viernes, septiembre 28, 2012

Festival Internacional Chihuahua / La mulata que dejó bailando el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro

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De izq. a der.: Enrique Collazo, «Raspa», Raúl Acea, Crispín Díaz, «El Matador», Dagoberto Sacerio y Agustín Someillán. (Foto: Gabriel Cardona)

C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de septiembre de 2012. (Rubén Moreno Valenzuela  / RanchoNEWS).- Goza, Juárez, goza. En esta bella noche estival, en la explanada del Centro Cultural Paso del Norte, sobre el templete de los actos masivos, inicia su concierto la herencia de una leyenda: El Septeto Nacional Ignacio Piñeiro.

Goza, Juárez, goza. Ahí está al centro, vestido de blanco, Eugenio Rodríguez Rodríguez «Raspa», el cantante; a su derecha, de sombrero negro, Enrique Collazo Collazo en el tres; a la izquierda de «Raspa» se ubica Crispín Díaz Hernández en las maracas; enseguida Dagoberto Sacerio Oliva en la guitarra; detrás de ellos –de izquierda a derecha– Raúl Acea Rivera en el bajo; Francisco David Oropesa Fernández «El Matador» en el bongó; y Agustín Someillán García en la trompeta. La cuarta generación del Septeto que este próximo 13 de diciembre cumplirá 85 años como institución musical surgida en La Habana, Cuba.

Goza, Juárez, goza. Comienzan por invocar a Ignacio Piñero y a honrar la tradición del son y la rumba y sus décimas, por traer el humor de una Habana de 1925 como si fuera el rumor de un feliz mar antiguo, la algarabía de celebrar el ritmo de la vida.

Goza, Juárez, goza. Para entonces los escasos pero benditos asistentes ya están bailando. Imposible sustraerse a esa energía que dinaman los cubanos en conjunto de manera magistral. Imposible. Además esto también es Juárez.

Goza, Juárez, goza. De pronto aparece el manager del Septeto, Ricardo Oropesa –hermano de «El Matador»–, quien toma por unos momentos el lugar de «Raspa» y canta y luego se pone a bailar como si fuera un jovencito. Invita a subir al escenario a cuatros muchachas del público, excelentes bailarinas, quienes se integran con el Septeto como si fueran su coro de danza. El conjunto después le hace un homenaje a la belleza de cada una de ellas antes de despedirlas.

Goza, Juárez, goza. Y he ahí la razón de su música. El arte del Septeto es una melódica alabanza a la mujer. Al concluir el recital ha quedado, en el cielo de la frontera, como un eco, una enorme mulata que no cesa de bailar.

Goza, Juárez, goza.
Goza, Juárez.
Goza.


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