf y Karbala
lava cada cadáver,
le asigna un número,
anota sus marcas distintivas,
toma una foto de su cara,
lo amortaja en diez metros de algodón
y lo coloca en una fosa,
algunas veces de dos metros,
otras de sólo la profundidad necesaria
para protegerlo de los perros salvajes.

*Inspirado por Hala Jaber, «Grim days for the gravedigger of Baghdad», TimesOnLine, (from The Sunday Times), septiembre 10, 2006.

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