miércoles, enero 16, 2013

Cine / Entrevista a Quentin Tarantino

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El cineasta estadounidense. (Foto: Reuters)

C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de enero de 2013. (RanchoNEWS).- Han pasado casi 20 años desde que se estrenara Pulp Fiction en octubre de 1994. Por primera vez, una película cuadraba el círculo: cine independiente capaz de llevar al gran público a las salas. Aquella película, con su relato fracturado, sus diálogos explosivos y su celebración desinhibida de la cultura pop, se convirtió en la primera producida lejos de los grandes estudios que sobrepasó la barrera de los 100 millones. Ahora, el responsable de todo aquello, Quentin Tarantino (Knoxville, 1963), ya no es el enfant terrible o simplemente nerd que con apenas 30 años cambió las reglas del cine para siempre. Una entrevista de Luis Martínez para El Mundo:

En este preciso momento, en el lujoso hotel al lado del Central Park neoyorquino donde tiene lugar la entrevista, nos recibe un señor de casi 50 años que odia hablar de la violencia de su cine, que no teme referirse a su posible retirada y que, ¡dios mío!, se peina al modo persiana, síntoma ineludible del paso del tiempo. Su último trabajo, no obstante, mantiene de forma pulcra el libro de estilo de una forma de hacer cine tan original, peculiar y única como, y pese a todos sus imitadores, inimitable. El hombre que liberó a Django, a Django desencadenado.

Da la impresión de que con esta película, más madura, más cruda, menos divertida, cierra un círculo, acaba una etapa.

Sí, de hecho me he pasado la vida respondiendo a la pregunta: '¿Y ahora qué?'. Y en este momento siento que la pregunta es más pertinente que nunca, porque, realmente, no tengo respuesta. Quizá por primera vez. No hay otros géneros cinematográficos esperando a que me haga cargo de ellos. Yo mismo siento que he cerrado una etapa.

¿Está hablando de retirada, acaso?

Bueno, tengo claro que nunca haré cine por hacerlo. No me gustaría verme caer por la pendiente de la decrepitud creativa. Prefiero pensar que todas las cosas que he hecho son relevantes y que se recordarán dentro de 20 a 30 años... Por lo demás, he dedicado mi vida al cine. No tengo ni familia ni nada más que un puñado de películas. No soportaría vivir de las rentas y verme haciendo las últimas películas que hicieron genios como Billy Wilder, por ejemplo.

 ¿Qué es lo más ha cambiado de su concepción del cine desde que empezó?

Bueno, ahora hago mejores películas y... despido más rápido a la gente [se ríe].

¿Siente que ya ha hecho todo en el cine?

Paso la mayor parte de mi tiempo viendo y estudiando cine. Nunca paro de aprender. Me considero, de hecho, un aprendiz, no un maestro, y tengo claro que el día que me gradúe será el día que muera. Una de las actividades que más me gusta actualmente es analizar películas para algún director o actor. Disfruto mucho con esto y lo considero una extensión más de mi trabajo como director.

¿Qué momento prefiere del largo proceso de hacer una película?

Sin duda cuando más feliz soy es en los preparativos: cuando me informo, cuando veo películas, cuando construyo el guión de lo que será un nuevo proyecto.

Ahora que se acercan los Oscar, ¿qué significan los premios para usted?

Son fundamentalmente muy divertidos. El único premio que considero un trofeo por encima de cualquier otro es la Palma de Oro por Pulp Fiction. Todos los demás, los Bafta, los Oscar, los Globos de Oro... están por detrás. En cualquier caso, un Oscar no hace mejor o peor una película. Muchísimas películas o actores que admiro profundamente jamás tuvieron reconocimiento alguno. Un ejemplo es Eli Wallace en el El bueno, el feo y el malo...

Y ahora, por fin, su spaghetti-western...

Me gustan los westerns, pero, sobre todo, los spaghetti-westerns de directores como Sergio Corbucci y Sergio Leone. Hay influencias estéticas del spaghetti en todas mis películas. Pulp Fiction es un moderno rock and roll-spaghetti-western. El rock and roll funciona de la misma manera que la música de Ennio Morricone en los spaghetti. Lo mismo ocurre en Kill Bill, en la segunda parte especialmente, o en la primera secuencia de Malditos bastardos. He estado usando sus reglas estéticas, narrativas y su música a lo largo de la última década. Ya era hora de que hiciera uno. En cualquier caso, conviene tener en cuenta que no puedes hacer hoy en día un spaghetti-western tal cual; de la misma manera que tampoco puedes rodar un film-noir, porque los dos géneros son producto de su tiempo.

En su anterior película, Malditos bastardos, acababa con Hitler y en ésta, a su manera, asesina a la imagen más cercana al nazismo que ha dado la historia americana, la de los esclavistas. ¿Por qué ese empeño de revisar la Historia desde el punto de vista de las víctimas?

No las considero revisionistas, no se trata de contar la Historia de otro modo ni nada de eso. Aunque las dos están basadas en hechos reales, tengo claro que son trabajos de la imaginación. Lo que sí es cierto y creo que es importante resaltar, dada la fama de mi cine, es que por crueles y desagradables que nos parezcan las atrocidades que se ve en ellas, la realidad fue mucho peor.

¿Le molesta que le recuerden una y otra vez lo violento que es su cine?

Hace 20 años que me veo obligado a responder por la violencia en mis películas. Digamos que hace tiempo que desistí de intentar explicarlo. Quien lo quiera entender, bien...

Pero en esta película sí que se experimenta una diferencia con respecto a sus trabajos anteriores...

Sí, es cierto. Y, por eso, ahora sí que es una pregunta legítima. Hay dos tipos de violencia en esta película que buscan dos reacciones diferentes en la audiencia. Por un lado, está la que practican los supremacistas y que es muy respetuosa con las víctimas. Cinematográficamente tiene que estar bien hecha, pero no es divertida. No hay ningún tipo de placer o divertimento en ella. Y precisamente la idea es crear un contraste entre el momento de celebración del western y de la violencia dentro del western, y ésta otra forma de contemplarla. Y es precisamente la oposición la que la hace relevante. Esto es un elemento completamente nuevo en mi filmografía. En montajes previos, era incluso más salvaje. Y tuve que atemperarlo para hacerlo soportable. No era mi intención traumatizar más de la cuenta. Al final, es casi un imperativo moral que Django acabe vengándose. Digamos que ese momento catártico hace que sea, como es, una película de aventuras y no un documental sobre las atrocidades de la época.

¿Cree que la violencia en el cine puede influir en la realidad? Le pregunto por la polémica suscitada a tenor de los atentados en Newtown (Connecticut).

No estoy para nada de acuerdo. Hay mucha más violencia en los informativos y nadie habla de prohibirlos o censurarlos. La ficción es la ficción. Si alguien cree que puede imitarla en la realidad es un problema de él, un problema psíquico, no es un problema de la película. No estoy a favor de controlar la creatividad, de censurar el cine...

¿Y las armas? ¿Sería partidario de controlar la posesión de las armas en su país?

Sobre este asunto no voy a hablar. No tengo una opinión al respecto. Cualquier cosa que diga, estoy seguro que se malinterpretaría. ¡Por dios, acaban de morir más de 20 personas!

La película llega a la cartelera con la reelección del primer presidente negro en la Historia de Estados Unidos aún reciente. ¿Es ésta su primera película política?

Créame si le digo que el hecho de que Obama sea presidente no me afectó lo más mínimo. Me interesaba la historia, nada más, independientemente de cualquier hecho de la política actual. Sí es cierto que ya me ha ocurrido que gente (blanca, por supuesto) al enterarse de lo que trata Django me dicen: «A santo de qué un asunto así. Ya tenemos un presidente negro. Todo eso es cosa del pasado». Me lo dicen como si quisieran dejar claro que ya está todo solucionado.

¿Por qué, en cualquier caso, la esclavitud como argumento?

De alguna manera, y desde una perspectiva histórica, la película es una invitación a contemplar de frente el hecho más vergonzoso de la Historia de nuestro país. Y sí es cierto, y lo creo sinceramente, que a diferencia que otros países que han sido capaces de enfrentarse a las atrocidades de su pasado, Estados Unidos no lo ha hecho. La esclavitud es el equivalente americano al Holocausto. Otras naciones saben perfectamente lo que fue la esclavitud. Es sólo América la que parece no querer saber nada del asunto. Y esto afecta tanto a blancos como a negros que no quieren mantener ninguna relación con el horror de su propia Historia.

¿Cree que es sólo una casualidad que coincidan en cartel Spielberg y usted hablando de lo mismo? ¿Considera que su película es la opuesta a la Lincoln?

La gente tiene una cierta tendencia a enfrentarnos. Y usted no se libra, por lo que veo. Bien, es cierto que no soy un gran fan de ese tipo de cine histórico-biográfico, pero hay pocos cineastas de su generación a los que respete más que a Spielberg. En cualquier caso, no deja de ser curioso, y tiene razón al plantear la pregunta, que dos películas comerciales, con aspiración de llegar al gran público, coincidan en plena de temporada de vacaciones y hablen de la esclavitud. No tengo explicación a la coincidencia, pero sin duda es algo positivo.

¿Cree que el cine ha ignorado el tema por algún motivo?

No sé las razones. Lo que sí es cierto es que en el tiempo histórico en el que transcurren la mayor parte de los westerns que hemos visto a lo largo de nuestra vida, la esclavitud era una realidad cotidiana y casi nunca lo vemos. Es así. Django es una película de aventuras pero no ignora la brutalidad de la época en la que tiene lugar. Y eso sí es nuevo. Como es nuevo, a un lado el cine blaxplotation, que el héroe sea negro.

Con esta película vuelve a levantar las susceptiblidades de Spike Lee que ya denunció en otra ocasión, cuando estrenó Jackie Brown, sus excesos con la palabra nigger [negrata, sería la traducción]...

Si alguien me quiere acusar de que la uso más de lo que se usaba en 1855 puede hacerlo, aunque no hay constancia en ningún sitio de su afirmación. En cualquier caso, no tengo ninguna relación con esa palabra más de la que puedo tener con cualquier otra que aparece en el diccionario y no creo, sinceramente, que tenga que pedir permiso a nadie, negro o blanco, para usarla ni para hacer una película sobre negros. En cualquier caso, y para despejar dudas, ni soy racista ni tampoco esclavista.

¿Ha usado alguna vez la palabra 'afroamericano'?

En mi vida. Sólo menciono 'afroamericano' para dejar claro que me niego a mencionarla.

¿Qué usa entonces?

Simplemente negro (black). Además, también hay negros de Jamaica con lo que lo de 'afroamericanos', más allá de mis reparos personales, no es correcto [se ríe].

¿Es Christoph Waltz su nuevo Uma Thurman?

[Se ríe] Más allá de que sea una persona extraordinaria, creo que es uno de los grandes actores de nuestro tiempo. Pero, sobre todo, me sorprende su facilidad para encontrar el 'tempo' perfecto a mis diálogos. Creo que eso mismo me ocurre con Samuel L. Jackson.

Da la impresión de que vivimos un momento crítico en el cine. Todo el mundo se empeña en ofrecer algo nuevo. Paul Thomas Anderson rueda en 70 milímetros; Jackson lo hace con 48 fotogramas por segundo... ¿Hacia dónde vamos?

Lo de los 70 milímetros es vieja escuela. Siempre se había empleado para dramas épicos y la verdad es que funciona muy bien en películas íntimas. Me recuerda a cuando utilicé la pantalla panorámica para Reservoir Dogs, que al fin y al cabo es un relato muy íntimo... Funciona 'cojonudamente' bien.

¿Y qué opina del uso de la tecnología digital?

Tanto rodar como proyectar en digital es sencillamente el principio del final. Jamás lo haré. Es la muerte del cine. ¿Qué sentido tiene salir de casa para obtener lo mismo que ya consigues con un dvd en tu casa?

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