martes, noviembre 20, 2012

Cine / España: La restauración de «Lawrence de Arabia» descubre el calvario de su rodaje

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Imagen de la película. (Foto: Archivo)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 20 de noviembre de 2012. (RanchoNEWS).- La última película rodada en fotogramas de 70 milímetros responde al nombre de The master y su director, al de Paul Thomas Anderson. Cuando este último se vio durante el pasado festival de Venecia ante la obligación de ofrecer las razones de un formato tan exclusivo y apabullante como extraño, lo único que acertó a pronunciar fue la larga lista de inconvenientes de manejar unas cámaras tan pesadas como ruidosas. Su historia, sin embargo, transcurre en la intimidad a puerta cerrada de la relación de dos hombres: el maestro y su discípulo, el gran Philip Seymour Hoffman y el aún más inmenso Joaquin Phoenix. «No me explico cómo David Lean pudo rodar de este modo en el medio del desierto», terminó por confesar. Una nota de Luis Martínez para El Mundo:

En efecto, la referencia es Lawrence de Arabia. Sir David completó allá en 1962 una de las proezas cinematográficas que cualquier espectador, atento o circunstancial, lleva grabada en la retina. Se trataba de radiografiar lo más profundo y oscuro del alma de un hombre mediante la mayor y más fastuosa puesta en escena. El fotograma el doble de grande del habitual no hacía más que sumar nitidez, transparencia al sufrimiento de un héroe sólo y abandonado en mitad de ningún sitio. Lo diminuto capturado desde el más abrasador y amplio de los escenarios. Ése y no otro es el secreto de la película que, con ocasión del 50 aniversario, es recuperada en formato Blu-ray. El montaje del director es respetado tal cual utilizando el negativo original restaurado. Y de esta forma, la idea de Lean de retratar el perfil del hombre, del mito, antes que del personaje histórico regresa como ni siquiera en el momento del estreno se pudo contemplar.

La historia de la producción es conocida. Tras el éxito de El puente sobre el río Kwai, Lean regresó a su vieja idea de rodar la vida del más famoso de los militares imperiales británico tras abandonar otro de sus megalómanos empeños, contar la vida de Gandhi. La adquisición por parte del productor Sam Spiegel de los derechos de la obra de Lawrence Los siete pilares de la sabiduría, vendidos por el hermano del autor, le decidieron a lanzarse a la aventura. Pues eso fue.

A Lean no le importaban tanto los hechos históricos como el tamaño de la leyenda. De hecho, rechazó varios guiones demasiado preocupados por el ruido y el peso de las cámaras, por el corsé de la verdad más mostrenca. Y así, poco a poco, fue surgiendo sobre la pantalla el verdadero tamaño de un individuo que dejó escrito sobre sí mismo cosas de este poco pudoroso calibre: «Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día... esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad». Y de hecho, en esa contundencia coinciden el director de la película y su personaje: los dos invocados hasta la extenuación por sus sueños.

Un delirio y un sueño hecho realidad

Lawrence de Arabia es exactamente eso: el delirio con los ojos abiertos de uno de los cineastas más precisos de la historia. A los acordes de la mejor y más evocadora composición de Maurice Jarre, Lean compone el último «western» épico del cine siguiendo de cerca las huellas dejadas por el John Ford de Centauros del desierto, película de la que Lawrence de Arabia es a la vez réplica y continuación.

El material añadido a la película en esta edición en Blu-ray no hace sino completar el sentido de la aventura. Ver al equipo pelearse contra el desierto, todos ellos amarrados a unas cámaras descomunales; contemplar la crudeza de un rodaje bajo un sol (aunque parte del rodaje fuera en Almería) que literalmente abrasaba los negativos, o escuchar la veneración con la que todos los involucrados en la locura hablan de ese aristócrata del cine que fue Lean no hacen sino acentuar la sensación de estar ante uno de esos logros de la humanidad tan inexplicable, bello e insensato como una pirámide en mitad de ningún sitio. Y así, durante milenios enteros.

Decía Paul Thomas Anderson que no deja de ser contradictorio que la pavorosa nitidez de la imagen rodada en 70 milímetros sea el resultado de una lucha desigual y «sucia» contra el ruido y la incomodidad de unos aparatos ingobernables. Una contradicción con alma de metáfora que se extiende por cada segundo de Lawrence de Arabia. Grande en su empeño de retratar lo más escondido. Bella en su desigual pelea con el polvo, suciedad y vacío del desierto. Un sueño convertido en realidad.

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