viernes, junio 22, 2012

Fotografía / México: Gabriel Figueroa Flores presentó en Oaxaca dos de sus portafolios más recientes

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Una de las fotografías de Gabriel Figueroa Flores, incluida en la muestra montada en el Centro Manuel Álvarez Bravo, en la capital de Oaxaca. (Foto: La Jornada)

C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de junio de 2012. (RanchoNEWS).- Lugares que parecen no haber sido tocados por la mano del hombre, generalmente desiertos. En contraparte, acertijos, paradojas y laberintos de arquitecturas utópicas tienen presencia en las imágenes del fotógrafo Gabriel Figueroa Flores (DF, 1952), quien presentó dos de sus portafolios recientes en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo en Oaxaca, además de impartir un curso en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), fundado por Francisco Toledo. Una nota de Alondra Flores para La Jornada:

La fotografía de paisaje «no es la descripción literal de lo que tienes enfrente. Algo te motivó adentro, más allá de lo que estás viendo, y ésa es la parte metafórica», afirma Figueroa Flores en entrevista. «Ésa es la discusión y motivación que cualquier fotógrafo debería tener para capturar cómo parte de ti el extenso paisaje, verte dentro, inmerso de la naturaleza o proponer una idea de lo que ves».

La angustia por la pérdida de nuestros recursos naturales, el calentamiento global, la destrucción del medio ambiente, la conciencia de que la humanidad ha modificado la Tierra más que lo que cambian las lluvias al planeta, la creciente desertificación, «es una conciencia que permea lo que hago. Entonces, empiezo a ver el paisaje como el protagonista más importante en mi trabajo, labor que ha realizado durante más de 35 años».

«Sin embargo, apunta, mi obra tiene un componente estético fuerte y la parte crítica está de manera implícita. Mi trabajo no es necesariamente de denuncia».

Inmensidad y onirismo

Imágenes en blanco y negro, en su mayoría, fueron proyectadas en un amplio salón del Centro Histórico de Oaxaca, en la reunión convocada por el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo. Figueroa Flores, quien fue alumno de Ansel Adams, mostró paisajes inmensos, oníricos, que ha captado recientemente, como en el desierto de Namibia.

Luego, escenas imposibles, inexistentes arquitecturas utópicas construidas desde la imaginación, las torres satelucas instaladas entre arenas desérticas, el coliseo romano unido a un acueducto mexicano, el jardín botánico de Brooklyn resguardado por el panteón romano, geometrías irracionales que deleitan y burlan al ojo.

La inauguración de la muestra fue la cita culminante de su estancia de una semana en Oaxaca, donde también impartió un taller de fotografía de paisaje en el CaSa, en San Agustín Etla, donde uno de los objetivos consiste en motivar a los alumnos a que busquen las cosas que puedan enriquecer su mundo, «porque no soy un técnico. Soy una persona que interpreta las imágenes y me interesa que los alumnos entiendan ese proceso».

A lo largo de cinco días de trabajo, además de los conocimientos técnicos, una inmersión histórica que incluyó el concepto pictórico y el origen holandés de la palabra paisaje, en el siglo XVII, los tipos de cámaras, los procesos digitales y la impresión, también se realizó una larga caminata por los cerros cercanos al CaSa, medio día de trayecto en silencio.

Captado por la lente de Figueroa Flores, el paisaje oaxaqueño «es muy dramático por la cantidad de sierra que tiene, sus cielos, el color de la tierra, por muchos de esos componentes se vuelve muy específico. Es un paisaje particular que tiene algo mágico. Como ayer, que hubo una tarde fascinante, con arcoiris, nubes que explotaban, colores dorados y verdes muy intensos».

Aunque las cámaras, los formatos, el uso de color y el programa Adobe para construir imágenes son importantes, desde su punto de vista buscar el alma del paisaje y disfrutarlo es fundamental para el fotógrafo. «No es lo mismo hacerlo virtuosamente, paso por paso, que todo quede en perfecto y en exacto orden, para que al final la imagen se vea aburrida, sin vida».

Ejemplifica: «Les decía, hay 10 millones de personas en China que estudian la música de Mozart y que la van a poder tocar perfecta, no lo dudo. Pero, de esa perfección a una interpretación con alma, hay un paso distinto. ¿En qué consiste?, eso es lo que estamos discutiendo aquí. Justamente en el taller la pregunta es: ¿cómo te relacionas con tu entorno y con tu yo externo? O sea, ¿qué sientes cuando sales al campo, qué sientes cuando estás frente a un espacio natural, cuáles son tus vivencias personales que te llevan a ver el paisaje de cierta manera?»

Después de observar las fotografías de Figueroa Flores, el paisaje se aparece infinito, perfecto y frágil, arenas milenarias que permanecen bajo la huella humana.

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