jueves, febrero 02, 2012

Obituario / Wislawa Szymborska

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La escritora polaca. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de febrero 2012. (RanchoNEWS).- Poseedora de la «gracia de un Mozart» y «la furia de un Beethoven» en su poesía, como fue descrita por la Academia Sueca, la escritora polaca Wislawa Szymborska falleció a los 88 años, anunció su asistente, Michal Rusinek. Una nota de Alondra Flores y Reyes Martínez para La Jornada:

La escritora y periodista mexicana Elena Poniatoska recordó: «Wislawa ha escrito que para ella la muerte es una exageración y siempre llega un poco después...», según indicó la prensa, le llegó «tranquilamente, mientras dormía», en su casa de Cracovia. El mismo hogar en un piso pequeño de un barrio periférico. «No viste mejor que antes, no se ha desprendido de su chal, no se ha teñido el pelo. No utiliza palabras altisonantes. No escribe más que antes. Apenas concede entrevistas», relató un crítico 11 años después del «catastrófico reconocimiento».

Szymborska nació el 2 de julio de 1923 en un pueblo al oeste polaco, Bnin, cerca de Poznan, manifestó en su 85 aniversario en una entrevista, de las pocas que concedió, ya que vivía retirada en Cracovia, ciudad a la que llegó en 1931. Estudió literatura polaca y sociología en la Universidad Jagellonian, entre 1945 y 1948.

«En la lengua de la poesía, donde se pesa cada palabra, ya nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda», pronunció en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, que le fue otorgado en 1996 «por poesía que con irónica precisión permite al contexto histórico y biológico salir a la luz en fragmentos de verdad humana», según expresó entonces el jurado en su fallo.

La inspiración es de todos

Busco la palabra (Szukam slowa) fue el título del debut poético de Szymborska en 1945 en un suplemento semanal del periódico Dziennik Polski, principio que continuaría con la publicación de una veintena de colecciones de poemas, entre las que destacan Sal (1962), Cien consuelos (1967), Gran número (1976) y Fin y principio (1993), por citar algunos.

Sus poemas han sido traducidos a diversas lenguas, como inglés, alemán, italiano, hebreo y húngaro.

Al tratar de definir su oficio, Szymborska dijo en su discurso ante la academia: «Los poetas contemporáneos son escépticos y suspicaces incluso, o quizá especialmente, acerca de ellos mismos. Con desgano confiesa públicamente que es poeta, como si se tratara de algo vergonzoso».

Y sobre esas musas que suelen atribuirse a los magos de las letras, mencionó: «la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre cierto número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más».

La inspiración, sea lo que fuere, nace de un perpetuo «no lo sé», dictó la escritora de entonces 73 años. «Por lo anterior, estimo altamente estas dos pequeñas palabras: ‘no sé’. Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida nuestra Tierra diminuta.»

Reflexión subversiva

La Academia Sueca destacó que «su dicción es finamente cincelada y al mismo tiempo libre de manierismo. Ella ha sido descrita como la Mozart de la poesía, en vista de su riqueza de inspiración y la auténtica facilidad con la que sus palabras parecen caer en su lugar. Pero, como se puede ver, también hay algo de la furia de Beethoven en su obra creativa. Su crítica a la civilización con frecuencia se expresa en una ironía más mordaz por su compostura. De esta forma su reflexión se vuelve subversiva en el mejor significado del término».

De 1953 a 1981 trabajó en la redacción del semanario Zycie Literackie (La vida literaria), donde, con la rúbrica Lectura no obligatoria, ejercía la crítica sobre obras desde turismo, cocina, jardinería y brujería hasta historia de arte y creaciones poéticas modernas. También ha traducido mucha poesía lírica, del barroco francés y de Agrippa d’Aubigné.

En una entrevista con Poéticas, revista argentina, confesó haber estudiado el idioma español hace muchos años en fragmentos de El Quijote. «No me acuerdo de nada, pero la estructura de la lengua todavía la controlo... Soy admiradora del Goya luminoso, el de los retratos, el de los tapices, el de las escenas costumbristas y el de las majas. Y he corregido a Velázquez en uno de mis collages: he sacado a una de las meninas al aire libre».

Elena Poniatowska consideró: «Era la más grande poeta viva. Era una poeta y una mujer de veras extraordinaria. Es una pérdida muy grande. Una pésima noticia».

En el prólogo que la narradora hizo a la selección Wislawa Szymborska: poesía no completa (Fondo de Cultura Económica), señala: «leer un poema es un rito de iniciación en el que el libro desaparece para convertirse en mensajero. La de Szymborska no es una poesía mística; sin embargo, sus poemas tienen la magia de la revelación. Y de la sonrisa».

Y, continúa la heredera polaca, «nuestra princesa mexicana, a pesar del Nobel, que la lanzó de cabeza al mundanal ruido, sabe que la muerte es torpe y a veces ni siquiera tiene la fuerza de aplastar una mosca en el aire y son muchos los gusanos que la han abandonado».

Hermann Bellinghausen, colaborador de La Jornada, señaló en este diario: «escribe poemas irónicos y cotidianos sobre la condición humana inmediata, la historia presente, los microcosmos bajo el microscopio y una que otra estrella o planeta, aunque, como ella confiesa, sólo está en condiciones de hablar sobre el planeta Tierra, hasta cierto punto, y en ocasiones acerca de los noticiarios, sus propias manos, el primer amor o la guerra».



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