martes, noviembre 08, 2011

Literatura / Argentina: La segunda edición del Festival de Poesía de la Biblioteca Nacional

.
El poeta Alberto Szpunberg. (Foto: Sandra Cartasso)

C iudad Juárez, Chihuahua, 8 de noviembre 2011.(RanchoNEWS).- Durante dos días y con entrada gratuita, la sede de Agüero 2502 servirá de ámbito a varios autores dedicados al rito de la lectura. «La poesía aporta casi desde el silencio; impacta, modifica, casi desde el susurro», dice la coordinadora, Silvia Puente. Una nota de Silvina Friera para  Página/12:
Unas flechas se lanzan en dirección al oído, palabras escritas que se las arreglan para hacerse de un sentido. En ese periplo del papel a la oreja, los versos de un poema emergen de la caverna de las páginas como tributarios de una intriga sonora. Cuando se cruza ese umbral, el oyente captura un ritmo, quizás escamoteado a sombra de la lectura silenciosa, un silabeo de índole musical con espesor y vida propios. «En la letra», la segunda edición del Festival de Poesía de la Biblioteca Nacional, que comienza hoy, a las 19, en la sala Juan L. Ortiz, con entrada libre y gratuita, convoca una vez más un remolino de entonaciones convergentes o divergentes, según se las escuche. Durante dos días leerán sus poemas Irene Gruss, Roberto Raschella, Mirta Rosenberg, Alberto Szpunberg, Arturo Carrera, Rodolfo Alonso, Alberto Muñoz, Eduardo Mileo, Mario Arteca, Leopoldo Teuco Castilla, Liliana Lukin, Leonardo Martínez, Felipe Oteriño, Jorge Ariel Madrazo, Dolores Etchecopar, Horacio Zabaljaúregui y Marcos Silber. «La lectura siempre es un encuentro de voces, de tonos, de inflexiones, y de intencionalidades», enumera Arteca. «El milagro de la lectura es que pone a circular los movimientos internos de quien escucha, sea escritor u oyente de poesía. Supongo que para el poeta, la importancia de este tipo de festivales es sentir el gozo de escuchar y escucharse junto a escritores de experiencia y mucho recorrido en la literatura».

¿Por qué no hay mesas de debate en un momento en que se discuten tantas cuestiones? ¿La poesía no tiene nada que «decir»? ¿Alcanza sólo con la voz del poeta, leyendo?, pregunta Página/12. Silvia Puente, poeta y coordinadora de «En la letra», plantea que la poesía «no tiene qué discutir». «Es de otra área, es otro decir. No debate, aporta casi desde el silencio; impacta, modifica, casi desde el susurro. Como poeta y como coordinadora de este festival, creo que alcanza con sólo escribir y publicar, claro, siempre que se pueda. Si sumás la voz del poeta, no hace falta nada más», subraya. Arteca, en cambio, opina que no es suficiente la lectura. «Los debates en poesía siempre son muy profundos, porque se discute en relación con el hueso mismo de la palabra, al núcleo verbal que siempre está en ebullición, acorde con la época. Pero de vez en cuando, escuchar a alguien recitar, poner el cuerpo y la palabra al mismo tiempo, es un acto de apropiación del espacio del otro, una invitación a prolongar la búsqueda personal mediante la voz».

Hace poco, Sofía, la nieta de tres años y medio de Alberto Szpunberg, le preguntó: «Cuando hay viento, ¿quién sopla?». El poeta recupera esta anécdota para reflexionar si la poesía tiene algo que «aportar» más allá de la lectura. «La sola búsqueda de una respuesta a tal pregunta irradia nuevas e infinitas preguntas e instala de inmediato un debate, el que es inherente a la poesía, como si un tornado sublime se instalase en el corazón. ¿Cómo, entonces, no extrañar debates en un festival de poesía? Tras el huracán que agitó las urnas el 23 de octubre, averiguar quién sopla cuando hay viento ya merece un diálogo abierto y responsable: ¿Lo del viento son masas de aire de largo aliento que soplan o aire de masas desalentadas que resoplan? ¿Y qué hacer, entre tanto, con los suspiros que son aire y van al aire?», dispara el poeta una artillería de interrogantes.

«Cuando yo sea grande, le contaré a mi nieta que, una noche huracanada, en una isla del Tigre que nosotros confundíamos con el Mekong de la Patria Grande, me encontré con un perro que llamé Ventarrón. Y ella, probablemente, sabrá convertir en palabras –palabras de un idioma que aún no ha sido dicho– los ladridos de una humanidad hoy aventada por las ráfagas», agrega Szpunberg, autor de El che amor y La Academia de Piatock, entre otros títulos. «Acaso algunos poetas se pierdan la oportunidad de ventilar sus almas, pero la poesía jamás: jadea, jadea, siempre a punto de alumbrar. Por lo tanto, desde un punto de vista político, no creo que un bostezo signifique energía eólica. Aunque, desde un punto de vista poético, la distribución equitativa de la riqueza es un viento que, por ejemplo, siempre sopla a favor».

El corazón le palpitaba con tanta violencia que la lengua tropezó con los nervios. Arteca, autor de Guatambú y Bestiario búlgaro, recuerda la primera vez que leyó sus poemas. Ahora, a la distancia, puede sonreír. Fue en el 2000, en el Centro Cultural de España de la calle Florida. «Era un grandulón, y no tenía mucha experiencia leyendo en público», repasa. «Ese día se daban los premios del Concurso Hispanoamericano Diario de Poesía-Vox, del que había sacado el segundo premio junto a Laura Wittner; el primer premio fue el chileno Germán Carrasco. En la primera fila del público estaba el 80 por ciento de los poetas que yo admiraba y respetaba. Estaba tan nervioso que me trabé varias veces, estaba paralizado, pero salí adelante igual; fue una experiencia difícil pero muy enriquecedora y a la vez determinante en lo que iba a venir para mi escritura, que siguió creciendo en la medida de mi habilidad».

Szpunberg cuenta que siempre que lee siente que es la primera vez. «Eso sí: eran las cinco de la tarde en todos los relojes –evoca parafraseando el célebre poema de Federico García Lorca– y el futuro cercano como si fuese ya. Y quién te dice...»



REGRESAR A LA REVISTA