martes, julio 24, 2012

Arquitectura / Entrevista a Fernando Romero

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New Art Museum de FREE, próximo a inaugurarse. (Foto: Cortesía FREE)

C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de julio de 2012. (RanchoNEWS).- Acaba de ganar el premio al mejor edificio del Consejo Iberoamericano de Diseñadores de Interiores por el nuevo Museo Soumaya, proyectó el Centro de Convenciones de Los Cabos que recibió al G20 hace unas semanas y en octubre próximo inaugurará en Nueva York una exposición donde presentará toda una ciudad que actualmente desarrolla para Centroamérica.

Fernando Romero adelanta a Oliver Flores Rodríguez para Excélsior algunos aspectos de esa urbe modelo, que acepta considerar como una «interesante metáfora» con la Brasilia de Lúcio Costa y Oscar Niemeyer; y defiende el camino de la arquitectura de vanguardia tanto como a la de la precisión y el detalle.

Desde la oficina en la Ciudad de México de su despacho FREE –tiene otra en Nueva York–, el arquitecto puede mirar el Soumaya con una vista cenital desde una de las torres de la Plaza Carso. Desde ahí también, al lado de un equipo de una veintena de personas, delinea uno de los proyectos más relevantes en los que ahora pone sus empeños.

«En Centroamérica estamos pensando una nueva ciudad que se llama Free City, que presentaremos en Nueva York en octubre, y es precisamente un polo de desarrollo con unas nuevas condiciones sociopolíticas que llaman a la inversión de capital extranjero, a través de generar nuevas condiciones económicas donde la gente no tiene que pagar impuestos. El gobierno va a hacer toda la infraestructura digamos elemental básica y está esperando a que compañías internacionales lleguen y generen empleo, y con eso habrá un beneficio de reducir la migración, pero también un beneficio en países centroamericanos que requieren inversión y generación de empleo urgente», explica el ex colaborador del premio Pritzker 2000, Rem Koolhaas, quien fue testigo en su boda con Soumaya Slim.

Al preguntarle si esa urbe representa la Brasilia del siglo XXI, Romero responde: «Interesante metáfora; podría ser, sí».

Pero luego de conocer proyecciones de la urbe modelo, cuya formación hexagonal recuerda las figuras de aluminio que recubren el exterior del Museo Soumaya, la comisión para desarrollar la Green Tower en Chile o su diseño del New Art Museum, próximo a inaugurarse en Austin, Texas, se le pregunta si acaso la arquitectura no ha llegado ya a un punto en el que los programas informáticos dan soluciones espaciales a ideas imposibles.

«A lo largo de la historia de la arquitectura, ha sido continuo que se diseñen proyectos que en ese momento histórico no se podrían construir. Es decir, desde el siglo XV diseñaban de manera pictórica edificios que no se construían necesariamente, pero que eran referencia. Eso ha ido pasando década tras década en la historia de la civilización: que hay por ahí un grupo de diseñadores que rayan en la locura, que imaginan utopías de diseño arquitectónico, que en ese tiempo no se construían, muchas veces porque no se podían construir o muchas veces porque esos genios locos no tienen el equipo, la posición, la ubicación para construirlos», señala quien tras graduarse en la Universidad Iberoamericana pensó en no ejercer la arquitectura.

«Yo creo que actualmente hay cientos de arquitectos que piensan soluciones que se pueden construir, pero que no las van a construir porque ellos no están en posición de hacerlo; y cientos de arquitectos que están diseñando edificios que hoy con la tecnología actual no se podrían construir, igual que pasó en el siglo XV». En este punto de la conversación, de casi una hora y con una misma melodía de fondo sonando desde un iPhone conectado a altavoces, Romero asegura sentirse satisfecho de que se edifiquen prácticamente todos los proyectos en que se ocupa su despacho.

Luego remata la idea anterior: «Al final la arquitectura es una combinación de economía y de técnica. Tiene siempre ese balance de ser una precavida traducción económica de algo que tiene que tener cierta sustentabilidad económica también».

Durante los tres años que trabajó en OMA, el despacho de Koolhas con el que desarrolló la Sala de Conciertos de Oporto, Romero adquirió no sólo las bases para su carrera en solitario, sino que en el mundo se configuraba una nueva forma mirar al exterior, también de ahí su familiaridad con las tecnologías.

«En ese momento se estaba gestando Google, se estaban gestando muchas de las plataformas de información que ahora definen nuestro modus vivendi, Apple estaba regresando al control de Steve Jobs. Los últimos diez años el notable desarrollo tecnológico ha borrado las fronteras de una manera. El acceso a la información ha permitido de alguna forma tener las fronteras físicas en un nivel muy inferior al de las fronteras informativas», asegura quien gusta de caminar en sitios de la Ciudad de México como San Ángel, pero rechaza los segundos pisos que atraviesan ésta.

Luego defiende obras como el Guggenheim de Bilbao, que son objeto de cierta crítica por su grandilocuencia.

«Creo que la crítica a esos edificios es muchas veces una crítica muy superficial, basada en el detalle. Esos edificios, por su propia complejidad, no pueden tener el detalle de un edificio modernista de Mies van der Rohe; estos tienen una serie de dibujos estandarizados, todo está modelado y su universo tiene un orden muy predecible, pero el universo de un edificio experimental y de vanguardia tiene otras connotaciones, y otras involucraciones y otros sacrificios; el detalle nunca puede ser el mismo. Siempre el detalle de edificios custom mate, como les llaman, son completamente otros. Esos edificios requieren de mucho más desarrollo tecnológico, de muchísima más atención, de muchísima más fuerza de trabajo, de muchísima más investigación», dice.

«Uno es el proceso de un edificio de posguerra, pensado por la conciencia de posguerra, que es la modernidad, que es una caja de zapatos, y ese camino es un camino predecible y en línea recta, es un camino que generalmente lleva a una arquitectura que no destaca y que poco aporta a la investigación histórica de la arquitectura; y el otro camino es el de llevar a los límites la arquitectura con la tecnología actual», asegura. Ese último camino es el de FREE, se le pregunta. «No, nosotros tenemos los dos caminos», concluye Romero.

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