miércoles, mayo 15, 2013

Literatura / España: Ospina y la conquista (literaria) del Amazonas y El Dorado

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Mapa del Amazonas en el atlas de Joan Martines, de 1587.(Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 15 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- 
 33 poemas que son como piedras que frenan el flujo de la historia.

 ¡No! 33 poemas como piedras que hacen cantar el río de la historia.

Es lo que le dijeron en Colombia a William Ospina dos lectores distintos sobre los poemas que preceden a los 33 capítulos de su última novela: La serpiente sin ojos (Mondadori). La obra con la que cierra su trilogía sobre el descubrimiento y la conquista de América, un viaje al corazón de la leyenda y el mito de El Dorado en un periplo a la Amazonia. Más que una trilogía, Ospina ha creado un tríptico iniciado con Ursúa, seguido con El país de la canela y concluido con esta novela. El relato surgió a partir de tres episodios emblemáticos de sueño, ambición, crueldad y encuentro con el deslumbramiento, la heroicidad y el hallazgo del amor que dio como resultado el florecer de una belleza inesperada e incomprendida hasta hace muy poco, narrada en una celebración de la lengua castellana o española. Una nota de Winston Manrique Sabogal para El País:


«Con el descubrimiento de América vivimos ya la guerra de la globalización pero, también, el lenguaje dejó de ser lengua local para ser la primera lengua planetaria», recuerda Ospina (Padua, Colombia, 1954) al referirse a la constante simultaneidad de la capacidad creadora y destructora generada por el ser humano.

«La conquista estuvo llena de crueldades, sí, pero también de perplejidad y asombro. La Europa del Renacimiento también se enamoró de ese otro mundo».

«El mito de El Dorado sigue vivo en mi país cuando la búsqueda de riqueza ha producido guerras y conflictos. No estamos preparados para la riqueza. Nos falta construir comunidad solidaria consciente de sus orígenes y mirarnos de manera fraternal».

«¿Comprendes esa historia que palpita en la luz?».

Canta así uno de los versos de los 33 poemas en que se divide esta novela con la cual Ospina no sólo cierra su largo viaje por los desfiladeros de la Conquista sino que también trae las resonancias de la Divina Comedia, de Dante. Y, claro, es un homenaje a Juan de Castellanos, que escribió en el siglo XVI el poema más largo en español: Elegías de varones ilustres de Indias, 113.609 versos que cantan ese encuentro entre dos mundos.

«Todas las preguntas del pasado nacen del presente. El horizonte histórico modifica la Historia. Por eso la exploración del pasado responde a preguntas del presente debido al lenguaje y al mundo que intenta reconstruir, no sólo de la codicia y el asombro ante la naturaleza y lo desconocido».

Toda esta historia empezó hace 520 años con el descubrimiento de América, pero los hechos narrados por el escritor colombiano ocurrieron cien años después. Pasadas las primeras gestas, aumentadas las ambiciones de riqueza y heroicidad y crecidas las leyendas en tierras sembradas de miedos. Es un relato protagonizado por el navarro Pedro de Ursúa, que antes de cumplir los 17 años cruzó el Atlántico sin sospechar que fundaría ciudades a los 20, que sería un guerrero triunfal y arañaría constantemente la heroicidad hasta que se topó con la belleza de una mestiza que le trastocó su mundo y lo llevaría a ser asesinado por diez de sus hombres de confianza.

«El siglo XVI está lejos y cerca. Sucedieron muchas cosas. Pero cinco siglos es algo que acaba de ocurrir y estamos empezando a entender. Son hechos que siento como actuales. Todo parece lejano pero desde la perspectiva de la literatura y la poesía son problemas palpitantes, hechos de hoy. Cuestiones que tienen que ver con el mestizaje, la comprensión de mundos ajenos, los interrogantes sobre el corazón».

Todo empezó en la cabeza de William Ospina hace 21 años. A él, que ya se hacía preguntas, le llegaron otras en tropel en 1992, al leer a Castellanos durante el quinto aniversario del Descubrimiento. Un poema que lo adentró en el otro mundo de su mundo y le mostró lo que otros vieron hace cinco siglos. Así nació su libro sobre el sevillano Juan de Castellanos Las auroras de sangre, en 1999, una especie de prefacio de esta trilogía a ojos de los vencidos.

Hasta entonces Ospina era uno de los más prestigiosos poetas y ensayistas colombianos. No había hecho incursión alguna en la narrativa, hasta que las historias poéticas de Castellanos le dejaron varios episodios en la cabeza: la vida de Ursúa y su viaje a las Indias, que dio como resultado su debut narrativo, en 2005, con un libro de guerras; la de Francisco de Orellana en busca del país de la canela por el río Amazonas que lo confirmó en 2007 como un gran contador de historias y aquí centrado en viajes de conquistadores, y con el cual obtuvo el premio Rómulo Gallegos; y de nuevo con la vida de Ursúa al ir en busca de El Dorado y seguir los pasos de Orellana, que lo arrastrarían hasta su asesinato en un complot liderado por Lope de Aguirre. Una obra con aires homéricos, espíritu shakespereano y aliento de cronistas de indias, bajo el influjo de tantos autores admirados por Ospina como Borges o Chesterton.

Guerras, viajes y amor. Tríptico de la conquista con aires épicos que rastrea de qué está hecha la gloria y la pasión, las pasiones de toda índole y de quienes cabalgan en ellas y bordean los precipicios. «La conquista de América es actual; hay amistad, amor, sed de riqueza, las preguntas por la ley y el orden de la civilización. Preguntas vivas desde siempre», afirma William Ospina.

Y en La serpiente sin ojos, como así llaman los indígenas al río amazonas, fue clave que se preguntara por la conducta, la lucha de poder. Contar la historia de hombres blindados a la piedad pero no a la pasión, y a los desfiladeros del amor. Aquí, en esta historia de Pedro de Ursúa e Inés de Atienza, los sueños de aventura gloriosa y los sueños de amor son extremos de un mismo anillo que no se cierra, destinados a mirarse de frente; porque mientras el primero busca la conquista rápida, el segundo anhela la conquista eterna. Por eso, en sus páginas resuena el verso: «¿Comprendes esa historia que palpita en la luz?».

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