sábado, mayo 11, 2013

Literatura / Entrevista a Leonardo Padura

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El escritor cubano.(Foto: Rafael Yohai)

C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Una chispa de ironía baila por las pupilas de Leonardo Padura. No hay que tener un oído avezado para distinguir que el acento del padre de Mario Conde, detective que protagoniza varias de sus novelas policiales, es inconfundiblemente cubano. Suena el celular, una, dos, tres veces. «Nadie tiene este teléfono», confiesa un tanto desconcertado. «Aló, ¿quién habla? Oye... estoy enredado completo». En menos de un minuto remata el asunto. «Cuando viniste a Mantilla, te dije que había estado acá en 1994. Inmediatamente una amiga, en cuya casa pasé unos días, me increpó: ‘¡Pero Leonardo, cómo dices que fue en el ’94! El mono que tuvo mi hija, que tú viste, fue en el ’92. ¡Por un mono sacamos la fecha correcta!», revela el escritor a Página/12 para precisar ese error involuntario de su memoria. En esa visita al país –en 1992– trajo «poquísimo» dinero. Entonces no publicaba fuera de la isla y no tenía el éxito y el reconocimiento que le llegarían una década después. «Me pasé quince días en Buenos Aires, fui a Rosario, estuve en el Tigre, fui a ver bailar tango, recorrí la calle Corrientes y los cines de Lavalle. Hice tantas cosas que a veces me parece increíble. Fue un viaje de millonario». Una entrevista de Silvina Friera para Página/12:

Ahora, en este regreso, todo ha cambiado. «Lo contradictorio es que tengo dinero en el bolsillo, pero no tengo tiempo de hacer las mismas cosas divertidas que hice la otra vez, porque me paso el tiempo respondiendo entrevistas y firmando libros. Espero desquitarme la próxima semana, que será un poquitico más normal».

«Cuba se mueve» es el título de la entrevista abierta que tendrá Padura con Pablo Stefanoni hoy a las 20.30, en la Sala José Hernández de la Feria del Libro. Invitado por la revista Nueva Sociedad, la Fundación El Libro y la editorial Tusquets, el autor de El hombre que amaba a los perros subraya que en los últimos cinco años se ha iniciado un movimiento económico y social en la isla «sin que se mueva la estructura política cubana de manera esencial». Padura plantea que en lo económico uno de los puntos fundamentales es la ampliación del trabajo por cuenta propia. «Hay una cantidad importante de cubanos que ya no trabaja para el Estado –explica–. Se suponía que había pleno empleo, pero se hacía fundamentalmente bajo un lema: ‘Yo hago como que trabajo y tú haces como que me pagas’. Con el trabajo por cuenta propia muchas personas están empezando a tener otras alternativas. Pero también está provocando distanciamientos económicos; hay personas que ganan más trabajando por cuenta propia y cuadruplican o quintuplican lo que ganaban cuando eran trabajadores estatales». Uno de los cambios más esperados, agrega el escritor, fue la reforma migratoria. «Una gran parte de la población cubana puede viajar con su pasaporte. Hay un pequeño porcentaje –militares, deportistas, científicos– que tiene que pedir permiso. Pero incluso los médicos pueden viajar».

Padura advierte que ha habido otros cambios que desde fuera de Cuba tal vez parezcan «insignificantes»: que un cubano pueda vender su casa o su automóvil o que se pueda contratar una línea de celular. «El ciudadano cubano puede, si tiene posibilidades económicas –aclara–, hacer estas cosas que antes estaban prohibidas por leyes que eran verdaderamente absurdas». Cuba se mueve. A su ritmo, pero se mueve. «Hay un cambio político en el horizonte. A partir de este año, comenzaron a correr los últimos cinco años de Raúl Castro, porque él mismo propuso que los altos cargos de gobierno tuvieran como máximo dos períodos de cinco años. Esto significa que a partir de 2018 va a haber un nuevo gobierno en Cuba en el que no va a estar ni Fidel ni Raúl», anticipa el escritor.

Una lectura catastrofista que se hizo cuando se anunció la reforma migratoria fue que muchos cubanos se irían inmediatamente del país, ¿no?

Quien más miedo tenía de que se produjera un éxodo masivo era el gobierno. Para que se produzca un éxodo masivo no solamente hay que tener el pasaporte, sino la visa para llegar a algún lugar. Como está el mundo contemporáneo, la migración está muy controlada. Para viajar a los Estados Unidos se necesita un visado que es muy complicado de obtener. Para España, otro destino preferido por los cubanos, la gente tiene que pensarlo cuatro o cinco veces. La situación allá es tan complicada que creo que hay muchos españoles que están pensando venir a Cuba a ver si encuentran trabajo (risas). Todo ha sido normal, no ha sido traumático ni alarmante. Se quitó el control sobre los individuos y la sociedad ha seguido igual. Han viajado personas a las que no se les permitía viajar, como Yoani Sánchez y Las Damas de Blanco. Yoani ha hecho un recorrido por medio mundo. Las Damas de Blanco han ido a Estrasburgo (Francia) a recoger su premio Sájarov y no ha pasado nada. Desde mucho antes debió haberse modificado la ley migratoria.

Quizá se pensó que el sistema cubano terminaría estallando como lo hicieron los países del bloque soviético. Pero Cuba se está transformando sin violencia.

Se ha demostrado que cuando hay cambios violentos al final siempre se aprovechan los mismos grupos de poder. Una evolución más paulatina de la sociedad cubana es beneficiosa. De todas maneras, quedan grandes asuntos pendientes. Uno es el acceso a la información, fundamentalmente el tema de Internet, que ha sido insuficientemente analizado por parte de las autoridades cubanas. Internet no es solamente información en el sentido de la noticia, sino que es también un instrumento de trabajo. En el mundo de hoy es prácticamente imposible realizar actividades en casi todos los órdenes si no tienes acceso a Internet.

¿Cómo se está moviendo la literatura que se publica hoy en Cuba?

La literatura es de carácter muy crítico; refleja los problemas de la realidad desde perspectivas y estéticas muy distintas. Lo mismo te encuentras a alguien que escribe una novela histórica –acabo de leer una que está inspirada en el Evangelio según San Judas– o una novela muy experimental que tiene que ver con la realidad cotidiana, una especie de road movie. Hay muchas tendencias, pero todas tienen una mirada directa u oblicua de carácter crítico.

Cuando se analiza la literatura cubana, se suele hablar de un «adentro» y un «afuera». ¿Ese «adentro-afuera» dividió demasiado las aguas como se ha dicho?

Sí, dividió, aunque ahora hay menos distancia. Hay un grupo de escritores que viven fuera de Cuba que tienen una posición abiertamente hostil respecto del gobierno cubano. Y hay un grupo de escritores que viven dentro de Cuba que tienen una posición a favor del gobierno. Entre uno y otro extremo, hay una gran complejidad de autores que viven «adentro» y «afuera», que son el mainstream. Escritores como Abilio Estévez, que vive en Barcelona; Gerardo Fernández Fé, que vive en Ecuador; otros que están en Madrid, o en Estados Unidos, como Antonio Orlando Rodríguez, que ganó el Premio Alfaguara; escritores que vivimos dentro de Cuba, como Pedro Juan Gutiérrez, Wendy Guerra o yo. Es una literatura en que la frontera «adentro-afuera» es casi imperceptible.

Algunos de los que viven afuera parecen exigirles a los que están en Cuba que sean una especie de héroes de la crítica...

O de kamikazes. El problema es que muchos de los que están afuera y nos piden a los que estamos adentro que seamos kamikazes, cuando estuvieron dentro no fueron kamikazes. La literatura tiene que cumplir su función, tiene que tener una mirada sobre la sociedad. Si el escritor siente que esa mirada debe ser crítica, será así. Pero no hay que hacer depender la literatura de una coyuntura política determinada. Yo escribí El hombre que amaba a los perros, que es una novela en que la política era inevitable que surgiera. Y la novela que recién terminé, Herejes, que se va a publicar este año, no tiene que ver con la política; y sin embargo verás, cuando la leas, que tiene muchísimas lecturas políticas. La política no tiene por qué ser la protagonista de cada uno de los textos que uno escribe.

Es uno de los escritores más vendidos y leídos en Cuba. Este éxito lo debe posicionar en un lugar un poco incómodo, ¿no?

Desde hace años estoy en un lugar un poco incómodo (risas). Las autoridades cubanas me aceptan, pero saben que no soy el escritor que ellos quisieran que fuera. Con algunos colegas he tenido problemas por el hecho de que publico fuera de Cuba, estoy en el catálogo de una editorial como Tusquets, y eso no todos lo pueden conseguir. Muchas veces ocurre que hay más escritores que personas que escriben. Y eso me ha costado algunos disgustos. No graves, pero disgustos. Nunca he sido un best seller, pero con las novelas de Mario Conde empecé a vender bien, gané premios internacionales, me publican en muchos idiomas y tengo un espacio en el mercado y en la crítica. El hombre que amaba a los perros fue la guinda del pastel.

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