miércoles, abril 10, 2013

Música / Entrevista a Julio Estrada

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El creador musical, en su casa, durante la entrevista con La Jornada. (Foto: María Luisa Severiano)

C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de abril de 2013. (RanchoNEWS).- «¡Siempre he hecho lo que me ha dado la gana, siempre!» La plática con Julio Estrada sube de temperatura. Estamos a 31 grados centígrados en su casa, a la entrada de Temixco, Morelos, donde se mudó a raíz del sismo de 1985. Una entrevista de Ángel Vargas para La Jornada:

«Ni yo he podido conmigo mismo, menos los demás –reconoce–. Y esa parte es muy satisfactoria, porque puedes entender todas las aventuras, hacer lo que te venga en gana, lo que se te antoje; tu fantasía está al alcance del mundo o al revés».

Además del creador musical, en este edén exuberante en árboles frutales, flores y aves silvestres viven su hijo Amadeo, biólogo de profesión, y Valentín, quien desde hace 10 años es mozo, jardinero, cocinero y velador en esta casa y, en sus ratos de ocio, torero aficionado en todo festejo cercano. Un personaje rulfiano que rebasa los 50 años.

Será con ellos, así como con Julián, su otro hijo, y algunos amigos, con los que Julio Estrada festejará este miércoles sus 70 años de vida, a los que llega en óptimas condiciones físicas y creativas, según afirma durante la larga charla que sostiene con La Jornada a propósito de tal efeméride.

«Mi música es resultado de la imaginación, no de la inspiración ni la disciplina. Por eso soy creador musical más que compositor», aclara el también catedrático e investigador de la Academia Mexicana de Ciencias y el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), después de compartir y beber sendos vasos de refrescante gazpacho. Más tarde será el vino tinto.

Velia, persona extraordinaria

Como parte de los festejos, Julio Estrada trabaja actualmente en la que será su segunda ópera, Velia de título, en homenaje póstumo a su esposa, la cual será estrenada en Buenos Aires, en 2015.

De igual manera, tiene el proyecto este año de dirigir la obra de Silvestre Revueltas de forma iconoclasta, además de que prepara para un concierto que tendrá lugar en Nueva York, dentro de unas semanas, una obra que creará en tiempo real.

A lo anterior, se suman una serie de cinco programas radiofónicos sobre su vida y obra, producidos por la compositora Ana Lara, Julio Estrada 70 años: el poder de la imaginación, serie que se transmite desde el lunes por Radio Universidad, a las 20 horas (en el 96.1 de FM), así como un documental sobre el proceso creativo de su ópera Murmullos del Páramo, que será difundido por Tv UNAM.

¿Cómo llega y recibe estas siete décadas de vida?

Me emociona pensar en esto, porque llegó sin Velia, mi esposa, quien falleció hace cinco años y con quien entendí que iba a vivir todo.

«Llego, en ese sentido, acompañado de mis hijos, Julián y Amadeo, pero sin esa extraordinaria persona que fue ella.

«Velia Nieto fue pianista, musicóloga, experta en muchas cosas, maestra y, además, era la mayor cómplice conmigo en toda mi obra. Ha sido el ser más extraordinario que haya conocido, y llegar cinco años después de que ella desapareció es muy triste. La conocí cuando tenía yo 16 años; es decir, estuvimos casi medio siglo juntos. Entonces, yo sólo soy la mitad.

«Por otra parte, veo hacia afuera y digo: ¡qué sorpresa, ya envejeciendo!, y en un periodo que uno debe de tomar las cosas de una manera más seria, algo que nunca he hecho.

«Más serias respecto de tener más años, porque, en lo que concierne a mi obra, sigo haciendo lo que quiero. No he cesado de hacerlo, de innovar. En vez de ir hacia atrás, como hacen algunos jóvenes, no pocos adultos y bastantes viejos, yo continúo abriendo puertas, viendo que hay más caminos por recorrer, y me fascina ese destino.»

A manera de ejemplo, menciona que desde hace 10 años trabaja con la creación en vivo: «No hay partitura, sólo me reúno con los músicos y les digo qué sonidos busco y al cabo de pocos días lograr lo que quiero.

«Es decir, trato de crear la música como si fuera un pintor. Eso lo hago cada vez más; me libero de la escritura y voy directamente a trabajar con el músico, lo integro a mi proceso, no le pido nada más que entendimiento. No uso nada de lo prexistente, me interesa inventar todo, como si fuera un recién nacido y la obra naciera conmigo.»

Llegar a tal proceso es parte de la naturaleza inquieta y el espíritu indómito de este músico e historiador, hijo de padres españoles exiliados en México a raíz de la Guerra Civil y en cuya formación destaca haber sido alumno de Karlheinz Stockhausen, Iannis Xenakis y György Ligeti.

«Cuando tienes ya una obra de la cual te encuentras satisfecho, ¿por qué no hacer algo totalmente nuevo? Mi obra ha sido una exigencia de escribirlo todo, absolutamente todo», destaca.

«A mi música los intérpretes le llaman ‘partitorturas’ y yo les digo que a veces les cae el ‘Estradavirus’. Pero cuando llegas a un punto en el cual ya conoces suficientemente lo que puedes hacer, no tienes porqué someterte, por lo menos a mi edad, a las especificaciones ajenas.

«De cierta forma, eso habla mucho de mi origen español, de mis ganas de niño de ser torero. Ahora de cierta forma lo soy, aunque sin capote.»

La descripción como alguien rebelde e incluso iconoclasta es algo que parece agradar a Julio Estrada, quien acepta que ha dicho lo que pocos o nadie han querido o se han atrevido a decir de los mundos de la música, la cultura y la política nacionales.

«¿Por qué he de quedarme callado?», espeta, para luego bromear acerca de que sus palabras han tenido como blanco personajes de todos esos ámbitos, entre ellos el compositor Carlos Chávez. «Nada de que son santones, más bien son unos cabrones.»

Al respecto, aclara que él es un hombre y un creador libre y, por tanto, no tiene porqué humillarse ni rogarle a nadie: «No tengo ninguna necesidad del poder, los demás lo necesitan ante la falta de talento, yo me basto. Nunca he necesitado nada.»

Cuenta en ese sentido que tenía menos de 20 años cuando mandó «a volar» a su maestro de armonía, «que era tonto desde que sus padres eran novios, y después me metí a la escuela de música de la UNAM, a los que también mandé a volar porque tampoco aprendía nada; lo único a lo que iba era porque allí estudiaba mi futura mujer.»

Más adelante se inscribió en el conservatorio y, dice, cuestionó a Carlos Chávez, «que sólo era listo para hacerse del poder, pero le demostré que no sabía nada ni entendía a Mozart y me echó. Le dije que una patada suya en el trasero me elevaba.

«Luego me fui con otro maestro que descubrí que era nazi, Gerhart Muench; cuando me contó que Hitler le había aplaudido por un vals, le dije que ambos tenían mal gusto, y me corrió. De allí me fui a París y estudié con Messiaen; tampoco me quiso, porque yo venía de una familia de rojillos y él era cura.»

Pese a su formación tan sólida y el reconocimiento en el extranjero, usted no tiene buenas relaciones con el país y su obra se escucha aquí muy rara vez.

No pueden ser buenas relaciones y yo mismo me pregunto por qué. Quizá porque es un país extremadamente corrupto. Se puede corromper a la banca, a los políticos, a los industriales, pero cuando se corrompe a la sociedad y a la cultura, lo cual es lo que aquí ha ocurrido de arriba a abajo, ¿qué queda?

«Si cuando las figuras con mayor renombre internacional son utilizadas como escudos de una política que va en contra de la sociedad, el hombre que produce la cultura carece de raíz no puede aportar nada legítimo.

«Sobre lo poco que se toca mi obra, eso se debe, en primer lugar, a que yo mismo en ocasiones debo presentarme con una patrulla a la sala de conciertos para que no se toque; en otras, simplemente no se programa.

«Normalmente, los músicos del país no pueden tocar mi obra, entonces pido de favor que no la toquen. Tampoco necesito que se toque mi música. Para mí, crear la música, convertirla en una partitortura, ya me parece suficiente. Si se toca o no, es otro asunto.

«En México, la regularidad es que no se va a tocar, por incompetencia de los intérpretes. De allí que las exigencias que yo pueda tener respecto de mi música se cumplen mejor en Europa y Japón, pero con eso me basta.»

¿En verdad no le afecta no ser profeta en su tierra?

No me molesta ni pesa para nada. Pensemos en los dos casos más importantes de la música en México en el siglo pasado.

«Carrillo no es tocado, lleva medio siglo así. Era un compositor exagerado, pero hay cosas buenas. Revueltas se pasó 50 años sin tocarse, pero aún no se hace en los grandes foros.

«Lo mismo pasó con Conlon Nancarrow, quien se pasó medio siglo a la sombra, encerrado en su casa, lo cual es muy buen ejemplo de lo que hay que hacer si uno quiere realmente dedicarse a crear.

«En un país que no tocan a Revueltas ni a Nancarrow, que son las dos figuras de la música mexicana del siglo XX, ¿por qué tendrían que tocarme a mí?»

¿Se incluye usted dentro de esa estirpe?

De gente seria, creativa, con imaginación, sí; de alguien que piensa en la sociedad, sí; de gente que innova, también. Y por esto no tengo que pagar un precio, porque los demás están al alcance del bolsillo.

Entonces, ¿no le importa que su obra se mantenga encajonada 50 o 100 años? ¿Escribe para ser entendido a futuro?

Si de algo estoy seguro es de que alguien vendrá a rescatar mi obra. No tengo duda de que tiene peso de originalidad en nociones, ideas, invención, en estética; ¡claro que lo tiene!

«Y sobre el otro punto: no compongo para el futuro, compongo para ahorita, pero el futuro ya llegará, si lo dejan.»

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