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Ilustración del cómic Inside Moebius, en la que el dibujante francés Moebius (Jean Giraud) se autorretrata.
C iudad Juárez, Chihuahua, 12 de marzo 2012. (RanchoNEWS).- Habría que retrotraerse a los años treinta del siglo XX para encontrar otro referente vital para la historieta de grafismo realista. Entonces, las tiras de prensa de Alex Raymond, Hal Foster y Milton Caniff, con su impronta entre naturalista y expresionista, marcaron la estética del cómic a varias generaciones de historietistas de todo el mundo. Jean Giraud, dual en su apuesta gráfica, genera junto a Hugo Pratt y Alberto Breccia una senda que, a partir de cierto momento, se bifurca para abrir nuevas tendencias. En su trayectoria como Gir, aprende el oficio con Jijé (Joseph Gillain), partiendo de un concepto naturalista del trazo para, acreedor de una sólida base de dibujo, desarrollar en Blueberry (junto al guionista Jean-Michel Charlier) un realismo detallista que transmite verosimilitud a sus personajes y escenarios. Gir no sólo concibe una brillante técnica de texturas evocadoras; elabora un proceso narrativo inteligente en su sencillez ayudado por una muy bien delimitada puesta en escena. Pero Giraud es un creador inquieto que, en su interior, lleva agazapado a su otro «yo» artístico. Si con Blueberry rompe moldes en cuanto a la historieta de género juvenil se refiere, reconvirtiéndola en la esencia del antihéroe para adultos, la conciencia de que el cómic es, también, un medio expresivo para la experimentación y la génesis de menajes más elaborados, abre el camino a Moebius. Una nota de Antoni Guiral para El País:
Tras firmar algunas historietas como Moebius desde 1963, en 1975 aprovecha la coyuntura que le ofrece la aparición de una revista de la que es cofundador, Métal Hurlant, para con la fantasía y la ciencia ficción como referentes abrir nuevos caminos a la ética y la estética de los cómics. Con su consolidada base realista sintetiza, por un lado, el trazo y reelabora su grafismo en una compleja y detallista técnica que sorprende por sublime, espectacular y evocadora. Rompe con la apuesta de planteamiento, nudo y desenlace en obras como El garaje hermético de Jerry Cornelius, que desarrolla durante tres años en Métal Hurlant sin guion previo, abriendo su mente a la experimentación y aplicando la escritura y el dibujo automático, generando así la que será obra referencial de una parte de las nuevas generaciones de profesionales del cómic. Al mismo tiempo, abre la caja de Pandora para una historieta existencial, en la que el tiempo y el espacio se conjugan para generar realidades alternativas. Este camino iniciático continúa en una parte de la obra que realizará junto al cineasta, escritor y psicomago Alejandro Jodorowsky como guionista. En El Incal, la simbología del tarot se une al descubrimiento por parte de Moebius de las enseñanzas de Carlos Castañeda, lo que le lleva a una condensación de la línea hasta su efecto más puro y diáfano, al tiempo que crea imágenes simbólicas que se convertirán en uno de sus registros preferentes.
Su alegórica y enriquecedora apuesta visual sobrepasará las viñetas para llegar al cine, donde revolucionará el diseño de producción en películas de Ridley Scott, Luc Besson o George Lucas, facilitando que su impronta estética llegue también al terreno de la publicidad y de los videojuegos. Moebius continuará evolucionando, respondiendo a las inquietudes del autor en su constante búsqueda personal, aplicando en su trabajo sus preguntas y respuestas vitales, al tiempo que seguirá ilustrando los álbumes de Blueberry, que tras el fallecimiento de Jean-Michel Charlier continuará en solitario o con otros dibujantes. En su última obra, Inside Moebius, publicada en seis tomos entre 2004 y 2010, aplicará una especie de psicoanálisis, partiendo del cambio que supuso en su concepción artística el abandono del consumo de marihuana. Heterónimo de sí mismo, Moebius interactuará aquí con sus personajes, estableciendo un diálogo dramático en ocasiones, surrealista en otros, que cierra uno de los legados más brillantes de la historieta mundial.
De hecho, el cómic ha contraído una deuda perenne con Moebius, que descubrió a este medio de comunicación senderos originales que han permitido a muchos profesionales la exploración de nuevas vías de expresión.
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