lunes, marzo 05, 2012

Cine / Brian de Palma habla de «Scarface»

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Michelle Pfeiffer en una escena de Scarface. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 4 de marzo 2012. (RanchoNEWS).- Aborrecida en su momento por la crítica de su país, fervorosamente reivindicada en Francia y adoptada más tarde como objeto de culto por la cultura gangsta, muchos ven en Scarface una de las cimas del realizador de Carrie y Doble de cuerpo. Una entrevista de Samuel Blumemfeld y Laurent Vachaud. Tomado del libro Brian De Palma. Entretiens (Calmann-Levy, 2001). Traducción y adaptación: Horacio Bernades, para Página/12:

El reciente reestreno de El Padrino resultó todo un éxito, y la consecuencia directa es el nuevo reestreno de un clásico moderno, que llegará a la cartelera porteña el jueves próximo, contando con el auspicio del canal de cable TCM. Se trata de Scarface, de Brian De Palma, que, como en el caso anterior, la distribuidora CDI presenta en copias digitales remasterizadas y con sonido Dolby Surround.

En la entrevista que sigue –incluida en el libro Brian De Palma. Entretiens–, los críticos Samuel Blumenfeld y Laurent Vachaud reconstruyen junto al autor, quince años después del estreno, la historia entera del film que se hizo famoso por una escena (la de la sierra eléctrica), una frase («Say hello to my little friend») y cifras record de fucks dichos por minuto, habanos consumidos, cocaína inhalada y sicarios muertos como moscas en una sola escena. En nota aparte se da cuenta de los vaivenes que sufrió la recepción de la película, desde el momento del estreno hasta hoy.

Scarface fue su primera colaboración con Al Pacino.

Lo conozco desde los años ’60. Siempre quise trabajar con él. Allá por 1970 tuvimos un proyecto juntos para la Warner Brothers. Se llamaba Cop-out y no prosperó. Al es un actor que se incorpora a la película con muchas ideas, con referencias que vienen del mundo del teatro. En el caso de Scarface, la referencia era Ricardo III. El mayor talento de Pacino consiste en convertir en realistas las ideas de interpretación más sutiles, e incluso las más abstractas.

¿Cómo entró usted en el proyecto de Scarface?

Al vio la versión original y pensó que era un personaje ideal para él. El plan original era hacer una remake al pie de la letra, ambientada en Chicago durante la Ley Seca. Pero lo de contar exactamente la misma historia a mí no me entusiasmaba, por lo cual rechacé el ofrecimiento. Hablaron con Sidney Lumet y él propuso actualizar la historia, ambientándola en la comunidad cubana de Miami durante el boom de la cocaína, a principios de los ’80. Esa idea le gustó a todo el mundo, y Oliver Stone, a quien habían contratado para escribir el guión, se fue a investigar el tema, incluyendo el circuito colombiano de la droga. Pero a Lumet el guión de Stone no le gustó nada. A Pacino y Martin Bregman, productor de la película, sí, y me lo trajeron para verlo. Me pareció excelente y di mi OK para dirigirla.

¿Qué piensa de la Scarface original?

No soy un gran admirador. Me parece muy bien dirigida, pero tengo mis reservas en cuanto a Paul Muni, el protagonista.

¿Cómo fueron sus relaciones con Oliver Stone?

El guión era demasiado largo y tuve que cortar algunas partes. Sobre todo del principio. A Oliver no le gustaron mucho esos cortes, y me lo reprochó. Cuando la película se estrenó estaba muy decepcionado, opinaba que era muy lenta. Creo que en realidad le hubiera gustado dirigirla él. Se había implicado en cuerpo y alma en la investigación, llegando incluso a arriesgar la vida. Hubo un momento en que los traficantes con los que trataba pensaron que era un agente de narcóticos infiltrado, por la cantidad de preguntas que hacía. Pero valió la pena, porque esa investigación da autenticidad a la película.

¿Usted siempre quiso darle ese tono excesivo que tiene?

El ambiente de Miami lo pedía. Las camisas floreadas, la personalidad de esos tipos, el negocio del narcotráfico: todo tenía que ser «más grande que la vida». Pero eso ya estaba en el guión.

Nos da la impresión de que fueron las películas fantásticas que usted dirigió antes de Scarface las que le allanaron el camino para lograr ese tono.

Las películas fantásticas me permitieron tener un estilo propio. Dar con medios visuales que me permitieran contar la historia. En el caso de Scarface mi intención fue darle un tratamiento realista, única forma de que el espectador aceptara los excesos que venían después. Por eso los títulos de crédito son sobre imágenes de noticieros: quería que el espectador advirtiera que partíamos de la más estricta realidad.

En muchas de sus películas, cuando un personaje se deja llevar por sus sentimientos se inicia el camino de su perdición. En Scarface eso sucede cuando Tony Montana se niega a matar a los chicos, en la escena del auto.

Creo que la película es una metáfora de la locura del mundo capitalista, cuando lo único que lo guía es la ambición. Cuanto más deshumanizado es el mundo, más hay que dejar de lado los sentimientos. En caso contrario, lo trituran a uno.

Como muchos de sus personajes, Tony Montana se va endureciendo, cerrándose de a poco a cualquier emoción. También de usted se dice que es muy frío.

El mundo del cine puede llegar a ser bastante inhumano y para sobrevivir en él hay que estar blindado. Soy consciente de esa frialdad mía de la que hablan. Es mi forma de no permitir que me afecte todo aquello que podría apartarme de mi trabajo. Así que tengo tendencia a aislarme. Durante un rodaje hay que atender tantas cosas que no se puede estar pendiente de todo el mundo.Y el ambiente de rodaje puede hacer que aflore lo peor que uno lleva adentro, si no se toman las precauciones necesarias. Así que cuando trabajo no me queda más remedio que comportarme como un monje, apartado de todo.

La comisión de censura estadounidense estuvo a punto de calificarla con una X, reservada para el cine porno.

«Vamos a ponerle una X», me dijeron. Le hice unos cortes, volví a presentarla, y nada. «Seguimos pensando en ponerle una X.» Hice más cortes y la volví a presentar: otra vez lo mismo. Ahí me enteré de que lo que les molestaba era la escena en que matan a un payaso en un club nocturno. Corté ese plano, pero les seguía pareciendo que había demasiada violencia. Entonces, con Martin Bregman iniciamos una campaña de difusión sobre el tema, denunciando la censura que se avecinaba. Y volví a presentar la primera versión de todas: si igual iban a ponerle una X, que se la pusieran al menos a la versión original, y no a una amañada. Ahí conseguimos que nos pusieran una «R», que es una calificación dura pero más benigna. Y logramos estrenar la versión que queríamos mostrar.

En el estreno, la crítica estadounidense recibió a Scarface con un desprecio casi generalizado, que más tarde se revió. ¿Cómo la ve usted ahora?

Creo que en su momento nadie la entendió. Me decían, como crítica, que parecía un viejo film noir de la Warner, y eso era justamente lo que a mí me gustaba de la película. Con excepción de un crítico, nadie supo juzgarla bien. Salvaban el trabajo de dirección, pero decían que estaba al servicio de un guión que no valía nada, con Pacino repitiendo su numerito de gangster. La crítica estadounidense la rechazó en bloque. Fue en Europa donde se convirtió en un éxito. Pero ya estoy acostumbrado a esta clase de cosas.


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