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Imagen de Alma Reville y Alfred Hitchcock utilizada para la portada del libro Alma Hitchcock: la mujer tras del hombre, de la editorial Circe. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 5 de diciembre de 2012. (RanchoNEWS).- Durante más de medio siglo Alma Reville fue la sombra de Alfred Hitchcock. Montadora, guionista y, en sus comienzos, actriz, Reville y el director de Vértigo se conocieron a principios de los años veinte, se casaron en 1926 y vivieron juntos hasta la muerte del genio del cine, en 1980. Tuvieron una sola hija, Pat Hitchcock O`Connell, quien en 2003 le dedicó a su madre el libro Alma Hitchcock: la mujer tras del hombre (editado en España por Circe en 2009), con el que quiso precisar la enorme importancia de su desconocida madre en la obra de su archifamoso padre. Alma fue una de esas mujeres que aceptó un segundo plano en beneficio de su marido, pero ahora dos películas, Hitchcock, de Sacha Gervais y The Girl, de Julian Jarrold, le dan por fin protagonismo con los rostros de Helen Mirren e Imelda Stauton, respectivamente, a esta diminuta mujer cuya aportación en las películas de Hitchcock parece a todas luces gigante. Una nota de Elsa Fernández-Santos para El País:
En el famoso mano a mano que François Truffaut mantuvo en 1965 con el cineasta (Alianza Editorial), Alma apenas aparece en la conversación. Pero muy al principio, Hitchcock admite que sin ella jamás hubiese logrado financiar su primera película y explica cómo su mujer le ayudó a superar sus dudas e inseguridades: «Después de cada toma, miraba a mi prometida y le preguntaba: ‘¿Va bien, funciona?».
Desafortunadamente, a Truffaut (quien sabía que el hombre que mejor ha filmado el miedo era «a su vez un miedoso»), no se le ocurrió preguntar hasta qué punto continuó Alma aplacando sus dudas y temores y hasta qué punto fue decisiva en el resultado final de sus películas.
Alma Reville fue una pionera del cine. Trabajaba en él desde los quince años haciendo de todo. Seguía así los pasos de su padre, un ayudante de vestuario en los estudios Twickenham. Cuando Hitchcock la conoció encontró en ella a la cómplice total. Alma trabajó siempre, en muchos casos sin aparecer en los créditos, en las películas de su marido y también lo hizo por su cuenta, para otros. Opinaba sobre el montaje y los guiones y era una de las pocas personas a las que no sólo Hitchcock escuchaba sino que hacía caso. En su escasa estatura física se concentraba una mujer enérgica y de enorme personalidad, que de alguna manera también respondía al gusto del cineasta por mujeres capaces de despistar con su aspecto de mosquitas muertas: «Me gustan las mujeres que parecen profesoras, pero dentro de un taxi, te pueden destrozar», dijo en una ocasión el director de La ventana indiscreta.
Helen Mirren, en la piel de la esposa del cineasta en Hitchcock, la película que interpretada junto a Anthony Hopkins recrea los años de Psicosis, ha definido a Alma como una «heroína invisible» de la historia del cine. En el filme, la esposa, harta de las obsesiones rubias de su marido, también sucumbe a las expectativas de un romance extramatrimonial. Para The New York Times, la película ofrece una «visión fantasiosa» del matrimonio, «un elemento desafortunado de una película que no sólo contribuye a desacreditar el genio creativo, sino que lo presenta como una patología», añade. En The Girl, coproducción de HBO y la BBC que gira sobre la sádica relación que Hitchcock mantuvo con Tippi Hedren durante el rodaje de Los pájaros, el cineasta (interpretado por Toby Jones) no queda mucho mejor parado: es el retrato de un tirano («las rubias son las mejores víctimas»), manipulador con su nueva «chica» (Sienna Miller es Hedren) y de un esposo dependiente de las decisiones de su compañera, que es quien descubre a la nueva víctima de su marido.
Pero lejos de los trastornos psicológicos que diagnostican los dos nuevos filmes, y según cuenta su hija, sus padres eran bastante más afables y comunes que todo eso. Solían preparar copiosas comidas para sus célebres invitados en su casa de Hollywood, y a diferencia de otros hogares de la opulenta colina el suyo era tan normal como el de cualquier familia media. Alma cocinaba y el maestro del suspense se levantaba siempre a fregar los platos. Una tarea doméstica que no descuidó hasta su muerte.
En 1979, un año antes de fallecer a los 80 años, Hitchcock recibió el homenaje del American Film Institute por toda su carrera. Dedicó así su premio: «Pido permiso para mencionar por su nombre únicamente a cuatro personas que me han dado todo su cariño, su reconocimiento, sus ánimos y su constante colaboración. La primera de las cuatro es una montadora cinematográfica, la segunda es una guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat, y la cuarta es la cocinera más excelente que haya obrado milagros en una cocina doméstica, y el nombre de las cuatro es Alma Reville. Si la hermosa señorita Reville no hubiera aceptado hace 53 años un contrato vitalicio sin opciones para convertirse en la señora de Alfred Hitchcock, es posible que el señor Alfred Hitchcock se encontrara en esta sala esta noche. Sin embargo, no estaría en esta mesa, sino que sería uno de los camareros más lentos de la sala. Quiero compartir este premio, como he compartido mi vida, con ella».
Solo un arte de luces y sombras como el cine podía reservar ese final a Alma Reville, quien, como afirmó Los Ángeles Times en su muerte, poseía «dos de las cuatro manos» de Alfred Hitchcock.
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