.
El taller-habitación del premio Pritzker 1980 cumple 65 años desde su apertura y dos décadas como museo de sitio. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de enero de 2013. (RanchoNEWS).- Si bien Luis Barragán (Guadalajara, 1902-Ciudad de México, 1988) ya había proyectado más de una veintena de edificaciones cuando construyó, entre 1947 y 1948, su casa-taller, en el antiguo barrio de Tacubaya de la Ciudad de México, ésta le sirvió de laboratorio de experimentación para encontrar su propio lenguaje y estilo, que después él mismo nombró «emocional». Una nota de Sonia Ávila para Excelsior:
En la llamada Casa Luis Barragán plasmó elementos como el color sobre el muro, las paredes de concreto grueso, la madera rústica, espacios abiertos como el jardín y la terraza, y la fachada austera que consigue mimetizar el inmueble en el contexto de la colonia; y a la vez generar espacios para sentir y contemplar.
La obra, integrada a la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2004 cumple 65 años de su construcción y 20 de servir como museo de sitio con 11 mil visitantes al año, principalmente estudiantes.
«Barragán no fue como otros arquitectos que hiciera obra pública y entonces se pueda apreciar fácilmente su trabajo en un edificio accesible; en el caso de Barragán esta casa sería el único contacto directo y público con su arquitectura, por eso es muy importante como museo y que sea tan visitada», dijo Daniel Garza-Usabiaga, historiador del arte.
El egresado de la Universidad Essex, quien participó en el libro La casa de Luis Barragán. Un valor universal (2012), consideró al inmueble como una suerte de experimentación no sólo porque el propio arquitecto la remodeló en varias ocasiones, sino porque en ella consiguió concretar los elementos de una arquitectura «moderna regional».
Explicó que entre los años 40 y 60 del siglo pasado en México se debatió el binomio de la arquitectura moderna y la cultura local; cómo conseguir una relación entre ambos, a lo que Barragán propuso un estilo vanguardista conjugado con elementos regionales tan simples como el color o el espacio.
Por ello la casa, hecha a partir de esta premisa, marca el periodo más creativo e introspectivo de la trayectoria de Barragán, de quien aún se conserva un legado de 35 inmuebles distribuidos entre la Ciudad de México y Guadalajara.
«La arquitectura moderna llega a México desde la década de los 20, por ejemplo, con las construcciones de O’Gorman, pero aún influían mucho los modelos extranjeros y es hacia la década de los 40 cuando se intensifica el debate sobre cómo incluir lo regional en la arquitectura moderna. Esta casa es una construcción en la que Barragán aplica por primera vez los elementos que van a formar su lenguaje regional y modernista; es una construcción importante en su trayectoria porque además, al ser su casa, le sirvió como laboratorio para llegar a este estilo que caracteriza su obra madura», añadió.
Con elementos como el color y la luz, el único premio Pritzker mexicano –considerado el Nobel de la arquitectura– hizo de sus proyectos una escuela que, sin perder el sentido moderno de la época, rescató la estética del país, como el tono «rosa mexicano», los techos altos de madera o las sillas de palma.
Aunque son elementos propios de su estilo, en la obra de Barragán influyó en gran medida el arquitecto alemán Max Cetto, con quien colaboró, y Le Corbusier, con quien estudió en París.
«En su casa podemos rastrear las influencias del hábitat rural de Jalisco. Luego su itinerario francés y el trasfondo vivo del arte mexicano, eso que se logró con la mezcla de las culturas indígena y española. Es cierto que Barragán fue aprendiendo diversos lenguajes arquitectónicos del mundo, pero logró construir un estilo propio, una estética única, y esta casa es la concreción perfecta de eso», señaló en su momento Alfonso Alfaro, doctor en antropología (Excélsior 17/II/2012).
Garza-Usabiaga afirmó que la casa es en cierta forma autobiográfica en el sentido de que «transpira» mucho de la personalidad de Barragán: «Siempre se definió como una persona solitaria, reflexiva, y la casa tiene que ver con ese tipo de ambientes, volcada al interior que se presta a la contemplación de los espacios», dijo del coautor de las Torres de Satélite, donde trabajó con Mathias Goeritz.
De las principales características de la casa, propiedad del gobierno de Jalisco y de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, destaca la fachada de expresión austera, que se «alinea» con la estética de las construcciones vecinas al conservar el color y la aspereza naturales del aplanado de concreto.
Lo mismo sobresalen los materiales de construcción novedosos para la época: madera, piedra volcánica, muros encalados y una constante luz solar.
«Una de las cosas importantes es que Barragán no sólo fue arquitecto sino también se hizo cargo de un proyecto más completo con la decoración al interior; en su casa hay una confluencia de arte moderno con arte popular, arte religioso y arte popular, y en ese sentido influyó Chucho Reyes», concluyó Garza-Usabiaga.
Trabajan en renovación
Catalina Corcuera, directora de la Casa Luis Barragán, dijo que este año se harán trabajos de mantenimiento en el inmueble, desde pintar y remozar paredes, e impermeabilizar las fachadas, hasta renovar el área de servicios, que no había sino atendida. Los trabajos, que iniciaron en octubre pasado, se harán con un presupuesto de más de dos millones de pesos que la Cámara de Diputados le otorgó a la casa en 2012.
«Con el dinero etiquetado de la Cámara de Diputados empezamos una primera etapa que fue la biblioteca y ahora seguiremos en las otras áreas, también empezamos una campaña de recaudación de fondos para la remodelación en toda la casa, que no está en malas condiciones pero sí necesita trabajos de mantenimiento», señaló.
Además, en el presente año trabajarán en la catalogación del archivo personal de Barragán, que contiene cartas y fotografías de su vida privada.
REGRESAR A LA REVISTA