lunes, marzo 05, 2012

Literatura / Entrevista a Angélica Santa Olaya

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La escritora mexicana. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de enero de 2012. (RanchoNEWS / Consuelo Sáenz Medrano).- Angélica Santa Olaya. 1962. Es escritora, poeta, dramaturga, guionista, periodista e historiadora. Elementos suficientes para ser una opinión de peso en el ámbito de las letras. Angélica se caracteriza por una escritura lirica y de abundantes imágenes. Su poesía se descubre como un mosaico donde las diversas piezas amorfas y dispares concatenan la imperfección del alma humana al ser descrita con una minuciosa precisión: «algunos dicen que mi poesía es muy erótica… supongo que sí ya que el erotismo es vida en el amplio sentido del término. Para otros mi poesía es muy oscura, tanática…»

Nos damos cita en el aeropuerto internacional de la ciudad de México. La cafetería luce algo desolada, extraño suceso si consideramos la temporada vacacional de inicios de enero en horas pico. Sin embargo, agradezco la tranquilidad y comodidad que ofrece el lugar. Angélica es puntual, diez minutos antes de la hora señalada. Alegría de conocernos y saludos de rigor, damos inicio a la entrevista.

Vamos a tus orígenes. Eres nacida en el Distrito Federal pero, en algún sitio leí que compartes recuerdos con los veracruzanos ¿puedes contarnos al respecto?


Nací en el D. F., en la colonia Guerrero, Zarco y Violeta para ser exactos. Pero mi padre nació en Orizaba así que pasé mi infancia yendo una o dos veces al año a Veracruz. Tengo familia en el puerto así que el aire cálido del malecón en las mejillas, los cafés con leche de los portales, el danzón y sus lecciones de miradas, la horchata de coco y esas mujeres anchas y morenas abanicándose la sonrisa afuera de sus casas forman parte importante de mis recuerdos de infancia y adolescencia.


Cuál es tu posición desde el núcleo familiar. Hablo de aquel que nos marca como individuos y del cual se desprende una identidad, una posición en el mundo. Afortunada o tortuosa. Para Freud la infancia es destino. ¿Cómo fue marcada tu infancia?


Fui la hermana mayor de un segundo matrimonio de mi madre y la penúltima de todos mis hermanos. Ser la mayor en casa es una carga porque tienes la constante responsabilidad de ser «ejemplo». Te forma sí, pero es difícil. Sobre el resto de mi infancia lo único que te puedo decir es que cuando escucho esa famosa frase de «quién pudiera volver a ser niño», yo sonrío y me niego. Yo no volvería a vivir mi infancia por ningún motivo… fui una niña obligada a ser adulta por las circunstancias familiares… cargué pesos terribles y dolorosos que no deseo para ningún niño… hay recuerdos agradables, pero pesan más las piedras. Me quedo como estoy. Sobreviví a la infancia gracias a la literatura y ella sigue siendo mi oasis.


Has declarado que escribes para ti. Para satisfacer las emociones e imágenes que te invaden ¿Qué opinión te merece la crítica?


La «crítica» que más me interesa es la de mis lectores, en todo caso. Creo que un lector que se emociona con tu palabra, bien o mal, y que se ha tomado el tiempo de leerte o escucharte tiene el derecho de decir lo que sintió o le pasó con tus letras. Saúl Ibargoyen, querido Maestro, cuando nos dejaba leer a algún autor, nos preguntaba: «¿Qué te pasó con el poema?» y ese planteamiento me gusta más que preguntar si te gustó o no te gustó. Todos sentimos y reflexionamos diferente, pero primero es el sentimiento y luego la reflexión; en ese orden. Borges decía que cada lector era un nuevo creador. Yo lo creo así también y me parece muy válido que alguien vea en mi poesía algo que yo no había visto o pretendido. Por lo cual me molesta que me pregunten qué quise decir con tal o cual poema o verso. La versión de cada uno es válida si es honesta y libre. Y he aquí el problema con la crítica académica que no siempre es honesta y mucho menos libre. Cuando detrás de las palabras se esconde algún tipo de poder o interés es cuando la puerca tuerce el rabo como dicen en mi pueblo. Y eso es muy común que suceda. Hay que tener cuidado y fijarse bien de quien viene la crítica para decidir si se hace, o no, caso de ella. Hay que aprender a escuchar a los maestros, es imprescindible; pero hay que saber que muchos pretenden serlo y no lo son. El mundo está lleno de apariencias y la literatura no es en absoluto la excepción. Criticar, decía el maestro Arrigo Coen es discernir, decantar, separar lo servible de lo no servible nombrando ambas cosas. Y generalmente se nombra sólo lo negativo desde el punto de vista del que critica. Algo que me parece fundamental recordar, en todo caso, es de qué se trata la literatura.


Afirmas que es necesario llegar al fondo de uno mismo para poder hablar del otro. Emile Cioran filósofo rumano (1911-1995) justificó que «un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas, incluso. Un libro debe ser un peligro». Angélica, desde la literatura y en su búsqueda de la inmortalidad qué opinión te merece el sufrimiento. ¿Los literatos se regodean en él?


No tengo derecho a hablar por otros. No me atrevería a descalificar el dolor de nadie ni sus motivos si el resultado es literario. Lo que sí te puedo decir es que mi literatura tiene mucho que ver con el dolor porque surge de la necesidad de liberarme a través de ella. Y esto ha sucedido desde que era una niña. La literatura, leer y escribir, han salvado, literalmente, mi vida. Ahora, no se confunda catarsis con literatura. La literatura es la gracia de convertir en manjar un mendrugo o, incluso, un vómito. La literatura tiene el don de hacernos paladear incluso el dolor. Y el dolor está presente en el mundo de una manera constante, quizá por eso algunas obras alcancen la inmortalidad; cuando tienen la suficiente fuerza para conseguir que muchos tiemblen y liberen su propio dolor a través de su lectura. Yo he llorado con algunos poemas o fragmentos de novela o cuento. También he reído con otras, pero la empatía que produce el dolor es siempre más memorable. Luder, el alter ego de Julio Ramón Ribeyro, irónicamente dice: «Si me quejo a menudo de mis males no es para que me compadezcan, sino por el infinito amor que le tengo a mis semejantes. Me he dado cuenta que la gente duerme más tranquila arrullada por la música de una desgracia ajena». Tal vez porque, paradójicamente, el dolor es el más firme adhesivo para unir hombres rotos que necesitan sentirse acompañados. El dolor es el lugar común en el que todos, algún día, nos encontramos y nos descubrimos como iguales. Las emociones unen, la risa y el llanto son idiomas universales, pero para reír no necesitamos que otro nos ayude… para salir del dolor necesitamos un hombro que nos ayude, aunque éste sea de papel.


Parodiando la frase «problemas existenciales» alguien me comentaba que son «problemas insistenciales». ¿Son los problemas de la humanidad los mismos? A través del paso del tiempo, de los años e incluso de los siglos. Es decir, las mujeres en el mundo han llevado un estigma impuesto por los otros. Las mujeres occidentales han conquistado terrenos que antes estuvieron fuera de su alcance. Es definitivo pero no es suficiente. En cambio, la mujer oriental continua esclavizada, mutilada y reproduciendo una conducta anárquica desde el ámbito familiar. No tengo idea de lo que esas mujeres pueden desear en su día a día. Lo qué podría ser para ellas un anhelo. Las diferencias aun dentro del mismo género pueden ser abismales. Por las conquistas y las perdidas, ¿qué le hace falta a la mujer hoy en día para aprender a dar las gracias más a menudo por lo que tiene y no ver solo de lo que falta por hacer?


Hace falta detener un poco el paso y mirar hacia atrás y alrededor e intentar vernos, a hombres y mujeres, como seres con cualidades y carencias. En el camino por la liberación femenina se han dado pasos lentos y benéficos, pero a veces desenfocados me parece. Me refiero a que se ha llegado a un punto radical en el que, en lugar de buscar la armónica unión de hombres y mujeres con base en las evidentes y genéticas diferencias, se ha conseguido el distanciamiento al generalizar y satanizar al «hombre» como enemigo de la mujer. Al mismo tiempo que se ha dado prioridad a las conquistas de orden político y económico olvidando la armónica convivencia en los ámbitos privados. No deberíamos hablar del «hombre» o de la «mujer» como si existiera un solo tipo de hombre o mujer; deberíamos hablar de hombres y mujeres diversos. Tantos como los diferentes tipos de elección en las relaciones entre hombres y mujeres en los distintos contextos culturales donde éstos se encuentren. Es en este punto radical en el que, de pronto, me parece que se ha perdido de vista lo que se tiene, o no, para poder reconsiderar y retomar el paso. No hablo de conformismo, sino de conciencia. Lo que está pasando es lógico. El aplastamiento que han sufrido las mujeres por siglos no puede desaparecer en tan sólo décadas. Es un proceso histórico largo del cual nosotras, tú y yo, no veremos el resultado final, al igual que las mujeres que comenzaron esta lucha no están viendo el punto que ha alcanzado lo que comenzaron. Pero hay que seguir luchando por lo que se desea. He ahí lo que hace falta, concientizar que esto es un proceso largo y que hay que ir por más conservando o mejorando lo que se tiene, pero sin perder de vista que en este mundo hay dos tipos de seres: hombres y mujeres y que ambos grupos deben aprender a convivir armónicamente en todas las posibilidades amorosas, laborales o lúdicas que se deseen. Hay muchas cosas todavía por conquistar. Y ahora que estoy viviendo en el Medio Oriente, te puedo decir que nadie va a cambiar o a desear algo que otros le impongan si no es por propia voluntad y deseo. Donde estoy viviendo hay mujeres que usan abaya y shayla –la que sólo deja ver los ojos o, incluso, un velo sobre la cara cubriendo también los ojos– y muchas de ellas las usan porque así lo desean. Lo hacen por tradición o deseo, incluso por orgullo de su cultura, para diferenciarse de las mujeres de otras culturas, como un rasgo indentitario. Sin embargo, hoy, en este lugar, en proceso de occidentalización, donde habemos personas de 140 nacionalidades conviviendo –cada una con sus peculiaridades y formas de actuar y vestir– las mujeres emiratis tienden a combinar sus vestimentas tradicionales con ropa occidental o a dejarla de usar. Ha comenzado un proceso pero, para que éste sea posible, son ellas quienes deben estar convencidas de que lo desean. Y, por diversas circunstancias históricas, los procesos no son los mismos en todas las comunidades. Para luchar por algo que se desea cambiar, y conseguirlo, primero hay que verlo, concientizarlo y convencerse de que es deseable. Ahora, en ese «no ver» o no poder ver lo que puede ser deseable, hay muchos factores que no han sido inocentes, pero que si el tiempo llega habrá que aprovecharlo y hacer lo que a cada una nos toca.


Tus conflictos han sido superados o de vez en cuando emergen de algún hoyo negro de la conciencia.


Los conflictos se superan, pero están siempre latentes y hay que estar atentos para arañar las paredes cuando aparecen con sus garras y colmillos como monstruos que salen del clóset por la noche.


Angélica, ¿existe un tema recurrente en tu escritura?


Creo que el amor, en todas sus manifestaciones. No sólo el amor entre un hombre y una mujer, que es mi elección de vida. También me preocupa el amor al otro, al mundo, a la naturaleza. Este mundo necesita amor para defender la vida. Y el amor comienza en uno mismo y luego se extiende a la pareja y a los demás. Lewis Carroll dice que «el amor es el que hace girar al mundo»; es decir, el que lo hace vivir. Algunos dicen que mi poesía es muy erótica… supongo que sí ya que el erotismo es vida en el amplio sentido del término. Otros me han dicho que mi poesía es muy oscura, tanática… no lo sé… Es tan fácil que los dos extremos se confundan puesto que, finalmente, son lo mismo. La hidra que se muerde la cola de Valéry. La «putilla del rubor helado» de Gorostiza. La mítica Electra «sentada sobre el nido oscuro de la muerte» que grita su «hambre de ser» de Enriqueta Ochoa. No lo sé… sólo sé que lo que busco, a través de mi palabra es un respiro más a cada la palabra… la vida, si es que es posible.


Cuando entregas un proyecto de libro a una editorial, ¿quedas satisfecha con el resultado? O ¿has llegado a sentir que no estuviste a la altura de tus expectativas?


Cuando entrego un libro le doy la bendición y lo mando luego de muchísimas revisiones. Excepto mi primer libro, los demás han sido publicados luego de años de revisión. Pero siempre hay algo que en la relectura, ya publicado el libro, no me satisface. Siempre me pasa leer un libro ya publicado y pensar: «carajo, aquí debí haber movido este verso, o eliminado esta palabra, o puesto aquí una coma…» y desear poder seguir corrigiendo. No es tanto sentir que no estuve a la altura de las expectativas, sino sentir que había algo más por mejorar. Pero si no mandamos el libro a imprenta siempre quedará algo por mejorar y nunca paramos. Hay que detenerse en un punto. Sin embargo, alguna vez he publicado algún poema en dos versiones por ejemplo. Una posterior que, según yo, está más revisada.


En el norte de la república mexicana específicamente en Ciudad Juárez, debido a la ola de violencia que sacude y nos mantiene cautivos ha dado un resurgir por abordar a la gente en las calles, los parques o camiones (bus o peseros). Para cautivarla, recluirla y convertirla a la lectura. Esto ha sido una iniciativa por parte de grupos culturales y no una iniciativa desde el gobierno del Estado. Con escasos apoyos pero muchas ganas y hasta con recursos propios. Para Platón el mejor gobernante debería ser un filósofo. A nuestros días, comparo la elocuencia de un Carlos Fuentes, en el Perú un Vargas Llosa, y las diferencias con los políticos son abismales. ¿Crees que deba tenderse un puente desde la política hacia la literatura?


Creo que la política debería ser más culta, para muestra bastan los botones de algunos políticos mexicanos que ahora mismo tenemos, incultos e ignorantes, literalmente, hasta el copete; pero eso sí, muy llenos de ideas para llenarse los bolsillos con el producto del trabajo de los mexicanos. No sé si estoy realmente a favor de que los literatos se conviertan en políticos. Las trampas de la literatura no serán jamás las trampas de la política. El mismo Vargas Llosa ha dicho que la política saca a flote lo peor del ser humano. Los escritores no serán lo mejor de la humanidad y también la palabra tiene su propio poder, y a veces muy grande –de ahí que en la historia de la literatura existan escritores perseguidos o asesinados– pero me parece que los fines de uno y otro ámbitos son muy diferentes aunque ambos tiendan como único fin una convivencia armónica en las sociedades. Hay puntos de toque que no se están cumpliendo: un político debería preocuparse más por la espiritualidad de los ciudadanos y un literato debería procurar que su obra, a través del placer que otorga el arte, ayudara a los ciudadanos a mejor convivir en su polis. Los políticos deberían leer más literatura, de eso no tengo duda, pero no sé si un literato podría conservar su arte siendo político. En La República, Platón censura a los poetas porque revelan que los dioses pueden causar mal y eso atenta contra la tranquilidad e idiosincracia de la polis. Los poetas históricamente han sido subversivos porque la función primordial de la poesía es revelar lo no percibido a simple vista; lo extraordinario, en el sentido literal de la palabra. Y eso es lo que menos conviene a la política que siempre trata de, precisamente, ocultar para manipular con el pretexto de dirigir. Me parece que los intereses de una y otra, en este sentido, son opuestos… aunque no estaría mal intentar una política más culta y más humana por el bien de todos.


Angélica, ¿hoy con qué emoción escribes, con la nostalgia o la melancolía?


La palabra nostalgia fue creada para nombrar un «deseo doloroso de regresar» a un estado satisfactorio que se ha perdido; es un regreso al dolor. Es decir, un sentimiento que está ahí en el cual nos regodeamos como parte de un proceso de duelo. La melancolía es una añoranza de lo perdido pero con un fin; el de regresar para ver qué sucedió con la finalidad de explicarnos un hecho pasado y poder seguir caminando. Paul Ricoeur señala que la melancolía es un recuerdo que nos ayuda a encontrar sentido, es decir, a construir la propia existencia con base en la memoria. Sin memoria no hay identidad. A veces es preciso revisarla para dirigir el paso. Ambas, nostalgia y melancolía, son momentos propios de la memoria. Ni el olvido ni el recuerdo son inútiles. Son, simplemente, parte de los sucesos que forman la vida de las personas. El recuerdo es melancólico cuando intenta comprender y no nada más sufrir. Creo que, desde ese punto de vista, mi emoción primordial es la melancolía. Y fíjate que curioso… justamente me acaban de entregar una reseña de mi último libro, Árbol de la Esperanza, donde el autor identifica en mi obra la presencia de la melancolía como un acto reflexivo y consciente con la finalidad de autoconocimiento para transformar, para crear; para, finalmente, sobrevivir.


Día trece, ¿eres supersticiosa?


No, no soy supersticiosa. Acostumbro pasar por debajo de las escaleras, recibir la sal de mano a mano y sostenerles la mirada a los gatos negros sólo para llevarle la contra al destino. ¿Será por eso que me da mis guamazos? Esto que te digo es verdad. Entre más me dicen que no haga algo por tal o cual cosa más la hago. Yo creo que la superstición está en la fuerza o debilidad de tu mente. En qué tanto decides permitir, o no, la mala suerte. Si crees que te va a ir mal, te va mal. Si le tomas los cuernos al toro puede que te salves de la cornada nada más por enfrentártele. Sin embargo, hay cosas que respeto. He tenido algunas experiencias, digamos, inexplicables racionalmente, así que no descarto ni descalifico nada aunque trato de andar por la vida sin miedo. El miedo atrae a la desgracia. Y ya tuve suficientes desgracias en alguna época de mi vida como para seguirlas dejando pasar como Pedro por su casa. Aunque a veces, por más que uno les atranca la puerta, se cuelan las muy desgraciadas.


El vuelo que la llevará de regreso al Medio Oriente está por ser abordado. Me despido de Angélica Santa Olaya con la promesa de volverla a ver. Así, radiante y plena. Se despide de su México saciada de tacos de tinga y col, tequilas y nopales. Sus ojos turquesa echan chispas de contento porque lleva entre sus pertenencias el oro verde del chile y otras delicias confiesa. Gracias Angélica ha sido un verdadero deleite conversar contigo.


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