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Puesta de sol, 2, 2008 (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 6 de marzo de 2013. (RanchoNEWS).- Una nueva exposición dedicada al género de paisaje puede verse estos días en Suiza, tras la inaugurada hace unas semanas en la Fundación Beyeler de Basilea en torno a la figura del Ferdinand Hodler tardío. Ahora es el Museum Haus Konstruktiv de Zurich el que se centra en la radiante figura de Alex Katz, el octogenario pintor americano que presenta sus cuadros por vez primera en un museo del país centroeuropeo en una muestra que reúne pinturas realizadas desde 1949 y que incluye también obra reciente. Una nota de Javier Hontoria para El Cultural:
Katz, que nació en Nueva York en 1927, vio nacer y crecer a todos los movimientos artísticos desde la posguerra como el Expresionismo Abstracto, el minimalismo, el arte conceptual y el pop. Su paleta solitaria, cálida y austera a partes iguales, miraba con distancia el desarrollo de estas gestas, aunque Museum Haus Konstruktiv trata en esta exposición de acercar a Katz a algunos de estos hitos del arte del último medio siglo y de no dejarle suelto en tierra de nadie, que es como tradicionalmente se le ha visto al pintor. La exposición se titula Landscapes, y los paisajes forman, efectivamente, el grueso de la muestra pero, en el ya longevo diálogo entre abstracción y representación que se da cita en su obra, ¿no deberíamos constatar que toda la pintura de Katz, incluidos sus retratos, constituyen un inmenso paisaje? ¿No podemos, acaso, interpretar muchos de sus retratos, en especial los de gran formato, utilizando términos como «geografía» o «latitud»? ¿Cómo ver el magnífico Passing, pintado hace 50 años y hoy perteneciente a la colección del MoMA, como un gran «campo de color», lo que los anglosajones llaman «color field», sólo sesgado por esa media sonrisa algo socarrona del artista?
Aún más temprano es el cuadro Two Trees, de 1955. Aquí el diálogo entre representación y abstracción sitúa al espectador en una compleja e incierta encrucijada. Katz parecía tener claro que su pintura (tenía entonces 27 años) habría de iniciar un recorrido en torno a las posibilidades plásticas de lo real en oposición a la densidad que emanaba del Expresionismo Abstracto. Buena prueba de ello es que Katz comenzó a pintar a partir de fotografías en torno a estas fechas, si bien nunca la sedujeron las prácticas excesivamente realistas que también empezaban a encontrar su hueco en el crisol enorme de opciones pictóricas que fue la ciudad de Nueva York. Two Trees representa esa tensión inicial con claridad. En él entran en juego fenomenologías perceptivas relacionadas con la figura y el fondo, con las posibilidades musicales que brindaban las imágenes... Fue un gran amante del jazz y también de la poesía, especialmente la de los años sesenta, cuando frecuentó a muchos de los grandes poetas que coincidieron en Nueva York como Frank O'Hara, John Asbery o Allen Ginsberg. Los poetas le resultaban mucho más interesantes que los propios pintores.
El catálogo de esta exposición suiza cita una entrevista que le realizó David Sylvester en la que Katz afirma que la pintura era un medio que permitía bucear en el interior de uno mismo y explorar cuánto de no verbal y de inconsciente había en la experiencia pictórica. Es a través de estas ideas como su trabajo puede tender puentes con otros de artistas pertenecientes a generaciones posteriores, como Gary Hume o Wilhelm Sasnal. ¿No remiten al primero las dos manchas del antes citado Two Trees, con esa tensión entre los figurativo y lo abstracto? ¿Y ese paisaje con tres áreas de color tan básicas tan certeramente dispuestas de Provincetown? ¿No son visibles las analogías entre ese espléndido y enigmático retrato en blanco y negro de Ada, su mujer y musa, de 1997, Black Ada, y las imágenes y los temas del polaco Sasnal?
Landscapes, en Museum Haus Konstruktiv, es una oportunidad extraordinaria para entender a Katz fuera de los discursos normativos en los que se le ha tendido a enmarcar. Con una tradición basada en el constructivismo y en la abstracción, la institución suiza nos invita a mirar más allá de la apariencia figurativa y poética de la pintura del neoyorquino y a situarla en un campo más proclive a la experiencia filosófica, algo más abstracta y compleja.
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